jueves, 29 de enero de 2009

La rayita old fashion

Hace 20 años hubiera dejado que la NASA experimentara con mis riñones y con mi hígado a cambio de que me dejaran verle la rayita a alguna de mis compañeras de prepa.

En aquellos años los jeans se abrochaban por encima del ombligo y lo único que sabíamos los hombres era que los Pepe levantaba mejor las nalgas que los 501 de la Levi's.

Mis amigos y yo jamás hubiéramos imaginado que en el futuro los pantalones dejarían asomar rayitas, tangas y tatuajes a granel.

Aquella zona de la anatomía humana antes expuesta sólo por "inges", mecánicos y albañiles, ahora es exhibida por damitas de la alta pedocracia para abajo.

Se nos termina la década y aún no sabemos como a qué nos supo este inicio de Siglo.
Yo propongo que recordemos esta época como la década en la que la rayita perdió su chiste, no digo su belleza, pero sí su misterio. Es la década de las caderas tipo alcancía.

"Muchas gracias" a las modas que quitaron o adelgazaron la tela del brasier para que ahora nos parezca normal ver pezones entretelados y saludando. También un fuerte aplauso a los diseñadores que confeccionan jeans "a la cadera" los cuales son fácilmente violables a la primera agachada. Qué gacho.

miércoles, 28 de enero de 2009

Todas mis novias

"I tried taking pictures, but they were so mediocre.
I guess every girl (boy) goes through a photography phase.
You know, horses... taking pictures of your feet".
Scarlett Johansson en Lost in Translation, 2003

Uno a uno se fueron poniendo de pie mis compañeros de salón. Había gordos, chaparras, flacas y mandibulones, distintos todos, pero el grupo almacenaba una meta en común: todos queríamos ser directores de cine... o salir en la televisión, de perdis.
Nuestro discurso era una calca del anterior y del siguiente. El maestro entraba, se presentaba y lanzaba la pregunta comeminutos:
-¿Por qué te metiste a estudiar Comunicación?-.
-Porque quiero hacer cine- decíamos.

Gracias a mi pelo en pecho achinado supe desdenantes que frente a la confusión y la ignorancia lo único que funciona es el borreguismo, así que cuando tocó mi turno me puse de pie y repetí: Yo, Eugenio, quiero hacer cine. Sí cómo no; yo sabía en el fondo y en la superficie que a mí me gusta ver películas, no hacerlas. Antes de graduarme la farsa resultó incómoda por impráctica, por estar desprovista de vocación.

En una de las clases que tuvimos hacia el final de la carrera mejoré mi discurso. Ya no quería ser director de cine, pero, ¿qué tal fotógrafo del National Geographic?. No sonaba nada mal, calzaba grande eso de retratar a una familia de chitas tragándose el cadáver de una cebra en la estepa africana.

Pues ni madres. Tampoco fui fotógrafo del NatGeo, aquélla pretensión fue una bomba de humo más, otro discursillo para ganar tiempo mientras encontraba qué hacer con mi vida. Lo que sí hice mucho tiempo después fue aterrizar la meta y me puse a tomar fotografías en bodas.

¿Pero qué pasó?, ¿qué desgracia truncó mi carrera como Fotógrafo de Bodas?, ¿cuál motivo me alejó del obturador por meses?, ¿qué fue?, ¡¿qué?!.

Palabras más palabras menos el villano de esta historia fue la entrada en el mercado de la era digital, prima hermana del fotochop. De pronto todo mundo hablaba de pixeles y de cómo retocar manchas y borrar espinillas, mientras yo llevaba mis rollos de película al laboratorio con cara de retrasado tecnológico/mental.

Para emparejarme con los tiempos, compré una cámara digital, aparato al que no le acabo de perder la distancia (aún me gusta más tomar fotos con rollo en blanco y negro). Este post no es para explicarles mi estropeada habilidad para adaptarme a las nuevas tecnologías, al cambio, pero sí diré que he batallado mucho para disfrutar la fotografía digital. Sus ventajas son enormes, lo sé, lo sé...

Sirva todo el rollo anterior para anunciar que este año pretendo regresar a mi condición de Fotógrafo de Bodas, tarea que haré los sábados y que por ello no estorbará al trabajo que vengo realizando en una oficina de lunes a viernes durante 10 años. Una buena razón es que me gusta tomar fotos, es un negocio muy competido como los puestos de tacos, pero es bueno. La otra razón, la principal de hecho, es que Mateo está creciendo y nuestras necesidades -las no inventadas y las hechizas- van en aumento. Ya no alcanza con una sola chamba.

Algún día tendré una página en internet para mostrarles con más decoro mi trabajo, pero por lo pronto di de alta un blog-galería en el que pueden calificar mi desempeño detrás de la cámara. Aquí lo más importante es que ustedes puedan recomendarme si es que tienen amigos o conocidos que van camino al altar, no importa que sean segundas o terceras nupcias, soy muy discreto.
El nuevo blog se llama Todas Mis Novias y pueden entrar empinando el mouse aquí.

sábado, 24 de enero de 2009

¿Cómo se llamó la obra?

Primer acto: La Maga sabía cómo tirar hueva.


Segundo acto: Yo sabía cómo tirar hueva.


Tercer acto: Desde el principio Mateo supo cómo llorar para arrebatarnos el hábito de tirar hueva.

viernes, 23 de enero de 2009

Cinco canciones horribles para bailar el día de tu boda

Y sin embargo muchos regiomontanos las bailan con carita de amor. Ahí van:
  1. La cantante es muy bonita, pero la canción es un asco.
  2. La cantante es fea y la canción es peor.
  3. Buena voz pero no deja de ser una canción tortura.
  4. En el 93% de las bodas que he ido, he sufrido con esto.
  5. Y de postre, la más espantosa. Bailarla en tu boda es causal de divorcio.

miércoles, 21 de enero de 2009

Y entonces Laura dice...

A través del cine, la televisión, la literatura -y ahora los blogs- los hombres podemos realizar la acrobacia más divertida del hombre invisible: Meternos hasta la cocina en las conversaciones de las mujeres.

Es cierto que no en todas las charlas entre mujeres hay material entretenido, pues en muchas habrá temas de entero desperdicio -como en las conversaciones de nosotros, los machos que se respetan-, pero yo confío que algunos grupos de amigas han de platicar tan a fondo y con tanta carnita como lo hacían Carrie Bradshaw y compañía.

Hace 20 años Steven Soderbergh escribió el guión de Sex, Lies, and Videotape, película que él también dirigió. Yo la vi en el difunto Cinema del Valle sin el permiso de mis papás, y en ella me topé con una de las definiciones más interesantes acerca del pene que he oído decir a una mujer.

Aquél año, 1989, tumbaron el muro en Berlín, pero no fue la única barda ideológica que fue derribada para mí. El cineasta puso en boca de la actriz Laura San Giacomo una frase que hundió el mito ése de que a ellas se les hace muy fea nuestra "cosa". O por lo menos hasta que vi esa película supe -en mi clemente adolescencia- que no a todas las mujeres les daba asco el glande y sus derivados. 

Los adultos domesticados sabemos que los genitales son espantosos, -ambos sexos-, pero su función es tan magnífica que hasta nos parecen chulos, dependiendo gustos e inclinaciones, obvio. Al pene y a la vulva les sucede lo que a la vieja gorda, chimuela y fea que porque cocina muy rico la gente le encuentra un buen ángulo en las fotos. 

Aquí les comparto la dichosa frase a la que me refiero para que la estudien con detenimiento y luego la platiquen en el cafecito con sus amigas, o en el confesionario con el cura, o con el jabón en la regadera. Dice así:

"The organ itself seemed like a separate thing, um, a separate entity to me. I mean, when he finally pulled it out, and I could look at it and touch it, I completely forgot that there was a guy attached to it. I remember literally being startled when the guy spoke to me".

Laura S.G. en la película Sex, Lies, and Videotape (1989)

lunes, 19 de enero de 2009

Cajuela abierta

No me molesta que una paloma cague desde lo alto hasta mi camisa, pero que los demás se den cuenta y a cada rato me recuerden que una paloma alivió su vientre sobre mí (-Qué traes allí, ¿es una caca de pájaroooo?). Es decir, me cae mal, no la tragedia por sí sola, sino que los demás se enteren y me embarren la tragedia en la frente. ¿Si caminara solo por el mundo con una caca escurrida en el hombro me molestaría? ¡no!, lo que me enchila es que los demás me vean con la mierdita encima y me la señalen muy novedosos, según ellos.

Algo parecido sucedió antier.

El fin de semana pintaba estupendo hasta que saqué la carriola de la cajuela con más brutalidad que técnica y logré, sin mucho esfuerzo, desmadrar el mecanismo con el que se cierra. Amiguitos: ¿Han intentado cerrar una cajuela que no quiere cerrarse? Es bien bonito: La azotas y la azotas y ésta nomás hace la finta de que ya está cerrada, pero medio segundo después se abre con la misma parsimonia que tienen los campeones rusos de ajedrez. En ese momento sólo falta que desde adentro salga un payasito de hule y te grite: ¡Pendejo!.

Las bestias a madrazos descomponemos las cosas y a madrazos las queremos componer. Lo peor de echar a perder algo es que uno debe guardarse las pestes y las mentadas de madre a un costado del páncreas, pues no hay prójimo a quién echarle la culpa. Si más te enojas, más te hundes. El mal genio es una arena movediza que se traga al menos paciente. A mí.

Pues bueno, el sábado descompuse la cajuela y ahí nos hubieran visto en el estacionamiento de un centro comercial intentando cerrarla a golpes. Afortunadamente la Maga, que todo guarda menos silencio, tenía a la mano un ladrillo de adobe que colocamos encima de la portezuela (palabra muy gay) para mantenerla cerrada mientras rociábamos nuestras flatulencias por las tiendas del mol.

Muy bien, mientras el carro estuviera estacionado teníamos una chilera pero efectiva solución, pero ya encendido y andando no podíamos circular con una pieza de adobe arriba de la cajuela pues corríamos el riesgo de lapidar a un inocente transeúnte (palabra old fashion).

La Maga -ahora sí convertida en MacGyver, aquél personaje de la TV que arreglaba todo con una navajilla- amarró a la defensa el seguro de la cajuela con un mecate, mismo que tronó en el primer arrancón. Así las cosas, tuve que conducir -sin quitar la cara de estúpido- por las infestadas avenidas de esta ciudad con la cajuela abierta, es decir, con el Astra enseñando los calzones y la cruceta.

¡Ahhh, pueblo solidario!, no teníamos ni 100 metros recorridos cuando nuestros compañeros de carril empezaron a pitarnos y echarnos las luces largas para "avisarnos" que nuestra cajuela iba abierta como si no nos hubiéramos dado cuenta. Yo, sin bajar la ventana, tuve que explicar con mímica a los buenos samaritanos que ya sabía, que muchas gracias por avisarme, que qué lindos, que muy buenas noches, ¡y que ya no estuvieran chingando! (esto no se los expliqué con ademanes pero lo pensé desde un principio).

Luego opté por encender las luces intermitentes para subrayar que aquello no era una distracción del conductor (yo) sino un defecto de fábrica de la Chevrolet (que casi en paz descansa) combinado con una bestialidad del conductor (yo). Andar así en la calle fue como caminar en los pasillos de un colegio de señoritas con la bragueta abierta sabiendo que no te la puedes subir al mismo tiempo que le pides perdón a la madre superiora por ello.

Para no hacerles el post más largo, el domingo en la noche la MacGyver arregló el problema de una manera tan sencilla que me da vergüenza publicarlo. Si no la hubiera esculcado lo suficiente, apostaría a que mi vieja es un hombre, pero no un pedazo de hombre, sino un hombre de esos alfabetagama que lo mismo son mecánicos que albañiles y científicos y chefs. Mi esposa es un tipazo que arregla las cosas que yo -princesita de la casa- echo a perder.

Volviendo al tema del primer párrafo, yo no sé si a ustedes les sucede lo mismo, o sea, que les caiga mal que les avisen lo evidente, que les digan ¡cuidado! cuando ya se pegaron, que les pregunten ¿te caíste? cuando apenas se están levantando del sentón, que les recuerden que traen mostaza en la corbata cuando obviamente ustedes saben que traen mostaza en la corbata, que les pregunten si andan enfermos al octavo estornudo... O que les avisen que traen la cajuela abierta cuando ustedes mismos la estropearon.

No es lo mismo que te avisen detalles que tú no puedes advertir, como por ejemplo si traes mal aliento, o una llanta ponchada, o si te andan poniendo el cuerno. Pero de las obviedades, ¿es necesario que te informen con tanta emoción?, ¿soy yo el único amargado aquí?.

jueves, 15 de enero de 2009

Una buena y una mala

En la oficina estamos felices porque ahora tenemos más lugares disponibles en el estacionamiento.

En la oficina estamos tristes porque muchos compañeros reajustados -alias corridos- han dejado lugares disponibles en el estacionamiento.

El barman de la crisis sirve vasos medio llenos y medio vacíos.

miércoles, 14 de enero de 2009

Alegrías de mediodía

Luego resulta que las frases que más odio son las que mejor explican un fenómeno, razón o circunstancia y ni modo, allí ando diciéndolas como si me gustara decirlas. Por ejemplo, hasta hace unos meses me daba asco escuchar que: "Las muchachas son la alegría del hogar", pero hoy no sólo creo ciegamente en esta frase, sino que la digo muy machín con las dos manos en la cintura y columpiando la cadera.

A esas bonitas personas que nos visitan de otras partes de la república y el mundo, les explico que una "muchacha" es aquella jovencita o señora que ayuda con el quehacer de la casa, es decir, que limpia la grasa, recoge el mugrero, contiene el caos, esconde la pelusa debajo del tapete, custodia a los hijos y se come la última pieza del Pollo Loco que habías guardado para la cena.

Empleada doméstica es un título políticamente correcto para esta profesión, pero en lo oscurito también se les llama "sirvientas", aunque a las conciencias culposas y frágiles este sobrenombre no les gusta porque se les hace despectivo (aunque no se les hace despectivo tratarlas y hablarles de la fregada de vez en cuando) y entonces lo cambian por el eufemismo de "Señora que ayuda con el aseo", o ya más mamonamente, "Personal o gente de servicio".

Entiendo que en otros países pagar para que alguien barra, sacuda y trapee es un lujo, pero acá en México cualquier ciudadano medianamente jodido puede hacerse de los servicios de estas útiles personas. Además, las casas aquí se ensucian más que en Estados Unidos o Europa pues contamos con un polvo reloaded que no desaparece nunca, sólo cambia de lugar.

La leyenda urbana dicta que las muchachas más aplicadas son aquellas que vienen de San Luis Potosí, y que también salen buenas las de Tabasco y las de Chiapas. Pero mucho cuidado con las de Chihuahua porque son broncas y tampoco hay que abrir la puerta a las de Sinaloa porque son unas grandulonas que hablan recio y cantado. Dicen que las de Nuevo León son divas que exigen uniforme nuevo cada quincena (o cada piñata, lo que suceda primero).

Su lugar de origen no es tan importante como la química que la muchacha tenga con tu esposa. Si hay flechazo y entendimiento a la primera, ya la hiciste, pero si la cosa empieza amañada entonces sufrirás porque en una esquina estará tu mujer quejándose de que la "chacha" no sabe planchar, y en la otra tendrás a la sirvienta salando el pozole, nomás por joder a la matrona.

Recuerden amiguitos: Una vida feliz es igual a una esposa feliz que es igual a una chacha eficiente y puntual que es igual a utopía.

Estoy seguro que Navidad es una fecha triste, no tanto porque despierta nostalgias por aquellos familiares que ya no están (¿y si nunca estuvieron?), sino porque es una época en las que las muchachas se largan a su rancho por tiempo indefinido y dejan desvielado el equilibrio de la casa. Su ausencia se nota al tercer día según las escrituras pues de golpe ya no encuentras canelos que ponerte, la mesa no se sirve sola, yace un Elmo ahogado en el baño de visitas, cacas de Ramona se acumulan en un patio minado y el olor a Pinol Pinol es un fantasma que ya no se aparece... En pocas palabras, el confort empieza a sacarte la vuelta.

No vayan a creer que un servidor está acostumbrado a tener servidumbre 24 horas 7 días a la semana (aunque sería una chulada). Nada de eso. En mi casa de casado gobierna la cultura del cada quien lava su plato y cada quien se hace responsable de su mugrero, pero sí ocupamos una muchacha dos días a la semana para soportar lo insoportable.

Todo este rollo como de Gloria Calzada es para platicarles que la Maga y yo no hemos tenido ayuda-muchacha-sirvienta durante un largo mes. La casa está como para tomarle una foto y presumirles que nos agarró la cola del huracán Katrina. Por suerte, Leonor, la muchacha-comadre de mi mamá, se ha dado un par de vueltas para mover el polvo de lugar y la Maga el otro día sudó la camiseta amaestrando pelusas, pero de que es un desastre lo es.

Hoy termina nuestra maldición porque llega, si es que llega, una muchacha nueva a hacerse cargo del desmadre. Por tal motivo, ayer en la noche recogimos el mugrero que habíamos cultivado durante un mes temiendo que la recién llegada fuera a espantarse con el desorden. Es decir, limpiamos la casa para que la persona que se encargará de limpiarla de hoy en adelante tuviera una buena impresión de sus habitantes. Haciendo uso de otra frasecita odiosa pero eficiente: uno nunca sabe para quién trabaja.

P.d. La casa que aparece en este video de REM también necesita una muchacha.

viernes, 9 de enero de 2009

El 'mijo' pródigo

El Consejo Regulador de Mensadas Importantes está de manteles largos. Algunos miembros se alebrestaron tanto con el notición que quisieron matar -ya muerto- al marrano más gordo de la Carnicería Ramos para montar con el cadáver del animal un banquete digno de la ocasión.

No es para menos, la buena nueva es que, contra todos los pronósticos, el querido Tata Emo se ha independizado de sus padres. O casi.

Sí, believe it or not, el único rockstar que aún vivía con sus progenitores (mucho después de cumplir los 30), ha decidido comprar -o alquilar, no se sabe- una casa con el objetivo de, por fin, destetarse del terruño.

El hombre referido, también conocido como Peddie por su bien engrasada facilidad de empujarse Jack Daniels amarillos como miados de mula, tiene una vida como la del hijo pródigo, pero invertida. El de la Biblia era un muchachito muy inquieto que un día de otoño le pide dinero a su jefe y se larga de la casa para gastarlo en mujeres y rocanrol romano en una zona muy parecida a Las Vegas, pero con camellos. Luego de andar por los atajos de la vida regresa con una cruda abundante, la cola entre las patas, pobre y hediondo, y su padre en vez de recibirlo con un zape, manda matar al cordero más pachoncito para celebrar que su hijo ha vuelto.

Pues bueno, a Tata Emo le sucede lo contrario. Ya sus padres no hallaban la manera de largarlo de la casa, entonces es muy probable que con la independencia del más pequeño de sus hijos armen una fiestota de vecindad como la de la película El Callejón de los Milagros. Hasta el momento en que escribo esta entrada no he pisado el suelo de su nueva casa, pero nomás lo haga les traeré hasta aquí renglones llenos con todo lo que vi. ¡Felicidades, mi Eddie!.

OTRA MENSADA IMPORTANTE.- Mateo ya sabe dar abrazos. Si quieres uno de estos cariños sólo tienes que ponerte en posición de catcher beisbolero para que el pedazo de caos agarre vuelo como el toro de la Pantera Rosa y se lance hacia ti con los brazos abiertos. El muy cortés todavía se atreve a darte palmaditas en la espalda como de sana sana colita de rana antes de moverse hacia otro lado. Este cariño dura poco, pero dura para siempre.

VIERNES MUSICAL.- Ahora que Peddie va a dormir solo en su nueva casa, le mando desde aquí una canción de cuna para que no entre en pánico por las noches (aunque él duerme de día). Se llama You and Your Friend y la toca Dire Straits, grupo de espantosa moda, pero de altísimo nivel. Nosotros oíamos esta canción de fondo en la universidad cuando nos echábamos siestas de auténticos huevones con el objetivo de evadir las tareas de la tesis. A todos ustedes, les deseo un muy buen fin de semana.


miércoles, 7 de enero de 2009

La breve y larga vida de un CD

1. FLECHAZO.- Andas desmañanado y por tu esófago todavía transitan cinco tacos de chicharrón en salsa verde. De pronto sintonizas en el radio una canción que te pesca de inmediato. Tu oído tiene memoria, lo que estás oyendo es nuevo, pero te gusta porque se parece a todo lo que te gusta. La pieza te absorbe de la indigestión y del disgusto que te da ver a los necios franeleros que un día robarán tu coche. Qué bien suena esa batería, pero no es mejor que el bajo. La voz es como de barítono impaciente, pero en lo coros se vuelve dulce. Sin aviso, termina la melodía con un platillazo y su lugar es ocupado por un comercial de llantas o de computadoras. Pero el daño está hecho, no descansarás hasta volver a sintonizarla, aún no sabes el grupo o el solista que la interpreta, pero has sido tocado por ese ritmo y desde ahora se convierte en una obligación escucharla de nuevo.

2. REINCIDENCIA.- Mismo día, pero ahora vas de regreso a casa; ya pardea. Estás harto, un minuto más sentado y te inmolarás en el tráfico, pero, un momento... ¡ahí está en el radio esa canción otra vez! Sí, es tu canción desconocida-favorita. Le subes mucho al volumen. Intentas cantar porque crees que ya aprendiste la letra, pero lo único que consigues es atropellar al idioma inglés. En medio del brete, la pieza es interrumpida por el noticiero de las siete en donde un animado locutor te entera de tragedias tutifruti. Maldices, te quedas caliente, pero sin erección.

3. ADQUISICIÓN.- Gracias a que VH1 aún programa videos, el viernes a medianoche aparece en pantalla el video de "tu" canción. Lo has logrado, ya sabes cómo se llama el grupo y has hecho descubrimientos mínimos como darte cuenta que quien canta es una chica menuda que usa leggins morados pero que supera en testosterona vocal a Phil Anselmo de Pantera. Te grabas el nombre de la banda, acumulas los centavos y al día siguiente te lanzas a comprar el CD. Llegas a la tienda, lo ubicas y nace un dilema: ¿Debes escucharlo antes de comprarlo o te avientas a ciegas? Te tienes confianza y haces lo segundo. Antes de prender el carro haces un esfuerzo extraterrestre por abrir el empaque, finalmente lo logras y enciendes el estéreo que se traga despacio tu nuevo CD. No estás para esperar, le picas a la rola siete, ésa es la que te gusta. La oyes, mínimo, cinco veces antes de pasar a otro track.

4. DESILUSIÓN PREMATURA.- Recorres por primera vez las 12 canciones que tiene el CD y la conclusión es que no te ha encantado, algo le falta o algo falla. Sólo "tu" canción es buena. Planeas darle tres o cuatro nuevas oportunidades, pero si no te convence amenazas con regiftearlo en San Valentín.

5. REGRESA LA GRACIA.- ¿Pero qué te pasa? ¿Qué es lo que estabas pensando? El CD es buenísimo, todo él. La quinta vez que lo corriste entero terminó de atraparte. Era cuestión de darle tiempo para que su concepto madurara en tu cabecita cuadrada. Ha pasado una semana desde tu compra y a estas alturas te has metido a evacuar varias veces con la cajita del CD en las manos y has leído todas sus letras. Ya sabes que Tito usa tambores Yamaha y que Gato sólo raspa guitarras Fender. Además, eres consciente que el arte del disco lo realizó Maclovia, ex novia de Bicho, el tecladista, y que Tina, la vocalista, es activista de PETA y que le dedica la canción de "Honey Mustard" a su perrita adoptiva, una cruza de pastor alemán y cocker spaniel. Pasas los días limpiando tu CD, lo inclinas hacia la luz para ver si no tiene pelusas y eres obsesivo para guardarlo en su caja una vez que lo has escuchado. Qué excelente compra hiciste, dices.

6. EL NECIO.- No sabes explicar el celo que te provoca oír en el radio tu canción favorita, que ya para estas fechas no es tan tu favorita. Hay otras mejores, pero los obvios programadores siempre se sirven del plato más comercial. Hoy fuiste a una reunión en donde pediste al anfitrión una grabadora para reproducir tu obra maestra. -¿No traes iPod?- te preguntaron, pero tu necedad fue in crescendo hasta que te sacaron la grabadora de Barbie de una de las hijas del de la casa. Pones tu CD y explicas a la concurrencia: -Miren cómo entra esa batería- (y tocas tarolas en el aire)... -Chequen esa guitarra- (y sobas cuerdas al viento)... -No se pierdan ese coro, oigan, ahí... ¡oigan!- (y cierras los ojos tarareando frases). Sólo uno o dos de tus amigos te acompañan en ese recorrido a través de todo el CD. No son pocos los que te piden que le bajes al volumen porque se molestan los vecinos; a ti te enfurece la raquítica atención que prestan las masas a tu ponencia. A veces sueltas trivias y dices: -Ahí, en esa estrofa lo que quiso decir Tina es que Irlanda es un país libre que debe soltarse de una vez por todas la influencia de Inglaterra-. Esperas aplausos, pero sólo encuentras cejas en arco, y un bostezo.

7. LA ASOCIACIÓN.- Éste es el pedazo más interesante de la vida del CD porque es cuando relacionas eventos de tu vida con una o todas sus canciones. Una noche invitas a pasear en tu carro a un surtido rico de amistades. La chava que te gusta trae un vestido corto y apretado que es como una invitación a vulnerar el sexto mandamiento con barra libre y bufet. Ella se sienta de copiloto pero a lado suyo viene Juana la Gruesa y entonces la chica del vestido impuro se embarra a la palanca de cambios. Cada vez que pasas de tercera a cuarta rozas su muslo izquierdo que es pulido y al mismo tiempo velludito como durazno. A ella le gusta la canción 8, una balada con final feliz. Horas más tarde descubres que el vestido es poca cosa en comparación a su braga de encaje. Esa canción 8 se convierte en el cupido de una relación sexual que dura seis meses antes de terminar con un descalabrado en el Sr. Frogs de Mazatlán y todo por culpa de una gringa metiche que quiso ver el claro de luna contigo. Poco a poco todas las canciones de tu CD tienen historia: la 2 te recuerda cuando Ambrosio vomitó en tu sala; con la 9 revives la comida para celebrar tu examen profesional; la 6 es una memoria auditiva de tu viaje a Ensenada; y la 10 reencarna la tornaboda de Genaro que por poco termina en balacera.

8. ERROR.- Un día confías en el ser humano y prestas a alguien tu CD. Hay dos caminos: si te lo devuelven pasas a la siguiente casilla; si no, te regresas a la número 3.

9. DIVORCIO.- Las canciones que antes te despeinaban ya no te curan la indigestión ni el hastío. Ya no recuerdas en dónde está la caja del CD y te molesta mucho que aquella primera canción por la que te viste encadenado algún día, ahora tenga versión en cumbia y reguetón. Tu oído está listo para emigrar a otros sonidos. No te acuerdas la última vez que viste tu disco, pero por ahí debe andar. Es muy probable que el grupo se haya desintegrado y los miembros se echen pestes unos a otros. En una entrevista, Tina, ahora convertida en solista pop, declara que odia cantar la canción más famosa de su ex banda.

10. RESURRECCIÓN.- Cinco, diez, o quince años después estás buscando en el closet un frasco de Troferit para aliviar la tos a uno de tus hijos. Antes de hallar el jarabe encuentras aquél CD adentro de una caja que no le corresponde. Lo guardas para una de esas pocas ocasiones que te reúnes con tus amigos de siempre. Esa noche, el estéreo de una casa cimentada en una colonia ubicada en un terreno que antes no existía, reproducirá la canción con la que una madrugada metiste las manos en el fondo de un vestido caliente, o escucharás de nuevo la melodía que atice el recuerdo de una vomitada en medio de adultos intolerantes a la lactosa, o la pieza que te acompañó detrás de los barrotes fríos de una celda en Acapulco, o será lo que tú hayas vivido. La música que te gusta ha resucitado, te dices. Entonces guardas con honores el CD hasta que vuelva a ofrecerse.

lunes, 5 de enero de 2009

Una pregunta rara

Hace un par de días me lanzaron una pregunta extraña, de esas que no entiendes a la primera y que tienes que masticar antes de contestar, porque no sabes si te están madreando o si el interrogatorio va en serio.

Sucedió así:

Me encontraba yo hundido en ese chocante trance (chocante para terceros) que consiste en hablar bien de Mateo, dando pelos y señas de lo feliz que me hace, abusando de los etcéteras, porque sí, admito que cuando me tocan ese vals mejor sería que me arrebaten el micrófono ya que suelo extenderme hasta aburrir al interlocutor más paciente. En esas divagancias paternales andaba cuando uno de los borrachos allí convocados, que también es papá pero de una lindísima niña, me preguntó:


-¿Y le das besos?


¿¡Ah, cabrón!? De pronto ya no supe si hablábamos de mi hijo o de algún leproso a quien hay que negar el contacto físico para evitar contagio. ¿Que si lo beso? Claro, desde la testa hasta los dedos de sus pies. Por supuesto que esquivo aquellas partes íntimas que sólo besarán sus 79 novias-amantes (por decir un número), pero lo beso mucho.

No he leído nada acerca de los beneficios que tiene el acto de besar a tus hijos porque la ganancia es inmediata, no hace falta justificarla ni apoyarla con literatura. Cada beso es como darle salida a un amor y a un sentido de pertenencia que no te inspira otro ser humano; es un ansia que está exenta de erotismo, morbo, asco, pena, vergüenza o albur.

Además, si algo es limitado y agotable es el tiempo que los hijos se dejan besar por sus papás, entonces, hay que tomar ventaja de esa transitoria condición antes de que conozcan a su maestra en el kinder y por primera vez se enculen de amor y te dejen como segundón (o tercerón, cuartón...).

¿Que si le doy besos a Mateo? Muchos, todo el tiempo, contesté hace dos días, pero me quedé corto.
Y es que la verdad todavía no entiendo la pregunta.

viernes, 2 de enero de 2009

No pares, sigue, sigue

Eso de tener seguidores es increíble.

La palabra increíble tiene para mis contemporáneos dos alcances. Por un lado se refiere a lo que es extraordinario y por el otro al significado propio de la palabra (suyo de ella), es decir, increíble es algo que no puede creerse. Luego entonces, que alguien o algunos sigan este blog es increíble desde las dos definiciones.

Para mí es increíble (sinónimo de qué padre, qué chido, ¡wow!) que personas de otros países, códigos postales e inteligencias sigan lo que escribo y que les guste a veces mucho, a veces poco, a veces nada. Se siente increíble entrar a esta dirección y notar que ya no son 20 sino 22 los seguidores de Por Aquí Te Veo. Si por sentir este gozo me convierto en un limosnero de atención, entonces lo soy.

También es increíble (de no poder creerse) que una vida que cabe en una corcholata resulta atractiva a un grupo ecléctico de gente. Me gustaría conocer en persona a los seguidores que tengo, pero sospecho que antes de ese todavía imaginario encuentro bebería varias tecates para disipar la vergüenza prehispánica que me azota cuando me veo rodeado de gente nueva.

El tema del número de seguidores es como el tema del tamaño del pene: todos dicen que no importa pero importa. O por lo menos pesa. Puedo falsificarme y decir que no me importaría tener sólo dos seguidores o cinco pero sonaría tan falso como las mujeres que alegan que una salchichilla botanera, pequeña pero rinconera, es climática. Horse shit.

Yo sí quiero tener más seguidores, muchos, pero hay un problema: a más seguidores más pánico escénico. Es decir, cuando hago consciencia de la cantidad de ojos que Por Aquí Se Pasean me sucede como al niño que memoriza de maravilla un poema de Garcilaso en la intimidad de su habitación, que luego va y se lo canta a su madre y a su hamster de manera sobresaliente, pero que más tarde no puede reproducirlo ante un teatro lleno porque se arruga.

Hay un talento, si lo hubiera, que parece desarrollarse más cómodamente desde el anonimato. Lo más pirata del asunto es que yo me gano los pesos escribiendo para un periódico con tiraje nacional, el cual es leído por muchas más personas que este blog. En mi ejercicio de escritura "profesional" no me arrugo como sí lo hago en el de escritura "recreativa". Eso quiere decir que la "arrugancia" se manifiesta sólo en textos de caracter personal, quizá por el riesgo de abrir el alma y sus derivados a los extraños. Éste un juego raro en el que me expongo y luego me inhibo; me abro y me cierro como las branquias de un tiburón a mar abierto (¿?).

Creo que antes, cuando no sabía quién o quiénes me seguían, escribía más suelto, no mejor, pero sí más a secas, sin titubeos. Por eso me hallo entre la espada de querer tener más seguidores y la pared representada en el bloqueo mental que me da el saber que hay gente leyéndome.

Para desapendejarme y deshacerme de esta dualidad, he decidido que un buen propósito para el 2009 es escribir aquí como si nadie me leyera, pero esperando que sean muchos más lo que me sintonicen.

Por cierto, les deseo un año estable, pero no aburrido.

VIERNES DE ROLITA.- Esta canción de The Ocean Blue la tocaban los hermanos González junto con Andrés Cantisani en los intermedios musicales del Escena. En aquellos tiempos no había celulares que perder ni blogs que atender. Buen fin de semana.