Una ama-de-casa-regiomontana-desesperada tiene en promedio dos piñatas por semana: que la del primito, que la del vecinito, que la del hijito de una compañera del trabajo, que la del bebé de la muchacha de la comadre, que la de quien sea...
Este tipo de compromisos sociales en los que nadie se divierte (nomás los niños y sólo a veces) se va multiplicando a medida que tu hijo crece y llegan a convertirse en una lata, pero también en un alivio pues sirven para cansar al incansable primogénito.
Tanta piñata ha provocado que una buena cantidad de bolsitas de dulces se hayan acumulado en nuestra despensa. Las primeras tuvieron un lugar privilegiado y estaban a la vista como si fueran trofeos, pero luego fueron tantas que ahora algunas se empolvan en cajones encima de esos electrodomésticos (¡gran palabra!) que nunca usamos.
Hay buenas, mediocres y malas bolsitas. Las buenas son aquellas que incluyen el clásico Mazapán Azteca (no aceptes imitaciones), los infalibles m&m's miniatura, el Totito rompemuelas, la Tutsi Pop chingalenguas, el provocador de saliva más eficiente alias Pulparindo, el sexoraloso Carlos V y el rey de reyes: el nunca suficiente Duvalín. De relleno son válidos los bombones a granel, alguna calcomanía (de preferencia no tóxica) y hasta esos frititos rojos que vienen en minibolsas de 5x5 centímetros.
Las bolsitas mediocres y las malas son las que incluyen solo uno o ninguno de los anteriores productos y que son rellenadas con una naranja o con uno de esos bastones de caramelo empalagosos que venden cerca de la Basílica.
Cada vez que la Maga y Mateo llegan de una piñata mi tarea es la de separar los buenos dulces de los malos, como si estuviera separando basura orgánica de la inorgánica, o como si estuviera quitándole los piojos del lomo a un chimpancé.
Una vez que he agandallado el Duvalín, coloco la bolsita en nuestra cava de bolsitas y el tiempo se encarga de cambiar los colores a los dulces hasta que Paty, nuestra muchacha, los descubre y se los echa, o hasta que Ramona recibe un bufet azucardo una vez que ha terminado sus croquetas.
Pero tengo un reclamo a los dulceros de México: la envoltura de algunos está diseñada para que éstos no puedan ser abiertos con decoro. No es que yo sea (tan) debilucho, lo que pasa es que soy de mano chica y me resulta imposible abrir una Tutsi Pop sin hacer uso de mi dentadura.
Menos puedo con los mazapanes cuyo empaque tiene varios pliegues pegados con colaloca. Ahí me tienen juntando mis dos dedos índices con mis dos dedos pulgares en el centro del mazapán para luego ejercer una fuerza centrífuga que nomás del esfuerzo se me saltan las venas de las muñecas pero el chingado papel transparente no cede.
La bronca es que mientras más se tarda el papá en abrir una golosina, el hijo más se desespera para saborearla mientras que la mamá dice: "espérate hijito porque tu papá no puede abrirte la paleta", (y el hijo pone cara de no mames es una pinche paletita, papá).
La ventaja es que con tanta piñata a la que últimamente va Mateo tengo suficientes dulces guardados para repartir en los próximos hallowines o para sobrevivir a base de chocolates, tamarindos y chiclosos durante la ya inminente crisis de alimentos.
Hello world!
Hace 3 meses
6 comentarios:
Al final una experta en chuches
mochilas!
.saludos
Luis
golosinomano
Y deja tú, yo con dos huercas, se junta doble, el problema es el hormiguero....
algunos no aguantan hasta halloween, se ponen todos aguados.
y si, se tiene que hacer una espulgada de dulces que a "mi" me gusten, para en la nochecita ver al dr. House y Lost.
Del Mazapán se te olvidó decir, que mientras más esfuerzos haces por abrirlo, más se va desmoronando en la mano. Cuando por fin logras abrir el celofán ya es puré mazapanero y adiós ilusión de comerlo a mordiscos.
Saludos!
Siguan juntando los dulces....
Para cuando M cumpla 2 ya tienen para llenar las bolsitas de su pinata.
:)
Que malo!! ya se me antojaron todos los dulces!
sobretodo el Duvalin!!!!!
aqui hay puro lakris y saben a rayos. Ademas casi ni dan bolsitas en las fiestesillas :-(
Saludos,
L
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