lunes, 12 de noviembre de 2007

Cátedra de Sida

Corría el año de 1985 y estaba yo en primero de secundaria cuando murió Rock Hudson.
El actor fue la primera figura pública que moría de sida, una enfermedad que nos agüitó a gran parte de mi generación porque para esas fechas aún éramos virgencitos. "U que la chingada, todavía ni hemos cojido por primera vez y ya hay una enfermedad mortal si lo haces... ahora menos vamos a cojer", creo que pensábamos muchos.

En aquél tiempo este padecimiento era un tabú y había mucha desinformación al respecto. Por ejemplo, se decía al principio que era contagiosa la saliva o el simple hecho de tocar a alguien infectado. Y entonces surgía la madreada de no querer saludar al Willy Wilón (un tipo amanerado del colegio) porque si le dabas la mano te cargaba el payaso. El estigma equivocado de la enfermedad era que los gays eran culpables de su origen y de su eventual epidemia.

Mis papás guardaban total hermetismo en torno al sida y yo tampoco les preguntaba mucho, la verdad. No había internet como para ponerte a investigar, así que todos los adolescentes de aquella época caminábamos con un enorme signo de interrogación con respecto a ese tema.

Lo bueno es que en el salón de 1D teníamos como titular al profesor Juventino, quien era accesible a tocar temas que otros no tocaban. Gracias al "Juve" tuve mi primer acercamiento con el enigma del sida. Y aunque agradezco su intención por iluminarnos, tengo que decir que sí se la mamó porque nos dijo puras mentiras.

Según él, -y no les invento-, el sida se contagiaba a través del semen del güey infectado. Es decir, si un gay se metía con otro gay, el semen del gay con sida derramado en el cuerpo del otro gay comenzaría a echar a perder todos los órganos. O sea, que el semen sidoso sería algo así como el moco de Alien que disuelve todo lo que toca. ¡Ciencia-ficción en el salón de clases!
El Juventino afirmaba que si el gay infectado se venía en el estómago de su pareja, el semen le penetraría los tejidos hasta echarle a perder el estómago, los riñones, el páncreas, los pulmones, etc...¿¡!?

Y todos los pendejines de sus alumnos callados, con los ojos abiertos y poniendo atención a quien era uno de los maestros más respetados del mundillo Lasallista, y éste inventando cosas que nadie podíamos demostrar ni refutar y que solamente nos asustaban más.

Recordando lo anterior sólo me queda espacio para una pregunta: ¿Qué otras mentiras me habrán enseñado?

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