viernes, 30 de mayo de 2008

Subterráneo

A las seis de la mañana con cinco minutos el metro se detuvo en la estación Knightsbridge. A pesar de la hora murcielagesca el vagón venía casi lleno. Ahí nos subimos yo y una familia de indús: papá, mamá, niño y niña, los cuatro traían la cara menos modorra que yo, pero las ojeras, por capricho étnico, más marcadas y profundas.

Me subí pensando en que todos los metros en los que he viajado huelen igual, a aire caliente y a humedad, como cuando en noviembre abres el cajón en donde guardas los suéters y se desprende de allí un aliento a encerrado, quizá no huele mal, pero huele a calor (sí, el calor tiene olor). También pensaba que abajo todas las ciudades se parecen, todas son Nueva York, Buenos Aires, DF, París, Barcelona, Milán o Londres, lo único que cambia es el mestizaje de las personas que por ahí se mueven y el idioma en el que están escritos los anuncios del HSBC.

Dos estaciones más, en Barons Court, se subió una rubia cagada de la risa, despeinada, con ropa de noche y con el maquillaje corrido. Traía el aura motelera, o mejor dicho, antrera, se notaba que el alcohol todavía navegaba por sus venas más veloz que nuestro vagón. Se notaba también que antes de encontrarse con nosotros se había echado al menos un buen faje pues traía cara de coito (sí, el coito tiene cara). La imaginé horas antes en el antro esperando a que amaneciera para poder tomar el metro. No paraba de sonreír, era evidente que su viaje interior estaba más divertido que nuestro viaje exterior, ¿de qué tantas cosas se acordaba?.

Frente a ella se sentó un hombre de unos 40 años que traía puesto un overol fluorescente salpicado de manchas parecidas al cemento o a la cal, por lo que supuse era un albañil. Su uniforme de trabajo estaba sucio pero él parecía recién bañado. No diré que era guapo porque me vería muy gay, pero diré que si los albañiles fueran así de bien parecidos en México nuestras esposas nos pedirían remodelar la casa a cada rato. El albañil galán miraba a la enfiestada rubia, pero ella tenía la mirada perdida en el techo mientras se mordía el collar y sonreía. Parecía poseída por Drácula. Sécula seculorum.

En la estación Acton Town abordó una pareja de novios chelistas tomados de la mano. Cada uno de ellos traía su instrumento colgado del hombro que luego pusieron enseguida de mi maleta obstruyendo el paso. La rubia borracha seguía perdida, el albañil de cuento de hadas seguía clavado en el escote de ella y los novios chelistas comenzaron a hablar muy cariñosos en un idioma rasposo parecido al croata (aclaro que nunca he oído a nadie hablar croata, pero me imagino que suena tan feo como las palabras que se decían unos a otros los músicos enamorados, que a lo mejor ni eran chelistas sino violinistas, pero era tan temprano que para fines prácticos sostendré que eran chelistas).

El resto del viaje me puse a pensar que si yo fuera Andrew Lloyd Webber le habría pedido a los chelistas que se aventaran una pieza emotiva y dramática para que el albañil figurín y la nieta rubia de changoleón se empezaran a ver con cariño, que se perdieran el asco y que aunque fueran de distintas sociedades (Selena) le dieran vuelo a la pasión mañanera. Aunque odio los musicales, me hubiera encantado que ambos empezaran a cantarse muy melosos y exagerados como los protagonistas del Fantasma de la Ópera y que los demás tripulantes bailáramos alrededor de ellos y que en cada estación se subiera alguien para unirse al bailable.

En la familia indú tendríamos un coro multivocal de soprano-tenor-barítono para acompañar la pieza. El espectáculo terminaría en la última estación, es decir en el Aeropuerto Heathrow, en donde cada uno de los involucrados caminaríamos dando brinquitos de tap hacia nuestra terminal, mientras la cámara se va abriendo hasta tener una toma aérea con el letrero "The End" al tiempo que la estela de un avión formaría un corazón de algodón... FADE OUT.

La realidad fue mucho más aburrida y mucho menos cursi. Nadie nos pelamos unos a otros. El recorrido terminó en silencio. Diez minutos antes de las siete de la mañana todos nos bajamos del metro atolondrados y tropezando unos con otros, cada quien se fue a lo suyo sin final de película musical.

martes, 27 de mayo de 2008

Chasing Amy

Cuando uno tiene que estirar los viáticos el primero que se pone al brinco es el sentido común: ¿cómo es posible que comas en McDonald's estando en una ciudad tan global como Londres? Pues ya sé, qué mal siquiera pensar en echarme una Big Mac en vez de probar cualquier otra cosa, pero es que tengo que hacer rendir las 60 libras que traigo (140 dlls. aprox.) y todos los restaurantes que veo tienen el menú del día en más de 15 libras, sin bebida.

Afortunadamente caminé otras cuatro cuadras sobre Picadilly y llegué a un lugarcito que se llama Wasabi el cual tiene un letrero en la puerta en donde presumen ser la franquicia restaurantera japonesa más exitosa de Inglaterra. Ahí te sirven en un vaso de litro la mitad de arroz blanco con la mitad del guiso que escojas. Oinkole, entras como Bruce Lee y sales como Buda. Total de la engorda: cinco libras con todo y té.

Ya que tranquilicé el hambre seguí caminando por la ciudad. Mi principal meta era encontrarme en alguna esquina a Amy Winehouse ladrando alguna estupidez. Quiero verla para darle un abrazo y decirle al oído que no la friegue, que ya le pare a su peda y que no se muera. Estoy seguro de que ella huele a sopo, pero como quiera la daría un abrazote para darle ánimos porque recuerden que por cada Amy Winehouse que se nos muere, nace otra Avril Lavigne. Sí, qué miedo, por eso hay que procurar que los talentosos no agarren vereda fácil hacia la muerte porque luego nos quedamos con puro cantante chatarra.

Si ustedes son observadores habrán notado que estoy escribiendo hecho madre. Lo que pasa es que estoy hospedado en un hotel que está feo tirándole a pinche, que me cobra la conexión a Internet ocho libras la hora. Así que nomás entré al blog para saludarlos y para comentarles que a pesar de tanto monstruo que anda suelto yo estoy bien, como también espero que estén bien todos ustedes.

Volví a Londres. La última vez que vine le machuqué el dedo a un pobre anciano taxista y cometí otras torpezas. En esta ocasión (hasta el momento) ando impune de burradas, pero si hay cualquier cambio de actitud les será notificado próximamente. Cuídensennn.

miércoles, 21 de mayo de 2008

Otro monstruo

Yo no sé a ustedes pero a mí me da mucha tristeza lo que leo en las noticias. No sería raro que ése fuera uno de los planes del demonio, que poco a poco nos fuéramos invadiendo de tristeza porque en ese espiral hacia abajo renegamos más fácil de Dios y ponemos en duda su existencia.

Tampoco sé si este blog tiene una función específica. Comencé a escribir para intentar ordenar mis ideas y porque creo que nunca hablo bien de lo que siento y que me doy a entender mejor cuando escribo. Ustedes saben que nunca vuelvo a leer lo que escribí el día anterior porque tengo un nivel de autocensura tremendo que me daría pena, oso y chingadera leer lo que escribo y terminaría borrando muchos posts.

Lo que sí me pasa seguido es que cuando escribo siento una necesidad implícita de entretenerlos a ustedes que se toman unos minutos para abrir el blog. Por así decirlo, ustedes sin saberlo me inspiran a escribir lo que escribo porque es para ustedes, si fuera para mí mejor tendría un diario personal que escondería en mi cama nupcial de segunda mano (muy de IKEA, pero de segunda mano).

¿A dónde quiero llegar con todo este rollo? No lo sé. Quizá lo que quiero explicarles es que hoy no tengo nada entretenido para platicarles. Si fuera mago hoy no habría conejos en mi sombrero. Lo que hoy quisiera decirles es que nos urge rezar más al Dios que ustedes quieran (menos a la Santa Muerte, ¿eh?); y nos urge rezar porque el mundo se está llenando de monstruos.

Las indescriptibles noticias sangrientas de papás que matan a sus hijos ya no son notas aisladas que sucedían cada seis meses o cada año. No, ahora las chacaladas se dan todos los días. A cada rato el periódico se llena de bajezas capaces de dejarnos callados y quitarnos el hambre por días enteros.

Una vez leí en un libro de Luis Martín Descalzo que en este mundo amarillista es más noticia un hombre que muerde a un perro que los millones de hombres que sacan diariamente a pasear a sus perros. Creo que eso era antes, ahora la noticia sería que la nota roja trajera puros anuncios a falta de bestialidades.

Tampoco nos sirve odiar a quien comete el peor de los asesinatos porque ésa es otra trampa del demonio: convertirnos en eso que decimos aborrecer. Yo le apuesto más a la oración, y lo digo sin ese miedo idiota de parecer un "mocho" porque nada tengo de eso. Hoy los quiero invitar a que recemos más por aquellos niños que murieron a manos de sus padres, específicamente por ellos.

¿Imaginan el terror de ser golpeado hasta la muerte por la persona que debería ser nuestro máximo protector?, ¿cómo se van muriendo estos niños?, ¿qué irán pensando mientras, además del dolor físico, enfrentan el pavor de ver que sus propios padres los odian tanto como para torturarlos?, ¿quién recibe a estos niños en el cielo y cómo les explican su destino?.

En serio, con estos casos a mí se me quita el hambre y las ganas de hablar de mis problemitas mensos en este blog. Si ustedes conocen alguna sociedad de beneficencia que trate estos casos en la que yo pudiera ayudar por favor manifiéstense, pónganse en contacto conmigo. O mejor, si alguno de ustedes quisiera fundar un centro que sirviera para ayudar a víctimas potenciales de estos abusos yo me sumo a su esfuerzo. Si nadie se manifiesta, tendré que pensar en lo que yo puedo hacer además de rezar.

No quiero que llegue el día en que Mateo me pregunte porqué los adultos no hicimos algo para detener a este tipo de dementes. Quiero ayudar pero no sé cómo, ¿tú si sabes?.

Por nuestros hijos, sobrinos o nietos tenemos que lograr que este tipo de monstruos sean la excepción en nuestro planeta, pero no la regla. NO nos podemos acostumbrar a ellos.

martes, 20 de mayo de 2008

Ir a taquear

Lo más fácil es ir a la taquería de siempre en donde ya sabes qué vas a pedir y en donde ya conoces a qué saben y cuánto pican las salsas. Pero lo que a nosotros nos gusta es descubrir nuevos tacos, así que el sábado sin habernos bañado (muy importante) fuimos a recorrer los puestitos que tenemos cerca de la casa para experimentar.

Obviamente Mateo (foto) nos acompañó y le entró duro a uno de frijoles en harina. Si yo fuera una fregonada jugando futbol mi mejor momento como papá sería ver a mi hijo anotar un penalty contra Brasil, pero como a mí se me da más la taqueada que el futbol mi mayor satisfacción es ver a mi hijo levantar su primer taco.

Cada quien tiene sus propias reglas al momento de ir a taquear. Aquí les comparto mis 10 mandamientos para que la experiencia me resulte más placentera.
  1. El chicharrón se pide en harina, nunca en maíz.
  2. La amabilidad del taquero es directamente proporcional a la posibilidad de regresar. Esta amabilidad debe ser sutil, no exagerada, porque luego luego se nota el taquero que quiere adularte para engancharte. Por otro lado, los taqueros mamones hacen guisos impersonales, sin un "toque" especial, entonces hay que evitarlos.
  3. Perros y palomas son bienvenidos alrededor del puesto. Si a los animales se les antoja lo que ahí se sirve es un buen signo.
  4. El taco debe comerse parado o sentado en un incomodísimo banco, el cual debe estar cojo de alguna de sus patas para que mientras le muerdes practiques también el equilibrio. Las taquerías en las que te invitan a sentarte en un localito en el que siempre hace calor y en donde hay una tele con una película de los Almada no me resultan tan atractivas como las que están montadas en la calle.
  5. El taco se come allí mismo, recién hecho, eso de ir por tacos mañaneros y comértelos en tu casa no funciona para mí. Ir a taquear es una actividad placentera, pero debe tener cierto grado de incomodidad.
  6. El proceso es el siguiente: muerdes, masticas bien, pasas y luego tomas refresco. Los cochinotes muerden, mastican y antes de pasar el bolo alimenticio (¡gran palabra!) toman refresco para que en la boca se les forme una melcocha entre caliente y fría, y entre salada y dulce, que luego se tragan. Imaginen si el taco es de barbacoa y el refresco de es de uva.
  7. Los puestos que están cerca de hospitales, construcciones, escuelas u oficinas están casi garantizados. Las pick up que en la caja tienen la cocina son buenísimas. Si vas manejando y ves a mucha gente ansiosa rodeando a un taquero que no se da abasto, ahí detente.
  8. Todavía no inventan un producto que pueda anular el tufo de la cebolla mezclada con el cilantro. Hay leyendas urbanas de que si masticas papel se te va el aliento, o de que si te untas limón en la lengua y en las manos quedas como nuevo, pero nada funciona. Hagan el experimento de ir a taquear y luego masquen chicles y traten de no oler, pero métanse después a un elevador y la gente los va a voltear a ver con cara de : "Ehhh, taqueaste, ¿¿¿verdad???". Recuerden que este reclamo social es de pura envidia.
  9. Con dos salsas es suficiente, una buena roja y una buena verde. Esas taquerías fantoches en las que hay salsa de tamarindo con habanero y de chile ancho con crema de coco no me caen bien. Una vez en Acapulco me metí a un lugar en el que presumían tener las salsas más ricas y más variadas de la costa así que probé todas pero al final no supe ni qué comí.
  10. Yo evito la conversación porque las pláticas que se dan en torno al taco son siempre las mismas, la verdad es que nadie quiere hablar, todos están ahí para comer. Siempre habrá un chistoso que pida ocho tacos y una coca de dieta y sus compañeros de oficina se rían y hagan comentarios al respecto. O alguien que vea un perro pasar y diga: "Ahí va la próxima barbacoa". O el que llega con lente oscuro anunciando que le den el guiso más picoso para la cruda. O la señora en pants que ve que el taquero trae un buen carro y le dice a su comadre: "Mira manita, sí dejan los taquitos". Todos esos chistes y comentarios ya están muy sobados. Mejor coman y no platiquen y, lo más importante, siempre pidan uno de más porque nunca saben si podrán volver.

lunes, 19 de mayo de 2008

Sí me gustó

Es una de mis actrices favoritas desde que la vi extraviada en Tokio llenándole huecos existenciales a Bill Murray.
Ahora Scarlett Johansson se lanzó como cantante y le ha ido muy mal con los críticos gringos que, en pocas palabras, le han recomendado que mejor se dedique a la actuación. Pues quién sabe, pero a mí me gustó su rolita, el estilo y su teclado, así que no anden chingando.
Aquí les dejo la canción por si la quieren ver y oír. ¡Buen lunes!

viernes, 16 de mayo de 2008

La amargura no viaja en limosina

En medio de la espera vi pasar una Hummer-Limosina con un grupo de quinceañeras desmadrosas a bordo. Algunas de estas adolescentes sacaban sus cuerpos amontonados por el quemacocos y otras más iban aplastadas atrás del espantoso vehículo en una especie de lounge. Todas traían vestido color pastel, saludaban, gritaban e intentaban contagiar su "buen ambiente" a los amargosos oficinistas que estábamos en la banqueta esperando que algo o alguien nos recogiera de la rutina de entre semana.

Cuando las vi pasar los casi 35 años que tengo se me manifestaron y me transformé en un señor renegón. De pronto las quinceañeras se me hicieron muy chocantes y su celebración muy fantoche. Imaginé a un papá nervioso pagando la renta de la limo para que su hija pudiera pasearse por la ciudad encima de un carro más naco que la fachada del Rey del Cabrito.

Yo odio las limosinas y por eso no entiendo a la gente que cuando viaja a otros lados les toma fotos como si fueran una especie anfibia en peligro de extinción. Las odio tanto como odio Las Vegas aún sin haber ido. De ese tamaño es mi amargura.

Esa noche fui al Oxxo a comprar algo de cerveza. El cajero al cobrarme me preguntó si yo deseaba redondear los centavos. Le dije que no, porque estoy harto de donar mis centavos. Estoy harto de ser negocio para todos menos para mí. Estoy cansado de dar centavos a obras de beneficencia que nunca veo, nadie me deja en mi casa un recibo ni me avisa de que gracias a mi redondeo Fulanito Hernández Juárez de cinco años ya tiene computadora en su salón.

¿Desde cuándo el Oxxo y todos los supers son tan altruistas?, ¿qué tanto les beneficia a ellos ese redondeo?, ¿qué tanto jinetean nuestros centavos convirtiéndoles, ya en masa, en cientos de miles de pesos? Estoy a favor de dar, de ayudar, pero no estoy a favor de seguir enriqueciendo a los intermediarios de estas "obras benéficas".

No encuentro aún el hilo o la relación entre las limosinas y el redondeo, pero supongo que en algún lugar de mi cerebro estas dos experiencias se unen produciéndome cólera.

Imagino a la mente "creativa" que se le ocurrió hacer negocio con la fantochés rentándole limosinas a los clasemedieros que con eso se sienten reyes o reinas por un día. Viajar en esas naves de lujo charro, me imagino, les otorga una especie de fantasía de poder aunque en el trayecto caigan en todos los baches del mero San Luisito y huelan el apestoso suspiro de una ciudad planeada con las patas. Una limosina pretende ser una unidad primermundista aislada abriéndose paso en el tráfico cuartomundista que padecemos en Monterrey.

Al mismo tiempo imagino a la mente "creativa" que se le ocurrió hacer negocio con nuestro redondeo inyectándonos la culpa de que si no lo hacemos somos unos codos insensibles.

Sé que hay gente que leerá esto y pensará que esas quinceañeras sólo querían divertirse y que yo soy el amargado. A lo mejor sí, ellas no tienen la culpa de mis complejos o prejuicios como tampoco tiene la culpa de mi amargura el dueño del Oxxo que deduce sus impuestos gracias a nuestros centavos donados.

A lo mejor mi problema es que no me he aprendido las reglas del juego. En vez de escribir esto debería de estar pensando en cómo hacer dinero a costa de vender magia kitch a los pubertos, o a costa de mover el espíritu dadivoso de aquellos afortunados a quienes todavía les sobra aguinaldo.

Seguramente mi pecado es ser tan tarado como para no ver las potenciales minas de oro que hay a mi alrededor, mientras que mi penitencia es vivir en el ya merito poniendo cara de no me alcanza.

miércoles, 14 de mayo de 2008

El primer beso

Como ya lo dije, la paternidad te pone de frente con cualquier tipo de fluido humano.

La otra noche le di a Mateo una fuerte dotación de uva verde que es una de sus frutas favoritas. -Mira qué bien se las come-, le decía yo emocionado a la Maga. Se echó un racimo entero y hasta ahí todo bien. La mañana siguiente fue una de ésas en las que me tocó cambiar el pañal. Se sentía pesadito pero aparentaba ser sólo pipí (nada más alejado de la realidad) así que lo abrí con entera confianza. "¡Ahhh su pinche madre!" es una expresión que queda corta. Aquello tenía aspecto como de un apestoso curry de uva en el que se identificaban bien algunas piezas aún sin digerir, olía como a vinagre de manzana (aunque eran uvas) echado a perder.

Utilicé cinco toallitas húmedas para limpiar la zona, sentía cómo el hedor caliente se me metía por la nariz, me rebotaba en la nuca y de ahí se esparcía por todo mi cerebro hasta salirse por mis ojos. No es broma, el pañal era un sauna, como cuando abres el pescado que has cocinado con papel aluminio y sale vapor, era como un sobre bonito con ántrax en el interior, por fuera lucía indefenso pero adentro vivían el diablo y el monstruo de la laguna verde. Ese Huggie era como un chihuahueñito muy mordelón, por así decirlo.

-Qué exagerado eres-, me dijo la Maga, quien como toda mujer tiene la habilidad de oler caca y guardar la calma mientras se unta crema en las manos o se pone los zapatos. A los hombres la peste nos inmoviliza, nos entorpece (¿más?) y nos ataranta.

Saqué el pañal de la casa, no merecía estar en ni un basurero de adentro, era algo descomunal. Me hubiera gustado ser campeón de tiro de bala para lanzarlo hasta la Huasteca. Por más que le platico esto a mi mamá o a mis amigas se me quedan viendo como si fuera yo un principiante, ¡y no lo soy!, creo que ya merezco el nivel de avanzado en estas tareas putrefactas del cambio de pañal.

Ya me aventé cuatro párrafos y un renglón hablando de la caca extraordinaria de mi hijo. A veces pienso que si un terapeuta se mete a leer el blog descubrirá en mí una especie de fijación por el excremento. ¿Estaré enfermito?, quién sabe, pero yo no quería extenderme tanto en ese capítulo del pañal.

Lo que yo quería era que ustedes sacaran sus calendarios y apuntaran en tinta roja que ayer, 13 de mayo del 2008, Mateo dejó de hacer lo que estaba haciendo y caminó hacia mí para darme su primer beso. No fue tronado, sólo acercó sus labios y me los puso en la parte del cachete izquierdo en donde no tengo barba. Acompañó la faena con un abrazo partido (sólo con un bracito) y luego se alejó regalándome una de sus sonrisas tipo Bugs Bunny.

Ese beso vale más que 100 pañales con todo y el vinagre de uvas tóxico. La paternidad es eso, es la unión de lo más bello con lo más horrible en donde siempre gana lo primero. Soy feliz.

lunes, 12 de mayo de 2008

Hablando de maestros

En las horas libres me gustaba ir a su oficina a platicar. El ritual era siempre el mismo: yo tocaba la puerta y escuchaba desde el interior un "adelante" y entonces abría y me lo encontraba revisando exámenes pegado a sus walkman.

Aunque él no era muy amable con la mayoría de sus alumnos creo que yo no le daba el suficiente asco como para inventarse una excusa con la que pudiera correrme de su espacio. Al contrario, siempre que iba a visitarlo me invitaba a sentarme y se quitaba los audífonos para escucharme. Hablábamos de todo, de autores, de fotos, de mujeres, de escribir, de películas, de béisbol, de la sociedad, de los complejos, del odio al sistema, de la codependencia a ese mismo sistema, de todo...

Él era un maestro diferente a los demás. A veces dejaba que sus alumnos se pusieran ellos mismos la calificación que creían merecer. Los muy vivos se ponían dieces, pero yo me auto recetaba un ocho, (aunque a veces merecía el diez por la atención que le ponía y las ganas que le echaba a las tareas). Sólo nos dio una materia en toda la carrera, pero yo me metí de oyente a otras clases que él daba porque me gustaba mucho su manera de explicar las cosas.

Aprendí mucho de él, pero la lección que más recuerdo sucedió una mañana en la que andaba yo muy contrariado porque me habían cambiado de salón y me sentía como chacha recién llegada a la ciudad, "no me hallaba" en ningún sitio. Entonces fui a su oficina y él notó de inmediato el desalojo de mi tranquilidad.

-¿Qué traes?, preguntó.
-¿Pues es que me cambiaron de salón y no me gusta el ambiente?, contesté. (Bien menso mi problema).
-¿Por qué no te gusta el ambiente?, insistió.
-¿Porque no me caen bien mis nuevos compañeros?, dije muy segurote.
-¿Y ya te preguntaste si les caes bien a ellos?, dijo y me dejó callado.

Era cierto. Yo estaba viendo la situación cómodamente sólo desde mi perspectiva. Juzgaba el exterior sin notar que probablemente estaba haciendo algo mal como para que mi nuevo salón me recibiera con rechazo. Quizá lo que yo quería era que todo un grupo se adaptara a cuando el que debía adaptarse era yo. Desde ese momento comencé a tener otra actitud con mis nuevos compañeros y con el tiempo me gané su confianza y generé buenas amistades.

Perdón, ya se puso muy motivacional este post. Ya me caí gordo. Lo único que quería era destacar lo que un buen maestro puede hacer por sus alumnos. Muchas veces el aprendizaje no está en el pizarrón, sino en los consejos que a nivel personal puedes rescatar por parte de tus profesores. Ahora que hago memoria, mis mejores maestros fueron aquellos que me hablaron off the record de la vida, aquellos que dejaron de lado lo que los libros o los manuales decían y que me hablaron "al chile", los que me vieron como una persona y no como un número de lista. Estimé más a los maestros que se mostraron conmigo como humanos imperfectos con más preguntas que respuestas, y no a los que parecían robots infalibles repitiendo con lujo de detalle las definiciones de un libro.

viernes, 9 de mayo de 2008

A la Maga

Dos rayitas rosas se pintaron en la prueba. No podía haber error: la Maga estaba embarazada.

"A poco sí se ven las dos rayitas, ¿verdad que no?", me preguntaba incrédula esperando que yo apoyara su alucine de ver sólo una rayita, pero no, eran dos. Entonces la Maga empezó a llorar, pero no eran lágrimas de felicidad sino de angustia, de negación, de no mames estoy muy chica y tengo muchos planes todavía. Era un llanto de miedo a enfrentar la maternidad sabiéndose aún incapaz para recibir ese paquetote.

Les confieso que me desanimó un poco su reacción porque aunque yo también estaba traumado con la noticia, esperaba que mi esposa estuviera saltando de alegría, pero no, ella tenía miedo, mucho miedo.

Estábamos hospedados en un hotel de Parras junto a muchos amigos porque habíamos ido allí a una boda. Cuando a los pocos minutos de hacer la prueba corrió el rumor embarazoso todos vinieron a felicitarnos y a abrazarnos por la noticia de que Mateo ya estaba fecundado. Era domingo a mediodía, hacía un día estupendo, soleado pero sin calor. Varias parejas abrimos botellas de vino tinto y celebramos tumbados en los jardines de Casa Madero. La Maga seguía ida, ausente.

Nuestro plan eran escribirle a la cigüeña hasta después del quinto año de casados, pero Dios tenía otros planes para nosotros, así que antes de cumplir nuestro tercer aniversario de bodas visitamos al ginecólogo para ver el primer ultrasonido. Con todo y que ya habíamos hecho una prueba de sangre que terminó por confirmar el embarazo, la Maga continuaba escéptica.

Edgardo, el doctor, salió muy animoso y nos saludó como si ya nos conociéramos, luego invitó a la Maga a acostarse para llenarle su vientre planísimo de gelatina y le apuntó con una pistola muy fea. En el monitor se veían imágenes espaciales, manchas, ondas negras y grises. A lo lejos una estrellita parpadeando, pero nada interesante. En eso el ginecólogo volteó con mi mujer y dijo: "Estás bieeeeen embarazada, felicidades, ¿quieres oír el corazón de tu bebé?". Entonces le subió al aparato y se escuchó el latido de Mateo, caballos galopando, un tambor mal afinado, una percusión desentonada pero con buen ritmo, ton, tun, ton, tun, ton...

La Maga lloró y se le torció la boca hacia abajo. Ésas sí eran lágrimas de felicidad. Nos tomamos de las manos como dos náufragos que van en balsa y que se abrazan mientras ven que ahí viene una ola gigante. Lentamente empezamos a masticar la idea de que íbamos a ser papás de "algo" que ya tenía corazón.

Hay tantas historias en torno a Maga y a Mateo que es imposible redactarlas en un solo post. En éste quiero hacerle un homenaje a mi vieja con el pretexto de que mañana es 10 de mayo.

En Monterrey la maternidad se ha convertido, para ciertos sectores, en una experiencia cómoda. Ya no hay partos, hay cesáreas; ya no hay leche materna, hay fórmula; ya no hay mamás detrás de sus hijos, hay enfermeras privadas o sirvientas detrás de los hijos de los patrones. No me dan ganas de criticar eso, pero sí de hacerle mención honorífica a la Maga y a todas esas chavas que por convicción o por falta de presupuesto (como es nuestro caso) le han entrado a la joda de ser mamás plenamente, sin otra ayuda que el instinto.

La Maga se aventó un embarazo impecable. Todavía en los últimos días trabajó en la obra regañando albañiles crudos (es arquitecta). Su trabajo de parto duró 24 horas con contracciones más elevadas y más continuas que el promedio de los partos, según nos dijo el doctor. La Maga aguantó un día entero si pedir cesárea.

Le dio leche materna a Mateo durante cinco meses, nada de fórmulas. Se desveló, se levantó y se volvió a desvelar. Nunca recibió gran ayuda de su mamá ni de su suegra más que la elemental. No atormentó al pediatra con llamadas a cada rato. Además la señora del aseo nos abandonó desde que llegamos del hospital alegando que se sentía mal y que traía "gómito". Así que además de todo el circo de pañales se encargó de tener la casa limpia y ordenada.

La Maga va a las piñatas sin otra ayuda que "Mary" como fue bautizada la carreola de Mateo. Mientras las otras señoras se la pasan sentadotas comiendo zanahoria y jícama partida o palomitas muy a gusto porque las "chachas" les cuidan a sus hijos, mi vieja se mete a jugar con Mateo, está al pendiente, lo cuida de cerca.

Estoy completamente seguro que mi hijo es un niño sano gracias al embarazo impecable que tuvo su mamá, a su alimentación y a su carácter. Maga nunca se apanica, y si ustedes la conocen sabrán que sus amigas y vecinas le llaman para preguntarle cómo hacerle ante tal o cual situación con sus bebés. ¿Estoy diciendo que mi vieja es una chingonada? Sí.

Y tampoco crean que es una mamá sobreprotectora y que Mateo depende de ella para todo, no, al contrario. La Maga ha logrado que nuestro hijo sea un hombrecito independiente que se divierte sin contratiempos en cualquier sitio y en cualquier ambiente. Desde los tres meses duerme solito en su cuarto, apenas con un monitor a su lado para escucharlo si llora, pero nada más. Cero reflujos o alergias, nada de antibióticos.

Ahora la Maga está cansada porque se ha entregado entera. Además su mamá (mi suegra) está muy enferma y por eso se juega la batalla contra dos frentes: ser buena hija y ser buena madre al mismo tiempo. No tenemos una vida cómoda, pero por lo menos tenemos un hijo sano y feliz. Salimos adelante en esta etapa de papás gracias en gran parte a mi esposa, a quien desde hoy quiero felicitar por el Día de las Madres. Allá afuera sé de muchas mujeres que se la parten igual o peor, y para ellas también son estos renglones.

La Maga comenzó negando su maternidad aquélla vez en Parras. Lloró y lloró. Pero ahora es el ejemplo más cercano que tengo para confirmar eso de que el amor que una madre siente por sus hijos es el más grande del mundo. Aunque suene cursi y publicitario es cierto. ¡Felicidades, chula!

jueves, 8 de mayo de 2008

Check Out

Después del mediodía uno se va sintiendo forastero en el hotel en donde hace unas horas era huésped distinguido.

Tras hacer el check out caminar por aquellos pisos de mármol parece inapropiado porque te sientes como un arrimado. Los gorditos de la recepción siguen siendo cordiales contigo, pero de golpe se les ha borrado la amabilidad extra que tenían antes de que entregaras la llave de tu ex habitación.

Yo soy un ciudadano de Holiday Inn para abajo, pero gracias a mi trabajo he visitado unos 15 hoteles ostentosos en los últimos cuatro años, sitios en los que jamás hubiera pasado una noche si el gasto corriera a cargo de mi cartera. O sea que soy un consumidor de hoteles de lujo que saluda con sombrero ajeno.

Antes de que llegue el Super Shuttle que me llevará al aeropuerto, me meto a echar el último cague de viaje (siempre hay un último-último) al baño del lobby (siempre vacío, ¡bien!) y entonces me pregunto si no habrá una cámara que me vigila. Después de todo no tendría yo nada que estar haciendo allí, pues ya hice el check out y ya no pertenezco a la élite de los que siguen hospedados.

Saliendo del baño me quedo sentado por más de una hora en el lobby, que es una especie de mueblería ecléctica en la que hay salas de cualquier diseño y sillones con todos los tonos de café y verdes que puedas imaginar. Soy un ex huésped y por eso envidio a los que siguen registrados; me siento celoso de la libertad con la que se mueven, entran y salen en las mejores y peores fachas. Algunos se pasean en traje de baño y hay otros en pantalón de vestir y corbata, nadie ni nada puede obligarlos a seguir una regla de etiqueta porque por el momento son los "dueños" del hotel.

En cambio yo, el ex huésped, debo comportarme y descartar la idea de subir los zapatos al sillón para evitar que los empleados de seguridad desquiten su sueldo. En unos minutos me iré, ya no soy prioridad para nadie, si acaso el encargado de los equipajes sigue muy atento conmigo quizá esperanzado a que le saque mi último billete de a dólar. Ningún otro lugar como los hoteles para descubrir la diferencia entre pertenecer y no pertenecer.

Mientras estuve registrado en la habitación 634 me bastaba con levantar el teléfono y apelar al “Hello, I’m Mr. Gúzman” (sí con el acento en la “u”) para que mis deseos fueran órdenes. Los empleados más aplicados, como Luis el de la barra, se aprendieron mi apellido y me saludaban en español. Decían: ¿"Cómo amaneció hoy, señor Gúzman?, ¿va a querer ver el menú o mejor le platico lo que nuestro chef ha preparado?". ¡Oh!, la vida lujosa de a grapa es una prestación valiosísima de mi chamba.

Pero con el estigma de haber hecho ya el check out soy la antiprioridad de Luis y Compañía, pues ahora ellos tienen otras necedades multirraciales qué satisfacer.

Afuera la ciudad, cualquiera, puede hacerte click o no, puede gustarte o no, pero un hotel si es bueno se distingue por abrazarte a tu llegada y hacerte sentir bienvenido, único e importante. Lo malo es que a la salida, después de un "esperamos que haya disfrutado su estancia con nosotros" se acaba el encanto y te sientes como un Sultán que acaba de despertarse de un sueño y que ahora debe reincorporarse a la cultura de los esfuerzos. Sin el respaldo de "tu" hotel regresas a la vida real a pelártela.

¿Qué le dijo Jesús a Lázaro?

Aliviánate, aliviánate...

martes, 6 de mayo de 2008

Cuatro temas

Pido perdón a los lectores que les da flojera leer porque este post es medio largo, pero es que amanecí rollero.

PRIMERO.- Muchas veces después de aventarme la orinada de las tres de la mañana regreso a la cama con una terrible imagen, cuando volteo a la cama y me doy cuenta que me casé con una cabeza redondita (como pelota de tenis) que apunta hacia el techo con un rictus de momia.

La Maga se tapa hasta la barbilla, y entonces toda la cama se convierte en una serie de arrugas de edredón que forman un arcoiris café cuyo centro es la cara de mi esposa. No le veo su cuerpo ni las curvas de su feminidad, solo veo montículos de sábanas, medusas de tela y encima de la torre de almohadas su cráneo de manufactura peruana. Me siento como esa escena de El Padrino I cuando un tipo se despierta a lado de la cabeza mutilada de un pura sangre. Yo odio taparme desde que era niño porque en casa de mis papás había unas colchas tan pesadas que parecían rellenas de pluma de avestruz y con las que mis pulmones asmáticos se sentían prisioneros. Por eso me acostumbré a dormir a pelo, destapado sin importar que haga frío.

En cambio la Maga es fanática del empalme. Me llama la atención que sin importar cómo esté la temperatura exterior, ya sea durante un verano asfixiante o una primavera bochornosa, mi esposa disfruta la claustrofobia horizontalizada. Cosas de casados, ay ay ay.

SEGUNDO.- Josef Fritzl, el austriaco loco que encerró a su hija durante 24 años y que tuvo hijos-nietos con ella, se aventó una mexicanada muy buena al decir que si él hubiera querido habría matado a todos y que así nadie se hubiera dado cuenta y no se hubiera hecho tanto pedo al respecto. Es decir, según este señor un hecho macabro no es tal hasta que alguien más se da cuenta, por eso digo que su caso y su ideología ejemplifican el mexicanísimo dicho de "Pena es robar y que te cachen". Los mexicanos así nos manejamos, en lo oscurito podemos ser bien mañosos y durar así toda la vida. O sea, lo vergonzante no es andar de pedófilo, ladrón, asesino, narcotraficante, golpeador de mujeres o drogo, lo vergonzante es que los demás se den cuenta. Me imagino que éste es el génesis de nuestra costumbre a dar mordida, a cualquier escala, porque dando mordida nos arreglamos en lo oscurito mientras aparentamos ser ciudadanos respetables a los ojos de nuestros vecinos.

TERCERO.- Ya que hablo de mexicanadas se me ocurre pensar que los grandes males de los mexicanos se reflejan en las pequeñas costumbres de los mexicanos. Un ejemplo. Un día fui al Pollo Loco de Santa Catarina y me encontré con el pópulo característico de la región: familias grandes llegando en camionetas tipo carcacha-legalizada con vidrios polarizados. Me vale madre convivir con cualquier tipo de escenario social, ése no es el punto, lo importante fue lo que vi después. En estos restaurantes hay una barra en donde ponen salsas, servilletas y totopos a granel para que los consumidores del pollo asado se sirvan. Me llamó la atención que muchos padres de familia agarran todos los totopos que sus manos y abrazos puedan sostener. ¡Total, son gratis! y chinguesumadre, aunque no nos los comamos vamos a partirles en su madre a los totopos y de paso al restorán por putos, me imagino que es su lógica. Luego ves las mesas y hay montones (no exagero) de totopos llenos de salsa (que también es "gratis" y por lo tanto hay que aprovechar) que se quedan ahí, humedeciéndose, intactos, nadie se los come, pero el chiste del mexicano es agandallar cuando se pueda.

Otro ejemplo. Una señora medio fresa que trabaja aquí se estaba quejando el otro día en el elevador del cochinero en que está convertido el Parque de la Huasteca a donde cada fin de semana llegan los caguameros a echar desmadre con sus grabadoras y a tirar basura entre los mezquites. No puede ser, decía la señora, que el único espacio bonito de Santa Catarina esté en esas condiciones. Alguien del elevador le preguntó que si ella había visitado el Parque alguna vez. "No, nunca", contestó. ¡Ajá!, así somos los mexicanos quejosos, nos metemos (según nosotros) a defender aspectos de la patria sin conocer el tema. Nos quejamos de lejitos, porque así es más cómodo que al momento en que nos pidan nuestra ayuda para resolver los problemas nos hagamos güeyes. Me imagino a una señora fresa de Suecia, por ejemplo, yendo a algún parque público de su ciudad primermundista y notar que hay basura. Me imagino a esa señora fresa recogiendo algo de basura y mandando una carta a su Alcalde para solucionar el problema. Me la imagino también organizando a sus vecinas para hacer brigadas de limpieza y exigiéndole al administrador del parque multas severas a los que tiren basura, así como una cuota alta para que sólo entren los que puedan cuidar el entorno. Luego me la imagino como mexicana y la fórmula no me resulta porque aquí se vale la crítica, pero no la acción, porque aquí siempre tenemos otras cosas más "importantes" que hacer como acumular riqueza (poca o mucha) para después gastarla viajando a otros países en donde (allá sí) respetaremos las leyes y el medio ambiente.

Un ejemplo más. En los baños de la empresa en donde trabajo hay dos recaditos que dicen: "Por respeto a tus compañeros, bájale" y "No tires papeles o chicles en el mingitorio, por favor usa el basurero para eso". Estos mensajes son puestos por el personal de intendencia que ya está harto de que los que allí meamos no le bajemos al mingitorio y que éste se quede lleno de mierda amarilla, pelos y chicles que terminan por taparlo. Yo me pongo a pensar que todos los usuarios del baño, se supone, tenemos una carrera universitaria y recibimos una más o menos cuidada educación. Entonces, ¿por qué es imposible para nosotros los "empleados educados" bajarle al baño? En primer lugar creo que por el asco de tocar la palanca que desata el sistema de agua y que seguramente ha de tener una que otra bacteria urinaria ajena. Lo que tenemos que hacer los que sí le bajamos es accionar la palanca con el codo que está protegido por la camisa y así evitar el contacto directo con la zona "infectada". Hay otras maneras de hacerlo cogiendo un pedazo de papel para bajarle o ya de plano hacerlo sin protección y luego correr a lavarte las manos con jabón extra. Lo que me preocupa es que hay algunos que no le bajan luego de hacer sus cochinadas porque saben que los intendentes están ahí para hacer ese trabajo sucio y que "para eso les pagan". En este caso nos estamos enfrentando a la mexicanada más nociva de todas: No hacer lo que tenemos que hacer porque finalmente algún otro pendejo lo tendrá que resolver.

CUARTO.- Dios quiso que Mateo siguiera siendo el Rey. El bebé que mi hermana está esperando será niña por lo que mi hijo (el más amado) seguirá siendo el único niño-monarca de la casa, hasta ahora. ¿Un pensamiento muy machista?, sí, perdón, pero viva el Rey.

Se busca

Un grupo de ociosos entusiastas estamos muy interesados en encontrar al doble de Jo-Jo-Jorge Falcón.
Si conoces a alguien que se parezca a este comediante, por favor mándame su foto y sus datos al email que aparece a lado izquierdo de este blog.
Hasta el momento el único valiente que ha mandado su fotografía es mi amigo Daniel Guzmán, mejor conocido en Puerto Aransas, TX, como "Lalín", y en Monterrey como "El Dany y sus Mentiras".
Las inscripciones del concurso están abiertas. Participen.

lunes, 5 de mayo de 2008

Eva tentó a Adán (otra vez)

Hoy me hubiera gustado hacerle mucho caso a mi mujer.
Habíamos terminado de comer.
Yo andaba con la panza en forma de gota porque me serví tres veces.
Los ojos me ardían de sueño.
Voltee a ver el reloj de la cocina.
Faltaban 15 minutos para las tres.
Me llevé las manos a la cabeza y exclamé:
- Chingado, ya me tengo que ir a la oficina porque tengo un chorro de trabajo-.
- ¡Pues no vayas!-, me aconsejó la Maga con unos huevotes que ya los quisiera para mí.
No le hice caso, aquí estoy sentado en mi cubículo con mucho trabajo y con muy poca voluntad.

Aviso a los usuarios

El otro día un cariñoso lector me dejó aquí un comentario y como casi nunca recibo comentarios (no es queja) me emocioné y lo abrí rápidamente. Nuestro amigo, el cariñoso, no me mandó un saludo, tampoco una felicitación y menos una sugerencia; lo que este güey mandó fue un pinche virus que estuvo a punto de incendiar mi computadora. Por suerte pude detener la plaga virtual antes de que estallara el monitor, pero la verdad sí me saqué un pedo.

¿Me imaginan hablando al departamento de sistemas de la empresa para avisarles que mi máquina está echada a perder porque quise abrir un comentario en mi blog que traía virus?. ¿Se imaginan mi cara de loser mientras le explico a una persona de sistemas que yo soy un ciudadano sin enemigos (creo) que se porta bien (ya pagué mis impuestos) y que en este blog intento no echarle a nadie (¡lo intento!) para no hacerme de envidias, rencores, resentimientos y malas vibras?

Lo peor hubiera sido que ustedes, que hacen el favor de leerme sin otra intención que entretenerse, se hubieran infectado también.

Qué bonito y qué motivante es tener la certidumbre de que siempre hay alguien a la redonda con ganas de joderte. Me encanta imaginar mi mundo con millones de personas como ésta que mando el comentario viral que aprovechan el anonimato para chingar la madre.

Por culpa de este lector mamón tuve que instalar un moderador de comentarios con el que primero puedo ver el contenido de los comentarios y luego decidir si los publico o no. Qué hueva, ya sé, me siento como maestro Lasallista desconfiando de sus alumnos y aplicando esa fácil regla para someter a un grupo que dice: por uno la llevan todos.

Bueno, creo que eso es todo por el momento. Vengo librándome de una cruda que no me deja en paz desde las primeras horas del domingo, ya rompió récord esta resaca (nunca digo "resaca" pero no quería repetir la palabra "cruda" en un mismo párrafo). Bueno, a las seis personas que me escriben por aquí (Pía, Marito, Luis, L, Yola y Paco), ya saben que sus comentarios no saldrán a la primera, pero a la segunda sí. Ya es lunes y yo sigo cantinfleando.

Por cierto, ¿a ustedes no les daba tristecilla la música con la que empezaba Cantinflas Show? A mí de daba mucha grisería.

viernes, 2 de mayo de 2008

Cacamovil

¿Qué prefieren?

a) Tener el carro más sucio de la cuadra.

b) Tener el carro más zurrado de la colonia.

c) Tener el carro más sucio y más zurrado de la ciudad.

Si ustedes conocen a algún ecologista que ande triste porque en Monterrey ya no hay pájaros, diganle que yo le presento a la Maga que tiene la puntería de estacionarse justamente debajo de las únicas palomas cagonas que quedan.