lunes, 30 de marzo de 2009

Pulp Fiction

"En el nivel L5-S1 se observa con degeneración discal y protrusión discal posterior y central que contacta al saco dural con componente bilateral que oblitera y contacta la emergencia de ambas raíces nerviosas de manera más intensa el lado derecho. Así como datos de artrosis facetaria..."

Así dice el resultado de la resonancia magnética pero en castellano vulgar significa que tengo una hernia de disco en la zona lumbar. Cuando fui solo mi doctor era muy serio, pero en la segunda consulta llevé a la Maga con un mini vestido primavera-verano-sopla-satanás y entonces el especialista en vértebras cambió el semblante y hasta se aventó chistes de mediano alcance.

El traumatólogo me explicó a detalle la fuga de pulpa que sufrió uno de mis discos y todo el desmadre que esto provoca -bajita la mano siento calambres en los huilburs-. Se aventó tantos conceptos tan bien expuestos que al final me sentí listo para un examen de preguntas abiertas. En serio, le puse mucha atención como si estuviera siendo grabado para un reality show, pero acepto que de vez en cuando me metí en uno de mis tantos pensamientos inútiles y entonces instalé la cara en piloto automático, asintiendo con la cabeza y diciendo a todo.

La buena noticia es que no necesito cirugía y la mala es que tengo que permanecer acostado mucho tiempo, de preferencia en el piso. Esto no sería una tragedia si yo fuera además de cabezón, nalgón, pero como mi trasero es de diseño abollado me es muy incómodo horizontalizarme en superficies duras. El que más resiente es el huesito caquero a grado tal que luego de una hora ahí tirado pierdo sensibilidad en el coxis y corro el riesgo de disparar un garnucho pestilente sin cuenta regresiva ni antesala.

Ando de mal humor. A lo mejor son las pastillas, pero yo creo que pesa más el aburrimiento. Me caen mal imágenes que antes ignoraba en automático. Por ejemplo, hoy odié a una señora muy chaparrita con el pelo muy blanco que venía sentada en el asiento trasero de un tsuru muy fregado. ¡Pinche, señora!, pensé, sin que la anciana me hubiera hecho algo. Además influye que he visto mucha tele. La nacional es un desastre, la local una mierda y la gringa una exageración sostenida.

El colmo es que mi padecimiento estructural coincide en tiempo y forma con la faceta más pulida de los terrible twos de Mateo. El ex bebé tenía tan bonita personalidad antes de que la edad y el kinder lo alcanzaran, que ahora parecen increíbles sus cambios emocionales. Ahí lo tienen en paz, amable y cariñoso, pero en un segundo le da rabia como a los locos furiosos que salen en la película de Rec; grita, se retuerce (cuida tu espalda hijito, pienso) tira dardos envenenados en forma de lágrimas y a la media hora se calma y empieza a cantar con una ternura inenarrable aquella canción que dice: Es-tre-lli-ta-dón-de-es-tás... 

En resumen: Hoy le entiendo más a mi traumatólogo que a mi hijo.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Priceless

Consulta con el traumatólogo: 800 pesos.
Resonancia magnética simple de la zona lumbar: 4, 200 pesos
Calcort 6 MG. en tabletas: 170 pesos.
Doloneurobion Forte en cápsulas: 202 pesos.
No poder cargar a tu hijo, manejar o estornudar sin que te duela: No tiene precio.

lunes, 23 de marzo de 2009

Winnie Cooper se casó

Si hubiera algo que agradecer a TV Azteca es la transmisión que hacía de Los Años Maravillosos (The Wonder Years) durante la primera mitad de los años 90. Antes de la televisión por cable con chingomil canales, antes de los reality y antes de los celulares, mis anocheceres se fueron frente a la tele tratando de espejear las andanzas de Kevin Arnold con mi vida. Antihéroe entre los antihéroes, carita pobre entre los caritas pobres, el amigo de Paul Pfeiffer vivió 115 capítulos enamorado de su vecina, Winnie Cooper.
Ella es la chica de nuestro salón, la que no está demasiado buena pero que tiene algo que nos dobla las rodillas y nos pone el toc-toc en la garganta. Es la que se enamora de nosotros antes de que "seamos alguien", pero que desaparece de nuestra vida para establecerse muy lejos de nuestra periferia. Es la que años después saludamos en el súper llena de niños junto a un hombre que no se parece en nada a nosotros y el tipo nos saluda apretando fuerte la mano como si estuviera orinando su territorio. Es la que suponemos se acuerda muy poco de nosotros porque la vemos bien plantada en otro jardín. Es la que nos hizo como somos con las mujeres. La actriz Danica McKellar, que hacía a la dulce Winnie, se casó el pasado fin de semana con un güey que compone... no se qué compone. No importa.
What would you think if I sang out of tune...

viernes, 20 de marzo de 2009

Creep

Generalmente nos hacemos populares entre la raza, la muchachada, la chaviza y el mequerío por payasadas que generan simpatía entre el auditorio adolescente. Un día somos estudiantes de leche y nos paramos frente al pizarrón a efectuar una acrobacia de crucero y a cambio obtenemos un premio de risas, o un apodo con estatus, o inmunidad por parte de los pesados del salón. Para ser aceptados en la cárcel académica funciona ser el payasito del grupo.

En tercero de secundaria yo era muy hábil y me imagino muy chistoso para narrar una carrera de galgos en inglés sureño precolombino. Pero mi acto estelar consistía en imitar al maestro Jameson que nos daba matemáticas siempre al borde del paro cardiaco. Mi fama se hizo tan grande y hubo tantos soplones alrededor que el último día de clases el profesor me paró frente al salón y me dio permiso de parodiarlo en su cara.

El problema es que pasan los años y sigues siendo para tus contemporáneos de pupitre el mismo esquincle que podía repetir el abecedario con eructos o torcer los párpados como zombie. Llegas un día al banco y te encuentras a un ex compañero en la fila que te dice: "A ver, hazle como le hacías antes, a ver, a ver , hazle...". Y pues no mames, como que ya estás chiludo para realizar los esketches cómicos que te dieron nombre y gloria antes de que te rasuraras a diario.

Creo que lo mismo les sucede a los grupos de rock. Imagino, por ejemplo, el día lejano en que Radiohead compuso Creep. La lanzan al mundo y entonces las masas tutsi pop abrazan la canción porque ¡oh, maravilla! exhibe a los ingleses como seres humanos que también se sienten mierda y pocacosa de vez en cuando. En seguida vienen los millones de copias vendidas y, ni modo, a poner cara de menso en los Grammys.

A través de sus siguientes discos, la banda entra en ese incómodo laberinto de la "evolución musical" y llega la hora en que no les late mucho tocar la rolita aquella con la que se dieron a conocer porque la melodía se hizo muy comercial, muy sosa, muy terrenal, muy de secundaria, muy de Don Pedro con coca, muy de calzón miado. La que algún día fue tu tarjeta de presentación ahora es una vergüenza que quieren esconder bajo el tapete. Si a muchos les gusta esa canción entonces se vuelve indigna de la reciente "madurez" que como grupo han alcanzado.

Por supuesto que hay fans sólo de esa canción. Esa gente -la masa- sólo quiere oír Creep en los recitales, pero hay otros fans -la minoría, según ellos, los elegidos, los que sí entienden cómo está el pedo- que convierten a la banda en un culto cuya traducción no está al alcance de todos.

En resumen, la cosa pierde color como decía Radio Futura (otro gran radio) pues queda dividida en tres partes: los fans impuros que quieren oír Creep, la banda que pretende sordearse de esa canción como si nunca la hubieran compuesto y los religiosos del culto que podrían aventarle caca de ganso al vocalista si una noche decide darle gusto a la perrada cantando la pieza de la deshonra.

Me imagino que pedirle a Thom Yorke que toque Creep es como pedirle a un amigo que haga las gracias que hacía en la secundaria. Entra el juego del "no mames, ya estamos grandes para esas mamadas" y cosas por el estilo.

¿A dónde se fue este post? Quién sabe. Lo que quería platicar es que yo soy de los miles-millones de personas que no fueron a los conciertos que Radiohead dio en el DF, pero he leído acá y allá un debate medio inútil acerca de la conveniencia de tocar o no Creep. Como no fui y me lo perdí, oigo a los afortunados que sí fueron discutir estas mamadas y me siento como el mendigo hambriento que observa desde la ventana de un buen restorán a dos comensales ostentosos discutir airadamente la conveniencia de pedir medallones de res o costillas de cordero. Yo como pordiosero les gritaría: ¡Coman lo que hay cabrones, disfruten sus privilegios, no se metan en aguas bravas existenciales, bájenle a su pedo!

Muchas veces estar es mejor que no estar. Y ya.

VIERNES MUSICAL.- A mí me gusta Radiohead, el de Pablo Honey (en donde viene Creep), el de Kid A, por supuesto el de OK Computer y también el de In Rainbows. En el desaparecido Kokoloco sintonizaban una canción cuyo video es tan inquietante como la música y la voz. La ponían a las tres de la mañana, hora en la que se hacen los planes imposibles, y de pronto los ahí presentes volteábamos al monitor para perdernos en Paranoid Android. Es inolvidable la tanga con picos. Buen fin de semana.


jueves, 19 de marzo de 2009

Yo quería

21 AÑOS ATRÁS
Una moto ruidosa con mofle ancho y asiento pequeño para llegar al Oxxo a recoger a Mayela y que todas sus amigas volteen como eclipsadas de envidia. Que se trepe y me circule con sus brazos una cintura sin lonjas, llevarla a la esquina más alta de la calle Nicolás Gogol desde donde se ve toda la colonia y en donde huele a cemento y a tierra recién escarbada. Meter los dedos sin que se dé cuenta en el cintillo de sus Jordache e intentar oler desde lejos su calzón de JC Penney con esencia de niña de colegio de monjas. Luego bajar a jugar un partidito de futbol, meter tres goles, uno de ellos olímpico, Mayela aplaudiendo a su karate kid, jugar sin broncas, o que sean broncas sin golpes, o golpes sin dolor. Y que cuando sea lunes las calificaciones amanezcan firmadas y que cuando sea domingo no nos encuentre José José.

13 AÑOS ANTES
Una casita en la playa con un balcón volado desde donde pueda ver cómo el sol mete los pies en el mar cuando son las seis o siete. Titularme sólo para trabajar en un bar costeño, palomear el cliché, tener rastas inodoras, dentadura perfecta, hipismo de boutique. Que todas las semanas santas llegue a vacacionar desde la ciudad que me vio escapar aquella que no quiso quererme con su esposo aburrido y amarillo, que me vea y que suspire por la simple life. Yo su héroe de telenovela, yo su Juan del Diablo.

AYER
Media hora de siesta, una sobremesa sin telefonazos, un cine sin celulares, un cuatro cilindros, una cena sin melox, una peda sin reloj, un jueves sin despedidas, amigos sin competencia. Una suegra sin pañoletas en la cabeza. Tiempo para leer, memoria para retener. Un hijo con tendencia a la narcolepsia nocturna, un viernes sin pendientes, un matrimonio con revancha.

martes, 17 de marzo de 2009

The petit desmayo

Picosa superficie la del escroto es. Su comezón no permite dilaciones, hay que rascar porque hay que rascar y no importa que estés solo en la terminal de una central de autobuses o frente a cientos de colegialas en un mundial de gimnasia. Su rascado, como el de la axila, está estigmatizado socialmente porque se asocia con lo cochino, con lo vulgar; pero debería ser tan abierto como tranquilizar el ansia en una rodilla, un codo o la barba. Para un rascado al ras hay que estirar con una mano ese implanchable pedazo de piel como si fuera un globo sin aire y cepillar la uña ferozmente. También funciona hallar el epicentro del picor y aplicar en él un pellizquito circular que va en dirección de las manecillas del reloj o al revés, no importa. Es como hacer un wax on wax off en miniatura, -el movimiento es similar al de hacer bolita un moco-. No se sabe si fueron los chinos, los búlgaros o los suecos quienes descubrieron el rascado en seco, que en realidad es en mojado. Este placer consiste en aplicar un chorro de agua caliente, casi hirviendo, a la zona en la que imaginas tendrás una picazón en el futuro. Es decir, restregas el tejido antes de que se presente la comezón, es como un rascado anticipado, visionario, precautorio, premeditado, por si las moscas. Y entonces te desvaneces uno o tres segundos en la regadera, cierras los ojos y todo. Los chinos, los búlgaros o los suecos le llaman a este acto the petit desmayo.

viernes, 13 de marzo de 2009

miércoles, 11 de marzo de 2009

Dame tu mano

Al desgraciado cíclope que sale en la película Krull (1983) le fue concedida la habilidad de ver el día exacto en el que iba a morirse. Yo, que soy mucho menos mitológico, también tengo poderes de mirar hacia el futuro, pero sólo puedo ver los días que hoy vivo y que extrañaré en unos 5 , 13 ó 44 años.

Cuando pase mucho tiempo voy a echar de menos el día de ayer. La calle Missouri, sus árboles altos y robustos, una mañana nublada, fresca, el tráfico feroz pero sin veneno. Los ojos en gota de un niño que va en uniforme en el asiento trasero buscando perros y pájaros, que sostiene el biberón con la derecha y que me pide en la izquierda ponga mi mano porque se siente inseguro a cien metros de su kinder.

-Mano, papá, mano- me dijo Mateo antes de llegar al lugar en donde aprende a desbaratar plastilinas.

Obedecí. Le pasé mi mano, él la tomó con su fuercita y se detuvieron las lágrimas que estaban a punto de correr.

Estacioné el carro y enseguida una señorita a la que siempre le digo señora abrió la puerta, desabrochó al niño y se lo llevó echándole un confetti de cariños verbales y alabanzas. Yo me quedé como si me acabaran de asaltar, vi cómo se alejaba el niño que ahora trae el corte de pelo como una copia xerox del peinado que usa Richard Ascroft. Mateo se fue caminando metido en un uniforme blanco con los cachetes de durazno asoleado. Se fue, pero se quedó el fantasmita de su mano en mi mano.

Ayer fue un día de esos que echaré de menos después.

sábado, 7 de marzo de 2009

NY en las rocas

El que me atiende en la barra es igualito a Sean Lennon, pero trae lentes de cristal grueso como los usaba Mark David Chapman. Qué raro, el hijo de John usando las gafas que traía puestas el tipo que mató a su padre. La historia se me empalma cuando pido otro wisky.

Tampoco estoy muy lejos del edificio Dakota en donde en 1980 le dispararon al beatle con mejor greña (aunque la de George no estaba nada mal, y la barba de Paul tampoco y qué me dicen de los bigotes y la patilla de Ringo...). Yo hablando de los Beatles que no me gustan, pero eso no es raro porque nos la pasamos hablando de cosas que no nos gustan: tráfico, narco, ejecuciones, desempleo, impotencia, enfermedad, pedos-mocos, violencia, pepillo origel, etc.

Me hospedo en Le Parker Meridien, un hotel de oficio y diseño afrancesado que tiene un bistro muy caro, pero que también tiene uno de los restoranes de hamburguesas más populares entre los novedosos sex and the citys de esta ciudad vertical. El lugarcito se llama Burger Joint. Medirá menos de 15 metros cuadrados, pero a la gente le encanta hacer fila para echarse una chisburger de 7.50 dólares sin french-papas-fries incluidas. Cabe señalar que los cajeros y meseros que atienden el Burger Joint son mamonsísimos, hayan nacido en París o en Wichita.

Llegué ayer. Me encontré un Manhattan en las rocas; pedazos de hielo circundan las avenidas, hay mujeres que caminan en leggins echando humo por la boca, hay vikingos en manga corta, hay caballos cagones, hay ramos de rosas. Todavía no sé qué le hace mejor a qué. Esta isla no sería lo mismo sin Central Park, pero Central Park no sería nada si no estuviera rodeado de edificios. Un pedazo de bosque encerrado en una masa de concreto es lo mismo a un pedazo de concreto con un tumor verde en el centro.

Estoy en el bar del hotel. El hijo de John Lennon que usa lentes como los de Chapman me ofrece una bola de helado de vainilla. Cortesía de la casa, me dice, y luego me explica que hay un martini que lleva helado de vainilla que nadie pide y que por eso siempre sobra postre para los que ahí trabajan y para los que, como yo, no se despegan de la barra porque tomar sentado no se disfruta igual. Me echo la copota de nieve de vainilla con chocolate derretido pero evito comerme la cereza, uno, porque esa fruta sabe muy gacho, y dos, porque es muy gay comer cerezas en público.

He dormido bien. En el avión me horizontalicé en una hilera de asientos que venía inmaculada y cerré los ojos mucho antes de que me explicaran lo que hay que hacer con las mascarillas de oxígeno en caso de una desperonosequé. Antes de aterrizar me levanté en chinga como Nosferatu porque me andaba del uno, casi del dos. Salí del baño y una señora, -es en serio-, me interceptó para felicitarme porque puedo dormir muy bien en los aviones. Según ella me anduvo pasando y se sorprendió de que ni para desayunar abriera el ojo. Yo nomás sonreí; no supe qué decirle a la señora porque además sentía que traía el aliento de un tiburón, como si se me hubiera quedado en coma la encía en 1986.

Tengo varios años viajando por tareas del trabajo y siempre en el exilio pagado busco a Sting. En Monterrey nunca lo escucho, pero nomás me alejo y lo youtubeo con frecuencia. Aquí les dejo esta canción que bailó mi amigo Bugs cuando se casó con Janeth. Fue su vals, y como muchos de los allí presentes casi lloramos -o lloramos- el dj mostró saña y la puso dos veces para que la estaca llegara hasta el fondo. Ésa ha sido la mejor boda a la que he ido y eso que nomás éramos 50 personas. Será por eso.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Los nenes con los nenes, las negras con las negras

Por fin terminé el librote que Yuyo me prestó acerca de la historia de Sudáfrica. Qué gran documento, se llama Un Arco Iris en la Noche, de Dominique Lapierre por si lo quieren leer. Nomás les recomiendo que no lo lean mientras hacen del vientre porque es tan pesado que a los 15 minutos de cargarlo se te duermen las muñecas, las corvas, la tibia y el peroné.

Es un buen libro por si ustedes quieren alardear de lo mucho que saben de Sudáfrica, país que estará de moda el año que entra cuando se celebre ahí el Mundial de Futbol. Imaginen que en medio de un juego aburrido, digamos Mozambique contra Honduras, ustedes podrán narrar a sus compañeros de barra los enredados trámites bélicos que tuvieron que suceder para que los blancos y los negros pudieran compartir en paz una tierra de ensueño.

La obra termina con la llegada al poder del Nobel de la Paz, Nelson Mandela, quien fue terrorista de joven, prisionero de adulto y presidente de anciano. Hay vidas que parecen no caber en una sola, Mandela es uno de esos casos.

Al final del libro viene un extracto de las 1, 700 leyes del Apartheid con las que los presidentes blancos anteriores a Mandela segregaron a millones de negros. Todas las prohibiciones son ridículas, pero me llamaron más la atención aquellas que pretendían eliminar cualquier contacto de fluidos entre la población blanca con la negra (sin albur).

A los señores en el poder les daba pánico que las jovencitas blancas se encamaran con los jóvenes negros (¿complejo de inferioridad racial por el tamaño del pene?) y que los ciudadanos blancos "respetables" se merendaran a las negras nalgonas porque ambos casos aumentaban la probabilidad de generar mestizos indeseables e impuros.

A continuación les paso una de las leyes del Apartheid para ver si me ayudan a entenderla:

"Un hombre no casado que, por evidencia por opinión general o por reputación, es una persona de raza blanca y que trata de mantener relaciones carnales con una mujer que no es, por evidencia, por opinión general o por reputación una persona de raza blanca, es culpable de una infracción punible con una pena de siete años de trabajos forzados. A menos que pueda demostrar a satisfacción de la corte, que tenía una razón válida para creer cuando fue cometida la infracción en causa que su pareja era por evidencia, por opinión general o por reputación, una persona blanca".
(?)

lunes, 2 de marzo de 2009

Some kind of wonderful

En esta parte del mundo la vida es una carrera de relevos de deuda a 50 años planos.

Apenas terminas de pagar una cosa todo bofeado y con el hocico sangrando cuando ya estás comprometiendo la firma en un gasto nuevo. A partir de abril ya no pagaré mi carro, pero seguramente en su lugar encarnará otra deuda y así per secula seculorum (nomás no se culée).

Después de 48 pagos, el Astra es mío: hoy hice el ultimo depósito. Cumplir un crédito a largo plazo significa que terminas de pagar las cosas que antes querías varios años después, cuando ya no las quieres tanto porque están medio descompuestas o deschistadas.

Los primeros días de cada mes desde hace cuatro años las  mañanas se me fueron parado en la fila de un HSBC con mi forma firmada y en la mano tres mil doscientos cuarenta y seis pesos. Ya no más. 

Pero me libero de una deuda para amarrarme a otra. También hoy, antes de las nueve de la mañana empezó ese dolorcillo en el estómago que me da siempre que la realidad me plantea un cambio. Dolorcillo de adrenalina, temor, emoción. Todo porque Mateo, nuestro lingote de caos, entró al kinder. Repito a los de atrás: ¡al kinder!. El gasto cambia de cara.

La entrega a sus correctores a sueldo (los padres no tenemos honorarios) no fue una escena en cámara lenta, la verdad es que el momento se fue rapidísimo. Llegamos a una casita con graffiti de Winnie Poo, la maestra de la entrada nos dio unos pocos segundos para que yo tomara la foto histórica de Mateo con su lonchera de Cars, el niño dijo cheese e inmediatamente nos dio la espalda para caminar rumbo a los brazos de una señora desconocida que lo cargó y lo introdujo a un recibidor lleno de niños de cuyos nombres, enfermedades, alergias y perversiones nos iremos enterando el resto del año.

Cuando la puerta se tragó a nuestro hijo, la Maga y yo nos atravesamos en una mirada coctel de nostalgia-alegría-vacío-oraquehago-ternura. La Maga puso cara de emoticon con la boca chueca hacia abajo. Hoy, Mateo inicia su larga vida académica (¡hueva!), y con ello se abre también la sana distancia entre él y nosotros, que ya sentimos el nido medio vacío.

Para rematar este lunes especial, hoy Ramona cumple cinco años y creo que no le pudimos dar mejores regalos: Un pingüino Marinela e inscribir a Mateo en el jardín de niños para que ya no la joda -por lo menos- en las mañanas.

Si se trata de copiar frases publicitarias, hoy yo me quedo con la que dice ese anuncio de seguros: Vivir es increíble.