Llegas a la sala cuatro y está completamente sola, eliges el lugar en donde esperarás a que llegue el avión y te sientas. Más tarde te paras al baño y regresas a la sala que sigue estando completamente sola pero tú vas y te sientas en el mismo sitio pudiendo sentarte en cualquier otro lado. De seguro te hubieras molestado si alguien se hubiera sentado en “tu” lugar mientras andabas en el baño porque hiciste tuyo ese asiento como igualmente haces tuya una mesa favorita en un café o haces tuyo a un mesero servicial en un restaurante; nada de eso es tuyo, pero tú lo haces tuyo, tienes esa facilidad de poseer lo que no te pertenece.
Tampoco son tuyos “tus” amigos ni “tus” padres, ni “tu” vieja, pero de igual manera los sientes propios. A veces has leído una cita que dijo alguien que no tiene rostro y te ha gustado tanto esa frase que la repites como si fuera tu invención. Lo peor es que luego la gente te reconoce por esa cita y en un descuido será el letrero que tenga tu tumba.
Eliges “tu” moda y “tus” colores favoritos y hasta “tu” mejor ángulo para las fotos y luego si alguien trae puesto alguna de “tus” tendencias, o se viste con “tus” colores, o posa de la misma manera que tú lo haces frente a la cámara sientes que te han plagiado la personalidad. Te mueves en la cultura del “es mío porque yo lo vi primero”. ¿Qué realmente nos pertenece?, ¿nos pertenecemos a nosotros mismos o somos propiedad de otros?.
Luego te robas una pluma de un hotel y cuando alguien te la pide vigilas muy bien que te la devuelva porque es “tu” pluma. No seas mentiroso, no es tuya, lo único que hiciste es cambiarla de lugar: la pluma pasó del buró de la cama de hotel a tu bolsa, pero ella sigue siendo de nadie.
-¡Nooo, sí es mía!-, te defiendes, pero no, no es tuya.
Ves a tu hijo queriendo correr y te deleitas pensando que es tuyo, pero tampoco él es tuyo; él nació gracias a ti, pero no es tu propiedad, le pertenece al Gran Orden y es peligroso, muy peligroso, sentirnos dioses poseedores de gente.
También defiendes los defectos que tienes y los justificas diciendo que así eres desde niño y que esos son “tus” defectos y hasta tienes los huevos de retar al mundo sentenciando que te quiera quien quiera quererte y que si no quiere nadie quererte pues no.
“Tu” equipo de fútbol tampoco es tuyo, tú lo que haces es engrosar la cuenta bancaria de algún empresario muy vivo, pero el que se aburre con el cero a cero de local eres tú, porque “tu” equipo te falló, “tus” once muchachos desconocieron a “su” dueño, o sea tú, y no hicieron en la cancha un partido decente.
Lo peor es que sufres por tener lo que no te pertenece y te apegas a objetos que no son tuyos...
Ya está amaneciendo, y en unos minutos te van a invitar a abordar, entonces checas otra vez el número de “tu” asiento en el avión y ruegas porque no te hayan puesto a lado de ese gordo paisano que trae cajas con carne seca o a lado de la señora que se parece a la Nena Delgado y que desde lejos se le nota el mal aliento.
Finalmente piensas que si viajas solo en la fila 12, ése será el mejor de “tus” viajes.
Hello world!
Hace 1 mes
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