jueves, 31 de diciembre de 2009

Y tu nieve...

De puntitas, Mateo elige lo que quiere derramar en su nieve de yogurt, pero como no alcanza a ver si aquello de allá son cacahuates o chococrispis me pide con las manos alzadas que lo cargue. Yo lo miro desde arriba mientras enciendo la memoria de mis brazos que esperan cargar un pájaro de huesos huecos, pero al instante compruebo que la criatura ligera no es tal pues ahora tiene vísceras de rotomartillo y sangre de mercurio. Mientras el copete del helado es bañado en chocolate, mi cuello, mis hombros, mi tronco y mis piernas se cansan de sostener al pequeño bulto de cemento animado. Al momento que Mateo recibe su postre da un pataleo suave para que lo baje; enseguida dispara su lengua en metralla contra la presa fría y se larga de ahí sin darme las gracias.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Cartas al Profesor X: El primer día del resto de.

Diciembre-1994 (Fin de cursos)


DE AQUÍ.-

Hablamos del sistema, de finales y no finales felices, de ellas las que mal pagan; se lloró por dentro, nos confundimos juntos, charlamos escribiendo.

Vimos que somos hechos de partes. Que según queramos damos importancia a tal o cual, que se trata de balancear. Hablamos de héroes (seres inadaptados), de mártires, de que el infierno son y no los otros... Y, sí, también aceptamos que tenemos algo de masoquistas, tal vez lo más.

Coincidimos en que el dolor nos empieza a crear adicción, pero no queremos hacerlo un estilo de vida. Se habló tanto entre líneas. Pero es cierto, la vida sigue "y naturalmente brota para darse". Aunque sintamos que el diablo anda suelto y que el suicidio no es una lo-cura sino la-cura definitiva. La vida sigue.

En aquél salón sonarán otros ecos, bailarán otros chongos, serán abiertos otros escotes por otras imaginaciones, despertará otro ingeniero del letargo inducido por discutir pendejadas, aburrirá otro chilango, le pegará a la mamada otro abogado, callará otro comunicólogo, se torcerá de impotencia otro profesor.

A simple vista nadie echó raíces, todos como a sus libros cargaron su alma y la llevaron a perderla a otro lado; todos con cierta apatía dejaron allí tirados dos o tres traumas y salieron limpios en la cateada social cotidiana. Alguien más dejó una colección de bostezos.

Pero yo tengo mi espinita clavada, transformación última de la pinche esperanza que muere al último. Tengo mi espinita, te digo, porque yo creo que aprendimos algo, falta ver si lo aprendido se puede aplicar diariamente en el máscara contra máscara de esta ciudad. Pero creo que sí aprendí, aprendimos.

En lo personal, dejando a un lado el optimismo clonado a fuerzas, se enciende una idea que me emociona, un pensamiento que me seduce bruscamente y que no quisiera escribir para evitar la atmósfera entusiasta tipo boy scout. Esta idea nueva que me gusta adoptar desde hoy es ésta: me la aviento, le entro, vivir vale la pena.

Estaba empezando a dudarlo, pero es un hecho, sí me la juego. Lo puedo sentir.
Ojalá dure.

DE ALLÁ.

Dura mientras el ánimo, el aliento duren.

Las clases se terminan, los cuadernos se cierran, las carreras se abandonan, las parejas nos dejan, los trabajos no se consiguen y cuando se consiguen se cambian. Pero la vida, esta pinche vida continúa. Con nosotros o a pesar de nosotros.

¿De cuáles quieres ser: de los que se dejan llevar y son manejados por un modelo -de vida feliz o de sufrimiento justificado-, o de los que transforman su modelo para ser y disfrutar más de la vida?

Cada día tienes que decidirlo, hasta que el aliento te dure.

lunes, 14 de diciembre de 2009

A mis amigos Rayados

Tengo dos amigos Marios, y los dos son Rayados hasta la próstata. Yo le voy a los Tigres, -pero no soy anti Rayado-, aunque a veces también me gustan los Pumas, las Chivas, el Puebla... Los únicos equipos en donde jamás he depositado mi simpatía son el América y el Toluca.

Se oye muy raro decir esto, pero la realidad es que yo le voy al buen futbol y a los buenos futbolistas. Decir esto es como no asumir una postura y no casarse con una camiseta ni con una institución. Yo sé que quedo como un aficionado comodín, y pues, que así sea porque así soy.

Ayer y el jueves pasado vi a los Rayados jugar un futbol perfecto que ya merecíamos ver cualquiera de los habitantes de esta ciudad hoy tan de moda por temas extra cancha como el narco. Las victorias bien ganadas inspiran; no hubo en ambos juegos trampas arbitrales o por parte de los jugadores que tendieran el marcador para uno u otro lado. Por primera vez en mucho tiempo el aficionado regiomontano no puede endosar su gozo o su amargura al criterio de un silbante, sino al buen desempeño de un equipo.

Necesitamos más ejemplos de esto, de gente que gana "a la buena" frente a un rival igualmente íntegro. Todos los días vemos a la maña hacerse patrimonio nacional y por eso de vez en cuando confiar en el buen uso de las reglas es aire fresco. Sin ser Rayado me siento inspirado por un equipo que supo cargar la copa por méritos propios.

Me quedo además con dos detalles. El primero: Aldo De Nigris diciendo que le dedica el Campeonato a su hermano Toño porque es el hombre más Rayado que conoce. Me gusta cuando la gente habla en presente acerca de sus muertos.

Y el segundo detalle: Chupete Suazo bajándose un poco el short cuando se quita la camiseta en el último gol. Lo que hizo el chileno forma parte del secreto cosmético mejor guardado de los hombres lonjudos quienes sabemos que el cuerpo se nos ve más estiloso cuando bajamos un poco el canelo a la altura de la pelvis. Ese engaño visual desaparece nuestras llantitas(totas) levemente.

A mis Marios, a mi suegro, a todos los Rayados: ¡Felicidades, cabrones!.

AVISO.- El miércoles publicaré la última Carta al Profesor y luego daré pie a la dinámica habitual de este blog. Whatever that means.

ROLITA.- Cada vez que veo una alberca vacía me acuerdo de esta canción.

viernes, 11 de diciembre de 2009

Cartas al Profesor IX: Raíz y flor

Noviembre- 1994


DE AQUÍ.-

¿Para qué chingados sirven las pinches riquezas? Estoy rodeado de gente joven que se inventa metas económicas para darle sentido a su torpe crecimiento, pero el club de los huevones nos rehusamos a vivir en base a una meta, una llegada, un ideal de clases. Lo que nosotros manejamos es la palabra sueño, pero sí, dudo mucho en que haya diferencia entre todos esos términos.

Nuestro sueño no tiene que ver nada con el american dream tan regio dream que es; tiene más que ver con una fuga, con encontrar la felicidad estando lejos de aquí, ausentes, con un empleo poco demandante para no tener que cuidar mucho, hay que decirlo sin pena: vivir de panzaso en el autoexilio.

El sueño consiste en no pertenecer a algo (¿volvemos al eterno problema del sistema y yo?) con la inocente convicción de poder así vivir en todos lados y hacia todas las direcciones. Pero caemos en un problema: somos soñadores cortados a la antigua, de los que esperan cumplir su sueño pero ya con el estómago satisfecho con los fideos de mamá. Carecemos de la valentía y el desapego del joven europeo, el canadiense o el gringo. Nuestra aventura está diseñada más por una agencia de viajes que por el azar.

Presumimos tener "hambre" de aventura y de escape, pero nos duele mucho dejar la cuna. Nos quejamos y no queremos pertenecer a lo ya establecido pero a la hora de la hora tocamos la puerta del nido de sopa caliente y de tanque de gasolina lleno.

Hoy quiero pensar que el sueño va a comenzar, que la misma víspera de éste es ya soñarlo. Me veo en el futuro pensando en el yo que soy ahora calentando motores, secando las alas. Recordando la frase de la película Mediterráneo: "En tiempos como éstos la única manera de seguir soñando es escapar".

Pero todo esto lo piensa el Eugenio que dizque sueña o quiere soñar, pero el otro, el cortado a la antigua, ése se atormenta sacando la conclusión de que no se va a largar a ningún lado, que es mejor adaptarse a los vecinos de siempre aunque caigan mal, que es mejor sobrevivir en el espacio en donde le tocó nacer, que es mejor trazar una meta económica y trabajar sobre ella.

Estoy preocupado, en mayo termino mi carrera y estoy convencido que no quiero ser un galgo en el galgódromo sometido a las apuestas de los del palco. Pero por otro lado estoy consciente que las ganas que tengo de irme de aquí, de alejarme, de aventurarme en otras tierras, volar y volar, que todo eso puede ser sólo una farsa que me invento para no responsabilizarme de nada.

Se acerca el tiempo en que tendré que decidir a cuál de mis hemisferios le hago caso, cuál de mis dos partes se merece la prioridad y ésa será tal vez la decisión más importante de mi vida.

DE ALLÁ.-

Algún día hay que comprender que esas dos partes no son opuestas. Algún día hay que dejar de buscar qué es lo que las hace diferentes y empezar a ver qué tienen en común, en dónde coinciden. Entender que ambas se suceden y se cuestionan para crear una dinámica.

Cuando las sabemos parte de nosotros mismos y dejamos de jugar o de sobreponerles ideales sociales, modas, resentimientos, entonces las acogemos y nos sirven en nuestro crecimiento en vez de pensar que una traiciona a la otra.

Imagínate el pensamiento-raíz que se siente traicionado en su oscuridad, su vocación literalmente underground, su apego a la esencia-de-la-vida-ligada-al-lodazal sólo al ver la flor que muy oronda exhibe tal colorido seduciendo mariposas y abejas.

Raíz y flor son extremos de una misma vida aunque tiren para lados y sentidos contrarios.

miércoles, 9 de diciembre de 2009

Broders

Elegir a mis amigos es una de las pocas decisiones que no me cuesta trabajo hacer. Estoy convencido que escoger a quienes queremos sean nuestros amigos es el acto más puro de nuestra libertad.

Vean esta foto, par de viejillos, son Pato y Mateo (que trae la greña de Camilo Sesto). Salen abrazados, cómplices, como portadores de un chiste local que sólo ellos entienden. La magia de la imagen radica en que los dos aparecen celebrando el sencillo hecho de haberse elegido como amigos.

¿Qué se comparten las ballenas entre sí cuando se comunican en el océano? ¿Qué nos quieren decir las lágrimas de la tortuga que desova a medianoche en la playa? ¿Qué podemos aprender de la amistad que se produce entre dos niños de tres años?

Tuve un amigo en el kínder que se llamaba Micky (y no era el Mouse). Creo, hasta donde la memoria me alcanza, que él era foráneo, quizá chilango; pero de lo que sí estoy seguro es que en su casa comí unas espantosas coliflores empanizadas cocinadas por su hermosa madre que tenía el peinado de Farrah Fawcett... o para el caso el que manejaba Lucía Méndez en la telenovela "Viviana" de 1978. Aquélla sufrida comida en la que me pasé los pedazotes de coliflor con tragos de refresco fue la primera ocasión en la que un amiguito me invitó a su casa a mediodía.

Y eso es lo único que recuerdo de Micky.

Quién sabe si la amistad de Pato y Mateo sobreviva al fin de cursos, es muy probable que se pierdan de vista cuando sean inscritos en diferentes colegios y que dejen de verse hasta que dentro de 20 años jueguen para camisetas rivales en el fut. O puede ser que se sigan la pista hasta que la atracción por una misma damita los ponga a prueba; o pueden armar una banda de ska, romper una ventana a pelotazos, compartir el asiento de una granadera, el pico de una botella, las páginas de una tesis, la colilla de un cigarro. Quién sabe.

Por lo pronto me quedo con la magia de esta foto, sobre todo con la mano de Mateo trepada en la espalda de su amigo, esa mano que dice: Te he elegido a ti, me haces feliz, me caes bien, quédate.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Cartas al Profesor VIII: Optimismo

Noviembre-1994

DE AQUÍ.-

No me gusta la gente optimista porque es la misma gente que cree en los finales felices. Yo ni siquiera creo en el final, entonces, ¿cómo creer en el final feliz?

Me gustan las películas que no terminan en nada porque la vida no termina en nada. El final feliz del beso rosa pretende tocar la aspiración de muchos, y por consiguiente llenar la taquilla de un cine porque la sociedad de consumo está llena de románticos que no saben (sabemos) en donde más gastar el dinerito, ni calentar la esperanza de que algo bueno nos va a pasar en un ratito, en un año, en cinco, la próxima década... cuando seamos grandes.

Entonces, si pasa en la pantalla, ¿verdad que nos puede pasar a nosotros amorcito corazón? Ni madre, no pasa. La vida no es una película, no hay finales, con todo y que la gente tenga de moda eso de cerrar círculos.

Y me vuelvo a contradecir porque no puedo negar que también me gustan los finales felices, ¡oh!, ¿sí o no?, pero me cae mal que éstos duran tan, pero tan poco porque el final feliz de la película supone el reencuentro con nuestra vida difícil. Las buenas películas son tan crueles cuando las comparamos con nuestras limitadas personalidades. (Pero los límites de los personajes son los que nos identifica con ellos, ¿verdad?).

Uno quisiera llevarse entonces la película buena a su casa, enseñarla a hablar español y a comer con cubiertos, presentársela a los amigos como si fuera un familiar lejano, y con el tiempo lograr la confianza del reparto y del director para que nos inviten a vivir en la película misma; no importa, ahí me duermo en el catre, ¿que me aburro?, ¡nombre!, para nada, aunque me sepa el guión de ida y vuelta, y ya sepa qué decir y qué hacer.

¿Me gustan o no los finales felices? Ya ni . ¿Me caen bien los optimistas? No, esos sí que no.

El final es apenas cinematográfico, novelesco, eyaculatorio. Por otro lado, si según yo el final no existe y que las cosas solo cambian entre las líneas del tiempo, supongo también que todo se trata de un continuo desprendimiento. Nos desprendemos constantemente de modelos y patrones establecidos o vividos hasta que éstos se vuelven a poner de moda, y entonces el chavito se viste igual que su papá y la chavita le anda volando los vestidos color pastel a su madre. Esos desprendimientos viejos junto con los nuevos agarres es lo que la gente llama(mos) final.

Desprendernos duele y/o alivia, como sucede también cuando queremos volver a encajarnos. Me queda claro que en este intercambio de gozo, de placer, de dolor, de tropezar de nuevo y con la misma piedra, de desprendimientos y nuevos agarres, en medio de esta polvareda, se levanta el siguiente consuelo: Vivimos entre ángeles que a veces nos soplan al oído. (Este texto pretendió tener un final feliz y angelical patrocinado por Wim Wenders pero la verdad no supe cómo cerrar la idea...¿Para los flojos es más fácil no creer en los finales porque así nadie nos obliga a aterrizar nada?).

DE ALLÁ.-

Hay optimismos de evasión y optimismos de no nos queda de otra. Aun los amargados y los mártires nos cansamos de sufrir o nos toca un periodo realmente sin sombra y, ni modo, a disfrutarlo porque además adelante vendrán más periodos de oscuridad y hay que mantener el ánimo. Y eso son periodos agradables, brillantes, tranquilos.

No hay final, aun esta "reflexión" será continuada en otro espacio o en el mismo y ese consuelo se convertirá en certeza y en condena. Por eso persistimos, por estúpidos gozosos, porque por desgracia, la esperanza muere al último.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Cartas al Profesor VII: Pa' llorar

Septiembre-1994
DE AQUÍ.-

Como buen heredero del dicho "los hombres no lloran" tengo que conformarme con el inflamante consuelo de llorar para adentro. Es incómodo, las lágrimas se me escurren entre las vísceras formando estalactitas de moco, mientras mi cara se las arregla para poner gestos que van de la calma a la indiferencia a la tranquilidad.

Me muerdo un huevo, pero no lloro por fuera y provoco que el pecho se me hinche de vacío. Acumulo frustraciones inventadas o reales, tristezas a las que niego la luz del día y la luna de la noche. Sufrir por dentro es sufrir doble. Hace tiempo no lloro por fuera, la tristeza se me derrama adentro, puedo sentir cómo flota mi estómago entre el agua salada pestilente.

DE ALLÁ.-

La vida naturalmente brota para darse, para salir. Fluye incesante y cuando no sale es cuando se crean presas interiores, pequeñas contensiones que pretenden que no hay flujo, que nada sale, que somos una fortaleza infranqueable. Pero tarde o temprano se desborda o las paredes se desploman.

Nosotros escogemos ir por la vida pesados, tensos y con roturas rasgadas por todo nuestro interior, o ligeros gracias a que dejamos salir diariamente esas dos lágrimas que la vida se merece. ¿Hacerse el fuerte, para qué?

martes, 1 de diciembre de 2009

Cartas al Profesor VI: Ellas

11 Noviembre 1994

YO ESCRIBO.-

Quiero hablar de las mujeres hermosas que por mágicas nos convierten en unos cursis. (Ser cursi sin el yugo machista es un deleite exclusivo de los que disfrutamos el apendeje rosa del enamoramiento).

Hace años eché romance con ideas socialistas, pero hoy una mujer puede hacerme capitalista si sólo me deja olerle el cuello.

-"Lucharé por ti, dejaré de ser un don Nadie, te daré lo mejor, te convengo, fíjate, en serio"-.

Amigos me aconsejan proteger el corazón, (¡aguas!), pero otro número igual de personas me recomiendan dejar de temerle al compromiso. Un hombre precavido vale por dos, el hombre enamorado vale por una.

Justo en el salón de clases, un escote o un chongo apuntando al techo dejan al maestro incompetente. Justo en los pasillos de la universidad, apresurados siempre, relajientos, cacareantes, justo ahí vi a la mujer que me hizo olvidarme de mí. En esta historia me tocó ser el borreguito, en otras fui el lobo, y así la humanidad entera caza y es cazada hasta que borreguito y lobo se despojan de sus mamelucos para descubrir que debajo de la presa y del predador hay un hombre y una mujer miedosos, pero afines. Y entonces ambos se dejan de mamadas.

Volvemos a las relaciones de pareja. Monterrey te da permiso a tres tipos de relación: Noviazgo, amistad o movida. Todos los cariños, odios, pasiones, aprecios y desprecios tienen que ser encajonados en esos tres apartados. He conocido y protagonizado relaciones que recorren las tres casillas: Comienzan como amigos, le siguen de movida y terminan siendo novios. O al revés: Comienzan de novios, quedan como "amigos", pero pasa el tiempo y ya metidos en otras relaciones se convierten en movida.

Lo incómodo de esto no es la clasificación sino la exigencia social de clasificar tus relaciones. No puedes conocer a alguien porque ya tienes a la gente preguntando detalles. Maldita la burla del "se quieren y no son novios". Lo peor es que aunque no quieras, vas desarrollando una espantosa necesidad de reportar a otros el estatus de tus relaciones: "Apenas nos andamos conociendo", decimos al principio de cada oportunidad.

Me detengo a releer y descubro que debajo de lo que escribo está un chavo enfermo con el mal de la época: Miedo al compromiso. Una vez me enamoré pero no demostré estar listo para asumir un compromiso; ella deseaba pisar en sólido y se decepcionó de mi ligereza, de mis pies siempre puestos en arena movediza. Ella se enamoró de otro tipo que le garantizó seguridad, que le hizo contrapeso, que no temió al compromiso.

Creo que ella soñaba con el matrimonio y para mí el matrimonio es el fin del sueño. Sí, sí, sí, y luego sin ella mi "sueño" se hizo pesadilla.

Los que siguen (seguimos) el modelo de encasillar las relaciones aseguran que yo fui su movida, pero yo defiendo que ella fue mi amor, mi niña. Fue la razón de todo, la decepción, el carbón encendido con sabor a halls mentolitus, la mala vida que gusta, el salto sin paracaídas que no te mata pero te quiebra.


EL PROFESOR CONTESTA.-

Otra vez las relaciones de pareja. Yo para mí tengo que la ciencia, el arte, la filosofía, toda la méndiga cultura tienen en el fondo su explicación en ese querer entender, reaccionar, huir, sumergirte en un amor, en una relación, o en una forma de entablar relaciones.

Nuestro trabajo, todos los proyectos, todo el programa espacial de la NASA pueden esperar, pueden suspenderse y dependen de qué tan bien está nuestra búsqueda del amor.

"Mi reino, mi prestigio, mi carrera por una pareja", parece ser el grito que en silencio todos vamos pronunciando mientras caminamos entre otros que también gritan y a quienes no escuchamos.

Por ellas, aunque mal paguen, Eugenio.

viernes, 27 de noviembre de 2009

Viernes musical

LO QUE VIENE.- Familia, amigos, allegados, arrimados y lectores paracaidistas, les aviso que la próxima semana publicaré las últimas Cartas al Profesor. ¿Qué emoción, verdad?

LO PENDIENTE.- Antes de que el fin de semana se nos atraviese quiero agradecer los comentarios que firmaron en el post anterior en relación al cumpleaños de Mateo. Neta, muchas gracias.

LO QUE ACABA.- Desde chiquillo he sabido que las buenas películas deben terminarse con buenas canciones, de ésas que nos retienen viendo fijamente hacia la pantalla como si mucho nos interesara leer quién fregados fue el segundo asistente del director y cuando el cine ya está a media luz y los empleados de limpieza se disponen a recoger del piso palomita por palomita.

No sé si ésta fue una buena semana laboral para ustedes, pero vamos a suponer que y que me dan autorización para escoger la canción que haga un buen cierre y que al mismo tiempo nos lleve al fin de semana sanos, salvos e inspirados. Si así me lo permiten, yo escogería esta rolita carreterezca y aeropuertezca de Chris Cornell y compañía. ¡Adiós!

miércoles, 25 de noviembre de 2009

Incomódame la vida

Dios sigue siendo el concepto hacia donde me gusta dirigir el desmedido agradecimiento que tengo por haberte conocido. Por tenerte. Porque eres tan sano.

Anoche, mientras compartíamos los lucky charms, miraste las yemas de tus dedos para platicarme acerca de los caracoles que forman tu huella digital.

-Mira papá, caracoles-, dijiste con la mano abierta y la boca babeando leche y pedazos de avena con malvavisco.

Otra noche señalaste las copas de unos árboles que formaban un Mickey Mouse y también has visto tortugas que flotan en el cielo aparentando ser nubes. Cada viaje mañanero hacia el kinder supone otro descubrimiento tuyo, en tus ojos se recupera la poca (casi nula) belleza que tiene la Avenida Morones Prieto.

Entre otras muchas cosas has sido para mí un enfoque distinto. Amarrado a los hijos viene la oportunidad de ver lo mismo de manera diferente y descubrir el nacimiento de todas las emociones humanas a través de ellos, el gozo, la sorpresa, la ira, la tristeza, la alegría.

Todavía no sé si quienes no tienen hijos son más felices que yo, pero seguramente sí están más cómodos. La paternidad es la incomodidad permanente, pero yo no imagino mi vida sin ti. Valen madre las siestas no hechas, el silencio perdido, las quincenas marchitas y las películas estrenadas y huidas, todo eso y más vale madre mientras tú sigas incomodándome la vida.

En la última ruta de tus terribles dos pusiste a prueba mi paciencia, mas no mi amor. Sí, algunas veces se me escaparon nalgadas, eché portazo y me brotó la vena corajuda en la frente. Pero es que tampoco está fácil para mí, y además estamos en esto juntos; ambos somos primerizos en esta relación padre e hijo, sólo espero (y estoy casi seguro) que la experiencia esté resultando igual de gratificante para ti como lo está siendo para .

Hay en la filmografía de Johnny Depp películas muy buenas, pero hay una que sin ser tan buena se rescata por el final: Blow (2001). El personaje de esta cinta es un narco pachanguero que termina encarcelado y que, desde su encierro, lamenta todos los días haberle quedado mal a sus padres, pero sobre todo a su hija.

Es cierto, no imagino un arrepentimiento más grande como el de fallarle a los hijos. Entiendo que a nuestros papás les fallamos desde que llegan las primeras calificaciones a casa, pero con los hijos es diferente. Un hijo es nuestra gran oportunidad para ser personas íntegras, para armonizarnos con el entorno, para crecer, para corregirnos. Pero sucede que en ese intento de ser mejores personas para nuestros hijos olvidamos que somos lo que somos y que la caquita es la caquita.

Yo sólo espero que me sigas queriendo cuando me conozcas mejor, no quiero fallarte, así como garantizo quererte aunque me lleves de la mano al pre-infarto, a la obesidad canosa.

Ya escribí en este blog del acontecimiento que fue tu nacimiento, de las 24 horas que te tardaste en salir, del campamento tipo huelga de hambre que montaron afuera del cuarto tus abuelos, tus padrinos y amistades varias, de la cuentona que pagamos al anestesiólogo que se la pasó inyecte e inyecte a tu mamá, de las terribles noticias que se desprendían de los cuartos de a lado en donde fallecieron dos niños mientras tú nacías, de que cuando te vi, vi a Dios y vi a mi papá.

Todavía ahora cuando entro a un hospital me echo antibacterial en las manos, no tanto como medida de higiene sino porque ese aroma me absorbe a los días más felices de mis 30's, los días en que te abrazamos siendo recién nacido, los días de la ojera profunda y gris-verde-amarela, los días en que las enfermeras nos felicitaba por nuestro hermoso "producto".

Ya eres un niño que va al baño solo y apunta su pirinola justo en el clavo, que le gusta hacer sus cosas sin ayuda, como comer, desvestirse y amarrarse los zapatos. Eres perfeccionista y te encabrona no pegarle bien a la pelota, eres un desmadre, cantas todo el tiempo, te comes los mocos, eres guapísimo, coqueto, berrinchudo, observador, tierno, tirano. Eres despeinado de nacimiento, cariñoso con tus abuelos, ligador con tus maestras y chantajista con tus papás. Pero a Dios le encantas.

De aquél bebé que fuiste ahora sólo nos queda una pista: tus titis. En tres años he preparado cientos de biberones y he lavado igual cantidad de mamilas, pero poco a poco vas dejando de tomar titi, y mientras tanto yo me adelanto a la melancolía pensando en el día cercano que quitemos de la lista del súper la leche Nido. Así como hoy extraño el pañal, extrañaré el biberón; ésa es la última frontera.

Sin proponértelo todos los días haces un retrato hablado de mi alma, me descifras, me expones. Me orillas al límite. Yo, tan intolerante a los cambios, he aprendido contigo que la constante sí es el cambio. Siendo papá no hay manera de aferrarte (mucho) al pasado ni de futurearle demasiado. Repito, no es cosa fácil ser papá, se lee mucho más amable de lo que se vive, pero puedo afirmar con todos lo pelos de la burra en mi mano y con el escroto sangrante que sí, que te amo, que vale la pena y que me aventaría con los ojos cerrados a tenerte otra vez.

¡Feliz cumpleaños, Mateo!

domingo, 22 de noviembre de 2009

Cartas al Profesor V: Etiquetas

Octubre-1994


YO ESCRIBO.-

Admiro en silencio a la gente que defiende y cultiva una ideología sin necedades, pues yo soy incapaz de defender una manera de pensar. Desde siempre me acomodé en la tendencia de conocerlas todas, criticarlas, emitir opiniones mediocres acerca de ellas, aceptarlas a medias o rechazarlas de tajo. Pierdo por de fault en las discusiones de izquierda o derecha. ¿Cómo defender una postura si el portero de mi equipo amaneció manco y agripado? (Y también le duelen un poco los huevos).

Y todo es porque soy un cobarde, porque siento que adoptar una doctrina es despedirse de las otras. Soy un comodín ideológico que se adecua a como venga la borregada o la plática en la mesa del Vips. Soy un espectador en el casino que no apuesta por nada. Tengo un carácter wango, wangote; me engaña el espejismo de querer quedar bien con todos, pero así a todos les quedo mal.

¿Qué te recomienda esta sociedad regia para vivir y sobrevivir en ella? R: Ser un mamón, convertirte en un tipo frío que mira hacia adelante y que sólo rebana simpatía a fuerza de meterse litros de alcohol adornados con el maquillaje de ser bebidas tropicales. Eso sí, ser un mamón caritativo que se apunta en el caso 89237498201 de Cáritas de Monterrey para ayudar a una familia con la que jamás podría sentarse a comer en la mesa porque le gana el asco. Un mamón que es sensible sólo si el objeto sensibilizador se encuentra lejos. -¡Oh!, los niños de África, pobrecitos, ¿les mandamos algo?, sí, ándale pero que no vengan, acabamos de lavar la alfombra-.

Regiomontano: tu salud es lo primero, no el dinero. Ajá. ¿Cómo estar saludable teniendo a la enfermedad misma adentro de la cartera, en el banco o en la tarjeta? Tan accesible. Bonita nueva forma de llamar a la esclavitud: créditos bancarios. Los látigos han pasado de moda para ceder el espacio a las sonrisas de los ejecutivos que esperan que el "poder de tu firma" les dé a ellos todo el poder sobre ti.

Pero quejarme porque vivo entre mamones, me convierte en un mamón también. Decir que mejor no juego el jueguito de la sociedad es también una actitud mamona, porque, ¿me satisface mi postura radical o en el fondo estoy que me la pelo por participar (ser alguien) en la sociedad?

Pues sí, Eduardo, empecé hablando de doctrinas y acabé echándole a la sociedad de Monterrey, pero es que sigue viva la fregadera central de mis reflexiones: el sistema y yo. ¿Le entro o ya estoy adentro? ¿Vivo de él aunque me complazca negarlo? ¿Es posible vivir de y en él pero no involucrarse demasiado?

EL PROFESOR CONTESTA.-

Problemón (y lo peor es que me apresto a escribir como si yo ya lo hubiera resuelto): ¿cómo ser, crecer y pertenecer a una estructura de otros que nos dé sentido, que favorezca nuestro crecimiento?

Más concreto todavía: ¿cómo ser, funcionar, sentirnos acogidos en esta sociedad demente? Lo peor es que lo que nos capacita para ser individualmente es lo que nos invalida para ser en grupo.

El saber que las etiquetas, las pertenencias casadas con ideologías, doctrinas, clubes de membresía a perpetuidad, nos limitan nuestro conocimiento de las grandes verdades de la vida y de nosotros mismos nos hace tener miedo de frecuentar un bar, un grupo, por miedo a caer en ese estancamiento-etiquetamiento que confunde. Resultado: nos quedamos al margen, no etiquetados pero sin la experiencia de sumergirnos.

¿Por qué nos da asco y desconfianza hablar-juntarnos con otros sólo porque no comparten nuestra ideología o nuestras obsesiones? ¿No estamos más inteligentemente (?) etiquetándolos nosotros también? ¿Podernos ver y ponernos en contacto con el humano debajo del rayado o tigre, del rotario o león, del fresa, del ejecutivo, católico, hippie de boutique, reaccionario, conservador, retrógrado, pro-vida y no sé cuántas etiquetas más?

¿Necesariamente convivir, vivir con, es ceder, negar nuestras convicciones?

No sé, dice un tipo que tratar de realizar socialmente la utopía es imposible, que la utopía es sólo posible individualmente o (afortunadamente) en pareja sin pretender cambiar el SISTEMA, sino sólo TU sistema; es decir, la parte en donde hace contacto ese sistema con nosotros.

En fin Eugenio, que cada vez se van acumulando más razones para un Herradura y así discutir o de plano olvidar tanto méndigo problema.

viernes, 20 de noviembre de 2009

Cartas al Profesor IV: La carrera

Octubre-1994
YO ESCRIBO.-

Estoy en una carrera de relevos. Y ahí vengo, yo estudiante, corriendo jadeante con mi barrita de madera en la mano. Toda mi primaria, mi secundaria, mi preparatoria y mi universidad las llevo enrolladas en el puño.

Mientras corro no volteo a los lados, digamos que estoy concentrado en la carrera, en hacer un buen papel. Tal vez alguien grita mi nombre o alguien me avienta agua para que aguante.
Durante esta competencia voy feliz, extasiado porque no me interesa el ganador ni el perdedor, me interesa el camino, la carrera.

Lo más extraño es que yo mismo me estoy esperando al final de la ruta. Sí, allí en la línea me espero a que yo me entregue el relevo a mí, pero lo que llevaré en la mano no será ya mi vida estudiantil sino mi Título. Y entonces volveré a correr, - ya como graduado-, y aunque siga por la senda anterior correré una carrera diferente. El camino conocido se volverá desconocido. En el mundo de los desempleados iré trotando, iré a pie, iré corriendo, o gateando. Ese próximo relevo en mi vida me llena de temor. El día nunca esperado, pero sí pensado está por llegar.

Porque la fase final y en suma la condena de seguir corriendo significa "tomar una línea", abrirte camino en la nómina, hacerte de nombre como si no tuvieras ya uno y, ahora sí, preocuparte por vencedores y vencidos, ganadores y perdedores. Siempre al último hombre que releva la carrera le tocan las porras o la rechifla.

Hoy en día corro sin compromisos, puedo caer si quiero, nadie me dice nada. Pero en el ciclo que empieza pronto, donde todo el estadio está pendiente y atento, la caída es la lástima.

Es contradictorio porque hablo de fase final y es posiblemente el nacimiento definitivo, el encuentro con la identidad buscada, el resumen de toda mi vida que se presta para crear, para empezar apenas. De hecho, puede que sea desde ese momento, -y sólo hasta entonces-, que comiencen a moverse los números del cronómetro que habrán de registrar mis habilidades y medir mi capacidad de supervivencia.

Pero me asusta salir a la cruda realidad, dejar los brazos universitarios que la hacen de chimenea. Me asusta dejar de ser un confundido mantenido para convertirme en un confundido que debe mantenerse. Tengo el miedo que provoca dejar de cobrar sueldo de hijo.

EL PROFESOR CONTESTA.-

¿Para quién corren los galgos en un galgódromo? ¿Esa nueva competencia que iniciarás en cuánto se parece a un galgódromo? Te matas, quieres llegar primero y llegas primero pero quien gana es quien hizo las apuestas, quien en su palco, con una copa de vino y binoculares, no corre sino que disfruta mientras otros corren.

De ti depende entrar en esta carrera para matarte, patear, morder a los de lado, o sólo disfrutar la brisa sobre tu rostro al correr.

jueves, 19 de noviembre de 2009

Cartas al profesor III: Sabiduría

23 - septiembre-1994

YO PREGUNTO.-

¿Qué significa aprender? ¿En qué consiste?
¿De qué sirve saber?
¿Cuándo alcanzamos experiencia?
¿Cuándo somos sabios?


EL PROFESOR CONTESTA.-

La única sabiduría es mantenerse siempre abiertos y sensibles a los leves movimientos de la vida para aprovecharlos mejor. La única sabiduría es la que te lleva a ver más claro, a comprenderte mejor y comprender más a los otros, sin juzgarlos, sin que el resentimiento haga nacer al dragón a cada segundo ni nos haga pensar que estamos extraviados, locos entre una multitud de espejos que nos engañan.

¿Cómo saberlo? Cuando nuestro entorno se suaviza, cuando nuestras relaciones, cualquiera, (con el mesero y con nuestra pareja) son serenas, construyen. Cuando logramos tener el corazón de viento que abrace a los otros haciéndolos sentir libres y que no sangre ante las agresiones gratuitas de los resentidos que de repente se nos cruzan.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Cartas al profesor II: ¿Mártir del sistema?

9- Septiembre-1994


YO ESCRIBO.-

Cada chango a su mecate.
Aquí se rompió una jerga, cada quien se va a la erga (sic).
¿Por qué no es fácil ponernos a llorar con las imágenes de la guerra en Bosnia? ¿Cómo mido la facilidad que tengo para hacer como que no veo cuando alguien me pide una limosna? ¿Alguien se conmueve todavía con los que piden "para un taquito"?

¿Valdrá la pena crecer? Ser una esponja que colecciona información, pero que no se detiene a valorar, analizar, compartir, amar.

¡Paso tanto tiempo en las avenidas!

Alguna vez fue mejor ser niño, estar sentado en el pasamanos del parque anhelando el día de poder fumar sin toser. Me sentía vivo, y ahora me siento vivo muy pocas veces, la más, cuando me siento en el baño a pujar. Y no me digan que eso es falta de memoria porque a lo mejor mi infancia también estuvo sedada. A lo mejor.

No sé, pero mientras más me acerco al "sistema", más parte soy de un todo que de . Igual y eso es lo que me emociona; sí, ser un mártir condecorado de la sociedad, insultarla pero no querer dejar de pertenecer a ella, ser un desubicado pero de cerquita...
-Traigan al verdugo, que se asome-.

Tengo un consuelo, y sí, voy a generalizar: Todos traemos el mismo pedo. Claro, lo que varía son las intensidades, las causas, las características de cada caso, y claro, la manera con la que se disimula el hastío y el miedo hacia(de) los otros. Unos se protegen detrás de últimos modelo, otros con cirugías, con amores sin compromiso a las tres de la mañana, con templos, con drogas, con el Maromero Páez y la Selección Mexicana.
Creemos que la vamos pasando bien a medida que los otros nos creen el simulacro.

¿Vale la pena pensar en estas cosas?
Sí, sí vale, porque es muy "bonito" no estar de acuerdo con lo que ves, pensar-atormentarte con pequeñeces, y al mismo tiempo convivir día a día con el "sistema" que no entiendes (que nadie entiende), con la vida que te aplasta, con la sociedad que te ciega. Arrieros somos, masoquistas también.


EL PROFESOR CONTESTA.-

¿Cómo distinguir un mecanismo de autodefensa para mantener la cordura y la pasividad más ignorante que puede haber?

El único motor de esta vida es la rabia, el sentir y no conformarte, sino, sentir y actuar hasta acallar la rabia. La rabia te puede proveer el calor para soportar esta vida fría pero también puede quemarte.

Lo raro es que pensamos que son cosas opuestas, sentir, trabajar, vivir, sumarse al sistema, y entonces el hacer una de estas cosas nos hace sentir que renunciamos o nos negamos a otras. ¿Por qué no sentir y experimentar la vida que hay en el trabajo y en el intercambio más intrascendente -según nuestro cerebro pretencioso-? Ver la vida detrás de cada acto simple depende de nosotros.

Un "mártir", un "héroe", tal vez así disimulemos algunos ese miedo, esa angustia que vivir implica. Lo raro es que ahí, justo a un lado de las paredes del "sistema", en los dobleces del laberinto, crece como musgo la "vida real", ese aire fresco que nos hace experimentar el placer.

Justo ahí, en los brazos de una mujer, en la idea que libera el alcohol, en dos palabras que se juntan para dar a luz un nuevo espacio, o en el silencio aterrador de la noche. Justo ahí, sin sufrimientos ni melancolía, sin tanta complicación que parece eterna.

martes, 17 de noviembre de 2009

Cartas al profesor

Irene, -que es mi madre y también es la más pequeña de mis hijas-, me dio una muy buena noticia el domingo pasado: la libreta que yo había estado buscando durante meses finalmente "apareció" en un clóset inhóspito de casa de mis papás.

Se trata de una libreta fea, como la muñeca de Cri-Cri, pero es un objeto muy valioso para mí porque en ella están escritas las cartas que de ida y vuelta me escribí con Eduardo Ramírez, uno de los mejores maestros que tuve en la Universidad.

En aquellos tiempos él daba una cátedra que se llamaba algo así como "Contradicciones del Siglo 20" a la que yo asistí como oyente durante el otoño-invierno de 1994. La clase era básicamente de debate, pero tenía una dinámica muy interesante pues sus alumnos debíamos cargar con una libreta toda la semana con el fin de apuntar en ella reflexiones, ensayos, quejas, "pensamientos", alucines baratos, filosofía pedorra o cualquier idea suelta que nos inspirara e inquietara.

Una vez a la semana, Eduardo recogía nuestras libretas, las ponía todas en una caja y se las llevaba puje y puje hasta su oficina para leer las jaladas que escribíamos. Luego, a la clase siguiente, nos las regresaba con correcciones de ortografía y de sintaxis, pero también con una reflexión suya con respecto a nuestras ideas.

Era como llevar un diario sabiendo que alguien más lo iba a leer y, mejor aún, que ese alguien podía dejarte comentarios. En pocas palabras esa libreta era como un blog primitivo, de un solo lector, hecho de papel, y escrito con pluma bic a mano semi alzada. Un buen detalle es que Eduardo no ponía calificaciones a los textos ni había temas prohibidos y tampoco debía uno escribir necesariamente cosas personales. Esto quiere decir que había una libertad impresionante para cagarla... o para aprender que somos (también) lo que escribimos.

Ustedes habrán adivinado que mis temas favoritos para escribir en esa libreta eran los azotes existenciales de aquélla época. A finales de 1994 estaba a un semestre de graduarme y me encontraba en pánico porque sabía que sin el cobijo de la Universidad el "sistema" me tragaría.

Cuando el domingo releí lo que antes escribía y pensaba me dio vergüencilla ajena (que no es ajena sino propia) porque a los 21 años hacía peores berrinches que los que hago ahora, pero con una sorprendente facilidad para no aterrizar una sola idea. Además hacía mucho drama (siempre lo he hecho).

Lo que sí vale la pena es compartir con ustedes las reflexiones que Eduardo desprendía a raíz de mis berrinches. Por eso, desde mañana, subiré aquí el contenido de algunas de esas cartas. Sólo les pido paciencia porque, en serio, si ahora divago y me voy en círculos cuando posteo, antes mis textos estaban descabezados y despiernados. En honor a la verdad transcribiré letra a letra lo que esa libreta recién encontrada guarda en sus páginas, con todo y la vergüencilla que me doy.

Ojalá les gusten.

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Crónica de una tocada (no) anunciada

Estoy sentado sobre una alfombra tupida de chicles añejos y quemaduras de cigarrillo que parecen galaxias distribuidas sin orden en el universo del ecoloco. Si fuera por mi nalga plana -que no sabe establecerse en superficies duras- yo estaría de pie, pero el protocolo no dicho de la gente a mi alrededor exige permanecer sentado con la mirada apuntando hacia un escenario iluminado tenuemente, a la usanza motelera.

A la derecha del padre veo los teclados de Kyke Serrano junto a los tambores de Quino Béjar. En contra esquina brilla la batería de Alex Tenas, hermosa y callada, junto al bajo de Carmen Niño que permanece en posición de cohete. Algunos micrófonos hacen guardia poco más adelante, pero nada más. La cortina negra detrás de los instrumentos es el tieso signo que pronostica una tocada con producción discreta, sin pantallas gigantes ni juego de luces. -Es perfecto cuando la buena música se defiende sola sin refuerzos ni recursos de boda-, pienso.

Son las siete de la noche del domingo, es decir, ya es lunes, pero algunas semanas tienen hoyos negros y las personas que ahí estamos reunidas nos dejamos abrazar por el engaño en tiempo y espacio que sucede cuando truenas la rutina de la semana haciendo algo divertido los domingos por la noche.

El concierto que me trajo hasta la alfombra rancia no fue publicitado ni por el periódico ni por la radio. Yo me enteré gracias a un columnista local de rock, pero de otra manera no hubiera sabido que JarabedePalo iba a tocar en mi ciudad luego de ocho o nueve años de su última y única presentación. A la cita de esta tocada no anunciada somos pocos los enterados.

De pronto se hace la oscuridad. Cuando los presentes nos ponemos de pie para recibir a la banda española yo despierto al albañil que en mi habita para soltar un silbido de lonchería... Pero nadie sale al escenario, al menos nadie conocido, pues sólo se acerca a nosotros un negro bien vestido que tiene la cara idéntica a la de Spike Lee y que ocupa su mano derecha en cargar un saxofón muy bien lustrado. El negro se llama Jimmy Jenks y sopla el instrumento con maestría cubana. Luego de un excelente preludio de viento aparecen los otros Jarabes capitaneados por el siempre despeinado Pau Donés.

Dos canciones después, el catalán agradece nuestra presencia porque esa misma tarde hubo futbol (los Rayados perdieron contra el América) y sabe que tanto los mexicanos como los españoles rara vez hacemos otra cosa cuando en la tele hay futbol. Dicho esto, Donés se cuelga una guitarra acústica para interpretar Depende y pues órale, a cantar que qué bonito es el amor, sobre todo en primavera y que te hace muy feliz que hoy sea el día de tu boda... Depende, todo depende.

Donés no es rebuscado como Saúl Hernandez ni poético como Joaquín Sabina ni alegórico como Gustavo Cerati ni surrealista como Andrés Calamaro; Donés es tantito de todos ellos, pero tiene a su favor una aterrizada personalidad que se agradece de abajo a arriba y de arriba a bajo. Uno no se siente su público, no existe esa puñalada mental de fanatismo, esa lejanía; uno lo ve a Donés como si hubiera cenado anoche con él, como si hiciera viajes con él para recoger a los niños del colegio, como si el ancho de sus hombros nos fuera familiar a punta de abrazos para festejar goles o años nuevos.

A mitad del concierto el cantante presenta Agua como una de las piezas más bonitas que haya compuesto en su vida y el resto le damos la razón con aplausos. Durante toda la canción el guitarrista Dani Baraldés se mezcla entre el público para intercambiar con las mujeres claveles por besos. -¿Cómo quieres ser mi amiga, si por ti daría la vida?-, cantamos.

Luego del momento romántico que no es tomado como cosa seria ni corta-vena, el jazz, la salsa y el blues de Dos Días en la Vida y El Lado Oscuro nos convierten a todos en remedos de Tintán; las seriedades se archivan para otra ocasión y el que se queda quieto corre peligro de convertirse en espantapájaros. El concierto pasa veloz, no me da tiempo de sudar la camiseta y yo pienso que por poco y ya es martes.

Sin aviso, el escenario se reencuentra con la oscuridad hasta que un rayo de luz dispara en la cara de Donés que desde Barcelona se trajo el alma del niño que fue para contarnos con música el día aquél que supo que su madre había muerto. Aunque por lo mismo, Mama puede confundirse con una canción triste, lo cierto es que se baila y se aplaude con alborozo. -Bendita tristeza alegre que tiene el flamenco-, pienso.

Los ahí presentes estamos ausentes saboreando la idea de gritar bajo del agua que la muerte ya vendrá. Sin embargo, ese grito contenido no se atomiza hasta que percibimos la entrada de Grita, cuyo coro nos obliga a montarnos en el desahogo y en el desinfle emocional. Las pantorrillas calientan en brincos, las parejitas se abrazan como si se debieran muchos desayunos a la cama y los meseros guardan sus tinas de Indio y Tecate para evitar descalabros.

Cuando termina Grita los siete que están encima del escenario espejean sonrisas con los pocos cientos que estamos abajo. Los JarabedePalo tendrían que saber que con su presencia y su música nos han fabricado un altísimo y ancho matamoscas para ahuyentar a las nubes negras que nos persiguen a cada uno en menor o mayor escala.

Ya con el recinto despejado de neblinas existenciales, la única que falta es una mujer de cien libras de piel y hueso, cuarenta kilos de salsa y en la cara dos soles que sin palabras hablan. La Flaca llega al último pero no llega tarde, es tan real que siento cómo me golpea las costillas -o la lonja- y se pone a mi ladito porque me tiene loquito y por un beso de ella daría lo que fuera, aunque solo uno fuera.

Donés y sus palos agradecen, prometen volver y desaparecen. Yo me quedo en la barra trasera esperando que el lugar quede vacío. Pienso, entre tantas cosas, que en este año de contagios el jarabe nos ha aliviado. Me voy de ahí, pero la flaca se viene conmigo.

TRIVIA.- ¿Alcanzan a escuchar mis gritos y mi chiflido de lonchería?

viernes, 6 de noviembre de 2009

Todo va a estar bien

-¿En dónde estás, Ñetín?- me pregunta una voz imaginaria.

- Estoy aquí en la cocina buscando la cereza podrida que ha de dar el toque final al pastel de porquería que pienso regalarle al 2009 una vez que se termine- contesto con voz de pito porque ya no me sale de otra.

No crean que ando vencido por las circunstancias, digamos simplemente que ando muy aguijoneado. Nada más.

Lo raro es que soy como esos carruseles de los aeropuertos que pasean maletas ante la mirada despeinada de los viajeros que se preguntan: ¿Llegará mi equipaje sano y salvo?... ¿Llegará?

Sí, me siento como un carrusel que carga maletas en el lomo, cada una de ellas con una emoción diferente en su interior. En algunas Samsonite traigo encabronamiento en tabletas, pero en otras maletas traigo la paz encapsulada que me ha dejado visitar recientemente un hospital, -no como enfermo sino como esposo de una enfermita-.

A mí me gusta la atmósfera de los hospitales y también la de las funerarias. No celebro la enfermedad ni la muerte, no me encantan y tampoco sé burlarme de ellas, pero sí agradezco que ambas sean escusas perfectas para obligarnos a hacer una pausa. -La tan necesaria pausa-. Basta que uno se meta a un hospital o a una funeraria para encender la conciencia de "lo que de verdad importa en la vida". ¿Y saben qué es lo que de verdad importa? Pues nuestra gente.

Hago un repaso a mis entrañables fuentes de felicidad y todas se originan en mi gente.

Llegamos de vacaciones y los pulmones de la Maga decidieron sabotear todo su esqueleto al confabular una bronquitis aguda que desató una tos tan violenta que no sería mala idea franquiciarla como despertador de osos polares. La pobre en calidad de trapeador de estética unisex ingresó al hospital en donde fue nebulizada noche y día, día y noche.

Ya salió, pero no salió tan bien pues es probable que la tos nuclear que por poco la deja calva haya lesionado una de sus costillas. Así son las enfermedades, las malditas hacen mano cadena con otros malestares: Te sale un callo en el pie y a los dos meses se convierte en malaria.

Al mismo tiempo que la Maga daba conciertos de laringe en el hospital, a Yuyo le fue detectado un nódulo en la próstata cuyo índice de maldad aún no es revelado por los estudios. Por estos días descubrí que mi papá me tuvo a la misma edad en la que yo tuve a mi hijo, así que cuando yo tenga 70 años, Mateo tendrá 36. Como yo veo a Yuyo, Mateo me verá.

Este dato secuestró mi atención varios días, pues como ya he escrito aquí, actualmente me encuentro disfrutando con la misma intensidad a mi papá y a mi hijo, ¡pues claro!, estoy justo en medio de ellos, no sólo en el árbol genealógico sino también en el tiempo universal.

Y pues así he andado esta semana, como actor invitado de Grey's Anatomy con música de Los Killers. No han faltado el drama ni la moraleja. Como ya dije, las enfermedades nos depositan en la sapiencia de cuidar y aprovechar a nuestra gente, pero también es cierto que la otra cara de la moneda es más cara: Las enfermedades cuestan un chingo con todo y seguro de gastos médicos.
Y a mí, no sé a ustedes, me encabrona gastar en medicinas.

Bauticé este post con el slogan del hospital en donde estuvo internada la Maga porque estoy de acuerdo con la frase: Todo va a estar bien.

GRACIAS, ATLANTA.- La fortuna consiste en conocer a un turco y que éste sepa que te gusta la cerveza para que de un día para otro bebas tanta cheve como el más ebrio de los alemanes en oktoberfest. Resulta que antes de que la bronquitis nos alcanzara fuimos a Atlanta a visitar a mi cuñada y a su esposo, (el turco antes mencionado), quien me recibió con el refrigerador lleno de cervezas gourmet. ¡Ah, qué chulada! De marcas y eso ni tomé nota pero les platico que entre muchas otras me empiné una cerveza belga que sabía a wisky. No reniego de mi cuna, pero luego de este viaje veo a la Tecate tan chafita y tan comercialona. Muchas gracias a nuestros anfitriones.

VIERNES AUDIOVISUAL.- Encontrar y/o ser encontrado. De eso se trata... ¿No?

viernes, 16 de octubre de 2009

Cerrado por vacaciones

Por aquí nos vemos dentro de 15 días. ¡Adiós!

miércoles, 14 de octubre de 2009

Alarmala de tos

Peor que la tos propia es la ajena y aún más pinche es la que nace y se desata en y desde las fauces de los hijos. La tos es de las pocos síntomas patológicos que se comparten con el prójimo, que lo joden, que le echan a perder la atmósfera, por eso cuando tu hijo tiene tos ya valió madre, sea ésta de perro, seca, o flemosa; en todas sus presentaciones la tos es chingativa para el que la padece y para el resto. Aparte de la molestia, la tos de los hijos nos duele tanto o más que a ellos, lo juro.

Un adulto dócil es un tosiento consciente que para no molestar al de a lado tose para adentro o se mete al baño y se amordaza a una toalla para contener la tos que viene como tormenta en tamaño bonsai, o de plano en la madrugada se larga a la lavandería a toserle a las cochinillas noctámbulas; pero los hijos, tan dueños ellos de su tiempo y del nuestro, tosen al gusto, a granel, con el pecho abierto, con descaro e imprudencia, a como viene.

Una de las propiedades que tiene la tos infantil es que le gusta manifestarse más en la noche que en el día. Además es engañosa como señora gordita metida en faja pues una vez que creemos que el pequeñín ya no va a toser (a eso de las tres de la mañana) y nuestros párpados por fin han logrado sellarse, alcanzamos a percibir primero un "cof, cof" introvertido que resulta hasta tierno, pero que luego degenera en ladrido de foca. Propongo organizar un combate en donde el tosido de los hijos se enfrente al fastidioso chacualeo de una llave que gotea para ver cuál de los dos ruidos es más efectivo para perpetuar el insomnio.

Mocedades cantaba: ¿Quién puede vender conmigo la paz de un niño durmiendo?
Yo canto: ¿Quién puede recuperar la paz teniendo un niño tosiendo? ¡Nadie!

En estos días el clóset de Mateo es como un campo de concentración que agrupa jarabes para la tos. Al pobre le hemos dado un nutrido coctel, por supuesto con la supervisión telefónica de su pediatra de cabecera, pero no habíamos hallado la cura plena hasta que el lunes el pedacito de caos tosedor y su sanísima madre acudieron al consultorio del discípulo de Hipócrates. Ahí le fueron recetados más jarabes con los que, -ahora miércoles-, parece (p-a-r-e-c-e) haber cedido la tos.

La Maga me platicó que saliendo del consultorio Mateo se aventó una pregunta de la cual no quiero olvidarme jamás y que por eso aquí les comparto. Dijo:

-"¿Por qué los niños enfermos no están feliz?" (sic).

Es cierto hijito, los niños enfermos no están feliz, ni mucho menos sus papás.

martes, 13 de octubre de 2009

Rewind

A Mateo le gustan los globos.

A Mateo le gustan los globos de todos colores.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia. Pero no todos los globos se arrugan hasta morir.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia. Pero no todos los globos se arrugan hasta morir, pues hay otros que se revientan sin razón.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia. Pero no todos los globos se arrugan hasta morir, pues hay otros que se revientan sin razón en medio de la noche.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia. Pero no todos los globos se arrugan hasta morir, pues hay otros que se revientan sin razón en medio de la noche sacándonos un susto espantoso.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia. Pero no todos los globos se arrugan hasta morir, pues hay otros que se revientan sin razón en medio de la noche sacándonos un susto espantoso porque el trueno se oye como un balazo.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia. Pero no todos los globos se arrugan hasta morir, pues hay otros que se revientan sin razón en medio de la noche sacándonos un susto espantoso porque el trueno se oye como un balazo que nos expulsa del sueño profundo hacia el paro cardiaco.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia. Pero no todos los globos se arrugan hasta morir, pues hay otros que se revientan sin razón en medio de la noche sacándonos un susto espantoso porque el trueno se oye como un balazo que nos expulsa del sueño profundo hacia el paro cardiaco. Hoy en la madrugada estalló uno de esos globos.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia. Pero no todos los globos se arrugan hasta morir, pues hay otros que se revientan sin razón en medio de la noche sacándonos un susto espantoso porque el trueno se oye como un balazo que nos expulsa del sueño profundo hacia el paro cardiaco. Hoy en la madrugada estalló uno de esos globos: Mateo lloró, la Maga peló los ojos y yo salté.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia. Pero no todos los globos se arrugan hasta morir, pues hay otros que se revientan sin razón en medio de la noche sacándonos un susto espantoso porque el trueno se oye como un balazo que nos expulsa del sueño profundo hacia el paro cardiaco. Hoy en la madrugada estalló uno de esos globos: Mateo lloró, la Maga peló los ojos y yo salté de la cama hasta el pasillo emulando a Carl Lewis.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia. Pero no todos los globos se arrugan hasta morir, pues hay otros que se revientan sin razón en medio de la noche sacándonos un susto espantoso porque el trueno se oye como un balazo que nos expulsa del sueño profundo hacia el paro cardiaco. Hoy en la madrugada estalló uno de esos globos: Mateo lloró, la Maga peló los ojos y yo salté de la cama hasta el pasillo emulando a Carl Lewis. La única que no hizo pedo con el ruido fue Ramona.

A Mateo le gustan los globos de todos colores y también le gusta llevarlos a casa para jugar con ellos hasta que se desinflan y parecen lánguidos testículos de perro bajo una regadera tibia. Pero no todos los globos se arrugan hasta morir, pues hay otros que se revientan sin razón en medio de la noche sacándonos un susto espantoso porque el trueno se oye como un balazo que nos expulsa del sueño profundo hacia el paro cardiaco. Hoy en la madrugada estalló uno de esos globos: Mateo lloró, la Maga peló los ojos y yo salté de la cama hasta el pasillo emulando a Carl Lewis. La única que no hizo pedo con el ruido fue Ramona, quien es, desde siempre, la única que duerme bien en casa.

lunes, 12 de octubre de 2009

Oferta

Aunque rara vez estoy buscando comprar algo, me gusta leer los avisos de ocasión del periódico. Este tipo de anuncios son como el twitter de la publicidad pues en pocas palabras el vendedor debe atrapar a sus clientes haciendo uso de lugares comunes comprimidos.

Por ejemplo, si queremos anunciar nuestro automóvil -por más jodido que éste esté- debemos poner: "Único Dueño", "De Cochera", "Jamás Chocado", "Llantas Nuevas" o exageraciones como "Impecable", "Flamante" y "Nuevecito". Si el carro en cuestión es un Tsuru o un Atos es aconsejable incluir en las características lo siguiente "Jamás fue Ecotaxi".

Más interesantes son los anuncios personales, en los que se anuncian desde salas de masaje, investigadores privados y fiestas swingers. Las salas de masaje enganchan a sus clientes-calientes incluyendo características que tienen que ver con la lozanía de las prostitutas que habrán de dar el final feliz. En ese caso funcionan palabras como "Colegialas", "Niñas Fresas", "Tiernitas", o "Chicas sin Experiencia".

La gente que se ofrece por mera calentura también lo hace haciendo uso del complicado arte de vender pulpa en pocas palabras, por ejemplo: "Viuda conservada busca diversión con joven entre 25 y 35 años. Sin compromisos". También están las urgidas que no quieren aparentarlo: "Morena simpática busca amistad con fines serios". En el caso de los prostitutos es adecuado no ignorar en el anuncio el tamaño del pene ya sea en centímetros o en pulgadas según la clientela que se quiera atraer.

Alguna vez viví en Barcelona y me di cuenta que allá no se andan con rodeos. En las páginas de un diario catalán leí un anuncio que decía "Sexo Gratis". Se trataba de la publicidad de una "agencia" que ofrecía a sus clientes sexo con personas no dedicadas a la prostitución. Es decir, el cliente le pagaba a la agencia para que ésta le consiguiera gente "común y corriente" con la cual ensabanarse. El anuncio era una especie de casting.

Gracias a mi afición por leer anuncios clasificados me gustó el tema de esta semana en Recolectivo, "Se Vende País", pues, ¿cómo podríamos anunciar a México en los avisos de ocasión para venderlo en pocas palabras y que los clientes realmente se engancharan por comprarlo? La verdad lo he pensado toda la semana pues el país entero está como para regalarlo, rematarlo o rifarlo.

Primero pensé en hacer un anuncio enumerando las maravillas del país: Playas, comida, montañas, cirugías plásticas con mano de obra barata, bosques, selvas, historia, pirámides, etc, pero lo anterior no se me hizo lo suficientemente atractivo como para atraer a mis posibles compradores.

Luego me llegó un argumento que convencería hasta al comprador más escéptico, una oferta ideal que no tendría espacio para el titubeo: ¿Qué tal si vendemos a México sin mexicanos? Es decir, que al comprador le garantizamos que una vez firmado el contrato de compra-venta todos los habitantes de este hermoso país que no valoramos ni hacemos crecer saldríamos a chingar a nuestra madre de aquí.

De perdido los japoneses, que se la andan pelando por aumentar sus hectáreas, nos ponen en el escritorio una buena oferta.
¿A poco no?

jueves, 8 de octubre de 2009

DM

No sé si ésta sea la tribuna adecuada para decirlo, pero de igual forma se los digo porque además no tengo otra tribuna. Ahí va: Yo no me quiero morir. Así de simple. No me quiero morir ni hoy ni antier. Todavía no, por muchas razones, una de ellas es porque aún quiero saber lo que se siente oprimir el mouse para publicar un texto en donde escribo que no me quiero morir.

Soy proclive al azote, tengo ira contenida que no sé cómo manejar, conservo complejos de leche, llego a las metas apenas de vuelito, soy autoboicoteable, leo el Secreto al revés porque atraigo puro pesimismo, no sé de qué hablar en las salas de espera -y a veces ni en las reuniones familiares-, y si tuviera 20 años menos sería otro emo desnalgado caminando en la Macroplaza. Sí a todo lo anterior, pero no me quiero morir. Me gusta esto, lo que soy, lo que sea que yo sea.

A pesar del fatalismo por goteo que padezco soy puntual en hacer conciencia de los momentos que me gustan. Y no hablo solamente de saber apreciar los cambios de color que trae el otoño, o de disfrutar las adaptaciones de Mateo en el mundo reveladas en sus tantos gestos, o la humedad que nos eructa una ola de mar, o los frijoles inigualables de mi mamá, o la complicidad de los árboles; sino de esos momentos de felicidad urbana como encontrar la mejor butaca del cine aún con la boca hecha babas antes de morder un hotdog, o entrar a un elevador en donde acaba de salir una mujer bonita pero no así su perfume, o hacer sobremesa tras un concierto de Depeche Mode recuperando en cerveza lo que el sudor se llevó.

Me queda claro que no me quiero morir, pero además agradezco a los que sí quisieron morirse algún día pero fallaron en el empeño. Hace meses premié con un post a Scott Weiland por su suicidio interceptado el cual me permitió verlo cantar en vivo. Ahora le agradezco a Dave Gahan por la misma razón. Y no es que quiera abrazarme del drama otra vez, que sí, pero es que la verdad Depeche Mode me gusta muchísimo. La sobriedad de Gaham me da tantas razones para embriagarme de gusto y agradecer que ninguno de nosotros -te incluyo a ti- estemos muertos todavía.

El martes los vi, y aunque ya los había visto en vivo eso no importa porque los volvería a ver hoy en la noche y mañana y hasta en un matiné dominical.

Algunos generales del concierto: Lamenté que Martin Gore no tocara la guitarra al final de "Home", sin embargo el sonido que hicieron nuestras gargantas imitando el que él hace con las cuerdas fue un buen suplente. Dave Gaham no se quitó el chaleco, y no lo digo porque quiera verle los tatuajes completos, pero siento que un buen concierto de DM debe terminar con él bañado en sudor y descamisado completamente; en esta ocasión sucedió lo primero mas no lo segundo. Al final, Andrew Fletcher no pudo hacer la caravana completa por la panza en bola que se carga. Con madre. Y bueno, siempre en estos casos hay canciones favoritas ausentes que el grupo no toca, yo iba con cinco peticiones personales de las cuales sólo me faltó escuchar "Useless" que aquí les dejo. (Aquí tocamos lo que ustedes piden).

martes, 6 de octubre de 2009

'Las pequeñas cosas'

La otra noche mis vecinos traseros alias Los Finos armaron una peda con karaoke (qué padre, ¿verdad?). Entre el repertorio musical que gritaron salió una canción de Amanda Miguel que luego no pude quitarme de la cabeza (todavía más padre). Yo recuerdo que ella tenía una rola en la que le hacía como si fuera un gato de maullido entrecortado (¡mí-au, mí-au!) la cual, debo aceptar, despertaba mi libido infantil. Era como una gatúbela hispana, o algo así...(¿?)

...Bueno, pero esa canción del gato no la sintonizaron mis vecinos sino otra que se llama "Las Pequeñas Cosas". Juro que estaría con madre que tu vieja te despertara una mañana con esta rola (y con esa greña). Por favor, no ignoren la letra y el ojo pelón que se avienta a veces Amandototota. Qué chulada. Última pregunta: ¿Por qué estas canciones tipo Siempre en Domingo con Amanda Miguel, Daniela Romo, Yuri, etc, ahora suenan tan gay?

lunes, 5 de octubre de 2009

Segundo aniversario

Hoy este blog cumple dos años y la neta neta neta lo único que se me ocurre es agradecerles a ustedes por leerlo, comentarlo, recomendarlo, contradecirlo, disfrutarlo. Creo que nos hemos divertido juntos, pero también sé que lo que aquí escribo no siempre es del gusto ni de la simpatía de quien más quiero. Una disculpa enorme por eso. Por lo demás, en serio, muchas gracias por sus visitas y por su "cercanía a distancia".

jueves, 1 de octubre de 2009

Pirata

Estimados usuarios, les anuncio que éste, su blog chicharronero, tiene una versión pirata.

Desde hace meses, alguien que se hace llamar Vengachepaka se ha estado fusilando mis entradas letra por letra para subirlas a un blog llamado Te Leo Bien y Te Veo También (¡qué original, caon!). Además, nuestro pirata del caribe subió una ilustración en la que salgo con Mateo y también copió la descripción de mi perfil. En pocas palabras, el tal Vengachepaka agarró parejo y demostró enorme aptitud en el uso del copy-paste. (Tengo que admitir que las fotos que él pone se adecuan muy bien a los temas que YO escribo y él firma como suyos de él).

¿Esto me enchila? Sí.
¿Me infla el ego? También.
¿Me da pena ajena? Mucha.
¿Me da güeva? Harta.

Al usurpador quería agradecerle el cariño que tiene por mis textos al grado de hacerlos, literalmente, suyos, y también decirle que no la friegue, pero es casi imposible dejarle un comentario en su blog ilegítimo porque antes hay que inscribirse y contestar una serie de mamadas de flojera rebasada. Por esa razón mejor le aviso desde aquí que ya lo caché y le recomiendo echarle ganitas para que algún día pueda escribir algo original.

Y ahí muere.

P.d. Por tratarse de un asunto bilateral entre el Vengasewhatever y yo, esta vez desactivaré los comentarios. Perdón.
P.d.2 No subo la liga del blog fraudulento porque se me hace una jalada, pero si gustan lo pueden googolear. Go ahead.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Un año

Jóvenes y jovenazas, esta semana Recolectivo cumple un año.
Mi aportación en ese blog multiestelar ha sido intermitente porque soy un malquedado en casi todos los reglones torcidos de Dios. A partir de ahora seré más constante, ora verán. Bueno, pues aquí les dejo el texto de esta semana; se trata de una anecdotilla de mi vida real. Está pedorrona pero está buena, vayan.
(Si no pudieron entrar intenten otra vez en www.recolectivo.com)