Facundo Cabral dice que hay dos invitaciones que no podemos desairar: cuando nos invitan a la cama y/o cuando nos invitan a la mesa. Es decir, más nos vale aceptar cuando alguien nos invita a hacer el amor (aunque sea sin amor) o a comer, porque quién sabe si nos vuelvan a invitar otra vez.
Yo añadiría que a los regiomontanos acalorados nos resulta igualmente irresistible otra convocatoria: cuando nos invitan a una alberca.
La temperatura encima de los 40 grados divide a la sociedad en dos clases de individuos, los que mojamos nuestro cuerpecito una vez al día en la regadera (y se chingó) y los afortunados que tienen en su casa, rancho o deportivo una alberca que los espera para nadar cuando a ellos se les hinche la gana. Por eso, los primeros debemos aceptar sin pensarlo mucho cuando los segundos nos convidan de sus aguas (en verano que un amigo te invite a nadar es casi un gesto de caridad).
El sábado pasado la familia Guzmán con todos sus derivados políticos recibimos la invitación de asistir a una quinta cuya atracción suprema era la alberca. Claro que dijimos que sí y caímos puntualmente al lugar. Una vez que toda la pelusa estuvo dentro del agua, mi papá sacó conclusiones interesantes acerca del comportamiento humano-balneario.
Según él es muy fácil identificar quiénes son los invitados y quiénes son los dueños de una alberca. Los invitados son aquellos que no se salen de ella desde que llegan y hasta mucho después de que se mete el sol. En cambio, los dueños son los que se meten un rato y luego se salen y luego se meten otra vez un rato, pero más tarde se cambian de ropa o se bañan y por último se pasean por ahí con cara de hueva al ver que sus invitados no se cansan de chapotear todo el día, mientras ellos quieren irse a ver la tele o hacer otra cosa.
El invitado aprovecha toda la infraestructura del sitio: el resbaladero, el trampolín, la cama flotante, la barrita para tecatear con el agua en la cintura, los gogles, el jacuzzi... Además se la pasa organizando carreritas debajo del agua, torneo de clavados, competencia de a ver quién se avienta más maromas profundas y desafío de buzitos; mientras que el dueño se la pasa limpiando la alberca de bichos y hojas con una red larga.
El invitado se siente dueño de la situación una vez que ha superado el frío de la primera zambullida y luego se la pasa gritándole a todos que se metan porque el agua está muy rica, tibiecita; incluso llega a gritarle e insistirle al dueño que se meta, mientras éste calcula en silencio el número de orinadas per capita que sus huéspedes podrían estar dejando bajo la superficie.
Hello world!
Hace 3 meses
4 comentarios:
jajajajjajajajajajjajaajaja!!!
yo seria invitada... y me quedaria en la alberca todo el dia pa que no me vuelvan a invitar..jojo
me dio mucha risa imaginarme a tu papá diciendo eso...
En casa de mis papas hay una alberca chiquita pero mi papa por "considerado" ya que no habia mucha agua en Mty y habia colonias donde cortaban el agua por horas, un dia decidio que ya no la ibamos a usar :-( yo tenia como 8 años.
El muy considerado y medio Monterrey con alberca! grrr
a mi se me hace q mas q considerado fue el recibo del agua ;-P jajaja
no se la verdad pero a raiz de eso, si se que alguien tiene alberca ahi estoy de invitada feliz :-)
saludos,
L
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