martes, 20 de noviembre de 2007

De arriba a abajo

Yo que andaba ayer tan sobradito de buen humor tirándole tierra a los que sí pudieron irse a gastar dólares el fin de semana y ahora tan desganado que ando. Y es que en unas horas, ustedes lo saben, todo puede cambiar. Tu aparente bienestar, siempre sostenido por alfileres, puede tornarse en un gran malestar, gracias a los puntuales y oportunos "imprevistos".
Ayer, el catarro que traía Mateo se convirtió en más calentura, algo de vómito, moco copioso y todo aderezado con carácter irritado. En la otra esquina estaba la Maga quien se coordinó con su primogénito para darse una buena intoxicada cuyo cuadro me reservo para no herir su intimidad digestiva. De pronto el único sano en la foto familiar era yo, aunque sano a medias, porque en estos meses manejo la alergia en estado permanente.
Para rematar la escena, la tapa por donde le pongo gasolina al carro se quedó trabada y no hubo fuerza física ni mecánica que lograra abrirla. Ya lo llevé a la agencia, ya me dijeron que la pieza tarda tres días en llegar de la planta y que cuesta mil bolas más IVA y que a eso hay que sumarle la mano de obra. Ya hice el coraje correspondiente y ya recibí consuelo por parte de la Maga y por parte de mis papás, quienes nos recibieron en su casa como si fuéramos refugiados tabasqueños. (Y el pinche Madrazo corriendo maratones...)
Ah, también recibí ayer el estado de cuenta de la tarjeta de crédito, que es algo así como una invitación para no dormir a gusto en toda la semana...
Por favor, ¿alguien tiene un chiste que contarme?

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