martes, 17 de noviembre de 2009

Cartas al profesor

Irene, -que es mi madre y también es la más pequeña de mis hijas-, me dio una muy buena noticia el domingo pasado: la libreta que yo había estado buscando durante meses finalmente "apareció" en un clóset inhóspito de casa de mis papás.

Se trata de una libreta fea, como la muñeca de Cri-Cri, pero es un objeto muy valioso para mí porque en ella están escritas las cartas que de ida y vuelta me escribí con Eduardo Ramírez, uno de los mejores maestros que tuve en la Universidad.

En aquellos tiempos él daba una cátedra que se llamaba algo así como "Contradicciones del Siglo 20" a la que yo asistí como oyente durante el otoño-invierno de 1994. La clase era básicamente de debate, pero tenía una dinámica muy interesante pues sus alumnos debíamos cargar con una libreta toda la semana con el fin de apuntar en ella reflexiones, ensayos, quejas, "pensamientos", alucines baratos, filosofía pedorra o cualquier idea suelta que nos inspirara e inquietara.

Una vez a la semana, Eduardo recogía nuestras libretas, las ponía todas en una caja y se las llevaba puje y puje hasta su oficina para leer las jaladas que escribíamos. Luego, a la clase siguiente, nos las regresaba con correcciones de ortografía y de sintaxis, pero también con una reflexión suya con respecto a nuestras ideas.

Era como llevar un diario sabiendo que alguien más lo iba a leer y, mejor aún, que ese alguien podía dejarte comentarios. En pocas palabras esa libreta era como un blog primitivo, de un solo lector, hecho de papel, y escrito con pluma bic a mano semi alzada. Un buen detalle es que Eduardo no ponía calificaciones a los textos ni había temas prohibidos y tampoco debía uno escribir necesariamente cosas personales. Esto quiere decir que había una libertad impresionante para cagarla... o para aprender que somos (también) lo que escribimos.

Ustedes habrán adivinado que mis temas favoritos para escribir en esa libreta eran los azotes existenciales de aquélla época. A finales de 1994 estaba a un semestre de graduarme y me encontraba en pánico porque sabía que sin el cobijo de la Universidad el "sistema" me tragaría.

Cuando el domingo releí lo que antes escribía y pensaba me dio vergüencilla ajena (que no es ajena sino propia) porque a los 21 años hacía peores berrinches que los que hago ahora, pero con una sorprendente facilidad para no aterrizar una sola idea. Además hacía mucho drama (siempre lo he hecho).

Lo que sí vale la pena es compartir con ustedes las reflexiones que Eduardo desprendía a raíz de mis berrinches. Por eso, desde mañana, subiré aquí el contenido de algunas de esas cartas. Sólo les pido paciencia porque, en serio, si ahora divago y me voy en círculos cuando posteo, antes mis textos estaban descabezados y despiernados. En honor a la verdad transcribiré letra a letra lo que esa libreta recién encontrada guarda en sus páginas, con todo y la vergüencilla que me doy.

Ojalá les gusten.

6 comentarios:

Lau dijo...

hola E!! estoy segura que si nos van a encantar esos relatos universitarios!.. ,ese cuaderno vale oro!! que ganas de tener uno asi!!! :)

Brenda dijo...

Recuerdos...el hubiera no existe, pero me hubiera gustado haber hecho uno así para acordarme de cómo pensaba hace 15 años.
Espero tus escritos con paciencia e incertidumbre.
Saludos!

Uvé dijo...

Pues lo esperaré

Alice dijo...

que emocion!!!!

Anónimo dijo...

Hola, estoy bien Chome.....como que irene es tu madre y la mas pequeña de tus hijas???? yo pense q solo tenias a Mateo....te digo... se q no va por ahi pero no entiendo... :(

Tania G. Balleza Tahuil dijo...

todavia vive tu maestro?