viernes, 18 de enero de 2008

La tribu de los equis

A Mateo:
Hijo mío, has de saber que en algún tiempo de tu vida te llamará la atención vestirte a la moda. No sé que se vaya usar cuando cumplas los 15, pero de seguro querrás usar el pantalón que todo mundo trae o los tenis que todos usan. Quiero decirte que no es malo que sientas ganas de pertenecer a un grupo y a una generación vistiéndote como los demás.

Posiblemente también quieras dejarte el pelo largo o pintártelo de rojo o de violeta, o peinarte como mohicano, o usar aretes o perforarte una ceja. A lo mejor querrás tatuarte o pintarte las uñas de negro. No me importa, quiero que encuentres quién eres haciendo los experimentos de imagen que tú quieras.

Haz con tu look lo que quieras, mientras no se te antoje ponerte chichis prometo no escandalizarme, pero si te sirve de algo te quiero platicar que la gente más interesante que he conocido es la que se viste de la manera más común y corriente, más anti fashion, menos colorida. Ellos son lo que mi generación etiquetó como "Los Equis", gente que no llama la atención, que se viste como si comprara la ropa en Del Sol y que generalmente desconocen de marcas. Querido hijo, esta gente me ha sorprendido con su inteligencia, su buen humor y su calidez como no lo ha hecho la gente que está muy preocupada por cómo se ve.

Pienso, por ejemplo, en Hilario, un velador que nos cuidaba la casa en el DF y que tenía la greña de maya y siempre usaba una camisa a cuadros y unos pantalones de pana café muy feos. A veces cuando me urgía conversar de verdad me iba a su caseta que olía a humedad e Hilario me contaba de los fantasmas y supersticiones de su rancho y me decía que pronto iba a comprar un terrenito para levantar una casa y que extrañaba a las estrellas y a sus animales.

Pienso también en mi maestro Eduardo Ramírez que tenía una pinta de nerd anticuado, pero que me aconsejó leer la novela Rayuela y que me enseñó que no entenderle al mundo es una enfermedad incurable pero fascinante.

También recuerdo a Vampi que en la prepa, cuando yo repetí año por burro, fue el primero que se acercó a ofrecerme un cigarro y a sacarme plática. Vampi se vestía con esas playeras a rayas tipo Kiwi, las del pingüinito, y creo que si le conté dos jeans en todo un año son demasiados. Con él hablé de los eternos instantes que forman toda la vida, de los misterios con los que las mujeres seducen a su presa y de los beneficios de andar por la vida poniendo cara de pendejo.

Hijo mío, sé que la publicidad te tentará a vestirte como todos tus amigos lo hacen y que un día me verás vestido como un equis y te daré pena. No importa, ése es el ciclo de la vida, pero sólo quiero que sepas que el mundo te va a querer vender eterna juventud, por favor, desconfía de la gente que no quiere envejecer, porque todos debemos vernos rancios algún día. Si acaso sólo Robert Smith de The Cure tiene permiso para verse como un niño grandote.

Mateo, haz el esfuerzo por conocer a la gente a pesar de su ropa, date cuenta que mientras más cosmético le ponen a su aspecto más vacía tienen el alma. Sí, que te guste la belleza, pero intenta separar lo que se pone encima una persona de lo que es esa persona en realidad.

Hijito, la ropa siempre es un uniforme. Te platico que a veces juego a una cosa muy sencilla aquí en la oficina: A los que son intendentes los imagino de saco y corbata y a los directivos más fregones les pongo un traje imaginario de barrendero. Entonces toda la perspectiva cambia, ¿porque le tenemos más respeto a la gente que usa "buena" ropa sin importarnos en descubrir que esa gente merece nuestro respeto?

Mateo, todo el mundo se mueve por la apariencia. Todos nos montamos una escenografía alrededor porque ser un equis nos da mucho miedo. Tú atrévete a conocer personas que se vean simples y del montón, y entonces le darás la razón a lo que dice tu mamá de que menos es más.

Te quiero mucho cabezón, aunque te vistan mejor que a mí.

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