miércoles, 5 de diciembre de 2007

La llegada

La estampa más deprimente de una oficina es la del empleado que llega a trabajar después de haberse tomado unos días de vacaciones. Es ese momento cuando el pobre recién llegado ve que todo mundo está muy encarrilado en el asunto y él no encuentra su posición en la cancha.
En esas ando. Como saben estuve fuera una semana y media, pero parece que fue mucho más tiempo, porque siento muy ajenos a mi computadora, a mi escritorio y a mis compañeros de trabajo. Es decir, sé que los conozco y que me conocen, pero no les encuentro cuadratura en mi vida.

Decir que estuve descansando es una exageración. Como ya escribí, estar en casa con un bebé de un año es un largo maratón, sin atajos ni zonas de relax. Vi tanto los dvds de Baby Einstein y programas de Discovery Kids y de Disney Channel que difícilmente podría lograr una erección en estos momentos. Huelo a babas y a Gerber etapa tres, y ahora tengo un chingo de pendientes que debo sacar adelante, casi sin materia prima en el cerebro.

Cuando los ratones de oficina salimos a la calle nos damos cuenta que allá afuera está la vida. En estos momentos quisiera sonarme la alergia en la corbata y quemar todos mis pantalones de trabajo, pero... ¿y luego qué?... Mejor es adaptarse a la rutina ante la ausencia de un plan B.

Gracias a Dios siempre encuentro en las películas un ligero, pasajero, pero reconfortante alivio.
Ayer, en la víspera de mi regreso a trabajar, me metí al cine con la Maga a ver The Last Kiss (aquí le pusieron Un Beso Más). La película es una delicia que disfrutarán los miembros de ese club de hombres y mujeres que viven en crisis permanente, del cual soy miembro desde 1973; pero por favor, no vayan a verla si sienten que son la mera chingonada y que su vida es como para llevarse la portada del Hola!.

En cambio, vayan a verla si son de los que se dan permiso de preguntarse de vez en cuando: ¿qué pedo con mi existencia?, ¿qué hubiera pasado si hubiera tomado otras decisiones en mi vida?, ¿esto es a todo lo que puedo aspirar?, ¿me encuentro en un final o en un comienzo?, ¿he crecido, o sigo añorando la zona de confort que me daban los años de Universidad?, ¿alguna vez podré ser responsable de mis actos?, ¿algún día me conformaré con el presente?, ¿hay algo más para mí?...¿Debo renunciar?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

AH QUE ACERTADO ERES CUANDO DICES QUE SOMOS HIJOS DE LA CRISIS...LA VERDAD ES QUE NO CONOZCO OTRO TIPO DE VIDA, EN TODOS LOS AMBITOS. YO ME PREGUNTO TODOS LOS DIAS EN EL MOMENTO MAS INTIMO Y PRIVADO QUE TENGO, EN LA DUCHA, PARA QUE CHINGAOS HAGO LO QUE HAGO, O DIGO LO QUE DIGO, SI AL FIN Y AL CABO LLEGAS A TU CASA Y POCAS VECES RECIBES LO MAS FACIL DE DAR PARA ALGUIEN...UNA PINCHE SONRISA.....QUIERO DECIRLES ALGO......TENGO UNA AMANTE... Y LA AMO.......ELLA ESTA PARA MI SIEMPRE...TODOS LOS DIAS ME ESPERA EN LA CASA PARA DISFRUTARLA....NUNCA HACE PEDO DE NADA...ESTUVO ENFERMA PERO YA SE ALIVIANO.......TIENE LA VOZ RONCA PERO ENCANTADORA.....ESTOY DISPUESTO A LARGARME CON ELLA EN CUALQUIER MOMENTO....SE LLAMA........HARLEY...Y SE APEIDA DAVIDSON.....MANIANA ME VOY CON ELLA A PASAR UN RATO EN LA LIBERTAD QUE OFRECE LA CARRETERA

Anónimo dijo...

Yo creo que lo que nos toca hacer cuando entramos en ese cumulo de preguntas sin respuestas es hacer una pausa. Balancear si estamos haciendo lo que queremos o no; si tenemos lo que queremos o no; si somos quien esperábamos ser a esta edad, o no.. y si las respuestas a todo esto es no, PUES PATITAS PA' QUE TE QUIERO? Y si por el contrario las respuestas son sis.. DATE DE BRINCOS y da gracias al cielo que por encima de que no existe el mundo perfecto, ni la esposa perfecta ni el trabajo de suenos, tienes lo que muchos anoran tener.