lunes, 30 de junio de 2008

Nacimiento

Por Irene
Hoy hace 35 años yo me encontraba a punto de vivir, por segunda vez, ese misterioso acontecimiento de tener un hijo.

En ese tiempo no se sabía si era niño o niña hasta el final, al nacer, y en tu caso particular yo tuve dudas sobre si era embarazo o no durante los tres primeros meses. Fue hasta diciembre que me lo confirmaron unos estudios.

Me dijeron que llegarías el 10 de julio, pero traías prisa por llegar y para el 29 de junio a mediodía empezaste a avisar que estabas listo para salir.

Dan una sensación tan especial esas burbujas que se manifiestan un tanto erráticas y hasta tímidas al principio, tan leves, pero no tanto como para no hacerles caso, y que van cobrando fuerza y armonía conforme pasan las horas.

Ese día, 29 de junio de 1973, como en todos los años, se festeja a dos grandes santos, San Pedro y San Pablo y también "cayó" la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, así que me fui a la parroquia de Fátima a misa de 12. Tu papá estaba en el Seguro. De misa me pasé a casa de tu tía Pili de donde llamé a mi ginecólogo quien me encargó que lo tuviera al tanto de los progresos del proceso. Él estaba festejando el cumpleaños de su hija menor.

Cuando llegó tu papá nos fuimos a echar unos hotdogs al Centrito, y más tarde, sentada en un sillón en el cuarto de tu hermana Yuyi esperé a que ella se quedara dormidita, mientras sentía las maravillas de experimentar un temor gustoso o un gusto temeroso en el umbral de lo que seguía.

Más tarde, entre las doce y la una, me llevó tu papá al San José, pero él regresó a la casa pues tu hermana se había quedado con Blanca, la muchacha, que era muy chica.

Siguieron algunas horas de "salgo, no salgo" (tú ya lo viviste con Mateo), hasta que el doctor tomó la decisión de hacerme una cesárea, tú estabas muy grande y traías una vuelta de cordón en el cuello... ¡Qué paz y felicidad se siente cuando te enseñan a tu bebé y lo ves perfecto! Eran las 5 de la mañana del 30 de junio, sábado; mediste 52 centímetros y pesaste ¡4 kilos 250 gramos!.

Ya en mi habitación quería reír, quería cantar y decírselo a todo el mundo. Empecé por tu papá, luego a tu tía Pili y después a mis papás que ya estaban a punto de venirse de Durango, como hicieron siempre que asistían a recibir a cada uno de sus nietos.

Ahora, hijo, después de repasar en mi mente y mi corazón aquellos momentos, te envío un muy fuerte abrazo, que ya te daré luego y todos mis buenos deseos y bendiciones. ¡Felicidades!

viernes, 27 de junio de 2008

Dos avisos

ESCRITORA INVITADA.- El lunes cumplo 35 años, pero eso no es lo importante. Lo importante es que desde que vi nacer a Mateo me he preguntado cómo habrán sido las últimas 24 horas de mi mamá antes de que yo naciera, ¿sintió miedo?, ¿estaba emocionada?, ¿le dieron ascos?, ¿en qué pensaba?, etc. Para salir de dudas le pedí a Doña Irene que me hiciera un escrito con sus vivencias pre-parto, mismo que será publicado aquí el próximo lunes. El texto ya está en mi poder; leer lo que pasó por su mente antes de que yo naciera me produjo una ternura que me hizo sonreír y lagrimear al mismo tiempo. El lunes lo leen.

KOKO, OTRA VEZ.- Hace 18 años esta ciudad era un poquito más ranchera de lo que hoy es. Salías a los pocos antros que había y te encontrabas a "todo" Monterrey porque "todo" Monterrey iba a los mismos lugares de siempre, sencillamente porque no había muchas opciones. Los fresas iban al Bacarat, los foráneos al Pistachios y los caquillos como yo comprábamos una caguama y nos íbamos al estacionamiento de Plaza Fiesta a ver entrar y salir mamitas del Sr. Frogs, antro al que no nos dejaban entrar por tener 17 años. Nuestra revancha (la de los caquillos) se dio gracias a la inauguración del Kokoloco en el centro de la ciudad y del Café Iguana en el Barrio Antiguo.

En ambos antros podías irte vestido bien al chile y además ponían música que aún no había llegado a las estaciones de radio pueblerinas que siempre hemos tenido. En los dos pasé muchas madrugadas del viejo orden, conocí a Pulp a New Order y a decenas de grupos más. Me da gusto que este par de antros estén vivos todavía, se han afresado, se han anacado, han sido remodelados, han soportado censuras, clausuras, cateos, se han muerto y han resucitado varias veces... En pocas palabras: Han sufrido casi los mismos cambios que hemos sufrido sus clientes en todo este tiempo.

Tanto rollo para decirles que hoy me voy a ir a celebrar al Kokoloco, a quien cariñosamente siempre hemos llamado "Koko".
Todos ustedes están invitados, si me ven ahí y me dicen que leyeron este post les ofrezco un tragote de mi cerveza, así sin asco. A medida que uno crece se van poniendo más aburridos los cumpleaños, no dudo que mi cumpleaños 50 lo celebre en un lugar tan "emocionante" como el Red Lobster de McAllen, pero mientras esa desgracia sucede hoy me quiero ir de peda con la Maga, sin horario, sin mesa reservada, sin límite de tecates, sin carro y sin edad.

"Viernes otra vez, Kokoloco y te veo reflejada en la televisión...".

jueves, 26 de junio de 2008

Las palabras son como la ropa

Ahí colgadas en el armario de nuestra mente tenemos palabras para cuando hace frío y para cuando hace calor, igual que guardamos abrigos y trajes de baño en el clóset de nuestra casa.

Tenemos ropa que ya no nos queda pero que seguimos usando, lo mismo que hay frases que ya no nos queda decir, pero que seguimos diciendo. "No sé que quiero hacer de mi vida", no es muy bien visto pronunciar a los casi 35 años, por ejemplo.

En nuestro ropero hay prendas que alguien nos regaló ignorando nuestro gusto, pero ahí siguen ahorcadas en los ganchos, como también hay palabras que llegaron a nosotros sin querer y que no sabemos o no queremos usar. Mis tías me regalaron un día la palabra "refractario" y hasta la fecha no sé con cuál otra palabra combinarla como tampoco sé con qué ponerme una camiseta que me regalaron hace mucho tiempo.

Vamos a un funeral y nos vestimos de negro (ausencia de luz), pero en donde menos brilla la luz es en nuestro vocabulario porque no encontramos palabras de consuelo para el amigo que acaba de perder a su papá.

Entramos a una junta de trabajo vistiendo el traje incómodo que odiamos para luego darnos cuenta que ahí adentro también expulsamos palabras que nos resultan incómodas porque no son nuestras. Decimos: "Tenemos que hacer sinergia con las demás plazas a medida que el cúmulo de aproximaciones al proveedor sea de la misma manera sustancial al entorno en el que se homogeniza nuestro producto", (¿¿¿???).

Repetimos palabras favoritas como repetimos ropa favorita. Somos conocidos por esa camisa roja que siempre usamos los domingos, al mismo tiempo que somos conocidos por palabras que no soltamos y que luego provocan que la gente nos diga: "esa palabra es muy tuya" (como la camisa roja aquélla).

No sabemos el origen del hilo con el que está hecho nuestro calzón como también ignoramos la etimología de la palabra calzón.

Nos morimos y nos entierran con los jeans que nunca nos quitamos y minutos después algún familiar nuestro (que no tenga pánico escénico) pronuncia el discurso fúnebre con frases que algún día dijimos y que nos dieron identidad.

Pedimos ingenuamente que la sociedad nos tome en cuenta por las palabras que decimos y no por la ropa que traemos puesta, cuando la verdad es que a nuestras palabras se las lleva el viento (frase que odio, por cierto), y nuestra ropa favorita se la lleva una vieja gorda que luego la vende como artículo de segunda mano en el puesto 43 de la Pulga Mitras.

martes, 24 de junio de 2008

Érase una vez en un café...

FADE IN
-¿Supiste que Blanquita Velasco se pone papel de baño en el brasier para que se le vea más grande el busto?.
- Sí supe, pobre, tan fea que es y ahora resulta que su único atractivo es fake.
-Con razón yo siempre le veía las tetas demasiado picudas y la izquierda como de ladito, qué mal, habiendo ropa interior con colchón y tantas operaciones baratas.
- Pos sí, wey, pero se me hace que Blanquita no tiene dinero para pagar una cirugía, ya ves que está becada y creo que no tiene papá.
-¿Sin chichis y huérfana?, pobre...
-Lo que a mí me caga es que nadie le dijo nada a Lorenzo Dávalos cuando se puso un calcetín en los calzones en la fiesta de Halloween.
- Bueno, pero es que él se disfrazó de Batman y tenía que verse bulto ahí abajo, ¿estás de acuerdo?.
-Entonces, ¿es más oso ponerte papel de baño en el brasier que un calcetín en los calzones?
- Sí, porque el tamaño no importa en ellos, pero en nosotras sí, desgraciadamente...
- ¿Tú crees que el tamaño del pene no importa y el de los senos sí?
- Pues la verdad no sé, sólo me he metido con Juan Carlos y él la tiene normal.
-¿Cómo sabes si la tiene "normal" si es al único que se la has visto?
-¡Ya cállate mensa!, lo que te estoy tratando de decir es que la ropa no te queda igual si tienes las tetas chicas, entonces no es un problema de estética sino de lucir bien lo que traes puesto, ¡por cierto!, ya empezaron las ofertas en Zara.
-Pues sí, pero se me hace injusto que Blanquita Velasco sea criticada por ponerse papel de baño en el brasier...
- Ya, equis wey, mejor vamos a cambiar de tema... ¿Viste cómo se le veía ayer la falda a tu amiguita Sonia?
-¡Horrible!, por favor que alguien la asesore, qué espanto de mujer...
FADE OUT

lunes, 23 de junio de 2008

Alberca prestada

Facundo Cabral dice que hay dos invitaciones que no podemos desairar: cuando nos invitan a la cama y/o cuando nos invitan a la mesa. Es decir, más nos vale aceptar cuando alguien nos invita a hacer el amor (aunque sea sin amor) o a comer, porque quién sabe si nos vuelvan a invitar otra vez.

Yo añadiría que a los regiomontanos acalorados nos resulta igualmente irresistible otra convocatoria: cuando nos invitan a una alberca.

La temperatura encima de los 40 grados divide a la sociedad en dos clases de individuos, los que mojamos nuestro cuerpecito una vez al día en la regadera (y se chingó) y los afortunados que tienen en su casa, rancho o deportivo una alberca que los espera para nadar cuando a ellos se les hinche la gana. Por eso, los primeros debemos aceptar sin pensarlo mucho cuando los segundos nos convidan de sus aguas (en verano que un amigo te invite a nadar es casi un gesto de caridad).

El sábado pasado la familia Guzmán con todos sus derivados políticos recibimos la invitación de asistir a una quinta cuya atracción suprema era la alberca. Claro que dijimos que sí y caímos puntualmente al lugar. Una vez que toda la pelusa estuvo dentro del agua, mi papá sacó conclusiones interesantes acerca del comportamiento humano-balneario.

Según él es muy fácil identificar quiénes son los invitados y quiénes son los dueños de una alberca. Los invitados son aquellos que no se salen de ella desde que llegan y hasta mucho después de que se mete el sol. En cambio, los dueños son los que se meten un rato y luego se salen y luego se meten otra vez un rato, pero más tarde se cambian de ropa o se bañan y por último se pasean por ahí con cara de hueva al ver que sus invitados no se cansan de chapotear todo el día, mientras ellos quieren irse a ver la tele o hacer otra cosa.

El invitado aprovecha toda la infraestructura del sitio: el resbaladero, el trampolín, la cama flotante, la barrita para tecatear con el agua en la cintura, los gogles, el jacuzzi... Además se la pasa organizando carreritas debajo del agua, torneo de clavados, competencia de a ver quién se avienta más maromas profundas y desafío de buzitos; mientras que el dueño se la pasa limpiando la alberca de bichos y hojas con una red larga.

El invitado se siente dueño de la situación una vez que ha superado el frío de la primera zambullida y luego se la pasa gritándole a todos que se metan porque el agua está muy rica, tibiecita; incluso llega a gritarle e insistirle al dueño que se meta, mientras éste calcula en silencio el número de orinadas per capita que sus huéspedes podrían estar dejando bajo la superficie.

viernes, 20 de junio de 2008

Silencio incómodo

Porque me conozco y conozco a mis amigos del colegio, puedo asegurar que toda la bola de sonsos que estudiamos en primarias y secundarias lasallistas en las que había puros hombres tenemos un gran problema cuando hablamos con las mujeres: no sabemos cómo manejar los silencios incómodos.

Lo peor es que para rellenar ese "bache" en la plática nos aventamos frases que no vienen al caso, que hunden más el diálogo y que hacen más evidente que el silencio en una mujer nos asusta.

Los ex lasallistas somos seres amputados de palabras a la hora en que nadie dice nada. Ahora, como ya estamos casados, las únicas que padecen esta discapacidad comunicativa son nuestras esposas, quienes al fin y al cabo no nos pelan digamos lo que digamos.

Recuerdo que en mis años de soltero (soltería, divino tesoro) muchas veces sufrí silencios incómodos con las chicuelas que quería conquistar. Por una parte, siempre me sentí con la responsabilidad de entretenerlas, pues me daba mucho miedo que se me aburrieran a la mitad de la cita o que bostezaran.

Entre todas las cagazones que dije frente a las mujeres recuerdo una en especial. Yo había invitado a una chava muy guapa de apellido pedorro a cenar (eso de entrada era algo extraordinario porque nunca invitaba a nadie a cenar). Ella me gustaba mucho, se parecía a Lara Flynn Boyle (foto), pero al mismo tiempo me intimidaba. Lo raro es que con mis amigas feas yo era bien chispa, pero frente ella me trababa todo y se me subía la pendejés.

Total que fuimos a cenar comida china. Pasé por ella en el Vivaldi (nombre de mi vocho modelo 1976) a casa de unos tíos suyos que vivían arriba del cerro, casi llegando a Chipinque, en donde ahora es más común ver a un oso negro caminando en el bosque que a un vocho rodando en la calle. Todo el camino hacia el restorán hice uso de mi más variado temario, sorteando el silencio, convocando a la gracejada, malabareando el buen humor con resultados un tanto mediocres.

Y así me la pasé hasta que llegaron los platillos y con ellos llegó a la mesa mi peor enemigo, el silencio. "¿Qué le digo?, ¿qué le pregunto?, ¿de qué hablo?, ¿me dedico a comer y dejo que ella inicie una conversación?... Por favor Dios, ilumíname, dame un tema, hazme el más cool de los hombres, concédeme el don de lenguas, quítame lo puñetón, conviérteme en Johnny Depp para no tener que hablar para ser aceptado", etc...

Pero el silencio no se quería ir de la mesa y pasó un instante que a mí se me hizo como de media hora. Entonces, casi sin notarlo, desprendí de mi boca la pregunta más estúpida que le he hecho a una mujer en toda mi vida. Le dije: "Y tú a quién te pareces más, ¿a tu papá o a tu mamá?... (¡¡¡Pinche pregunta de señora que me aventé!!!).

No me acuerdo cuál fue su respuesta, pero estoy seguro, muy seguro, de que ésa fue la primera y última vez que salí con ella. El resto de la noche está escondido en el pedazo más borroso de mi memoria.

Radio tortura

Seguramente ustedes también tienen una lista de canciones que los ponen de mal humor, ésas que nomás empiezan y dan coraje.
A lo mejor les ha pasado que van en un taxi y el conductor tiene el radio prendido con la rola más nefasta haciéndoles imposible disfrutar el camino, o que están en un restorán y el circuito de audio programado les receta su canción más odiada echándoles a perder la comida.

Mi mente revuelta casi siempre se inventa un pretexto para no dejarme dormir y el de ayer fue precisamente ése, el de las canciones aborrecidas. Pensé en varias, pero tuve que quitar todas las de Sin Bandera porque si no la lista se me iba a hacer muy larga.

Aquí les dejo un Top Five con mi muy personal tortura musical. Son puras en inglés, luego les mando las más gachas en español. Si yo fuera ustedes daría un click a cada una de estas canciones pero inmediatamente me saldría de You Tube porque las piezas son, en serio, asquerosas. Chéquenlas aunque sea nomás para sufrir de a gratis.

  1. Ésta es la peor de todas.
  2. No puedo escuchar esta canción completa sin sentir náuseas.
  3. Steve Wonder tiene muchas buenas, pero ésta es horrenda.
  4. Para amargarme el día regálame este sencillo.
  5. Este grupo me gusta mucho, pero chotearon demasiado esta canción.

jueves, 19 de junio de 2008

Nuevo look

Así como le hacen los locutores de radio sin talento que llenan su tiempo al aire "mandando saludos" a los radioescuchas, hoy tengo que abrir un paréntesis para mandar un mensaje personal. Y es que tengo que darle las gracias a mi mejor amiga y diseñadora de cabecera, Yolanda Costilla alias "Tolanda Castillo", quien me ayudó a instalar un nuevo diseño para el blog.

Sin su apoyo jamás hubiera podido poner aquí arriba la foto de quien es mi mayor inspiración para escribir: Mateo. A veces se me hace increíble que yo tenga una "página" en internet porque soy taradísimo para las tareas tecno-electrónicas. Lo bueno es que el sistema que tiene Blogger es amable y fácil hasta para los más brutos. Y lo mejor es que tengo una amiga que me echa la mano para lograr esas cosas que a mí simplemente no se me dan. Gracias, Yolita.

miércoles, 18 de junio de 2008

Malos hasta para copiar

El cerebro pelón que estuvo detrás de ese placer culposo llamado Big Brother le acaba de dar en la madre a uno de los programas de tele latinoamericanos más importantes. Sí, para ruina de todos los que somos fans (con "s" al final porque hablo en plural) de la serie argentina Mujeres Asesinas, el productor Pedro Torres hizo una versión a la mexicana con resultados muy chafos a mi gusto.

Cuando supe que iban a hacer una versión mexicana de este programa di mi voto de confianza porque aquí tenemos suficiente nota roja como para llenar varias temporadas. Los asesinatos más inverosímiles cometidos por mujeres (y por hombres, claro) ocupan gran parte de la agenda diaria de noticias de nuestro "México mágico", por eso pensé que sería interesante ver un programa hecho desde nuestra óptica y desde nuestra realidad... hasta que ayer vi el primer capítulo y me desencanté desde el inicio. Es muy irónico que el productor del reality más famoso de nuestro país no haya podido plasmar esa "realidad" en su serie pirateada.

El Mujeres Asesinas argentino funciona porque es un programa de bajo presupuesto pero de alta calidad en el que se saca provecho a buenos actores, guiones bien estructurados y un lenguaje cinematográfico fino y efectivo. Lo importante allá son las historias no las "estrellas" que aparecen en el programa. Se presenta una Argentina real, cruda y hasta cruel, sin maquillaje ni eufemismos. Las situaciones son impactantes, las actuaciones estupendas y la dirección sobria.

En cambio la versión mexicana tiene un marcado estilo melodramático. Qué hueva que muchos "creativos" de la televisión en nuestro país siguen pensando que la mejor manera de contar una historia es dándole toque telenovelesco. Parece que aquí la historia es lo de menos, pues lo importante es anunciar que en la serie participarán "estrellas tan importantes" como Daniela Romo, Lucía Méndez, Leticia Calderón, Verónica Castro y otras "primeras" actrices que han estado desempleadas los últimos años.

Lo que me parece repugnante es el complejo de inferioridad que tienen las "grandes" producciones mexicanas que insisten en mostrar un México que no existe, ordenado, guapo, de primer mundo, civilizado, educado, de fantasía.

Por ejemplo, en el capítulo inaugural hay varias escenas que se desarrollan en una especie de Ministerio Público al que van los ciudadanos a denunciar delitos. Para empezar, el edificio es moderno, limpio, bien iluminado y por sus pasillos se pasean mujeres guapas y nalgonas en camisas tipo polo, rubias y medio fresonas. ¿Y los judiciales gordos, mal vestidos, intimidantes y cerdos que tenemos?, ¿por qué no aparecen a cuadro?. Las delegaciones policiacas de México que son presentadas en esta versión de Mujeres Asesinas parecen museos en donde los quejosos son atendidos a la primera y son escuchados amablemente por autoridades que son muy hábiles para resolver secuestros en dos días... ¡y los resultados de ADN son entregados de inmediato!

El colmo es que una de las investigadoras que trabaja en ese Ministerio Público de cuento de hadas es nada menos y nada más que la "talentosísima" Laisha Wilkins que en cada una de sus intervenciones aparece muy seria con vestiditos Zara, bien peinadita y hasta enjoyada, ¿cuándo han visto ustedes a un(a) policía así en todo México?, ¡no mames, Pedro Torres!

Me imagino que la tirada de los que pusieron dinero en este proyecto es exportar la serie a otros países y por eso hicieron uso de ese complejo tan arraigado de embellecer nuestras fealdades. Los imagino pensando: "No cuate, no podemos dar una imagen negativa de México, mejor vamos a hacerlo como si estuviéramos haciendo un capítulo de CSI, acá bien chingón, con investigadoras acá bien buenotas y villanas acá bien cachondas"...

Y es que, repito, el mérito del programa original hecho en argentina es que no tiene ese tipo de censuras estéticas y plantea las atmósferas crudamente porque allá sí les importa que la historia resulte creíble y no que sea una versión maquillada de la realidad. Ves un capítulo y se te hace difícil dormir, y en cambio ves un capítulo de la mexicana y se te hace difícil no cagarte de la risa por tanta incoherencia.

Para los que crean que estoy siendo malinchista al criticar lo que se produce en México les invito a ver las dos versiones para que saquen conclusiones. La argentina se transmite los jueves a las 11:30 de la noche por Unicable, y la patosa versión de Pedro Torres sale los martes a las 10:00 por el canal TVC. Véanlas y juzguen. Como quiera yo le voy a dar una segunda oportunidad a la mexicana, nomás por el gusto de hacer corajes.

Una última pregunta. En la serie argentina casi siempre hay una buena y justificada cantidad de desnudos que apoyan la trama. Entonces, si la versión mexicana promete ser tan gráfica como aquélla, ¿quiere decir que por fin le veremos las tetas a Verónica Castro y el culo a Daniela Romo? Si la respuesta es afirmativa, ése sería el único buen pretexto para verla. Si no, no.

domingo, 15 de junio de 2008

Snowman

Hace casi 20 años vi la película de Woody Allen Crímenes y Pecados (1989) y todavía no se me olvida la frase que dice uno de sus personajes: "Comedy is tragedy plus time". O lo que es lo mismo: una tragedia puede convertirse en algo cómico con el paso del tiempo.

Primer ejemplo. Vas caminando por la calle según tú muy dueño de la situación cuando de pronto tropiezas y te das en la madre en medio de un gentío (tragedia), pero una semana después se lo cuentas a tus amigos que se cagan de la risa por el osote que te aventaste (comedia).

Segundo ejemplo. Estás en una junta con tu jefe y el jefe de tu jefe platicando de ese proyecto que te hará crecer profesionalmente y en medio de tu presentación te echas un pedo con premio (tragedia). Tiempo después, cuando ya se te quitó la vergüenza, platicas el penoso hecho a tus amigos que se carcajean por la anécdota del calzón flameado (comedia).

A veces los blogs se tratan de eso, de contar nuestras tragedias de manera cómica porque lo que ayer nos enfureció se vuelve la anécdota graciosa que queremos compartir hoy. Por supuesto que no todas las tragedias se vuelven cómicas. Asesinatos, crueldades, guerras, abusos, etc, seguirán siendo hechos trágicos aunque pase mucho tiempo, pero la frase de Woody Allen sí aplica a esas tragedias inofensivas que encuentran lugar en la vida cotidiana, por ejemplo, las travesuras de nuestros hijos.

¿A poco no?, cuando la carnita de nuestra carne comete un acto delictivo al principio nos enojamos y nos vemos obligados a echar mano (literalmente) de ese recurso primitivo de educación llamado nalgada, pero después platicamos la travesura que ya se nos hace graciosa y la gente nomás se ríe por la ocurrencia de nuestro "angelito". (Ay, ¡cositas!).

El sábado me pasó algo así. Resulta que la mamá de nuestro mexicoperuanito se largó toda la mañana a trabajar y me dejó solo en casa. La verdad no tuve problema con el paquete, todo lo hice muy bien, le preparé el desayuno a Mateo, lo cambié tres veces de pañal (dos de caca y uno de pipí), jugamos con todos los juguetes posibles, reímos y nos la pasamos muy bien....Pero bastaron dos minutos de distracción (¡dos minutos!) para que la santa paz se convirtiera en guerra santa.

Yo estaba echando babas viendo el partido España-Suecia cuando noté que Mateo estaba muy calladito en su cuarto, al tiempo que una peste a talco invadía la planta alta de la casa.

-¿Qué estás haciendo, hijito?-, pregunté dulcemente.

Y...¡madres!, que en eso sale corriendo un enano mono de nieve dejando un caminito de huellas blancas y una nube de polvo antártico a su paso. No crean ustedes que era una moderada porción de talco la que traía encima Mateo, ¡no!, el nene había derramado casi todo el bote de Mennen tamaño Costco por cada rincón de su habitación. Juguetes, muebles, libros, ropa, todo estaba debajo de una capa gruesa de talco. Parecía una exótica playa de sal después de un tornado.

Me enojé mucho y me dio mucha hueva. Del puro coraje pensé en dejar todo ese paisaje lunar intacto para cuando llegara la Maga, nomás para que viera la monada catastrófica que había hecho su consentido. Pero luego caí en la conciencia de que las esposas de por sí ya nos consideran unos buenos pa' nada como para darle un argumento más a la mía, así que arreglé la bronca.

Lo primero que hice fue darle un par de nalgadas al crío, quitarle la ropa entalcada y depositarlo en su cuna para que no siguiera esparciendo el alérgico polvo blanco. Luego expulsé a Ramona al patio porque a ella le gusta lamer el talco y luego anda toda intoxicada vomitando grumitos. Luego aspiré, barrí y trapeé a dos manos y sacudí y enjuagué cada uno de los juguetes y libros afectados. Wax on, wax off. Toda la faena de limpieza me la pasé estornudando, sentía el talco en el paladar y en la garganta, pero una hora después dejé el cuarto como nuevo.

No hace falta apuntar que Mateo vio todo este esfuerzo desde su palco muy a gusto. Al principio lloró del susto pero rápidamente comenzó a disfrutar de la función viendo a su padre/tribilín batallando para ensamblar las partes de una aspiradora, sudoroso, estornudando y empolvado. ¡El mocoso pensaba que yo estaba jugando a hacer el quiacer!.

Finalmente él se quedó dormido y a mí se me quitó el enojo. La cólera cedió el turno a la ternura cuando lo vi acostado boca abajo en puro pañal y con el pelito todavía con algunas "canas" de talco, se parecía a la greña del Tata. Luego me invadió la culpa pensando que un día antes de celebrar el Día del Padre, mi hijo había recibido las primeras nalgadas por parte del suyo.

El domingo conté la anécdota del reguero de talco a varias personas a las que les dio mucha risa y hasta celebraron la travesura de Mateo. Lo confirmo: comedy is tragedy plus time.

viernes, 13 de junio de 2008

El primer pago del resto de nuestras deudas

El recibo de mi tarjeta de crédito se había puesto muy grosero. Se convirtió en típica esa rutina mía de tomar el papelito en mis manos y abismarme en un montón de preguntas: ¿Cómo es que había llegado a acumular tanta deuda?, ¿en qué se me habían ido esos miles de pesos?, ¿por qué no me había puesto límites?, ¿qué chingados significa saldo insoluto?, etc.

Todos los meses parecía yo un adolescente asustado viendo la prueba de embarazo positiva de su novia arrepentido por no usar condón.

Sabedor de que en el océano financiero la deuda grande se come a la deuda chica pedí un préstamo en el banco (el mismo que siempre me ha tenido agarrado de las uvas) para poder liquidar el feroz saldo de la tarjeta. No había de otra, pues el pago mínimo del "plástico" (como le llaman a las tarjetas cuando aún no han sido activadas y todavía son inofensivas) estaba convertido en lo que sería pagar la mensualidad de un carro medianón.

El auxilio vino a mí personificado en una sonriente "asesora financiera" que me vendió la idea (cierta) de que jamás podría poner en ceros mi tarjeta de otra manera y me ofreció un nuevo crédito en efectivo con una tasa de interés "atractiva" porque, me dijo, soy un cliente muy cumplido (cuero yo). También me dejó un legajo con papeles que nunca revisaré.

Así las cosas, con el capital recibido por fin liquidé la tarjeta, pero no la cancelé (por masoquismo y cosas peores). Hoy haré el primer pago de mi nueva deuda. De aquí en adelante serán 36 las veces que me acercaré a una ventanilla para pagar los platos rotos que me dejó el mal uso de una tarjeta, misma que ahora luce serena, ligera, sin pasado, casi virgen, como si le hubieran reconstruido su himen electrónico.

jueves, 12 de junio de 2008

Historia de un plátano

Una manzana hubiera sido más estética y una naranja más políticamente correcta, pero lo que yo traía en la mano era un plátano.
La opción de hacerlo licuado me había dado flojera, así que me lo traje a la oficina para comérmelo aquí. Es usual ver a oficinistas cargando ipods, mochilas, llaves, blackberrys, pelotitas antiestrés...¿pero qué tan cool es caminar con un plátano?

Me bajé del carro pensando en esto: ¿Cómo me veré encorbatado paseando un plátano por las calles del centro?, ¿por qué esa imagen me resultaba tan rara?, ¿por qué me sentía un poco simio?, ¿por qué me daba pena?.

Entré al Super Siete (no me acostumbro a decirle Seven Eleven) y me di cuenta que a lado de la caja hay un mini aparador en el que exhiben frutas y ¡oh, sorpresa!, había ahí un par de plátanos descansando, cada uno por su lado, formando un cuarto creciente y un cuarto menguante. Entonces, ¿hay gente que va a estos lugares y compra un plátano?, ¿hay otras personas que también pasean sus plátanos impunemente?, ¿debía sentir yo menos pena o debía pedirle una bolsita al cajero para sordear mi fruta verdeamarela?

El chavito del super, espinilludito él, salió con la novedad de que no tenía feria para un billete de 200 pesos. No me sorprende. Algún día me gustaría ver un letrero en estos lugares que diga: "Si al momento de pagar el cajero te dice que no tiene cambio, tu compra es gratis".

Me salí de ahí molesto (apenas eran las 9:50 am) sin comprar nada...y sin bolsita para esconder el plátano. Ni modo que me lo meta en la bolsa del pantalón, pensé. ¡Ya hombre, si nomás es un pinche plátano!, pensé otra vez, pero ahora en voz alta.

Me metí al edificio en donde trabajo, saludé al guardia como todos los días (aunque ahora yo traía un plátano en la mano), caminé los cien metros planos hacia el elevador, esquivé las miradas de los ahí presentes como de costumbre (pero con la diferencia de que yo traía en la mano un plátano), nos metimos todos en bola al elevador, nadie dijo nada como siempre (el plátano iba serio, serio) y en el quinto piso salimos cada quien rumbo a nuestro cubículo.

Entonces, ya instalado y atrincherado, liberé a la fálica fruta de mi puño (sin albur), lo deshojé, me lo comí sin mayor protocolo y arrojé su cáscara de cuatro brazos a la basura. Desayuno cumplido. Poco a poco todo vuelve a la normalidad.

miércoles, 11 de junio de 2008

¿Con o sin?

Siempre me han caído mal los anuncios panorámicos, pero en 1994 un comerciante visionario colocó uno verdaderamente espectacular sobre la Avenida Constitución. Y es que nadie puede atreverse a decir que Eva Herzigova anunciando Wonderbra (foto izquierda) es contaminación visual. Afortunadamente aquél era un Monterrey con menos flujo de carros, pues con el tráfico que hoy padecemos seguramente muchos chocaríamos si nos ponen este tipo de distracciones visuales. La señorita Eva apenas tenía 21 años cuando se hizo mundialmente famosa anunciando el novedoso sujetador-levantador. No es imposible pensar que millones de caballeros de mi generación fortalecimos muñecas y antebrazos debido a este regalo publicitario. Ahora, la modelo checa tiene 35 añitos (foto derecha) y evidentemente ya no usa el brasier mágico. ¿Cómo les gusta más, con o sin truco?, ¿o les da igual?, ¿o soy el único al que le interesan estos temas?, ¿o se me nota el sinquehacer?, ¿o qué de qué?.

martes, 10 de junio de 2008

Una quincena en pijama

Cuando mi sobrina nazca en España a mi cuñado le van a dar 15 días libres por concepto de "baja por paternidad". Estos días, obvio, son cuenta aparte del mes de vacaciones que él tiene cada año. Ésta es una medida nueva que el gobierno de José L. Rodríguez Zapatero recién ha implementado. Sin embargo, los españoles no están tan satisfechos con esta quincena de hueva regalada, pues en otros países de Europa las leyes motivan a que los papás estén con sus hijos recién nacidos pagándoles varios meses y hasta años de "incapacidad".

Por ejemplo, en algunas ciudades de Alemania un papá tiene derecho a estar sin trabajar con goce de sueldo hasta ¡dos años! seguidos, logrando que un habitual paisaje de Múnich sean los parques infantiles llenos de niños chiquitos jugando con sus padres a cualquier hora y día de la semana. Además, a las mamás que desean regresar a trabajar les permiten laborar sólo medio día, sin que sus jefes puedan impedirlo.

Acá en México, un empleado que quiera estar en su casa los primeros días luego del parto tiene que sacrificar sus días de vacaciones y las mamás son orilladas a dejar a sus bebés en una guardería o en casa de la abuela más entrona. He visto cómo sufren algunas amigas cuando tienen que salir disparadas porque les cierran la guardería a las 5 ó 6 de la tarde mientras sus puestos de trabajo peligran porque a sus jefes no se les hace apropiado que salgan "tan" temprano.

Para explicar este contraste de prestaciones hay que recurrir a una matemática muy sencilla: en Europa faltan niños y en México sobran huevones. Por eso acá no nos pueden (ni deben) dar dos años de vacaciones pagadas por cada hijo que tengamos, pues estoy seguro que con tal de rascarnos las pelotas una década entera nos ajustaríamos a esa casi bíblica enmienda de tener todos los hijos que Dios nos mande (mientras nos los patrocine el Presidente).

lunes, 9 de junio de 2008

Niño bonito

Últimamente la Maga está llena de trabajo (es tan, pero tan agradable dividir los recibos que llegan a la casa) y casi todas las chambas que le salen tienen que ser ejecutadas los fines de semana. Así que, mientras ella jala, yo me he ido convirtiendo en el personaje que Will Smith interpretó en The Pursuit of Happyness porque cargo con Mateo para todos lados.

Casi todo el viernes, la mayoría del sábado y toda la tarde del domingo estuve con mi hijo fortaleciendo complicidades, o mejor dicho, justificando mi condición de papá barco. Y es que Mateo ya me tomó la medida (desde siempre). Por ejemplo, sabe que conmigo puede quitarse sus chanclitas para correr en un centro comercial hasta que le queden los pies como si hubiera estado saltando en charco de chapopote. También sabe que lo correcto es bañar cualquier alimento en catsup porque si no, la comida no sabe igual. ("¡¡¡Eugenio, la catsup tiene mucha azúcar!!!", casi puedo oír que me grita su madre vía microondas mientras yo le empaco al "bebé" unas tiritas de pollo bien chopeadas de salsa tomatuda).

Este fin caímos en una piñata. Ahí descubrí, con cierto placer, que un papá que llega solo cargando niño y pañalera provoca mucha ternura o "cosita" entre las mujeres presentes. Algunas mamá-fans se acercaron para decirme: -¿Te lo puedo tocar?, es que está hermoso- para después frotarle la frente a Mateo, mientras yo hacía un esfuerzo enorme para no pensar en el albur implícito de dicha petición. Qué rara es esa superstición femenina de tocar todo lo que les parece bonito porque sino, dicen, le echan el mal de ojo o la ruina perpetua.

Pero más rara es la sospecha que a veces despierta en la gente que Mateo sea mi hijo. A la que sí le valió madre fue a una empleada de Telcel que luego de agarrar confianza conmigo me dijo: -No se vaya a ofender señor, pero su hijo es tan bonito que parece prestado-. (Ah chinga, ¿ora resulta que como no tengo nada que hacer los fines de semana voy al DIF de Nuevo León a que me presten niños bonitos para pasearlos?).

Ya una amiga de Maga nos había advertido la "desventaja" de tener un bebé tan galán cuando dijo: -La verdad ustedes no están tan guapos, ¿cómo es que Mateo salió así?- (¡Órale!, ya no me quieras tanto).

Muy típico es también que cuando ando echando carreola por algún lado las personas volteen a ver a Mateo que va sentadillo e inmediatamente suban su mirada para viborear a quien va empujando la carreola esperando encontrarse a Brad Pitt. Señoras: no soy Mr. Pitt, pero por alguna travesura genética mi hijo "me salió" más guapo (y más todo) que cualquiera de los Jolie, pienso yo un poco encabronado por tanta sospecha, pero también muy agradecido por tanto piropo indirecto.

miércoles, 4 de junio de 2008

Escondites imposibles

Los avanzados sistemas de comunicación nos han garantizado la pronta localización de cualquier persona a la hora que sea. Gracias a los ya arcaicos bipers, celulares, nexteles y GPS es casi imposible que alguien se esconda del prójimo en estos tiempos, pues todos estamos a una tecla de ser encontrados.

Pobre de aquél que no sea localizado porque inmediatamente se le critica de escondidizo, resbaladizo, antisocial, prehistórico o ermitaño. "Te llamé y nunca me contestaste", es la frase lapidaria con la que son señalados aquellos que por voluntad o descuido no están disponibles en su celular o radio las 24 horas.

A veces me da por extrañar la espontaneidad de los encuentros casuales de antes. Ese dejar que el destino nos una sin tener que ponernos de acuerdo, así como todas las tardes se reencontraban la Maga (no la mía, sino la de Cortázar) y Oliveira en alguna esquina de París. Hoy en día decirle a un amigo que te espere en "algún lado" es casi pecado, pues requerimos que nos sean señalados cuidadosamente los puntos y las comas del lugar específico del encuentro. No podemos darnos el lujo de perder unos minutos buscándonos y menos hacer el ridículo de perdernos si a cada quien le cuelga un teléfono de su muñeca.

Si alguien todavía se pregunta cuándo llegará la época en la que las máquinas dominen el mundo, siento decirle que esa época nos ha rebasado ya. Basta que nos quedemos una semana sin celular o internet para sentirnos autistas, seres aislados en la cuarta dimensión o humanos en desuso.

La pérdida de espontaneidad se manifiesta también con la accesibilidad descomunal que tenemos hoy con la música gracias al Ipod. Recuerdo aquél verano de 1983 cuando le pedí a mi hermana que me trajera de un viaje el caset Thriller de Michael Jackson. Yo estaba tan fascinado con la batería introductoria de "Billie Jean" que casi todas las noches esperaba pacientemente que la pasaran en el radio y me chutaba por horas una cantidad absurda de comerciales y de canciones no deseadas hasta que el programador la incluía.

Entonces, cuando tuve el caset en mis manos lo primero que pensé es que la canción ya era "mía" y que no necesitaba esperar a que un locutor mamón tuviera la amabilidad de ponerla en su estación. Inmediatamente puse el caset en la grabadora que mi papá le había comprado a una chivera y reproduje la canción dos o tres veces seguidas hasta que me dí cuenta que súbitamente había perdido el interés en ella. ¿Qué le había pasado a la canción que ya no me gustaba?. Nada, sencillamente se había ido la espontaneidad de "cazarla" en el radio y ahora la podía escuchar cuando yo quisiera. Paradójicamente perdió el chiste una vez que fue "mía".

Lo mismo sucede con mis películas favoritas. Primero las veo en el cine y salgo inspiradísimo de ellas, las comento con amigos, les trato de sacar mensaje y moraleja, y me llevó a la memoria alguna escena o una canción inolvidable incluida en el soundtrack. Pero una vez que salen en DVD a veces las compro para no verlas jamás. Sé que están ahí, que las puedo poner en cualquier noche aburrida, pero no me atrevo a verlas de nuevo a menos que me las tope años después en la programación regular de le tele. ¿Mañoso, yo? Un poco.

¿Será por eso que todavía no tengo Ipod y que aún no me inscribo en Facebook? A lo mejor. Del primero me han dicho que es un aliviane sobre todo si tienes reunión en tu casa y quieres que la música no termine y varíe toda la noche. Y del segundo me dicen que está muy padre porque te encuentras a gente que hace mucho no ves y puedes ponerte al día en sus vidas.

Será lo que sea, pero yo sigo disfrutando de los casi prehistóricos CD's con todo y la "molestia" de que en algún momento hay que meterlos y sacarlos de la grabadora. En cuanto al Facebook todavía no sé si tengo ganas y tiempo de llenarme de amigos nuevos y viejos, aunque es probable que algún día abra mi cuenta nomás para que no me crean desaparecido del planeta, con todo y que, a veces, andar perdido y poco localizable es más divertido.

martes, 3 de junio de 2008

Secsi XIV

De alguna manera mi amigo necio, ése que cumple años el mismo día que yo y que sus papás también le pusieron Eugenio, se enteró de la existencia de este blog.

Ayer recibí una llamada suya en la que me comentó lo siguiente:

- Tocayo, ya me metí a tu paginita y está cotorrona, pero la verdad me dio mucha flojera leerla toda, están muy largos los temas. Mejor pon fotos de viejas en puros rines, vas a ver que así tu página te va a dejar más dinero cabrón, buzo con eso.

Yo intenté corregirlo diciéndole que no me gano ni un centavo con este blog porque los blogs no son negocio, pero él no me hizo caso y terminó la conversación con esta frase:

- Te recomiendo que pongas una foto de la sabrosa Megan Fox para que inspires a tus lectores y ya déjate de mamadas existenciales. Cuídese y no sea menso.

En eso colgó y yo me quedé pensando en que no es mala idea hacer una limpia en mi lista de amistades. Como quiera le hice caso y aquí está la foto.

lunes, 2 de junio de 2008

Tan enojado que da risa

La fórmula es muy sencilla: el enojo de los otros es el gozo de nosotros.

En prepa tuve una maestra de química que le decíamos "La Paquita", apodo originado por un programa muy chafo que se llamaba Las Chambas de Paquita protagonizado por María Victoria. Todo un mito estudiantil era esta profesora, pues cualquier Lasallista regio que haya nacido en los años 70 recibió clases de esta mujer que se caracterizaba por tres cosas: chancleo constante, nulo arreglo personal y encabronadas frecuentes contra sus (pobres) alumnos.

Mis compañeros de pupitre y yo disfrutábamos haciéndola enojar porque nadie se enojaba como ella, las fosas nasales se le ensanchaban, los ojos se le salían, las venas se le marcaban y la respiración se le agitaba como si fuera una marranita a punto de dar a luz a diez cochinitos, con todo respeto lo digo, claro.

Lo que más nos daba risa es que cuando te regañaba su voz iba in crescendo. Comenzaba suave (A ver, Eugenio ya te dije que no estés platicando...) y en medio de la frase subía el volumen (...porque luego me vas a salir con que no le entiendes a la química orgánica...) hasta que finalizaba con un grito bien culero (...¡¡¡y no te lo voy a volver a explicar!!!). Cuando te agarraba a gritos lo más difícil era poner cara de asustado porque por dentro te estabas cagando de la risa. Pobrecilla.

Lo mismo me pasaba con mi papá cuando me regañaba y me decía: "ven aquí...¡que vengas aquí!" apretando la boca del coraje con los ojos echando lumbre y yo por dentro aguantándome la carcajada. Era risa de nervios, pero también era ese tipo de risa que me da cuando veo gente encabronada. Creo que parte de nuestra naturaleza es burlona porque nos reímos del enojo ajeno y lo mejor es que el que está enojado no lo aprecia, pero por fuera se ve muy cómico.

Estoy seguro de que yo soy muy chistoso (involuntario) cuando me enojo porque me da por aventar manotazos al aire como la chilindrina. Parte del secreto de la comedia es eso, ver la reacción iracunda de los seres humanos cuando enfrentan contratiempos. Imaginen que una cámara los graba mientras están echando pestes en el carro o cuando discuten con su vieja(o), ¿no les daría risa/pena verse haciendo muecas de amargado(a)?

Cada vez que llego al Aeropuerto de Monterrey sé que me voy a reír del enojo ajeno cuando le entrego mi boletito pagado a los taxistas y les pido que me lleven hasta Santa Catarina. Primero les da una hueva bruta que se va convirtiendo en molestia hasta que termina en cólera. Alguna vez pensé en decirles que si les causa tanto pedo llevarme hasta el otro lado de la ciudad, pues mejor que no ofrezcan el servicio, que además cobran carísimo. Pero mejor me quedo calladito disfrutando cómo estos choferes viscerales van desfigurándose cada minuto, porque como no pueden echarle madres a su cliente (yo), toda su frustración la expulsan contra los demás conductores.

Al último taxista gruñón que me llevó a regañadientes le fue muy mal. Mientras más se enojaba más camiones se le metían y más baches agarraba. En uno de los tantos pozos que tienen nuestras avenidas este pendejín cayó en seco, nomás se escuchó el madrazo y la suspensión o lo que haya sido tronó bien gacho. Después del chingazo se empezó a oír un ruido chillón cada vez que este güey giraba el volante. Para que le diera más coraje saqué de mi maletín una pastilla de menta y se la ofrecí amablemente, pero él rechazó el dulce con un ademán de no estés fregando. (Ji-ji-ji).

Para cuando llegamos a mi casa el taxista andaba hecho un nudo, una joroba, estoy seguro que le ardía el estómago del coraje, pero con todo y la molestia abrió la cajuela y me pasó la maleta con un movimiento de Terminator. Yo le respondí el gesto con un "muchas gracias, qué amable", nomás para que se hundiera más en su arena movediza, porque lo que más les enchila a los enojones es la indiferencia de los demás ante su encabronamiento.

Pero no vayan a creer que yo nunca me enojo, al contrario, lo que pasa es que soy gruñón de clóset, es decir, me enojo sólo en mi casa porque no me gusta que las personas que no son mi familia me vean enojado. Por eso he cometido muchos años el error de enojarme más con la gente que quiero que con la gente que sí se merece una buena dosis de mentadas. Con el tiempo estoy descubriendo que de nada sirve encabronarse, pues la verdad no logras nada más que la burla de los que tienes a tu alrededor.

No me gusta montarme en refranes choteados para justificar mis teorías, pero sí es cierto eso que dice: "El que se enoja pierde".