miércoles, 27 de febrero de 2013

Houston, we have a problem...


Mateo ha hecho buen negocio con la muda de su dentadura. La última vez el ratón le dejó uno de 200 porque no traía feria. Pero ahora anda preocupado porque se tragó un diente que se le zafó y por eso anoche le escribió al ratón para explicarle la tragedia.

lunes, 25 de febrero de 2013

Publicidad de copiloto

La ventaja de tener un hijo que acaba de aprender a leer es que, mientras vas manejando, el niño puede ir leyendo todos esos anuncios de la calle que tú has dado por hecho porque durante tantos años han estado ahí contaminándote la vista.

No tiene precio que tu hijo practique su lectura recitando sssooor-íiii-áaa-ná, o, carrr-ní-ce-r-íiiiia, o, vveette-ríiii-ná-ríii-ooo...

Qué padre.

Sí, Mateo ya sabe leer y desde entonces esto es más o menos lo que pasa cuando vamos en el carro:


martes, 19 de febrero de 2013

Final feliz



"The world will break your heart ten ways to sunday, that's guaranteed. I can't begin to explain that or the craziness inside my self and everybody else. But guess what? Sunday is my favorite day again. I think of what everyone did for me, and I feel like a very lucky guy".- Patrizio Solitano Jr. (Bradley Cooper).

lunes, 11 de febrero de 2013

Cereal

Comer cereal es una de mis voluptuosidades favoritas. Rara vez me han quedado a deber kellogg's, nestlé, post, quaker, general mills, y cualquier otra marca que haya probado. Saludables o empalagosos, me gustan de todo tipo. Gran placer es el de tener algo que leer, -generalmente periódico-, junto a una caja de cereal (nueva) y un litro de leche helada. Lo que procede en estos casos es diseñar un croquis hacia la gula: echar las hojuelas, bañarlas de leche sin rebasarlas, tarasquearlas apenas húmedas, invertir cucharadas grandes con lujo de voracidad, masticar en círculos como una jirafa o como una llama, repetir el acto hasta dejar en el plato un charco pantanoso de leche con una que otra hojuela aguada sobreviviente, y entonces echar más cereal...

...pero si lo que falta es leche por culpa de un cálculo errado, entonces echar más leche, y así, rellenar de lo que haga falta; comer obedeciendo un espiral descendente de ausencias y abusos que desemboca en la hinchazón de mi panza (porque jamás se terminan la leche y el cereal al mismo tiempo, allí no hay final de fotografía, como tampoco es lo mismo saciar el hambre que hartar el antojo).

En una sentada puedo vaciar una caja, a veces mientras leo, a veces con la vista privada en un mosaico o en una ventana, a veces de sobremesa. Mi pasillo favorito en los súpers es el de los cereales (en segundo lugar está el de las revistas del corazón, tan hombre que soy; en tercero, las carnes frías). Mi placer culposo naco cuando viajo a otro país es catar un nuevo cereal. A cualquier hora del día lo hago bienvenido, puede ser después de la cena (de postre-cena como dice Mateo), o claro, en la mañana, o de merienda. Cuando era niño comía chococrispis en un plato que fácilmente podría confundirse con una bacinica u orinal. Beberme esa leche chocolatosa al final, con ambos codos empinados, es una de mis más disfrutables usanzas ever since.