El enredado y copioso tránsito vehicular con el que juego a las damas chinas todos los días me es muy generoso cuando la batalla contra el tedio consiste en recordar nimiedades.
Hoy, en Ave. Constitución a las nueve y pico -tiempo del centro de Monterrey- me acordé del día exacto en que eché a perder una hoja de papel practicando lo que sería mi primera firma.
Tendría yo unos 11 años y me hallaba muy en desventaja porque los demás niños del salón ya tenían firma y entonces me entró una prisa irracional para identificar y justificar mi puberta existencia a través de un garabato.
Después de perfeccionar el rayadero inicial y de practicar en todos los rincones de ambas caras de la cuartilla, afiné un monigote que a las tantas me salió natural. Ese batracio creado en tinta azul durante las edades sin rastrillo no es el mismo que imprimo hoy en los cheques; mi firma ha cambiado mucho, más que mi peinado o el tamaño de mis orejas.
Antes de los 18 firmé mi primera credencial de elector con pretensiones barrocas, aquello era una tarántula aplastada, llena de curvas, líneas que no llegaban a nada y espontáneos cucuruchos; y claro, era un problema igualar la faena pictórica en los pocos trámites serios que hice en aquél tiempo.
Por ejemplo, para contratar mi primer seguro de gastos médicos, a los veinticacho, el pobre empleado de ING tuvo que visitarme tres veces porque "la firma del contrato no corresponde a la que aparece en la credencial", me decía el tipo todavía amable pero con una entre línea desesperada. ¿Le habrá dado hueva o risa regresar a verme firmar de nuevo?.
Fui creciendo y fui firmando al chilazo y tan de chilazo firmaba que luego mi firma se transformó en un borrón sin personalidad, en un conjunto de olas que rematan en un gancho, a veces largo a veces corto. Todavía tengo problemas para firmar en espacios chicos o muy limitados como el recuadro del pasaporte del que te exigen no pasarte ni morder renglón. Mi firma será fea, pero requiere de buen terreno para ejecutar su trazo mal hecho.
Pienso en mi firma y en las puertas que me ha abierto dentro del andamiaje social y burocrático en el que las personas no creemos en la palabra del otro ni en su promesa, pero sí en el monstruo que dibuja desde su pluma.
Cada vez menos los nombres nos distinguen (estamos a punto de llamarnos todos igual), en cambio, la firma parece ser lo que nos diferencia, además de las huellas digitales y el olor particular de pies de cada quien.
De niño juegas a tener una firma, como un cantante desconocido que ensaya la manera en que autografiará el busto de una fan, cuando le llegue la fama, -si es que le llega-. De adulto esa representación de ti mismo se convierte en ti mismo frente a los bancos, los gobiernos, las instituciones, los jueces y las cajas del super.
-Vamos a juntar firmas para evitar la construcción ilegal del túnel-, amenaza una activista ecológica que pretende preservar un cerro con el apoyo no de gente, sino de firmas.
En ese mismo momento, el Gobernador firma un documento en el que aprueba la construcción de dicho túnel. A lado de ese pedazo de papel está firmado por el Secretario de Obras Públicas el contrato con la constructora privada que se encargará de abrir el cerro y mandar-a-chingar-a-su-madre lo que haya vivo o muerto allí para levantar un túnel que durará "bonito" menos de dos años y por el que habrán de pasar cientos de automóviles contaminantes al día, uno de los cuales será conducido por un ex Lasallista, que antes de sacarse el moco, se pondrá a recordar el día en que se le ocurrió inventarse una firma, para así reinventarse a sí mismo.
Hello world!
Hace 3 meses
5 comentarios:
PRIMERO QUE NADA TE DIGO: QUE BUENA VARIEDAD DE MUSICA HAS PROGRAMADO EN LAS ULTIMAS SEMANAS PERO ESTE BUFFALO ME GUSTO SOBREMANERA. YO TENGO UNA BRONCA CON MI FIRMA QUE ES MUY NINIS PERO NO ME LA HE PODIDO QUITAR....QUE HAGO?????FOOOOX AYUDAME!!!
Sí, Marito.
Estos de Buffalo sabía que te iban a gustar porque traen un sonido similar a tus queridos Counting Crows.
Saludos, caon.
Yo estudié grafología -de la seria- y te puedo decir que cuánto más sabio es uno, más sencilla es su firma. Es algo que evoluciona con la edad. Por ello amo a mi firma como a mí mismo.
P.S. Mañana escucharé la música porque eso hay que hacerlo con tiempo.
Saludos.
A.
¡Yo tengo 18 años y medio y aún no tengo firma! No puedo hacer el mismo rayón dos veces seguidas, vamos, ni siquiera mi letra es siempre igual.
He optado por escribir mi nombre artístico en manuscrita ,tan sencillo como eso y santas pascuas, pero ni eso me sale igual dos veces seguidas. Sólo se ve bonito eso cuando lo escribo grande pero en espacios pequeños hasta da vergüenza verlo.
mi firma tiene mil años pero es cierto que se ha ido transmutando, el chiste es que no sea facil de falsificar ;)
saludos!
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