Raúl era un niño tres o cuatros años mayor que yo, que vivía una cuadra abajo de casa de mis papás. Yo le tenía un extraño respeto porque él era el pitcher más veloz de toda la chafísima Liga Pequeña de Beisbol de Colinas de San Jerónimo. Ese talento deportivo lo tenía colocado en un estatus de galán de barrio entre las pubertas de la colonia.
Yo, que era muy nalga para el beis y sobre todo para batear, literalmente temblaba cuando me tocaba el turno al bat, y en cambio veía a Raúl parado allá en la lomita muy seguro de sí mismo. "¡Pónchalo, Raúuuul!", me acuerdo que gritaba la enfurecida porra detrás de mí. Generalmente me ponchaba fácilmente, pero yo me iba contento de que el trago amargo pasaba con tres rápidos strikes.
Sin embargo, pese a la diferencia de edades y de talentos, Raúl me buscaba mucho. Yo no entendía porqué yo le caía tan bien, pero me gustaba esa fidelidad. Era de esos amigos que uno se sentía orgulloso de tener, pero que a tu mamá no le agradaban tanto.
Raúl me enseñó a fumar y a dominar la técnica hostil del "garnuchazo", pero además fue el encargado de arrebatarme la inocencia diciéndome tres verdades: santa clos no existe, los niños no vienen de París y los niños pueden masturbarse, (esta última revelación fue a la que saqué más provecho, tengo que admitirlo).
¡Chíngale!, así de un jalón y sentados arriba del pasa-manos del parque, Raúl me quitó la venda de los ojos. Lo peor de todo fue llegar esa noche a mi casa y verle la cara a mis papás. Como que sentía que me habían mentido, pero al mismo tiempo sentí una ternura rara de que ellos no sabían lo que yo ya sabía de ellos. Obviamente me hice pendejo la siguiente Navidad... (y mi mamá seguía preguntándome porqué me tardaba tanto en el baño ¿?).
En lo que sí exageró Raúl fue cuando me aseguró que para "hacer un hijo" los papás tenían que tener sexo durante dos horas seguidas. Todos los casados sabemos que ni la cuarta parte de ese tiempo se requiere para que nuestras mujeres cambien los tampax por las pastillas de ácido fólico. En fin, cuando cumplí 11 o 12 años, Raúl ya iba a quinceaños y poco a poco la diferencia de edades se hizo inaguantable y terminó por distanciarnos definitivamente.
Hace unos tres domingos lo vi de lejos en misa y ambos hicimos ese saludo débil que consiste en levantar un poco las cejas, o sea, el gesto incómodo que usamos cuando no queremos acercarnos a saludar de mano porque en realidad nadie tiene algo que decir.
Raúl iba con su familia y por un momento se me antojó acercarme y decirle en voz alta: "Cabrón, ¿ya le dijiste a tus hijos que santa clos no existe?, hijo de tu pinche madre...".
Hello world!
Hace 3 meses
1 comentario:
jajajajaja....ESO SIEMPRE PASA....AHORA QUE ME HICISTE RECORDAR, YO TENIA Y AHORA SIGUE SIENDO CUATE, UN AMIGO LLAMADO JORGE, HERMANO DE AQUEL CHAQUE MIO Y DEL PEDI,QUE DIOS LA TENGA EN SU GLORIA, MISMO PAN...SE DEDICO A DESENMASCARAR TODOS LOS TABUS DE LA PUBERTAD...ENTRE OTRAS COSAS...EL ES COMO 4 ANIOS MAS GRANDE QUE YO Y UNA VEZ CERCA DE LA CASA HABIA UN MITO QUE EXISTIA UNA CASA DE CITAS, EN AQUEL MOMENTO NO ENTENDIA ESE CONCEPTO, HASTA QUE ESE CABRON ME LLEVO Y ME DIJO TRAITE LANA Y FUIMOS COMO A LAS 9 0 10 DE LA NOCHE SIN PERMISO DE MIS JEFES Y EN FIN DE SEMANA.CON TAL SUERTE QUE NOS TOPAMOS CON UNA SEXOSERVIDORA EN LA COCHERA DE ESA CASA SEMI ABANDONADA Y LE DICE ESTE WEY: OYE MI AMIGO QUIERE AGARRARTE UNA CHICHI, CUANTO?.....INMEDIATAMENTE ME DIO UN SENSE MEDIO RARO ENTRE PARKO Y WAK Y DICE POS TANTO(NO ME ACUERDO LA CANTIDAD) Y LE DIMOS LOS DOS....DESPUES DE ESO MI VIDA NUNCA FUE IGUAL, SI TE ACUERDAS DE LOS CHIKITIBUNPRACTICAS ERAN UN RATO IR A SMORBILIAR...ESTE WEY FUE EL CULPABLE DE QUE NO VOLVIERA A PENSAR IGUAL
Publicar un comentario