viernes, 11 de julio de 2014

Estampa cotidiana

Tengas uno, dos o tres pies izquierdos, te ves guapísimo con tus tachones verdes y tu pelo de Neymar. Esa piel tuya que siempre está como bronceada. Fui por ti a casa de uno de tus amiguitos y me enamoraste nomás saliendo. Más alto cada día, más flaco, más guapo, más hombrecito. Y de ahí nos pasamos a la librería en donde se mercadean las estampas del álbum del Mundial. Pura mamá loca y puro papá estresado metidos en el trueque de jugadores impresos, mientras los niños se lo toman tan en calma. Logramos hacernos de siete nuevas estampitas, y aunque nos faltan aún como 100 yo quisiera que el Mundial no terminara nunca para sostener esa emoción de ir completando algo juntos. Nos fuimos de ahí acalorados y hartos, para brincar hasta donde estaba tu prima recién desempacada. Antes de llegar repetiste la palabra "caca" varias veces sabiendo que frente a ella, -frente a las señoritas-, se te tiene vetada la palabra. "Caca, caca, caca, caca, caca..", dijiste durante varias cuadras. Te bajaste del carro emocionado, tanto que ni cerraste la puerta, y te fuiste directo a la prensa de abrazos que te dio aquélla. Algo impronunciable sentí en mi corazón al verte conviviendo con tu familia. En la mesa tus ocurrencias y tus facciones fueron iluminadas por la misma lámpara del comedor en donde hace años estudiaba yo los finales de la prepa. Cenamos, menseamos y nos fuimos a tu casa; llovía.

Me quedo con la mejor estampa del día: tú y yo despidiéndonos en la puerta de tu casa, tu cara hermosa y tus palabras como masajito a mi alma: "Gracias papá, te quiero mucho; te amo".