martes, 8 de enero de 2008

La versión masculina de Bridget Jones

La desventaja de ser delgado por herencia es que después de los 30 años tus genes se vuelven locos y todo lo que comes, bebes y respiras se te va directo a las jaboneras.

Tengo por ahí un pantalón café que es mi cinturómetro. Si me lo pongo y me queda holgado quiere decir que ando en el peso ideal; si me cierra pero me aprieta, es que ando pisando la frontera del peso ideal; si me cierra sólo cuando aspiro una gran cantidad de aire quiere decir que me sobran algunos kilos; pero si de plano no me sube significa que ya soy un marrano.

La bronca, repito, es que los que alguna vez fuimos muy delgados vamos engordando muy pinche, porque no engordamos parejos sino por zonas. Generalmente la grasa comienza a instalarse en la cintura y entonces te conviertes en la descripción que mi amigo Ángel inmortalizó: Un flaco con lonjas.

Esta condición es muy engañosa para el prójimo porque con ropa eres un figurín y andas por la vida con finta de ser un tipo delgado y hasta los demás se enojan si les dices que estás a dieta. - ¿Tú, a dieta? ¡Si eres un esqueleto!-, pueden llegar a decirte, pero la verdad es que tú sabes que al momento de quitarte la camisa te pareces más a Guillermo del Toro que a Alfonso Cuarón.
Después del nacimiento de las jaboneras, el flaco-engordado comienza a notar un incremento de grasa en la papada, cachetes, antebrazos y pecho. Ésta última zona es la que te genera más conflicto porque sin morbo incluido puedes notar que de pronto te han salido chichillas velludas que saltan cuando bajas las escaleras y luego no sabes si comprarte un corpiño o aventarte 100 lagartijas seguidas para evitar llegar a ser copa B.

Un flaco-engordado siente mucha nostalgia de aquellos años en los que se metía 10 tacos de bistec en Perrustiano Carranza o una torta y media de la Purísima sin que su vientre pagara las consecuencias. Ahorita, en cambio, cualquier plato de corn flakes después de las 8 de la noche paga arancel en tu cuerpo al día siguiente.

Esta profunda reflexión de martes, día que me cae medio mal, es sólo el prólogo de una realidad inaplazable: Hoy regreso a entrenar para sudar los excesos de diciembre. Traigo demasiada hueva de hacer ejercicio, pero si no lo hago pronto, ese pantalón café no va a subir más allá de mis rodillas.

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