lunes, 8 de octubre de 2007

Domingüeva

Durante años mi proyecto de alquimia personal fue encontrar la manera de alargar el domingo. Ese día, como todos saben, termina más o menos a las cinco de la tarde, a partir de ese momento, empieza el pre-lunes y toda tranquilidad emocional desaparece.

Cuando era niño el pre-lunes estaba acompañado de la imagen de mi mamá recogiendo la cocina y la cochera luego de una carne asada con tíos y primos. No faltaba el sentimiento de culpa por no haber hecho la tarea mientras en alguna tele sonaba el deprimente repertorio musical de Raúl Velasco.

Luego descubrí que una de las maneras para alargar el domingo es meterse a un cine, en la última función, para salir con la equivocada convicción de que le has sacado provecho al fin de semana.
Otra es irte a cenar tarde, con el inconveniente de tolerar la jeta de los meseros que te ven entrar media hora antes del cierre.
A los que les gusta el futbol americano saben que una vez a la año la NFL les regala una alargada de domingo con el Super Tazón; mismo consuelo tienen los que les gusta el cine con la entrega de los Óscares.
Hay otras formas pero ninguna funciona (un vecino lava su camioneta todos los domingos a las 10 de la noche, pero presiento que tampoco le jala).

Ayer quise utilizar el Fórum para alargar el domingo. Estábamos ahí, en Fundidora, ya casi a la hora del atardecer y yo sentía el batazo en la nuca que me dan los pre-lunes. "Tengo que hacer algo para no irme a la casa", pensaba.
Gracias a una conocida nos enteramos que a las 9 de la noche se iba a montar un circo africano a unos metros de donde estábamos echando carreola. No me importó esperar más de dos horas sentado en el jardin a lado de un gordo y sus tres hijos que olían a salsa catsup.

Para ayudar al folclor macroplazero ahí mismo cambiamos el pañal a Mateo. Me dio gusto ver a otros papás con niños chiquitos, a todos ellos (a los papás) se les veía de lejos el pavor al lunes.
Finalmente empezó el circo que consistía en ver acrobacias de un grupo de negros bien mamados que simulaban ser changos trepando a un arbol falso mientras otro tipo de rastas tocaba percusiones.

Fue un buen número, Mateo gritó y aplaudió mucho. Creo que su madre fantaseó con uno de los simio-hombre y yo estaba contento de no estar en casa.

Antes de las 11 de la noche íbamos caminando rumbo al carro, cuando en uno de los rincones del Parque que tiene juegos infantiles vimos a muchísmos niños jugando en los columpios frente a sus relajados padres.

-"Todo mundo alargando el domingo", me dijo la Chula.
-"Sí, todos quieren, pero no se puede...", contesté.

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