martes, 19 de octubre de 2010

James interrupted

Mis planes eran distintos. Yo tenía que estar en otro lado y no aquí boxeando en contra de un teclado gringo averiguando cómo jodidos se pone un acento o una ñ. Manzanita F, manzanita mis huevos. Ahora mismo tendría que estarme tragando mi tercera cerveza junto con el calvario amargo y penoso de saludar a ese conocido que siempre se nos acerca sin un gafete en su pecho que nos recuerde cómo se llama.

A estas horas, pero no con estos ánimos yo debería estar frente al escenario del Auditorio Banamex esperando escuchar a James, una de las mejores bandas de Inglaterra, con una voz desde siempre fresca, contundente, eficaz, emocionante, nostálgica, y sobre todo enquistada en el gusto de las generaciones pre-Koko y Koko de Monterrey (y que nos gustó mucho antes de que los mamones de Oasis se sonaran la nariz frente a un micro).

Yo tendría que estar allá, con el esqueleto adrenalinoso y la edad atomizada en mis 23, o menos, o más, no importa. Y no importa porque uno escucha a James e inmediatamente se siente como saliendo de la prepa con ganas sobradas de creer que el mundo vale la pena, o que de perdido algunas versiones del mundo valen la pena, sobre todo aquellas que se acercan a la costa, al mar, o a las costillas bajas de una mujer.

Pero pudiendo estar allá, estoy acá, en mi casa, porque James canceló su concierto por motivos de (in)seguridad. La versión oficial apunta que cancelaron por razones de salud, pero yo, que no tengo contactos casi en ninguna parte, los tengo en la empresa que los trae (traía) y me fue informado de buena mano que la razón es ésa: nuestra ciudad no ofrece garantías para sus visitantes (menos para sus habitantes) y pues es más saludable no venir a tocar que venir culiado.

Nos chingamos los que compramos boleto. En esta ciudad nos jodemos los que NO queremos ir a ver al Potrillo, a Camila, a Amanda Miguel, al Chayan y su fiesta en América, al Buki, a Panda y a todo ese gremio tipo Festival Exa FM. Valemos madre los que no queremos perpetuar otros Siempres en Domingos porque los grupos extranjeros tan ajenos a presentarse en zonas de guerra civilizadas con semáforos (que importan un chile pero parpadean rebonito) van a seguir cancelando mientras sepan que aquí hay balaceras diarias.

Pienso ahora en esta guerra de narcos contra ejercito contra gobierno contra ciudadanos contra ______. Esta guerra que nos va quitando todo, día a día, desde una cartera, un hermano, un concierto; nos secuestra el habla y los temas (de que más hablamos si no de esto). Pienso ahora en el mariguanillo de recreación puntual que se fuma la mota tan a gusto para hablar con los imanes de su refrigerador, pienso en su viaje de churro, sus carcajadas, (ah, tan padres (y prueba qué chulada)); pienso en esos cigarritos de a 20 pesos que multiplicados por miles dejan tan buena lana pero tan mala vida a los propios narcos, a sus prójimos, a nosotros y al mismísimo mariguanillo que habla con los imanes de su refri. Entonces quién chingados gana (?).

Nadie gana. Porque también el mariguanillo ahora está, como yo, encabronado porque James canceló el concierto sin advertir que sus dosis de mota o coca (tan indefensas-porque-no-le-hacen-daño-a-nadie) son en gran parte el motivo de la engorda de narcos tan pinchemente ya poderosos que disparan terror, siembran miedo y cosechan droga. Las legalizamos o qué. Y luego sale Hillary Clinton diciendo que el narcoviolencia de México enferma a Estados Unidos... y la profunda, incurable y creciente adicción de los estadounidenses a quién chingados enferma si no a nosotros que estamos sentados entre campos de amapola (?).

Chingue su madre, oiga.

A esta hora tendría que estar ya embriagado (tecate, droga legal, no menos peligrosa ni menos adictiva, pero LEGAL y por lo tanto permitida, sin culpa de generar guerras y cancelaciones de conciertos, que lo mismo mata y apendeja pero además si no vivimos en los tiempos de Al Capone no hacemos ((tanto)) daño los borrachitos aunque también hablamos con los imanes del refri y hacemos otros ridículos), decía, que a esta hora tendría que estar ya embriagado escuchando a James. Pero cancelaron, no vinieron, se nos fue el paciente, doctor; y no los culpo. Ya, bye, a la burger.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Alegría 'enchilada'

Además de maíz, aguacate y tequila ahora los mexicanos tenemos que importar buenas noticias. La más reciente nos llega desde una mina chilena en donde están siendo rescatados 33 mineros en este momento. Mientras el resto del mundo se pregunta ¿a qué les olerán las axilas luego de 70 días sin baño?, los mexicanos nos sentamos frente a la televisión o frente al internet emocionados porque la vida y la inteligencia (todavía) ganan. Aunque sea en otros países.

En nuestro México lindo y pedorro un hecho como éste hubiera sido "politizado" al segundo día. Acá se hubiera nombrado un comisionado del gobierno para "asesorar y supervisar" el rescate, que seguramente sería un tipo trajeado y claustrofóbico que no sabe nada de minas ni de trabajo ni de diplomacia. Los partidos de oposición hubieran criticado hasta la necedad todas las acciones del gobierno federal en el asunto, acusando a la derecha mamila de incompetente e insensible.

Mientras tanto, el líder del sindicato de los mineros (otro tipo adinerado y cómodo, ajeno a cualquier asunto relacionado con la minería) hubiera provocado un cólico mediático para denunciar las pésimas condiciones de sus trabajadores (mientras él ordeña una cuentona de ahorros en Vancouver, Canadá). Toda la incertidumbre sucedería mientras varios ingenieros (usando cascos que les quedan grandes) se avientan unos a otros los planos del subsuelo sin idea de cómo o por dónde bajar, y, lo más triste, al cabo de los días los mineros atrapados transformarían su último encierro en su tumba.

Ya muertos, el gobierno "regalaría" despensas a sus viudas y becas estudiantiles a los huérfanos, así como otros "incentivos" para echarle más tierra al sepelio.

Con la tragedia de los mineros atrapados, fallecidos y olvidados en la mina Pasta de Conchos hace cuatro años, nuestro gobierno ganó el campeonato en el torneo oficial de la ineptitud. El resto de los mexicanos no gubernamentales también nos ganamos, cada quien, una medallita como mención honorífica a nuestra indiferencia. Una más para nuestra colección. (Sí, sí nos dolió mucho pero se nos pasó luego luego).

Celebro mucho el rescate de los mineros chilenos y he visto en mis conocidos una alegría plena en torno a este hecho. Lamentablemente esa alegría no es muy frecuente cuando hablamos de las cosas que pasan en México, este país tan afecto a enterrar sus problemas con la ilusión de que, si no se ven, no son problemas. A veces creo que el génesis de todas las dificultades de los mexicanos se concreta en una palabrita de cinco letras: HUEVA.

GRACIAS.- Tan en la pendeja anduve que olvidé el tercer aniversario de este blog, sucedido el pasado 5 de octubre. La ventaja de este olvido es que les evité a ustedes el típico post "introspectivo" en donde explicaría las torceduras existenciales que me motivaron a abrirlo.

Mejor se los digo de una vez, sin maquillaje, y me evito laberintos: Yo abrí este blog para encontrar un lugar en el mundo y para que me quieran (más). Hacemos las cosas que nos gustan para eso, -creo-, para darnos un lugar en la extensísima incertidumbre (y para que nos quieran [más]).

Por más controlada que creamos tener nuestra vida, la mera neta es que cada minuto es un memorándum de extravío. Entre otras pocas cosas este blog es para mí una guía que me ayuda a conducir derecho y en ocasiones a meterme en contra con mucho gusto.

Quiero agradecerles a ustedes, mis invitados, las vueltas que se dan para acá. Aunque me gustaría no aceptarlo, soy un obsesionado del rating porque nada me entusiasma más que recibir un comentario y cada seguidor que se suma al blog lanza un egocohete a la luna. Me gusta mucho que nos veamos por aquí.

Rolita, por favor. (Algo de Chile, por supuesto).-

martes, 12 de octubre de 2010

Manuel Alexandre (1917-2010)

Patrimonio universal: ¡Dios mío, ayúuuudale!

sábado, 9 de octubre de 2010

Divagancias

Me hubiera gustado que Joaquin Phoenix se hubiera vuelto loco en realidad, y no en versión reality.
Cuando lo vi en el programa de Letterman, todo barbudo, ido, incoherente y greñudo, me dio mucho gusto por él. Gracias a su desaliño por primera vez olvidé que Joaquin es el hermano de River. En mis rankings subjetivos el Phoenix vivo le robó cámara al Phoenix muerto solamente cuando perdió la figura.

Pero resulta que no es cierto, que todo fue un montaje, que Joaquin se dejó la barba y el pelo largo y adoptó carácter de marciano nada más para armar el falso documental I'm Still Here. Ahora se la pasa dando entrevistas rasurado, peinado, bastante enfocado en sus respuestas, muy correcto, de pierna cruzada y la madre. Lo perdimos. Me caía mejor en su versión demente, de teporocho célebre, pintando dedos a los paparazi mientras anunciaba su retiro de la actuación porque ya le daba hueva, echando panza, respirando como crudo congestionado.

Apoyo y admiro el aspecto cavernicolizado. El otro día pasé varios minutos en una librería disfrutando la barba de un Lennon en portada retratado con un lente de alto poder. Me quede ahí, estudiando la marea de su pelo facial, los ires y venires en su bigote y patillas, envidiando lo cerrado de su perilla. Lo mejor de los rescates a presos políticos son las barbas con las que los encuentran, pero luego es una lástima que se rasuren para presentarse en la rueda de prensa porque se quitan muchos puntos. Como Tom Hanks en Cast Away que al final se hubiera quedado con el look que traía en la isla. Hasta Wilson habría odiado lo nerd que se ve sin rasta y sin barba.

Andamos buscando colegio para Mateo y entre nuestras prioridades está la de encontrar uno en donde no nos exijan cortarle el pelo. Tan idiota puede parecer nuestro requisito pero así es. Uno de los pocos colegios que permiten a los niños andar greñudos es también uno de los más caros. Me gustaría pagar por esa libertad.

viernes, 1 de octubre de 2010

Artesanía en piedra

Su cuerpo fue un multifamiliar de enfermedades. Mejor dicho, fue una casa de asistencia cuyos huéspedes eran virus de muchos apellidos. En la blanca azotea de su frente rubia se quedó a vivir una fiebre del sábado por la noche que lo traía ardiendo a él y a las sábanas que lo acompañan en su cama.

Sus tuberías nasales estaba rebasadas; le escurría un moco necio y con resorte, listo para salir como sorpresa verde con el salto mamón que tienen los payasos que son disparados desde las cajas de broma. Las ventanas de sus ojos grises estaban colgadas, y las persianas de sus párpados lucían a media asta. El peor escenario sucedió en el patrio trasero. Allí se posicionó una diarrea speedy gonzález muy veloz para manchar canelos, bastaba una tos, un movimiento leve. El agravio de surrarse con el mínimo esfuerzo.

Tan ocupado estaba Mateo atendiendo la visita de sus gérmenes que no tuvo tiempo para ir al kinder durante cuatro días con sus cuatro noches. Así anduvo por la casa, haciendo proselitismo con sus monos de peluche a base de toses y estornudos y pedos con premio. Su aliento olía a laboratorio, pero el pacientito inglés traía, a pesar de todo, un muy buen humor como si los malestares lo amansaran mejor que las indicaciones de sus papás.

Un día de esos me dijo que iba a pintar piedras de río pero por las carreras de la prisa en ayunas no le puse atención. Al día siguiente me dijo lo mismo: "Papi, hoy voy a pintar piedras". Y yo volví a prestarle una atención delgada, del grueso de un palillo de dientes. "¿Pintar piedras? ¿Qué? Sí, qué padre. Adiós, hijito".

Su artesanía fusiló mi indiferencia. Ayer por la noche en la barra de la escalera la creatividad de mi hijo alineó seis piezas de colección: una rana sonriente, dos orugas (papá e hijo), dos catarinas, y, el mejor, un murciélago. Todos los animales eran piedras de río pintadas, barnizadas y con una que otra decoración en plastilina.

El pequeño obrero tuvo la ocurrencia de regalarme uno de los gusanos, perdón, de las orugas. Me dio la más grande, por supuesto, porque ésa es el papá. Un poco más noche me asomé a su cuarto y lo vi acostado con las manos en posición de oración pero de lado, como si hubiera querido echarse un clavado de flechita antes de quedarse dormido. Le di tres besos bien tronados (no chingaderas) pero no se despertó.

VIERNES MUSICAL.- Más sexy que una batería, es una mujer tocando batería. Ejemplo: