jueves, 30 de octubre de 2008
Post panteonero
SABROSAS LAS NALGAS.- Así decía un amigo que tuve-tengo que se apellida Pompa y que por lo tanto algo debe saber de colas. La frase es muy linda, como de epitafio.
GABRIELA G.- Yo soy una bestia que necesita leer para poder cagar, así que cuando me meto al baño sin el periódico o sin un libro, sufro. En esas circunstancias a veces "leo" las formas de los azulejos, o cuento las manchas del piso, o reviso las tarjetas de presentación que la gente me ha entregado, o -muy importante- repaso los números telefónicos que tengo en el celular y cuando llego a la G, me detengo en su nombre. He cambiado tres veces de aparato celular desde que ella se murió, pero no he borrado su número porque me gusta la idea de tenerla aún de contacto a pesar de su ausencia obvia.
Estoy seguro que las estatuas se mordían por dentro los cachetes de concreto o de bronce para no sonreír cuando ella soltaba la carcajada; es la risa más contagiosa que yo haya oído. Con ella tuve una relación tersa, divertida, cómplice, sin pedos románticos que estorbaran nuestra amistad. Los dos trabajamos varios años como asistentes de un fotógrafo que en los 90 era el gurú regiomontanto de la estética fresa y nos daba risa cómo era posible que los personajes retratados salieran tan bien y tan limpios mientras que detrás de la cámara ella y yo le hacíamos honores a la facha.
Luego nos dejamos de ver meses o años, pero en cada reencuentro el tiempo y la distancia se apeñuscaban en un "hola" tan sincero y en un abrazo tan cómodo, que parecía que el calendario era una ilusión evaporada. Como de hecho lo es.
Su muerte interrumpió nuestros planes de montar un estudio de fotografía juntos, pero no nuestra comunicación. Yo hablo con ella muchas veces (si lo dudan acérquenme un camisa de fuerza) y lo mejor es que siento que ella me escucha (ahora sí, pónganme la camisa de fuerza).
Probablemente han experimentado esa sensación de no estar solos en una habitación desierta, ese calor en el cuello, cachetes y espalda, esa vibra extraordinaria, pero sin miedo, de hayarse de frente no con un fantasma sino con un muerto querido y contarle lo que él o ella ya sabe y pedirle el consejo que ya sabemos que nos va (iba) a decir. Cuando le hablo a la Gutiérrez a veces lloro y/o me río.
Gaby: siempre te tengo en la mente, en el corazón y en el celular; hablamos al rato.
LA ÚNICA DE MANSON.- Es una estupidez asustarse con Marilyn Manson, a no ser que lo veamos metido en nuestra cama sudando el maquillaje con nuestra concubina. A mí no me gusta su música, pero tiene una rola que en aquellas horas del Kokoloco me hacía pedir otra XX Lager doble. No sé porqué no la puedo subir al blog (cosas del diablo, de seguro), pero aquí se las dejo queridos lectores fantasmas. Sólo apachúrrenle aquí.
miércoles, 29 de octubre de 2008
martes, 28 de octubre de 2008
Firmo, luego existo
Hoy, en Ave. Constitución a las nueve y pico -tiempo del centro de Monterrey- me acordé del día exacto en que eché a perder una hoja de papel practicando lo que sería mi primera firma.
Tendría yo unos 11 años y me hallaba muy en desventaja porque los demás niños del salón ya tenían firma y entonces me entró una prisa irracional para identificar y justificar mi puberta existencia a través de un garabato.
Después de perfeccionar el rayadero inicial y de practicar en todos los rincones de ambas caras de la cuartilla, afiné un monigote que a las tantas me salió natural. Ese batracio creado en tinta azul durante las edades sin rastrillo no es el mismo que imprimo hoy en los cheques; mi firma ha cambiado mucho, más que mi peinado o el tamaño de mis orejas.
Antes de los 18 firmé mi primera credencial de elector con pretensiones barrocas, aquello era una tarántula aplastada, llena de curvas, líneas que no llegaban a nada y espontáneos cucuruchos; y claro, era un problema igualar la faena pictórica en los pocos trámites serios que hice en aquél tiempo.
Por ejemplo, para contratar mi primer seguro de gastos médicos, a los veinticacho, el pobre empleado de ING tuvo que visitarme tres veces porque "la firma del contrato no corresponde a la que aparece en la credencial", me decía el tipo todavía amable pero con una entre línea desesperada. ¿Le habrá dado hueva o risa regresar a verme firmar de nuevo?.
Fui creciendo y fui firmando al chilazo y tan de chilazo firmaba que luego mi firma se transformó en un borrón sin personalidad, en un conjunto de olas que rematan en un gancho, a veces largo a veces corto. Todavía tengo problemas para firmar en espacios chicos o muy limitados como el recuadro del pasaporte del que te exigen no pasarte ni morder renglón. Mi firma será fea, pero requiere de buen terreno para ejecutar su trazo mal hecho.
Pienso en mi firma y en las puertas que me ha abierto dentro del andamiaje social y burocrático en el que las personas no creemos en la palabra del otro ni en su promesa, pero sí en el monstruo que dibuja desde su pluma.
Cada vez menos los nombres nos distinguen (estamos a punto de llamarnos todos igual), en cambio, la firma parece ser lo que nos diferencia, además de las huellas digitales y el olor particular de pies de cada quien.
De niño juegas a tener una firma, como un cantante desconocido que ensaya la manera en que autografiará el busto de una fan, cuando le llegue la fama, -si es que le llega-. De adulto esa representación de ti mismo se convierte en ti mismo frente a los bancos, los gobiernos, las instituciones, los jueces y las cajas del super.
-Vamos a juntar firmas para evitar la construcción ilegal del túnel-, amenaza una activista ecológica que pretende preservar un cerro con el apoyo no de gente, sino de firmas.
En ese mismo momento, el Gobernador firma un documento en el que aprueba la construcción de dicho túnel. A lado de ese pedazo de papel está firmado por el Secretario de Obras Públicas el contrato con la constructora privada que se encargará de abrir el cerro y mandar-a-chingar-a-su-madre lo que haya vivo o muerto allí para levantar un túnel que durará "bonito" menos de dos años y por el que habrán de pasar cientos de automóviles contaminantes al día, uno de los cuales será conducido por un ex Lasallista, que antes de sacarse el moco, se pondrá a recordar el día en que se le ocurrió inventarse una firma, para así reinventarse a sí mismo.
viernes, 24 de octubre de 2008
Pollitos en fuga
Luego visito a los otros que escriben en sus lados y encuentro que sus entradas son maravillosas, creativas, impredecibles. Me pasa lo que en la primaria cuando se acercaba el Día de las Madres y la ticher nos imponía la hechura de alguna manualidad de tres pesos.
Durante días me la pasaba lijando y embarrándole barniz a un pedazo de madera que con suerte, y mucha imaginación, llegaría a ser un portallaves o un pisapapeles, pero por más huevos que le echaba siempre las "artesanías" de Cayo, del Arocha, del Eugenio del Hoyo (así se llamaba) o del mismísimo Decaninni estaban mejor hechas que la mía. En otras palabras, yo era un orfebre muy dotado (o me sentía muy fregón) hasta que veía la perfección de la competencia. Ceguera de taller, creo que se llama eso.
Opino que uno de los terrenos en donde echa raíz el sufrimiento humano es la comparación que nos imponemos con otros.
-Tú tienes algo que yo quiero, pero no te das cuenta que lo tienes; mientras que tú me envidias algo que yo no valoro-.
Eso es muy horrible, pero el sufrimiento se magnifica cuando envidiamos los logros que alcanzan nuestros amigos. ¿Es posible envidiar el éxito de un amigo? Por supuesto que sí. Creo que este tipo de rivalidad es la cara más lacerante de la inmadurez.
Detrás de un qué gusto me da por ti, puede ir un chinelas por qué yo no puedo. Detrás de una felicitación, puede estar escondido un me encantaría que me fuera tan bien como a ti. Detrás de un no hay nadie como tú, puede descansar un eres un mediocre con suerte.
La mitad de la población de Paila Coahuila, es decir, unos 15 ejidatarios, están de acuerdo conmigo, pero los otros 15 me gritan que entonces eso no es amistad porque el amigo no desea el mal de su estimado y que entonces esa relación enfermiza está cimentada en la hipocresía y en la poca estima que uno de los dos amigos se tiene a sí mismo.
El tema está como para hacer a un lado cualquier otra discusión y sentarnos a divagar si fue el huevo o la gallina el number one. Por lo pronto, yo les aviso a mis amigos que los quiero mucho y que a veces los envidio poco. A veces, muy pocas, pero sí. Punto final.
Y bueno, como es viernes musical los dejo con una pieza de 1992 del sexoindefinido Morrissey que aterriza muy bien el ¿tema? de este post, mismo que se llenará de hongos verdes una vez que ustedes hayan terminado de leer que we hate it when our friends become successful.
miércoles, 22 de octubre de 2008
Un par de cosillas
Primero aparezco en 1973, año en que nací. Yola me dibujó con la mano derecha metida en aquél trajecito de baño leopardezco que mi mamá me compró en un escenario muy ajeno a mi voluntad. Luego estoy en 1983, hecho todo un preadolescente puñetón (y puñetero). A un lado estoy representado en 1993, formando parte de la mamonamente llamada Generación X de los 90's. En el 2003 me casé, (a los 30 añitos), con la Maga, mujer de complicada pero no aburrida definición. Al último de la tira estoy como me veo hoy, con teclado e hijo en mano. Ésta es mi vida en cinco pequeños módulos. Muchas gracias, Yolita. Otra vez.
STP.- Una buena banda de rock es aquella que nos garantiza un acomodo sutil de la estridencia. Ayer fui a ver a los Stone Temple Pilots que reúnen en cada nota lo anterior. Qué raro es agradecer que las drogas no hayan sumido en la tumba al cantante Scott Weiland, a pesar de que hace años inhaló y se fumó hasta las croquetas de su perro. También le agradezco a Duff McKagan y a Slash que lo dejaron libre después de que ese proyecto llamado Velvet Revolver no terminó de levantar. Otro agradecimiento se lo debo a mi tarjeta Santander con la que firmé el par de boletos que me tuvieron brincando como veinteañero en la cancha, y también gracias a McDonald's sucursal 24 horas de Ave. Constitución por crear una no-vomitable hamburguesa con salsa vinagreta cuyo nombre no me acuerdo, pero que puede ser algo así como Mac BajalealaPeda.
El concierto fue inenarrable. Sólido y redondo. En algún momento de la noche vi que a la Maga le burbujeaban los pómulos y entonces le pregunté a mi amigo El Peddie:
- ¿Tú crees que a nuestras viejas les guste ese guey (Weiland)?
- Cabrón, ¡hasta a mí me gusta ese guey!- me contestó el muy gay.
Termino este post con una petición: Dios, danos más rockstars y menos políticos.
Y como posdata: el calendario quiso que el concierto de STP cayera en martes. Señoras y señores, frente a sus ojos tienen el primer martes para recordar. Adiós.
martes, 21 de octubre de 2008
Eres y te pareces
Cada vez que salía de mi cuarto, Yuyo me gritaba desde algún rincón escondido de nuestra casa para que no me olvidara de apagar la luz. Hubo un tiempo en que le agarramos cariño a la oscuridad y empezamos a coquetear con la idea de dormir todos en un mismo cuarto para que fuera utilizada una sola televisión, una sola lámpara. O un cerillo solo en una vela solitaria. Una sola crisis.
También, a veces, se nos terminaba el champú mucho antes de la siguiente quincena. Aprendí que un bote vacío de Head & Shoulders cuando es rellenado con agua le sale una baba celeste que da el gatazo de champú. Y rinde mucho, manita.
Con todo y Miguel de la Madrid en la Presidencia nunca faltaban los frijoles y el arroz en nuestra mesa redonda. Según Yuyo, esos frijoles nunca los iba a probar yo en cualquier otra parte del mundo. -Del mundo, punto-. Mi papá remojaba un bolillo de ayer o de antier en los frijoles y se lo empacaba como si estuviera devorando su último bocado en Le Cirque de Nueva York.
Cuando llegaban las vacaciones se le desarrollaba la creatividad viajera. Nos metía a todos en el Renault 12, maletas incluidas, y nos paseaba por la ciudad hasta llegar al Granada Inn, un hotel inspirado en la arquitectura Neo-Mauricio Garcés y ubicado en el límite entre lo urbano y lo rural. A mis 8 ó 9 años no me importaba no ver a Mickey Mouse durante el verano si tenía una alberca hotelera a mis órdenes. Llevaba visor, pero era más divertido abrir los ojos a pelo en el fondo.
Uno se queda con lo mejor y con lo peor de la casa en donde crece. Es imposible cortar una soga gruesa con los dedos en forma de tijera o abrir una ventana con un martillo. No se trata de no querer ser como tu papá, o de sí. Siempre terminas con algo de él impreso en tu andanza actual; es como si tropezaras con una piedra que él firmó hace 20 años.
Faltan nueve días para que me paguen. Desde hoy comienzo a meterle agua al bote de champú para que me rinda nueve duchas más, y a usar servilletas del Dominos Pizza como papel de baño. Ando como rémora detrás de la Maga apagando luces y creo que hoy comeremos frijoles, aunque faltan los bolillos. Nuestra mesa en el comedor también es redonda.
He querido ser muchas cosas, muchas, pero siempre, queriéndolo o no, he sido Yuyo, mi papá.
lunes, 20 de octubre de 2008
Digestión cerebral, divino tesoro
Hoy en la mañana, mientras me cepillaba los zapatos y me amarraba los dientes estuve pensando en la digestión cerebral. No hablo de las popós, pipís, fluidos, gases, agruras e intestinos, temas todos ellos de mi interés primordial; hablo de esa capacidad, cada vez más impermeable que tenemos las personas civilizadas de digerir las espantosidades y bestialidades que suceden a nuestro alrededor; hablo de ese bálsamo con el que arropamos a nuestra alma para poder seguir con nuestra vida, muy a gusto, aún habitando en la calle purgatorio cruz con infierno, frente al averno. ¿La negación-asimilación del mal será nuestra más útil herramienta para sobrevivir?.
He descubierto que esa digestión cerebral a veces se atora y nos deja en la memoria imágenes horribles que nos niegan su retiro. Por ejemplo, yo tengo dos escenas que aún no he podido digerir, las dos tienen que ver con violencia y las dos las vi en la tele.
La primera escena macabra que me persigue cuando estoy solito es aquél linchamiento que sufrieron tres policías en Tláhuac por un centenar de personas (transformadas en mandriles enfurecidos) que supuestamente confundieron a los uniformados con secuestradores de niños. La turba -niños y adolescentes incluidos- los golpeó hasta el cansancio, con piedras, pies, palos y puños. En medio de la carnicería a uno de los oficiales le fue acercado un micrófono y una cámara de televisión frente a los que pudo balbucear que los estaban confundiendo, pero pocos minutos después la multitud de gente carroñera se los llevó para prenderles fuego aún estando vivos. En pocas palabras: De México para el mundo una probadita de infierno, nada más.
La otra escena es mucho más rosa, pero igualmente lamentable. Se trata del cabezazo que le dio Zidane al higadito (literal) de Marco Materazzi en la Final del Mundial 2006 de Alemania. Nada como para lamentarnos siglos y siglos, pero todavía me es imposible entender el grado tan alto de estupidez por parte del mejor futbolista de todos los tiempos (sí, encima de Pelé y de Maradona a mi gusto). Recordemos el contexto: a) Era el último juego oficial de Zizou, b) Era una Final Mundial en la que tenía amplias posibilidades de ser Campeón por segunda vez, c) En el juego ya había anotado un penalty hermoso, de postal, d) En los últimos minutos se "calentó" por un comentario que le hizo el italiano mañoso, e) Zidane se atomizó en carnero y lo embistió con la pelona (sin albur), f) El mediocampista-delantero terminó expulsado y subcampéon. Conclusión: ¡Bu!.
Estas dos escenas imborrables para mí, el linchamiento y el cabezazo, conviven desde hace años en mi mente, ya se hicieron amigas y están aliadas para dejarme insomne cuando se les hincha. Alguna vez escribí en este mismo espacio que uno de los planes de Satanás o de __________ (pon el nombre que quieras) es repetirnos la atrocidad hasta que nos acostumbramos a ella.
Nuestro lado oscuro termina por anestesiar nuestro sentido común y terminamos diciendo jaladas como éstas: "Si los lincharon los policías se lo buscaron", "Para qué te metes a la cueva del lobo", "La gente está cansada y tiene razón de tomar la justicia por su propia mano", o, "Por eso Zidane era futbolista y no economista, se le nota la raíz vulgar", "El futbol es un juego de pendejos bárbaros, por eso pasan esas cosas"... etc.
Como no podemos hacer nada en contra del mal -el ya hecho y el que está por hacerse- lo empezamos a enjuagar en la mente varias veces hasta que pierde su olor venenoso y podemos sentarnos a comer a su lado. Con el tiempo resulta que el asesino de niños en Las Cumbres no era tan malo porque su noviecita lo provocó, y que el demonio es hasta simpaticón. Le perdemos muy fácil la alergia al sadismo. Mientras no pase nada en nuestra casa, no hay piedra en el riñón.
Yo propongo y concluyo que... ¡nada! Iba a decirles que llenen su semana de imágenes bonitas para contrarrestar el hediondo ambiente en el que están creciendo nuestros hijos, pero que es más importante darles todo el amor posible para que éste se multiplique con el tiempo y para que cada vez tengamos menos linchamientos y menos Zidanes furiosos en el mundo. Me iba a poner bien profeta en mi tierra-blog, pero recuerden que este post se llama Pablo y no está como para dar consejos ni para lanzar iniciativas. Fue una necedad escribirlo, lo digo en serio, en serio.
jueves, 16 de octubre de 2008
Padre nuestro que estás en el banco...
Él es muy fijado con las marcas, es muy materialista, es muy wannabe, pero es muy mi amigo, por eso lo acepto y lo quiero así como viene. Aunque a veces me da mucha hueva, hay que decirlo, en honor a la verdad.
Para Mr. Personality, -así le apodo en secreto-, el éxito de una persona es igual a la cantidad de salario que recibe, la quincena es su vida, el billullo su pastor y nada le falta.
Para él, la existencia no es tan miserable mientras el carro que manejas sea de modelo reciente, y los trajes que hay en tu closet completen perfectamente toda la gama de tonos que existen entre el negro y el gris: Negro noche mediterránea, negro azabache, negro-morado, negro a rayas, gris oxford, gris rata, gris plata, gris moneda, gris cielo nublado, gris charoloso tipo grupero, gris uniforme escolar... y así de pared a pared.
Mi amigo tiene una familia envidiable, pero rara vez saca el tema. Nunca me ha dejado entrar en su alma, pues cada vez que quiero conversar con él de algo personal pone en la mesa puros lugares comunes como: "Así es la vida", "Nada es fácil en este mundo", "No hay lonche gratis", "Está cabrón este pedo...", etc.
Él sabe que a mí no me gusta hablar de golf, de Las Vegas, de carros, de empresarios, de divisas y de marcas; y yo sé que a él no le gusta hablar de películas, de música, de pedos existenciales, de los hijos y de los ochentas. Entonces, bien aprendidas las reglas del juego, nuestro terreno de conversación se limita al diálogo universal hombre-a-hombre, es decir, hablamos de mujeres, de las propias, de las ajenas, de las famosas, de las de la tele, de las de la cuadra, de las imposibles, de las de antes, de las de siempre. Tema que nunca lleva a nada, pero que concluye en todo.
Pues bien, el lunes me topé a Mr. Personality en la calle. El pobre andaba muy bien vestido,-como siempre-, pero traía la cara como la de un cartero que ha sido correteado por un rottweiler. En ese saludo casi a fuerzas que nos exige la prisa, mi amigo me contó que la crisis mundial lo tiene sudando frío porque sus tres tarjetas de crédito las trae hasta el cuello (uterino). Todo debe.
-Está cabrón, ayer volví a ir a misa después de años de no hacerlo, creo que desde que me casé-, me dijo antes de despedirnos.
Todavía no le encuentro moraleja a este encuentro. El mundo me sigue pareciendo muy raro y más aún la lógica que los humanos le damos a los eventos que no podemos controlar. Según nosotros es posible y hasta efectivo ir a rezarle a Dios para que este colapso económico no nos agarre cagando, o que por lo menos no nos toque otro "error de diciembre".
¿A Dios rogando y con la tarjeta de crédito dando?
domingo, 12 de octubre de 2008
Aquí entre nos
"No crezca mi niño,
No crezca jamás,
Los grandes al mundo,
Le hacen mucho mal".
Facundo Cabral
Tengo minutos, diez quizá, viendo tu cara entre la luz azul que nos llega desde la ventana y la sombra que gobierna el cuarto. Intento hallar qué parte de tu belleza es mi culpa, y cuál es responsabilidad de tu mamá. Inmediatamente me doy cuenta que no eres ni ella ni yo. Descubro chocantes a los niños que se parecen mucho a sus papás, y que para colmo se llaman como uno de sus progenitores. Tú no te pareces a mí, pero también tienes colmillos de sable. Tenías que nacer hocicón. Sonríes y parece que te has brincado la etapa de los dientes de leche; los incisivos son enormes y cuadrados, macizos. Será por eso que te encanta jodernos las rodillas a mordidas. Aún no sabes pronunciar mi nombre y ya me agarras a mordidas. Eres un caníbal mini toy.
Hoy te senté en mi regazo para mostrarte por enésima vez el video del león que tanto te gusta; nada más oyes que la computadora enciende y pides al "ion, ion" (león, león). Mi placer es observarte cuando tú no me ves. Por eso, cuando te tenía en mis piernas y mientras tú te enternecías con el felino famoso, yo veía tu perfil, tu mazorca precoz, tu encía rosada, tus rizos, tus orejotas; tienes un perfil que no merezco.
Después tuve la afortunada idea de poner mi palma izquierda encima de tu corazón: una bombita de circuito exacto latía fuerte. No es una pendejada decir que a veces a los papás novatos se nos olvida que nuestros hijos están vivos. No es una pendejada, insisto, por eso hay que arrimar las manos a su pecho y disfrutar del pulsito. Me acuerdo la primera vez que lo escuché, pero creo que jamás lo había palpado.
Sigo viéndote dormido, en mute. Despierto tienes energías todo-terreno, pero con los ojos cerrados y la boca hecha moño engañas hasta a Dios. Yo te veo y advierto que seguiré viéndote hasta que te asomes a esa puerta para decirme que ya te vas a tu primer viaje solo con amigos, o a presentar tu examen profesional, o a sacar a algún amigo del bote, o a tu boda; te veré hasta cuando tú no quieras que te vea, intentando siempre hacerlo sin acoso. Mi ejercicio contemplativo durará mientras vivas conmigo y después cuando hagas tu vida. Te veré aunque no te guste.
Dormido dejas callados a los tres tenores (ahora dos), animas al Dow Jones y haces bonita a Lila Downs. Algo debieron hacer muy bien mis bisabuelos, o mis abuelos, o mis padres, para que a mí me viniera tocando el billete premiado. Desde que naciste hay una sopa en mi mosca, hay una paja en un montículo de agujas; desde que naciste camino entre cáscaras de plátano. Ahora cargo tres y cien desveladas severas, pocas ellas por placer, y sé que mañana no será más sereno y que mis minutos serán otra vez tuyos. No me importa, ya dediqué bastante tiempo a mí y logré ser nadie, o sea sí, pero no.
Mañana habrá luchitas, espero que amanezcas descansado para que me des batalla, méndigo rudo mordelón. Apuesto mi máscara, -ésa que me pongo de lunes a viernes-, contra tu cabellera, -ésa que siempre encuentra acomodo y armonía entre tu cuello y tu frente, no importa que llueva, truene o relampaguee-. Mañana, otra vez, en esta casa convertirás en un desmadre el desorden, sólo es necesario que despiertes y listo.
Hijito, te digo lo que le canta la Dúrcal al Juanga: me gustas mucho.
viernes, 10 de octubre de 2008
Drums
Hoy iba a escribir algo muy interesante, pero luego tropecé con el bla, bla, bla, y me dio blablaísmo. ¿Les ha pasado que hablan y/o escriben pura bisutería?. Bueno, así ando, pero como es viernes mágico-musical les dejo esta versión de "Fever" acompañada de Animal, el mejor baterista no humano que este par de ojos conocen. Buen fin de semana.
jueves, 9 de octubre de 2008
La última y... ¿nos vamos?
Este rasgo de personalidad se hizo presente desde mis más remotas pachangas: las piñatas. Sepan que era yo un niño tímido y que me daban miedo los otros niños, verlos en manada, por eso prefería lo que mariconamente hoy llamamos petit comité.
Cuando tenía una piñata llegaba yo todo azorrillado de la mano de doña Irene, me sentaba en donde menos me vieran y ahí me estaba toda la pinche tarde. Escondido sin esconderme dejaba que el día pasara, se iba haciendo de noche y entonces como por arte de brujería comenzaba a divertirme.
Sí, siempre me divertía ya al final, cuando el payaso se había ido, la piñata había sido reventada, las velas habían sido apagadas y las bolsitas habían sido entregadas mano a mano. A poca luz y con menos gente yo me sentía un niño pleno. Era la hora en que pardeaba y la actividad de tronar los globos era bien visto y hasta ordenado por la ñora dueña de la casa. -"Truenen los globos, pero con cuidado"-, nos ordenaba la mamá anfitriona, ¿con cuidado?, como si pudiéramos morir por la radiación emitida del montón de aire encerrado en un globo.
De noche todos los gatos son pardos y todas las piñatas se ponían mejor.
Cuando apenas estaba sudando la camiseta, mi mamá junto con otras, gritaba que ya nos fuéramos, que ya se había acabado todo, que mañana había escuela y que había que irnos a cenar, a bañar, y a la bur. Chin, horas ahí sentado, tímido y cuando estaba el mero bullicio de la fiesta me tenía que ir. Segundos después venía la pregunta obligada cuya respuesta siempre era negativa. -¿Me puedo quedar a dormir?- le preguntaba a mi mamá. Y ni madres, para afuera.
El lobo sopló y sopló, y yo crecí y crecí. Pero soy el mismo: ahora no puedo salirme de una buena peda.
A los eventos sociales, cualquiera, llego calladito, saludando a todos de mano y beso, (según el sexo), abriendo levemente una tecate, discreto, cordial, civilizado. Si no me conocieran hasta me presentaban a sus papás, o a una hermana, qué buena pinta doy, qué clase de ciudadano, qué chulada de tipo. Sobrio soy un modelo a seguir.
Pero pasan los minutos. A veces la música, a veces la plática, pero casi siempre el placer de irme relajando me va convirtiendo en parte del piso, de la mesa, de la pared, de las cortinas y de la familia de la casa. Me siento tan cómodo que ahí me quiero estar toda la vida, o mínimo toda la noche. Cualquier chiste es la neta, cualquier ocurrencia es un tratado, cualquier plan es una augurio.
Don't bother me, I'm drinking.
Si vieran las promesas que le he tenido que hacer a la Maga antes de asistir a una boda, fiesta, carne asada, convivio, camilona o reunión. Ella me tiene bien medido y sabe que padezco de supprimo-celebritas-fobia (miedo a detener una celebración).
-Prométeme que me vas a hacer caso y nos vamos a ir cuando yo te diga-, me implora la Maga en el carro cuando todavía ni llegamos a la casa en donde es la fiesta.
-Sí, sí, no me vas a reconocer, nomás que me hagas una señal con los ojos, tipo mánager de béisbol y yo te entiendo, enseguida me levanto y nos vamos, si quieres ni me despido-, le prometo con los dedos cruzados.
Horas después ahí me verán abrazado de una bocina o de la panza de alguien gritando que ni loco me voy, que ya prendió la bohemia, que me regreso en taxi, que mañana yo cuido al crío, que nunca salimos, que viva José José y Dulce Sarahí, y que la madre. La mitad de la concurrencia en la fiesta (hombres) me hace segunda diciendo que pobrecito de mí, que me merezco una distracción etílica cada semana; mientras que la otra mitad de los presentes (mujeres) apoya a la Maga y me quiere lejos de ahí.
Amiguitos, en la siguiente escena verán a la Maga con cara de sartén hirviendo conduciendo el carro, y a mí, a su lado, con cara de Largo el de los Locos Addams echando pestes porque la noche es muy corta, la vida es muy injusta y mi vieja es muy sargento.
Sufro para salirme de una fiesta. Desde chiquito.
martes, 7 de octubre de 2008
Quema mucho el sol
Amigas, me solidarizo con ustedes, porque a mí también me baja (aunque no sé qué fregados es lo que me baja). Verán, muy seguido me dan cólicos y estoy bien documentado en cuanto a cambios de humor.
Nomás que yo tengo una desventaja: a ustedes les baja cada mes y a mí cada semana, en especial los martes. Éste es un día sensible para mí, de angustias, de miedos, de rechazo hacia el sentido común, pero sobre todo de altas y de bajas en el aspecto emocional. Es un día de encabronamientos sin prólogo. Hoy me atufo o me frustro sin preguntar el qué, cuándo, cómo, porqué y en dónde.
Les daré un ejemplo. ¿Saben qué me caga los martes?, ¿lo saben?, pues muy sencillo, me caga la mamonería, y peor, el montaje para convertir un evento sencillo y ordinario, en un acto pedante.
Es decir, tú puedes prender un cigarro, pedir la hora o andar en bicicleta, pero si eres un mamón (o quieres serlo) entonces prenderás un cigarro, pedirás la hora y andarás en bicicleta como un perfecto mamón. La mamonería se nota de lejos, como la regla en un pantalón blanco. Pero la mamonería montada (ensamblada, planeada, premeditada) se nota más, como un tampón en medio de una tanga.
Miren esta foto de Brad Pitt paseando en bicicleta por Nueva Orleans. Es de una mamonería rebasada. Lleva gorro, lente oscuro tipo insecto, candado pedorro, una libreta con una estampa de Barack Obama y camiseta blanca debajo de la camisa limpísima (como las usa Obama). La bici es de manubrio retro, Pitt trae un pantalón negro ceñido y el temple que usó en Leyendas de Pasión, estoy seguro que el asiento no huele a ano como el de cualquier otra bici, no, no, no,... ¡es una mamadota!.
Qué casualidad. El actor no pasea en un parque grafiteado, olvidado y negro, como tantos hay en esa ciudad. No suda, no está sopeado, va en medio de la calle en un país que tiene muchas ciclopistas. Tampoco lleva casco en un país donde hay miles de policías esperando multarte a la mínima violación del reglamento. Es una foto que quiere vender la idea romántica del actor-galán-altruista que se pasea libre en una ciudad azotada por la pobreza y por los huracanes con la imagen de un candidato presidencial ya convertido en el nuevo mesías capitalista.
Me imagino a todos(as) los nacos(as) en el el Starbucks diciendo: "Cuero, ésos sí son hombres completos, me encanta, pinche Angelina que se lo desayuna entero, qué huevos de hombre, ¡viva su cutis empinado!, qué bien se ve en bicicleta, ¿no querrá un bebé mexicanito ¡yo se lo hago!..."
Claro que Pitt está consciente de la presencia de los fotógrafos, lo imagino enderezando su espalda, guardando el equilibrio, poniendo cara de ausente, de "interesante", pensando que nomás se da otra vuelta y se va a la alberca a tirar hueva, saboreando su próxima torta de roast beef, añorando las nalgas de Jennifer Aniston. ¡Ah!, pero nosotros vemos en él a un "ícono". Bullshit.
No me mal interpreten, me cae bien Brad, algunas de sus películas son buenas y hasta llegadoras, sé que está metido en proyectos humanitarios, sus hijos están con madre, tiene buena greña... pero le encanta pegarle a la mamada y eso a mí , en martes, me surra.
Hagan a un lado su evidente galanura y descubran detrás de ella la mamonería que nos quieren vender. No es envidia, me vale pito él y toda su vida, pero no tolero esta clase de fotos, y para colmo las subo al blog, eso sí es masoquismo del bueno.
No me hagan caso, ando en mis días (mi día), es martes.
lunes, 6 de octubre de 2008
Espejismo marital
La realidad es que ni después de la boda sacas la casa de tus suegros del corazón, de la memoria y de la mente de tu mujer.
No es queja. No es malo, no es bueno, parece trabalenguas pero no lo es, simplemente sucede como un estornudo. Shit happens.
viernes, 3 de octubre de 2008
Primer aniversario
Tengo un compañero karateca que es gastroenterólogo. De día viste una bata blanca en el hospital, y de noche un karategui blanco en el dojo. Allá trata malestares en el esófago, estómago, intestino delgado, páncreas, recto, hígado, intestino delgado y colon. Todos esos órganos que en los libros de la SEP se veían muy bonitos, bien coloreados, pero que ya en vivo se han de ver asquerosos. Y más si están llenos de caca y ácidos.
A veces, antes de que comience la clase en la que nos agarraremos a fregazos sin enojarnos, mi amigo doctor me platica que muchos de los malestares que él trata en los estómagos de sus pacientes están originados por estrés o por complicaciones emocionales. Según él, lo que sentimos afecta directamente a nuestro estómago, casi con la misma prontitud que la comida que nos metemos. Mi compañero ha descubierto que más que un gastroenterólogo lo que la gente que sufre de la pancita necesita es un psicólogo o un par de orejas ajenas.
-Mucha gente lo que quiere es que la escuches, y al poco tiempo desaparece el malestar-, me dijo una noche. Y luego me metió un patadón en el abdómen.
Rescato esta anécdota para explicarles que yo abrí este blog hace casi un año para poder ser escuchado. La verdad no tenía nada importante que decir, pero pretendí aliviarme, hacerme más liviano, gracias al acto de ser oído (leído) por alguien a través de la palabra escrita. Soy un hombre casado, con un hijo, con mis dos padres vivos, una hermana, cuñados, muchos amigos, bastantes primos y tíos, una ristra larga de conocidos y varios millones de desconocidos a mi alrededor. Con todo ese montón de gente sentía que nadie me escuchaba. (El sufrido y joto de Mandibulín es un machote a mi lado).
Para eso me ha servido este blog, para sentirme escuchado. Al principio estaba obsesionado con la idea de tener cientos de lectores, como si mi vida fuera tan relevante como para atraer una horda de fans. Un día le puse un contador automático a la página para averiguar cuántos de ustedes se metían a diario. Lo malo es que el sistemita trababa otras partes del blog, así que terminé por eliminar el conteo cuando llegó a las 5 mil visitas. Además era medio tramposo el sistema porque también contaba los clicks que yo le daba al blog. Es decir, podría amaestrar a Ramona para que le estuviera picando a la tecla toda la noche y en la mañana tendría el blog el más visitado del muuuuuundo. Chaquetas mentales.
Ahora puedo decirles con toda honestidad que ya no me importan los números. Creo que entendí que a los blogs no hay que tomárselos tan en serio, mucho menos a sus autores. Después de todo ésta es solo una ventana en la que pretendemos exhibir el 5 por ciento más atractivo de nuestra personalidad, mientras que el 95 por ciento, o sea la esencia de lo que somos, lo padecen las pobres personas que viven con nosotros.
Un blog es un kit de maquillaje. Lo usamos para embellecer nuestra espinilluda existencia y presentársela radiante a los semejantes como si fuéramos la última tecate de la playa. Es como una carnada para "pescar" solidaridades o enemistades. Incluso los blogueros que se empeñan en decirse a sí mismos que son una mierda procuran que su mierda se vea bien, que se lea bien y que, sobre todo, genere muchas visitas y comentarios. Para hacer exitoso un blog no necesitas tener una vida maravillosa sino una maravillosa manera de contar las cosas planas que piensas o que te pasan. (La verdad, poca gente con vida maravillosa necesitaría dar de alta un blog).
Por otro lado, confieso que me gusta mucho que me dejen comentarios. Uno o diez. Todavía es un misterio que, salvo excepciones, la gente que opina es la gente que no conozco en persona, mientras que mis amistades prefieren no dejar comentarios.
El domingo 5 de octubre cumple un año Por aquí te veo. Yo me doy las gracias por haberlo dado de alta, pues creo que el "objetivo" se ha ido cumpliendo, me siento más y mejor escuchado. Muchas gracias a todos ustedes que se han metido a leerme. Como dicen los que se ganan un Óscar: prefiero no decir nombres para evitar que se me olvide alguien. Muchas gracias, en serio. Arigato gozaimashita!.
Y como es viernes les voy a dejar una rolita. La escuché por primera vez durante el verano del año 2000 en Vancouver, Canadá. Vicente Fox tenía pocos días de haber ganado las elecciones y yo me sentía un mexicano orgulloso en el extranjero. Los canadienses me felicitaban por la recién nacida democracia que teníamos. Qué bueno que no he vuelto, para no tener que explicarles que ni Fox ni el Chapulín Colorado pudieron defendernos. La canción es de The Dandy Warhols, se llama Godless y dice así:
miércoles, 1 de octubre de 2008
Elote
Desesperado para terminar la bendición de los alimentos, Yuyo empezaba a comerse los elotes como si tuviera dos días amarrado. A tarascasos. Sin misericordia, sin el Manual de Carreño en la memoria. A la tercera mordida se olvidaba de los demás en la casa y no quitaba la mirada del objetivo; una vez que su presa quedaba pelona, agarraba otro elote, de preferencia de grano duro, para continuar con el exterminio.
Si aquél mediodía había invitados en la mesa a Yuyo le valía madre, lo mismo se ensuciaba de mayonesa y hablaba y bromeaba con los granos molidos todavía en la boca. Tenía tanta razón, a un elote no se le devora despacio, no hay que dejar que se enfríe; antes de que se dé cuenta hay que dejarlo calvo y sin dientes. Eres tú y el elote, nomás. Su primera venganza es dejarte como un marrano que no puede usar las patas para llevarse la comida al hocico. Pero no importa, para limpiar la zona de combate hay muchas servilletas, o mucha mano, o mucha manga. Su otra venganza es dejarte entre los dientes hebras amarillas y pelos castaños, por eso debes acercarte a un espejo y sonreír, para verte como un chacal o como un vikingo, o como un preso político. El hermano del choclo se come con la boca y con las manos, pero los prudentes se lo sirven en vaso y con cuchara. Aburridos.
Hoy iba a contarles que el domingo fuimos a ver a Manu Chao con todo y Mateo. Iba a decirles que bailé como idiota ("Yo vengo del Ho-yo-yo"), que redescubrí la Huasteca, que amé su explanada, que sudé con la izquierda fresa (o bonita) de México y de Europa. Les iba a subrayar que la vida es más colorida los fines de semana, que se convierte en música, en hijos que corren en medio de un montón de vagos. La vida es también encerrarte en un baño portátil mientras 5 en la fila patean la puerta. La vida no tiene nada que ver con conducir tu carro, la vida es caminar. Hoy me iba a poner romántico y menso, iba a postear todas esas cosas que el domingo vi y viví, pero recordé que antes de entrar al concierto me eché un elote que estaba tan bueno, que tuve que darle el papel principal de esta entrada. Todo lo demás quedó en segundo plano.
Un buen elote te expropia. Lo hizo antes con Yuyo y lo hizo el domingo conmigo.