
El 
cariño o la
 indiferencia que la gente le tiene a los
 animales es como una cirugía plástica mal hecha: se 
nota.
Al menos yo puedo 
diferenciar a los seres humanos que tienen 
mascota de los que no la tienen. Ni unos son 
mejores que otros, pero los que se comprometen a 
cuidar, 
respetar y 
mantener a un animal y además 
tratarlo como un 
miembro más de la familia son personas más 
completas, en mi muy humilde y debatible opinión.
He visto familias emocionadas con la llegada de un 
cachorrito a la casa, pero luego con el estrés diario, la acumulación de 
cacas y el consumo de tiempo de los hijos, el perro poco a poco termina 
aislado, haciéndose amigo del 
bólier en el patio, o peor, de la antena del 
sky en el techo. Otros perros acaban regalados a ranchos (porque
 allá sí tiene espacio para jugar, es la barra) o alguien "los pierde" de repente.
Ramona fue nuestra hija única durante casi dos años antes de que 
Mateo llegara a escena. Admito que ha sido muy difícil para nosotros (más para mí) tener un tiempo del día para 
dedicárselo a nuestra perra, y que muchas veces reniego de ella. Pero también admito que nada se compara a ver la 
relación que han desarrollado 
Ramona y 
Mateo. Los dos juegan, se revuelcan, se buscan, se llenan de 
babas. Se tratan con cariño; él es más tosco y ella es más cuidadosa.
Recuerdo cuando llegamos del hospital con 
Mateo recién nacido y la 
Maga le dio a 
Ramona unos calcetincitos que 
Mateo había usado en los cuneros para que ella fuera conociendo su olor. No les puedo describir a detalle la 
emoción que tenía "
Ramis" la primera vez que lo vio envuelto en sábanas y la primera vez que le 
lamió sus piecitos. Lloraba emocionada cuando lo veía.
Esa semana de adaptación fue la misma en la que 
Ramona se rompío uno de los 
ligamentos de su pata derecha trasera. La pobre cojeaba, entonces la llevé al veterinario y éste me salió con la 
novedad de que era necesario operarla y ponerle una 
prótesis, pues con el tiempo podría perder la pata. Qué 
padre, qué 
bonito, qué
 chulada. El chistecito me salió en 
4,500 pesos, es decir, más de lo que me cobró el 
pediatra que recibió a 
Mateo. Además debíamos hacerle curaciones y tenerla muy 
consentida (a la muy perra).
Ahí supe que las mascotas son un paréntesis de 
alivio en nuestra vida, pero también son una 
joda. Sin embargo, y aquí los que tienen perro me van a 
entender, las mascotas son una 
joda que vale la pena. Son como el 
trabajo, el 
matrimonio, los
 hijos o el 
ejercicio: todas son 
jodas que valen la pena.
La desventaja que tienen los perros es que en esa relación
 hombre-perro la decisión de fidelidad siempre la tiene el hombre pues los perros, me consta, son fieles hasta el final. En otras palabras, es el hombre quien primero se
 cansa y se 
aburre del perro, no al revés.
Ay, 
cabrón, ya me extendí demasiado. Yo lo que quería era 
recomendarles que renten la película 
El Perro (foto). Es una cinta argentina buenísima, pero advierto que es una de esas historias en que no pasa nada 
explosivo ni 
espectacular. Tuve la suerte de conocer a 
Margarita Jusid, quien se encargó de la 
dirección de arte de este filme y me platicó que todos los que ahí salen 
no son actores profesionales sino personas comunes y corrientes que el director fue escogiendo en un largo 
casting. Yo no lo podía creer, pues a mí lo que me gustó más fueron precisamente las 
actuaciones.
Bueno, si pueden véanla y otro día seguimos platicando de 
perros, porque el tema da para mucho.