Hace poco más de 10 años tenía tantos miedos como los tengo ahora, pero uno de ellos en especial me panicaba: corbatear.
Corbatear era (¿sigue siendo?) sinónimo de alienarse, de entregarse al sistema, de dar el viejazo, de abandonar la aventura, de perder identidad... bla, bla, bla.
Todavía en el último semestre de carrera aseguraba yo que nunca sería un especimen de oficina y que igual que mi papá usaría corbata nada más cuando fuera obligatorio para ir a una boda.
Algo que yo apostaba es que algunos amigos de ese tiempo corbatearían rapidísimo; se les notaba, según yo, porque ya tenían novia de varios años o ya estaban por casarse y seguirían los pasos de sus corbatísimos padres.
Pero mi planecillo de conservar el cuello libre terminó en octubre de 1997 cuando entré a trabajar. Ahora uso corbata de lunes a viernes.
Lo raro es que esos amigos que yo pensaba que se convertirían en ñores rápidamente resultaron ser unas riatas para hacer dinero, todos armaron su propio negocio y jamás deben usar corbata, ¡trabajan en jeans!.
Hace poco me topé con uno de ellos, (que hasta se dejó la greña), y el cabrón dijo esas palabras tan odiadas por mí, pero tan recurrentes por ellos:
"Pinche Eugenio, quién te viera tan formal, míralo, míralo...".
Hello world!
Hace 3 meses
2 comentarios:
SU PINCHE MADRE , YO ODIO TANTO LAS CORBATAS, APARTE POR EL CACHE, QUE LAS POCAS QUE TENGO , ESTAN ARRUMBADAS ATRAS DE LOS PANTS QUE TAMPOCO USO...PARA MI LA CORBATA ES COMO EL PERRO CON CADENA Y BOZAL
De hecho esta muy interesante la historia de como nacieron las corbatas... vienen de los verdugos... que ironico. Si supieran todos... ahora si menos quisieran usarlas... pero bueno, a veces se ven muy galanes con ellas.
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