martes, 28 de septiembre de 2010

Veto a la teta

Hace una semana Katy Perry fue censurada del programa Sesame Street porque grabó su cápsula con un vestido escotado (ni tanto, la verdad). No sé si fue o no "apropiado" el vestuario que se puso, pero me llama la atención que la prohibieran pues creo que los niños no hubieran pelado ni su vestido ni sus tetas.

No soy experto en sicología ni en desarrollo infantil, pero entiendo que los niños tienen libido, que son curiosos, que preguntan cosas, que les gusta tocarse (¿a quién no?) y que les apenan y divierten situaciones relacionadas con sus genitales. Sin embargo, no he visto en la atención y menos en la preferencia de Mateo que un buen par de bubis le roben cámara a Elmo.

Es decir, no sé hasta qué punto la prohibición a ver los senos de Katy que decidieron los adultos funciona sólo para los adultos. ¿Qué tanto hubieran comentado los niños el cuerpo de la cantante al día siguiente en el kinder?

Acá en México y en otros países las mujeres que se convierten en estrellas infantiles sirven para entretener tanto a los niños como a los papás de los niños gracias al vestuario de corte teibolero-kids que usan, con estrellitas, lunitas y colores pastel, pero con un look que "viene siendo" medio zorresco al fin y al cabo.

Tatiana, Lore Lore, las infra Muñequitas, las Gemelas Abuelitas de Ivonne e Ivette, la millonaria reciente de Patylu, Xuxa, las prehistóricas de TVO... etc, todas estas mujeres le cantan o le cantaron al chorrito que se hacía grandote (sin albur) vestidas en minifaldas, shorts muerde-nalga, medias de rombos, pantalones pegados, tacones altos y chichi operada y barnizada con brillitos. Y los papás aplaude y aplaude. Eh, eh, eh...

Nada de lo que escribo es queja. Este post no quiere servir pa' nada ni quiero criticar a nadie y menos señalar una doble moral gringa o mundial porque soy el primero formado en esa fila. Qué güeva.

Sólo quiero escribir que me llamó la atención el veto en contra de Katy Perry porque se me hace más difícil explicarle a un niño la razón del veto, que explicarle que las mujeres tienen bubis y que algunas gustan de exhibirlas más y que esa coquetería se vale porque representa una de las maravillas que aún quedan en este mundo.

A mí Katy Perry me cae muy bien y su sketch se me hizo divertido.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Yo sólo sé que no soy yo

Desde hace algunas semanas brinca como títere el monito sonriente éste de acá arriba como parte de una publicidad de messenger. Así, llanamente, confieso que cuando lo vi me culié de la risa; es decir, me asusté del parecido que tengo con él al mismo tiempo que solté una carcajada. Es que de veras, véanlo bien. Incluso lo vistieron con un traje igual a mi traje "Lágrimas y Risas" que lo mismo uso para bodas que para funerales. Juro además que tengo una corbata plateada idéntica y que en algún año no lejano usé el pelo similar. La ilustración tiene los ojos profundos que manejamos los ojerosos natos y una barba que tanto a él como a mí nos acercan al look de Cepillín. Una amiga me dijo que estoy cerca de ganar un concurso de parecidos organizado en Facebook. Qué padre.

VIERNES MUSICAL.- Va una canción de gemelos idénticos aquí. Buen fin de semana a todos.

martes, 21 de septiembre de 2010

Insomnio albóndiga

No les puedo ofrecer las coordenadas exactas de donde estoy porque no las conozco. Hace unos días me envolví en una bolsa de escombro y me traje hasta acá con los ojos vendados. Durante el recorrido a ciegas por varias cuadras yendo de izquierda a derecha apenas pude reconocer olores que me parecieron familiares hasta que mi entusiasmo cayó en coma. Escribo esto desde un lugar de mi conciencia que no me gusta. Fui secuestrado por un mí mismo malcriado que se ahoga en tubos de ensayo y en los minivasitos que te dan en Wendy's con los que puedes hacer muffins de catsup. Afuera de mí está ese mí mismo púber que no ha aprendido a resolver conflictos minúsculos como la bien vista eutanasia a insectos invasores ni a repeler las culpas de una moral intranquila. Me secuestré y me encerré en una habitación con espiral descendente. La quiebra, las lluvias, tanta pinche mala noticia, mi casa disfrazada de gotera para halowín y todas las preocupaciones de chimpancé que traigo hechas un enjambre en la cabeza me han borrado de un manazo las ganas de estar bien. El delito es practicar ese deporte tan mío de inventarme jorobas para que ni la camisa de once varas me apriete. Masoquista profesional, aunque amateur de nómina porque no le veo ganancias a esto de sufrir de oquis. ¿Trabajo en una mina? No. Entonces por qué el gusto a la autoflagelación que nomás sirve para que te tengan lástima. Más idiota aún es creer que la distancia resuelve la alquimia imposible de convertir mis defectos en un espejismo igualmente idiota: obtener la percepción en los demás de que soy una persona virtuosa, pero desperdiciada.

Hice de la inmadurez un templo en donde le rezo a mi mártir mío de mí; decidí que las personas que admiro no me conozcan tanto porque tengo tanto pinche miedo de ser tan interesante para ellos como lo es el rechinido del columpio (no el columpio itself) que en este mismo instante pone la piel de gallina a la vecina delicada, misma que no puede morder un durazno porque siente que encajarle los dientes a la piel de la fruta es como masticar un cojín de terciopelo. El domingo me di varios puñetazos en la mandíbula emulando a Edward Norton en aquélla película en donde se vuelve loco frente a una copiadora. A la fecha siento moretones pero no logré convertir mi alter ego en Brad Pitt. Al día siguiente, una hora en el tráfico me hizo construir en la imaginación la fantasía de mudarme a Nueva Zelanda. Me imaginé allá, rentando una de esas casas de madera color turquesa con vista a un mar de horizonte esférico. Me vi yendo a pata al mercado, renunciando a la criada y lavando mi ropa inyectando centavos con reinas impresas que no conozco en una lavadora de centro comercial; me figuré haciendo todas esas "incomodidades" placenteras que tienen las civilizaciones realmente civilizadas. Todo lo que me esperaba en Nueva Zelanda era mejor que pasar una hora en el carro zixagueando entre baches y pendejos. Pero luego pensé que la primera persona que me recibiría en el aeropuerto de Wellington sería el mí mismo malcriado que tengo (o que me tiene). Entonces, ¿para qué ir tan lejos si uno siempre se lleva pegado a sí, como equipaje cutáneo? Yo los invito a que pase lo que pase no olvidemos el sabor de las mandarinas aunque cuando preguntemos por ellas el señor del HEB nos haga sentir fuera de temporada.

Escribo esto la madrugada en que Maga cumple años, (¿aplica en las mujeres ese lugar común de llegar a la edad de Cristo?). También hoy es el santo de Mateo y yo celebro un año desde la última vez que me rasuré. Dice Lupe que regularmente empiezo escribiendo denso pero que termino luminoso, u optimista. Ahora no sé cómo terminar. ¿Me despido con una pirueta o con una galletita? Lo mejor será regresar a la cama para seguir horneando insomnio.

viernes, 10 de septiembre de 2010

Lightning crashes

En vez de dar el Grito de Independencia mejor agradezcamos los partos que nos han hecho felices. Propongo que celebremos los alumbramientos que nos regalaron a la gente que queremos, que nos hace reír y que nos reconoce como importantes en su vida. Demos las gracias a las mujeres que algún día pujaron para que nacieran nuestras personas favoritas.

Se oye raro pero, que vivan las señoras que, con grito o sin, expulsaron de su vientre a mis amigos, a mis amigas, a mis papás. También ¡viva, viva! la mujer que dio a luz a Natalie Portman y a la que hizo lo mismo con Germán Dehesa.

No hace mucho conocí a un feto que se hizo niño frente a mis ojos. Hay que creerle mucho a la naturaleza cuando ésta te convierte en papá. A dos meses de cumplir cuatro años, Mateo sigue capitaneando el ranking de mis partos preferidos.

Hay tanta gente que merece nacer.

VIERNES MUSICAL.- Hablando de partos, va esta canción de Live. Buen fin de semana.

martes, 7 de septiembre de 2010

Nunca hemos sido los guapos del barrio II

En Colinas de San Jerónimo jugar futbol era más una actividad para despistar al aburrimiento que para colgarse victorias.
Los goles eran lujos perecederos tanto o más que la luz mercurial que parpadeaba sobre la cancha de cemento seis meses y seis meses no. Las derrotas no avergonzaban a los perdedores más allá de la hora de la cena. A menos que un balón disparado desde una vistosa chilena-chilera azotara la reja que hacía de red, nadie presumía demasiado sus jugadas de acierto. El castigo por no brillar en el equipo era que te mandaran de portero y aun en esa posición era preferible cubrirse los huevos frente a un pelotazo que evitar la goleada en contra. Los goles casi no importaban, se cantaban y se festejaban como si fueran partos de aire invisible, huidos al instante, perdidos en la próxima jugada. Las anotaciones no se gritan igual cuando no hay público que haga coros y como prueba están esos goles profesionales que se meten en un estadio vacío por culpa de algún veto.

Tampoco ninguno de nosotros presumía sus calificaciones. Ser burro era bien visto; fallarle a los libros nos diferenciaba entre la bola, nos ponía en relieve. Era menos madreable reprobar matemáticas que ser la estrellita del salón. Entre mis amigos no había mentes brillantes pero el anormal era Javier el de Menudo quien aguantaba sin esfuerzo promedios excelentes en una escuela de gobierno (a Javier le abochornaba hablar de eso, de sus altas calificaciones pero más de la secundaria de gobierno).

Todavía menos presumible era nuestra moda. Hubo un tiempo de mi vida en que no conocí las marcas ni sus logotipos. Si acaso la palomita de Nike aparece en mi memoria pero sólo como una excepción a la regla heredada de vestirse lo más anti cool posible. En el reino de los cacos no se señala a quien reincide en pecados de estilo y etiqueta. Mis amigos criticaban el pantalón brincacharcos pero te veían feo si traías tenis nuevos. También se burlaban si a la altura de la axila te mapeaba una mancha amarillenta como si alguien te hubiera eructado ahí un fantasma de nicotina. Nos vestíamos a como nuestros papás nos iban colgando trapos y es bien sabido que a los papás de los años 80 les sobraban buenas intenciones para educarnos y mal gusto para escogernos ropa de aguascalientes.

Los amores ni siquiera figuraban en nuestro departamento de objetos perdidos porque ni uno de nosotros tenía pegue. Para empezar, no había vecinas guapas y si hubiera habido no hubiéramos sido nosotros el target de sus feromonas (había una vez un hubiera...). Dicen que no puedes extrañar algo que no has tenido, pero estoy seguro que nosotros añorábamos a las Winnies Cooper que jamás se aparecieron. Si veíamos por ahí un camión de mudanzas inmediatamente preguntábamos si se había cambiado a la colonia alguna niña bonita, pero la noticia era siempre la misma: los recién llegados eran matrimonios jóvenes sin hijos, o con hijos bebés, o con puros hijos varones. Parecía que jamás íbamos a saborear un lipstick.

Entonces, nuestra vida a los 11-14 años consistía en jugar futbol sin demasiada entrega, chafear casi a propósito en el colegio, vestirse con el penúltimo sollozo de la moda y gastarse el semen en un calcetín anhelando que una niña bonita llegara a nuestras calles para que, ahora , su presencia nos motivara a jugar mejor futbol, sacar buenas calificaciones y vestirnos menos peor.

1984.- Ya me gustó meter una canción al final de cada post. Mis primeros dos casets fueron Thriller de Michael Jackson y 1984 de Van Halen. De este último me gustaba mucho "Drop Dead Legs" que nunca llegó a sencillo y que tiene el feeling de "Back in Black" o "You Shook Me All Night Long" de AC/DC, ideales para caminar como un chingón sin el requisito de serlo. Además, es de esas canciones que no se quieren terminar, que se alargan.


jueves, 2 de septiembre de 2010

Homo Ñetus

"Si fueras más fresilla no tuvieras tantas dificultades"
Francisco Escobar T.

¿Quién lo quiere al cochino dinero tener?, cantaba Alex Lora cuando todavía era soltero y manejaba un bigotillo ralo como de miadera de coyote. Treinta años después con el mismo cochino dinero nuestra joya rocanrolera pudo indemnizar a la familia del hombre que su hija Celia mató accidentalmente.

Los bienes sirven para remediar los males, palabras de abogado.

Me acuerdo cuando se decía que la muñeca Barbie era nociva para las niñas porque les metía en la cabeza que la felicidad era igual a estar bien buena, con chingos de ropa y casota y carrote convertible. Luego conocimos a La Barbie en su formato de narcotraficante y ahora a los hombres de 3o y tantos años este sujeto sonriente nos mete a la cabeza una idea: para hacerse de un patrimonio tipo suizo hay que violar la ley. Poner bien tiso al prójimo.

Pero también hay hombres que saben hacer dinero de manera legal. Ah, cómo los admiro.

Mi amigo Paquillo calcula que son entre cuatro y cinco enanitos los que se te cuelgan de los huevos cuando andas jodido de dinero y al mismo tiempo con muchas deudas y pendientes por resolver. Lo peor es que estos enanitos, que son del tamaño de un encendedor bic, te voltean a ver mientras se cuelgan de tu parte noble (que en realidad es bien plebeya) y te avientan una mirada como diciendo: ¿Y cómo chingados piensas hacerle?

Marito, otro amigo enterado en el tema, asegura que los ricos no son felices; son felicísimos.

Yo soy descendiente del eslabón perdido, del Homo Ñetus. En el Paleoceno, me parece, los hombres de la tribu salían con la nalguilla de fuera a cazar búfalos y otras bestias para matarlas, asarlas y usar sus pieles. Mientras tanto, mi antepasado, el Homo Ñetus, tan romántico y perezoso para las cuestiones de la cacería se quedaba en la aldea para organizar torneos de matatena entre las hembras del clan, a ver atardeceres, a hacerle cosquillas a los niños, a contemplar el baile entre el viento y la arena rojiza, a escribir y a dibujar monitos en las cuevas.

El Homo Ñetus es el macho que no sabe hacer dinero. O no sabe hacer riqueza con las cosas que le gustan. Mi estabilidad económica depende del control que hago de mis deudas, no de mi capacidad para hacer billetes. Gano lo mismo que hace muchas, muchas temporadas de lluvia. Y luego me torturo asociando la virilidad con la habilidad de producir y acrecentar el patrimonio.
¿Qué tipo de hombre soy? ¿Proveedor a medias? ¿Cuáles son las expectativas que quiero cubrir? ¿Qué tan mías son? ¿Qué es lo que lamento, el desperdicio de talento o las vacaciones que no me puedo dar? ¿Me quiero vestir mejor o no?

No me estoy cayendo para que me levanten. Sé muy bien lo que tengo que hacer. Ando un poco cabreado porque vengo de pagar en el taller el más reciente resfriado que le dio a mi carro. Algunos miles de pesos me dijeron adiós. Tengo que lograr que regresen a mí multiplicados por dos. Tengo que trabajar más. No quiero aprender a cazar búfalos, pero sí necesito originar mejores recursos haciendo lo que me gusta hacer. Tengo que lograr que el Hombre Ñetus evolucione. Creérmela. Potencializarme. Supermanizarme.

O puedo esperar la próxima quincena y por mientras acomodarme de cucharita con la cobija hasta el cuello. Zzz...

ROLITA.- Cambiando de trama pero no de tema: Se me hacía-hace bien sexy esta mujer. I swear.