viernes, 27 de diciembre de 2013

Mi batalla

Hoy en la mañana me agarré a madrazos con mi edipo; no parece que le vaya ganando, pero al menos ya prendí la luz, ya sé dónde anda, y ya vi dónde centrarle los derechazos. Nos alumbra el mismo fuego, hemos hecho el mismo camino, pero ya estuvo bueno; ya quiero ser; me urge ser.

Destetarse no es mudarse de techo en techo según a como venga la renta; no es comprar departamento, no es titularse ni agarrar un empleo; madurar es cambiarse los pantalones cortos por los largos; es ser lo que seré al dejar de ser ese niño que todavía soy.

Y en el fondo, en las orillas, en el codo de esta tubería flota la certeza de que todavía la extraño, sin que esto quiera decir otra cosa que eso: la extraño. Ayer mucho.

Rolita por favor.-


lunes, 25 de noviembre de 2013

Se7en

Hoy hace siete años los involucrados estábamos todos turulecos en el hospital esperando el primer grito de quien sería el llorón más simpático de aquél día. La madre del crío aguantó vara en un parto que duró 24 horas. Afuera del cuarto se ...montó un plantón estilo los maestros de Oaxaca, pero lleno de familiares y amigos cariñosos y amables. (Nene en primera fila). Ves a tu hijo nacer y ves a Dios. Con el tiempo entiendes el significado de la palabra "bendiciones", te acostumbras a maldormir y a oler poposes y pipises. La paternidad es entre otras muchas cosas una estimulante incomodidad. Ahí te la llevas entre culpas por jamás dar el ancho según las méndigas exigencias propias o ajenas, y ahí estás todo los días bañado de asombro porque el bebé abre los ojos y te sonríe. La forma más natural de volver a confiar en la especie humana es teniendo un hijo. Y ahora sí, de repente te importa mucho que el mundo sea un lugar mejor para ese pedacito de caos que nomás demanda comida, tiempo, bici y nintendo. Todo mi agradecimiento a la Maga por cofundar mi mayor tesoro. Todos mis besos de hoy son para Mateo, mi hijo, el más amado.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Vida corta

No está padre vivir tan rápido y tan poco. Una vida no basta. ¿Durar ochenta años?, ¿cien? Mi vida será apenas un aplauso entre la eternidad. La mayoría de los árboles que conozco seguirán de pie cuando mis bisnietos aprendan a leer y sea yo sólo un huésped vitalicio en el nicho de una iglesia. Puede que me sobreviva una foto o un recuerdo, pero cualquier puente peatonal durará más que yo. -Suertudo concreto-. Fuera del tiempo que he perdido sacando un trámite burocrático (la cartilla militar, por ejemplo) o el que he invertido buscando la aprobación de alguien, todo lo demás ha valido la pena vivir.

jueves, 14 de noviembre de 2013

viernes, 8 de noviembre de 2013

No es de cristal, pero sí es transparente

Mateo es un niño feliz, bromista, animalero y muy distraído. Le cuesta trabajo enfocarse cuando hace la tarea y por eso cada día la termina en tiempos extras. Todo el rato quiere jugar, invitar amiguitos, construir legos, andar en bici, subirse en el toro mecánico de mis piernas o recibir cosquillas. No es el más aventado de los niños, es precavido, en ocasiones tímido y hasta penoso. Se la pasa chiflando. A veces saluda y a veces no; igual se le van las cabras o puede fijarse en detalles minúsculos. Da cariño, pero nunca empalaga; tiene un precioso corazón, pero no es el niño altruista que la onu estaba esperando. Le gusta esconderse, que lo asustes, que lo cargues, que lo sorprendas. Te corrige si te equivocas, te taponea si lo ameritas. Cuando se frustra se le enrosca la boca. No le desea el mal a otros niños, no golpea, no agrede, no conspira. Mateo es un niño que se adapta a los cambios, que ha lidiado con su propia guerrilla, que ha digerido la "y" griega, y que va transitando en dos caminos paralelos que no se juntan. Mi hijo ha estado por arriba de las circunstancias sin que ello quiera decir que ha estado exento de sufrimiento. Todos los días pido a mi madrina, María, le conforte su corazón, que Ella entre en esos probables huecos de dolor que mi niño quizá todavía guarda y que lo ilumine para que sea cada vez más fuerte. Dicen que uno tiene que estar bien para que el entorno y los demás puedan estar bien. En mi caso, si veo que mi hijo está bien, yo me siento bien y me dirijo a lo mejor. Mateo no es un niño de cristal, pero sí es transparente.

lunes, 28 de octubre de 2013

Parque silvestre

Hoy fuimos en familia sin Chabelo a conocer el departamento en donde viviré hasta que se lo termine de pagar al infonavit, me gane el melate, o me muera. Lo que suceda primero.

Yuyo iba manejando, yo de copiloto y atrás, Mateo y Nene. Todos muy entusiastas.

- ¿Tiene parque el departamento, papi?
- Sí hijito, pero está medio silvestre.
- ¿Qué quiere decir silvestre?
- Que hay pura rama salvaje alta y árbol de la región sin podar.
- Mmm...¿y tiene juegos el parque?
- Sí mi rey, sí tiene.

Luego de que Yuyo se apanicó con algunas maniobras de la ruta y del tráfico, llegamos a la caseta de la colonia.

- Está bien bonito, papi. ¿Aquí vas a vivir?, ¿tú crees que vivan niños en esas casas?
- No sé si vivan niños, hijito, pero los buscamos.

Entramos al departamento y nos recibió una cachetada de olor a pintura fresca. Mateo corrió a escoger cuarto y llegó diciendo que el suyo era el que tenía baño.

Durante cinco minutos me convertí en una señora de Century 21 y me puse a señalar obviedades: ésta es la cocina, ésta es la lavandería, éste es un baño, éste es el otro baño, éste es el cuarto principal, éste es el de Mateo, ésta es la salacomedor, ¿no es tan chica, verdad?...

Mis oyentes vieron todo con atención y me dieron por mi lado.

Luego vinieron las necedades típicas del propietario principiante: ésta parte de la barra la quiero cortar para que quepa un refrigerador grande, esta pared la quiero pintar de otro tono, estas puertas del clóset las quiero cambiar, a lo mejor no compro comedor...

- Papi, ¿puedo ir con Yuyo al parque?
- Sí mijito, vayan.

Me quedé solo con Nene. Yo seguía futureando con muebles que aún no tengo. Pasamos algunos minutos boceteando la mejor manera de colocar un sillón inexistente en una esquina imposible.

Cuando salimos escuchamos el lamento clásico de los columpios oxidados. Mateo dándose vuelo, con las piernillas en flecha y el pelillo explotado de aire. Yuyo atrás con cara de bofe.

El parque del que les hablo es como una loma que remata en lo alto con columpios, bancas y resbaladeros viejos. Mateo se bajó del columpio, caminó unos metros y lo vimos arrancarse colina abajo corriendo, confundiéndose con la crecida yerba silvestre del parque sin mantenimiento. Venía sonriente, trotando en brinquitos, como las niñas del programa de Los Pioneros.

Subió y bajó tres veces.

- Papi, ¿crees que pueda traer a mis tortugas a este parque?
- Claro que sí hijito, estarían muy felices.

Sentí que en mi pecho no cabía más felicidad: mi hijo estaba haciendo suyo aquél espacio, incluso parecía llevarse con el entorno mejor que yo, le puso su firma, su sello; marcó su territorio.

Nos fuimos de allí igual que como llegamos. Pero mi biografía había subido ya un escalón.

Por la noche compartí esta anécdota con la Señorita Pompidiú y me dijo algo con lo que cierro:

- Tus papás deben estar bien orgullosos de ti; de cómo te caíste y te levantaste en versión mejorada.

viernes, 25 de octubre de 2013

Los caminos de la vida

Claro que no son como yo pensaba, y menos como yo creía.

Entrar en detalles daría pie a muchas malas interpretaciones. Eso comparte la escritura con todas las demás artes del hombre: el emisor quiere decir una cosa mientras el receptor capta otra. No es que sea imposible que el mensaje dé en el clavo, lo que pasa es que generalmente andamos distraídos y leemos lo que queremos leer o lo que se nos acomoda. En una pintura uno ve un ojo y el otro una luna. A algunos los calienta Miley Cyrus, y a otros los desviagra. Puras percepciones.

Tanta letra para decir que hoy me siento feliz. Ésa es la única interpretación posible.

Me abrazan dos felicidades, de hecho.

La primera está relacionada con el alivio de la supervivencia. ¿Has estado a punto de chocar y no chocas? Cuando sales vivo de una situación extrema sientes que descansas en un nido de algodones. Yo no estuve a punto de chocar, pero sí pude ser devorado por una bestia sin nombre, el yo auto destructivo, la auto mala leche que sin estar consciente me receté, yo creo que desde los 17 años.

Ahora, después de tres años de montaña rusa por fin transito en lo planito. Y no sé cuánto vaya a durar esta recta floreada, pero hoy la disfruto y la agradezco.

Hace mucho que me dejó de dar vergüenza reconocer a Dios en mi vida. A ese Dios hecho a mi medida. Mi Dios que puede ser el tuyo, pero quién sabe. Le doy gracias a Dios por haber salido bien del espagueti western en el que yo solito me metí. Fue todo un viaje, pero ya llegué.

La otra felicidad proviene de mi no tan grande pero sólido inventario de bendiciones. Empezando por ese niño de pijama de rayas que muy temprano me despierta para que vayamos a ver juntos las lagartijas que grapan sus panzas en la pared. Ese niño que me besa y a propósito me deja en el cachete un tratamiento facial de saliva. Ese amiguito de fin de semana.

Otra bendición es mi trabajo que me sigue gustando y me sigue retando. Mis papás idénticos desde siempre, sanos. Mis amigos y su sentido del humor. Mis amigas y su estimulante cercanía. El techo que acabo de lograr. El Fiesta suavecitos que me lleva a todos lados. El cielo despejado de octubre.

Agradezco de todo corazón a la Maga por ser la cofundadora de mi hermoso hijo.

Agradezco a Mamá Mátrix por ayudarme a despedirme de mi edipo.

Agradezco a la mujer de la banca que no respondió el salud que le ofrecí a sus estornudos. Ella sabe porqué.

Estuve todo el tiempo conmigo pero comencé a negarme a los 17 años (más o menos) y ahora me reencuentro y me digo: qué bueno que regresaste, -eres lo único que tienes-, quédate contigo.

ROLITA POR FAVOR.- Anoche escuché esta canción y me puso con madre. Creo que no le hemos llorado lo suficiente a Michael Hutchence y ya hace casi 16 años que se nos fue, doctor.


viernes, 4 de octubre de 2013

Tres breves

Antes de fugarnos en el fin de semana les comparto tres momentos recientes.

CUYOS.- Oye, papi, (me dijo Mateo), ya sé cómo se casan los cuyos. ¿Cómo se casan?, (le pregunté)
Muy fácil, se trepa uno arriba del otro (me contesto) Ah, mira (...dije...) Sí, papi, el otro día casé a dos porque puse a uno encima del otro (remató). Ah, mira... (...volví a decir...).

RUSH.- ¿Hartos de Eugenio Derbez? Les recomiendo Rush, que se apega íntegramente al cine de entretenimiento. Si acaso hubiera una moraleja, creo que es la de aprender a encausar una rivalidad a favor de un éxito personal. Mis enemigos, rivales, competidores (los de afuera, pero más los internos) no deberían de ser otra cosa que gasolina para mi motor.

FACEBOOK II.- Qué interesante es eso de buscar amigos y amigas en Facebook. Confieso que busqué a una conocida que tiene (y siempre ha tenido) cuerpazo, azo, azo. Y que me va a aceptando, y que me meto a ver sus fotos esperando verla en una playita en bikini y que ni madre, y que es bien defensora de los animales, y que tiene puras fotos de perros con tumores o que buscan ser adoptados, y que me deprimo de ver tanto dolor canino. ¿Y el cuerpazo?

Rolita por favor.- En noviembre se cumplen ¡20 años! de este concierto. Qué buen cierre tuvo.


martes, 1 de octubre de 2013

Facebook I

Es cierto que Facebook es un salón de clases en donde toda la chiquillada quiere hablar al mismo tiempo sin levantar la mano para pedir la palabra. Facebook es una competencia de muros, de pélame que aquí ando, de mira acá está mi foto, de checa mi ocurrencia y éste es mi hijo y éstos son mis cuadritos y éstas son las tostadas que me voy a comer ahorita.

Si los blogs son silencio, Facebook es ruido.

Acepto que hasta donde voy, (apenas llevo una semana y meda con la cuenta), me ha gustado el ejercicio de husmear en vidas ajenas y también de sentirme espiado. Me halaga la retroalimentación abrumante que tiene Facebook en comparación con los blogs: Aquí en seis años he logrado ganarme el gusto de 171 seguidores y allá en 10 días supero los 330 amigos.

Una importante diferencia es que los seguidores me los gané a través de la palabra escrita y de compartir los golpes y las caricias que me ha dado la vida. Siento una empatía acaso más íntima con ellos. Dudo que pueda abrir el corazón y dejar libres mis demonios en Facebook como lo hago aquí, en mi blog. Hasta el momento le estoy dando a Facebook un uso exclusivamente gráfico, una especie de álbum fotográfico. Las letras, las ideas y las reflexiones las dejo para esta otra tribuna.

Como en todos los salones de clases a los que asistí en mi vida, en Facebook también me siento hasta atrás, platico con los de a lado, aviento uno que otro papel nomás para joder y disfruto la compañía de la gente sin involucrarme del todo. Facebook me ha gustado, pero ese gusto no le llega a la satisfacción de escribir y describir aquí.

Facebook también me ha obsesionado (más). Pronto escribiré acerca de esto, mientras tanto ahí nos "me gusteamos" en Facebook.

viernes, 20 de septiembre de 2013

Another One Bites the Dust

Hoy amanecí desayunando todas las palabras que dije en contra del facebook.

Ayer abrí una cuenta y ya tengo signos de ansiedad: ¡Es un chingo de gente la que transita ahí!
Voy a darme un par de meses para "vivir la experiencia", pero por lo pronto ayer no dormí bien pensando en los pros y contra de inscribirme en la gran manía social de este inicio de siglo.

Me dicen que facebook es el diablo si no haces un buen uso de él. ¿Cómo se usa bien?
¿Seré capaz de evitar la adicción a husmear (de más) en la vida de los otros?
¿Seré capaz de apaciguar la vanidad de los "me gusta" ajenos?
¿Completaré mis horas de trabajo sin asomarme a destiempo en ese enorme telescopio que es también un microscopio?
¿Sobreviviré a la tentación de abrir círculos cerrados?

Dos meses de experimento, a ver qué pasa. Prometo vaciar aquí los reportes de mi experiencia allá y antes de que Mateo cumpla 7 años evaluaré si me quedo arriba de la red social o si me desmarco de ella. Evidentemente algo estoy buscando, algo me hace falta, algo quiero.

¿Es una buena o una mala decisión? No lo sé; voy a ver.


jueves, 12 de septiembre de 2013

Y aquel vestido...

Mi jodidez corporal y mi desvarío mental corresponden a que durante 10 días completé el circuito Monterrey-Isla del Padre-Saltillo- Belfast-Monterrey. Viajé en moto, carro y avión con tres grupos diferentes de personas, todas ellas de distinguidas costumbres.

Dormí en un castillo del siglo 18, en una playa y en una alfombra. Hice explotar una fiesta.

En algún sitio de Texas, mi moto se quedó sin ganas y fui jalado por un cordón casi indestructible amarrado a una moto amiga piloteada por Marito. Llegué a la agencia harley de San Benito cansado como alma de purgatorio, asoleado y con la rodilla rajada.

Una contemporánea de Demi Moore me tiró los perros y cené con la argentina de los leggins insuperables.
Una loca me gritoneó en un estacionamiento.

En un outlet conseguí el ninja dorado que desató las más recientes agitaciones de Mateo.

Ella me llamó para decirme que su esposo ya no la ama.

Estoy a punto de encontrarme un techo propio. La nube oscura, pero necesaria, de la deuda hipotecaria está a punto de hacerle sombra a mi hasta ahora despejado cajón de pasivos.

A veces la vida de uno se abraza a una canción. Hace 17 años en un vips chilango iba yo paseando la enfermedad cuando empezó Perales a cantar. Y de repente estaba yo en casa, en siempre en domingo, acurrucado en la ternura de mi madre; protegido.


miércoles, 4 de septiembre de 2013

Antes y después de la medianoche

Los primeros cinco minutos de Before Midnight son definitivos. Sirven por sí mismos como un cortometraje. La mirada que pone Jesse (Ethan Hawke) cuando ve a su hijo partir rumbo a la terminal aérea me dejó pensando hasta después de la medianoche.

¿Puede un papá divorciado rehacer su vida cuando una parte de sí mismo vive a un mar de distancia?

Jesse se somete a un lamentable dilema: para poder quedarse con la mujer que ama, se pierde los mejores años de su hijo.

Eso, queridos amigos, es dolor.

Queda claro que una cosa es ser hombre y otra es ser papá. Se quiere diferente a la mujer que al hijo, definitivamente, pero, por experiencia propia, debo decir que cuando estos dos objetivos amorosos viven en domicilios distintos, el corazón funciona dividido.

Fui a ver Before Midnight para descubrir, según yo, si el amor inconcluso e intermitente de los personajes por fin se concretaba, pero al final de la película poco me importó ser testigo de su crisis y desencanto. Sucede en las películas y sucede en la vida real: a donde volteo veo parejas en crisis, fastidiadas, monótonas, aburridas.

Lo que me pegó más duro de la película fue lo otro. Mi amor hacia Mateo es continuo, pero nuestra convivencia es alternada.
Por decisión propia, he tejido una vida así. He sido responsable de mis actos, estoy pagando mis fallas, pero no me someto a penitencias morales ni sociales, y nadie puede subirme a la hoguera ni montarme un juicio. Tampoco quiero que me afinen los violines ni que me soben el moretón. Menos que me pobreteen.

Eso vale madre.

Lo que hoy me importa es hallar el equilibrio: sumergirme en las delicias y en los tormentos de la paternidad mientras llega mi versión mulata de Rachel McAdams. Y que ella sea tolerante y yo sabio, para que mi amor de hombre no le parta la madre al de papá.


viernes, 23 de agosto de 2013

Back to skull

"Evita comer tortillas, porque el maíz causa dolor", me recomendó Celsa, especialista en espaldas.
"Por eso somos una nación que sufre", le dije sin saber qué decir.

Estamos al dos por uno: de la mano regresaron la nostalgia y la lumbalgia.

La terapia que estoy tomando es la de hologramas en las manos. Celsa toma un lápiz de metal y me va presionando partes en los dedos hasta que toca un punto en donde grito ¡hayjuesu pinche madre! Entonces, la tranquila Celsa, -que me da permiso de mentar madres mientras no vayan dirigidas a ella-, coloca su arma blanca en el punto de dolor y lo presiona durante tres tormentosos minutos.

Milagrosamente, mientras el dedo está hecho garras gracias al pulso de mi terapeuta, los dolores en mi columna se van sin despedirse.

Celsa me dice que sí tengo una lesión en la vértebra, pero que el noventa por ciento de mi contractura muscular es emocional.
(Ah, pinche emo de mí).

Otro día de estos reflexionaba con Mamá Matrix lo siguiente: tanto planetota que hay y yo no tengo ni un pinche techito para mí. Desde ese día ahorro y le prendo una vela al infonavit para que a corto-mediano plazo me mande un domicilio particular.

Por primera vez en mi vida adulta no tengo como prioridad encontrar, estar o amar a una mujer. En la más reciente de mis relaciones me enamoré muy hondo; hondísimo. Sé que a mis amigos (no a todos) les caí bien gordo porque estaba yo en un mundo rosa, chiflado y ausente de toda realidad (como el amor debe ser, cabrones).

Tengo poco más de cuatro meses practicando una improvisada soltería. Todavía no le hallo a esto de estar solo. Me apena darme cuenta de mis dependencias afectivas. Sin embargo, aunque la llevo despacio, voy en constante progreso.

Quiero techo propio, saber estar conmigo, saber estar conmigo y con mi hijo, leer mucho, escribir lo que pueda, continuar mi veto al alcohol y terminar de curar el moretón. Y allá, después, luego, más tarde, encontrar una compañera de vida, que se ría, leal, fiel, con bonitas piernas y que me mire como mira Rachel McAdams.

VIERNES MUSICAL.- Hay rolitas que cuando me las topo en el radio no le puedo cambiar aunque parezcan el soundtrack del Crucero del Amor. Al contrario, les subo más. Ésta que les comparto me gusta mucho. Buen fin de semana.


lunes, 29 de julio de 2013

Hoy tengo que decirte...

...La neta, muchas gracias.

Qué gris sería esta vida sin esa segunda probada de inocencia que me regalas desde que te conozco. La inocencia es lo único que vale la pena conservar a través de los años, claro, con la dosis exacta para que no se confunda con pendejez. El equilibrio es ser inocente, mas no pendejo. El que es inocente es capaz de asombrarse y llenarse de sorpresa. Apenas la conexión con la infancia propia (lo que queda de ella) o el contacto amoroso con la infancia ajena te nutre de esa fascinación.

La comida, la música, el sexo, los viajes, las lecturas, los placeres en sí, todos, están a punto de darme lo mismo, pero el redescubrimiento del mundo a través de tu limpia ingenuidad y de tu tajante sencillez me mantiene sanamente acalorado; vivo.

Una verdad que se ha vuelto cliché es la de afirmar que el mundo está de la chingada. Pero de la puerta hacia adentro está la gente que amamos, los hijos, a quienes nunca se los lleva la chingada porque no son de este mundo.

Dios sabe que no escribo esto para cumplir una cuota o una entrega. Lo escribo para que no se me olvide que hoy estoy completamente agradecido contigo, Mateo, por ese lente que me prestas desde donde todo se ve y se vive como una mensada altamente importante.

Contigo me acomodo en ese paraíso breve que es la percepción inocente y entonces los "grandes" temas de los adultos me parecen infantiladas mamonas.

miércoles, 17 de julio de 2013

miércoles, 10 de julio de 2013

De regreso

La acción elemental de ahora es conectarse a los aparatos. El teléfono, la compu, la pantalla, la red, la teleconferencia, la tabla, el ipod, nos solicitan y nos exigen conexión. Perder un cargador es el aturdimiento de moda. El agitador de la neurosis es la posibilidad de que allá a donde vamos no haya una buena conexión.

Qué difícil es conectar con el presente. Nos perdemos conciertos enteros porque preferimos grabarlos con la cámara del celular. ¿De qué sirve ver después esas imágenes mal enfocadas en una pantallita con un audio pésimo si renunciamos a ello mientras estaba en vivo ante nosotros? Delegamos nuestra memoria a youtube.

En la antigüedad grunchesca de hace 20 años era un mérito ir de vacaciones y no prender la tele para evitar contaminarse con "lo que pasa en el mundo". Ahora el reto en los días de descanso es desconectarse de internet y conectarse con quien estás de frente.

Por eso me propuse conectarme a Mateo durante mis vacaciones. Desafanar por cuatro días la enferma obsesión de mandar y recibir mensajitos. Olvidarme de google y de todos los puntos com. ¿Soy y existo a medida de que alguien me busca y busco a alguien?

Estar, verdaderamente estar con mi hijo, fue la mejor inversión de mi vida reciente. Entre el mar y la arena nos reconocimos pero no dimos pie a sentimentalismos ni a escenas de película aspiracional. Fuimos sólo un papá y un hijo en medio de un balneario con 24 horas para orquestar gustos opuestos.

Todos los días salimos de la alberca mucho después de que nuestros dedos envejecieran. Nos tostamos al sol con catsup en los labios. Vimos peces en la playa e hicimos peces con las manos para jugar a las cosquillas. Un mapache nos robó un nuget.

Mateo anduvo de puntitas, de deditos o de uñitas, dependiendo qué tan hondo estaba lo hondo. Me hizo trivias incontestables, por ejemplo: ¿quién es más fuerte, la mole de los cuatro fantásticos o hulk? Pidió fresadas y chocolatadas en la barra de la alberca en medio de bebedores que compartían un espacio lleno de orines con cloro.

Un artesano le hizo una pintura al gusto: dos tortugas y un delfín nadando en un arrecife azulado. Durmió tapado junto a su dinosaurio de peluche. Nadó hasta que los gogles se le marcaron en la cuenca de los ojos. Y lo mejor de todo: con un vaso del hotel pescó un pecesillo al que bautizó como Emilio; ahí se estuvo mi hijo más de una hora junto a un pequeño encalladero hasta que logró atrapar a su mascota, que luego regresó al mar. Vimos una anguila bebé y un cangrejo de kinder.

Uno de esos animadores costeños que visten uniformes fluorescentes y usan lentes de terminator lo invitó a jugar a los dardos y la verdad es que mi hijo desperdició su turno mandando tres de los cinco dardos muy lejos del objetivo, pero cuando dos dieron cerca del centro, Mateo dio unos brinquitos muy simpáticos que todavía no me puedo sacar del corazón.

Nadamos en un cenote helado y apestoso. Nos hartamos de nieve de chocolate. Nos brincamos algunas lavadas de dientes. Me enterró en la arena y me pidió que cerrara los ojos; una vez que los abrí, me di cuenta que había colocado dos montículos copa B en mi pecho. "Te puse bubis, papi", me dijo cagado de risa.

Su nintendo despegó y aterrizó apagado. Usé el celular sólo como reloj y para contestar mensajes de felicitación por mi cumpleaños. Nos conectamos, le ganamos unas millas a nuestra distancia obligatoria, y disfrutamos lo que tuvimos a la mano. Estamos bien.

Rolita, por favor.

martes, 25 de junio de 2013

De viaje

Creo que la cosa funciona más o menos así: Dios para entender al hombre tuvo un hijo; y el hombre para experimentar a Dios se convierte en papá. O sea, divinidad y humanidad hacen las paces gracias a que ingresan ambas a ese trámite de cara o cruz que es la paternidad.

Hace dos años, en el momento más oscuro de mi vida, mi papá me hizo una sugerencia y una petición. La sugerencia era que me acercara a Dios y la petición fue que me encargara de la espiritualidad de mi hijo.

Qué par de tareas: ¿cómo te acercas a Dios sin croquis y cómo cuidas el espíritu de un niño?

Poco a poco, he intentado cubrir las dos encomiendas. Lo único garantizado en el intento, antes y ahora, es mi reconocida capacidad para equivocarme. Pero me celebro algo que puedo decir sin vergüenza: hoy siento sincera conexión con el Patrón, y también con el área no carnal-sensorial de mi hijo. Uno está en el extremo del otro y yo me hago una cuna entre ambos.

No hay otro mar que nos conozca a Mateo y a mí juntos que el del caribe mexicano. He reservado allá cuatro noches para irme con él de vacaciones. Nomás vamos papá e hijo. No saben las ganas que tengo de arderme bajo el sol junto a mi chavito, de tenernos todo el día. La regla es divertirnos sin itinerario, comer a mansalva, llenarnos de playa y de toboganes. Los baños en regadera y la lavada de dientes serán tareas opcionales

Allá pasaré mi última noche de 39 y la primera de mis 40. Otro día platicamos lo que se siente cumplir 40 años. Por lo pronto resolveré pendientes, prepararé maleta, y secuestraré al único niño en el mundo al que le cambié no uno, sino chingos de pañales.

Rolita, por favor.


martes, 11 de junio de 2013

Carreritas


Si se le mira bien mirado, en esta foto podemos apreciar a Mateo, a Carlitos, y a Carlita, última adquisición ésta en la lista de mascotas de mi hijo. El niño colocó a las bestias en un caminito ya hecho anteriormente por alguna máquina cortadora de césped para que jugaran carreritas. La competencia estuvo tan interesante que todavía no habían recorrido ni un metro, cuando Mateo y yo habíamos ya descansado la vista en otro lado del parque, olvidándonos por completo de los dos pequeños caparazones caminantes. Carlita ha resultado ser un desmadre. Se sale de su caja y se le monta a Carlitos, no en plan de apareamiento, sino en plan de joder. El otro día amaneció en la regadera con su picuda nariz pegada en una esquina como si la hubiera castigado la Bruja de Blair. Los últimos dos fines de semana, Mateo me ha hecho ir y venir para todos lados con los dos animales, que no tienen más gracia que la de ser ellos mismos. Sólo hay que alimentarlos y verlos. La paternidad sigue siendo un fastidio que me tiene muy contento.

viernes, 31 de mayo de 2013

Sin llantitas

Mateo está aprendiendo a andar en bicicleta sin las rueditas de soporte traseras.

Lo mejor no es que él aprenda sino que yo le pueda enseñar. Qué gran oportunidad es la de enseñarle a los hijos lo que sea. La atención que te ponen y la confianza que te depositan es una moneda que sólo se cobra en el corazón y en las vísceras bofeadas de ir atrás de ellos motivándolos, echándoles porras, aplaudiéndoles.

Le digo a Mateo que la regla básica para montar una bici es no tener miedo y que si se cae es porque tiene miedo a caerse. Se lo digo a él, pero me lo aplico a mí. ¿Cuantas veces me caí por el purito miedo a caerme?

-No importa lo que pase, hijito, no dejes de pedalear. Bueno, pero si ves un carro, frenas y te orillas (a la orilla).

Y ahí va mi tribilín rubio idéntico a su padre, a bordo de dos llantas que parecen ebrias patas de bambi, tambaléandose como rodando en medio del temblor.

Un madrazo, dos; uno más. Las lágrimas se hacen surcos negros de tierra en las mejillas. Veo el pavor en su cara. -Pero no Mateo, súbete, órale, ¡vámonos! Y me hago el corazón de piedra sabiendo que lo tengo de gelatina.

Mi hijo logra hacer cuatro vueltas a la manzana solito hasta que se arrima otro leñazo en la calle. Pero esta vez no llora, poco a poco va aceptando que las caídas son una parte preferentemente evitable de toda aventura que valga la pena.

-Te felicito Mateo, ¡lo hiciste muy bien!

- Sí papá, pero fue gracias a tus consejos.

¡Eso me dijo!


viernes, 17 de mayo de 2013

Being John Travolta

El recuerdo más remoto de mi existencia se ubica en el balcón de un departamento donde viví de los cero hasta los cuatro años.
Ahí estamos Irene y yo untándonos crema de afeitar en la cara. Recuerdo la presencia tibia del ungüento en mis facciones y el rostro de mi hermana embetunado de blanco. Nos estamos riendo, divertidos. Por ahí anda mi mamá, pero no tengo registro preciso de ella en la escena. También por ahí está la vista hacia el parque Mississippi, las copas de los árboles atravesados por la luz del sol en franca despedida, el diminuto bosque de mi infancia, la queja de los columpios que pillan como cuervos.
Las últimas horas antes de que papá llegue del consultorio.

Siete años de mi vida sucedieron en los años 70, pero mi psicodelia subjetiva abarca no más de 10 recuerdos. Un día fuimos al Cinema Valle a ver Grease. Hasta ese momento yo no tenía idea de qué era el amor, ni la playa, ni las chamarras negras, ni el gel para el pelo, ni los cigarros, ni las parejitas que andan quedando en la prepa. Mi primer brujería fue culpa de Oliva Newton-John, pero la atracción sexual era un tesoro demasiado enterrado en mi subsuelo; yo no sabía nombrar lo que esa güerita me provocaba, era incómodo y placentero a la vez, como una papa frita ardiendo que nos quema el hocico con la misma intensidad que nos suplica devorarla.

Pero el big deal fue John Travolta. Desde la primera escena supe que yo quería ser como él, con todo y su pasito de pantera rosa, las patillas enmarcando los cachetes, el peine en la bolsa trasera, el hoyo en la barbilla y el gesto con la quijada descuadrada. Me gustó que todos lo saludaban (en mi mente se plantaba el génesis de "ser popular"), y que todos lo querían a pesar de que era el peor atleta (cosa contraria pasaba en mi primaria). Además, me cayó bien que se sordeaba/deseaba a Sandy con torpe maestría y que cantaba bien cursi en los columpios. Danny Zuko era toda la información que mi ADN no tenía. El cine construyó con Travolta la primera zanja entre mi realidad y mi ideal.

Salí del cine encarnado en un miembro de los T-Birds, pero sin la chamarra negra. De ahí fuimos a casa de mi tía Pili y ella me saludó como el niño que yo era, pero yo contesté la cortesía con la indiferencia de un dandy urbano al que no le interesan los convenios sociales. Hubiera querido tener un chicle para masticarlo de lado y un cigarro para estacionármelo en la oreja. Me urgía llegar al baño para empaparme el pelo y con la mano fabricar un peine imaginario que ondulara mi greñilla al ritmo pompeante con el que lo hacía Travolta.

Hay dos tipos de películas: las que más te gustan y las que marcan tu vida. Travolta está en las dos listas gracias a Pulp Fiction y Grease, respectivamente. Curiosamente son las dos únicas películas en donde sale él que valen la pena para mí.

Rolita por favor,


domingo, 21 de abril de 2013

Qué alivio: Carlitos ya hizo popó

En esta parte de México, el mar existe sólo en la ventana.

Disfruto los tres o mil azules del caribe apenas de lejos. Es una mentada que hagan un evento de trabajo delante de tanta belleza inaccesible.
El traje de baño reclama su debut, pero la hora de tocar la arena nomás no llega.

Poco menos de una semana sin ver a Mateo me llena la mente de culpas que parecían superadas.
¿Y si lo mejor de su vida sucede justo hoy que estoy lejos?
¿Y si me pierdo otra de sus grandes revelaciones?

Perseguido por los demonios del papá desertor y la inevitable sensación de que lo extraño un chingo, le marco a su casa para saludarlo.

-Hijo, te quiero mucho, te extraño mucho, cómo estás, qué dices, qué haces, mándame un beso...

Mateo me platica que Carlitos -su tortuga- por fin hizo popó y que no hay otra novedad que valga la pena ser contada a larga distancia.

Colgamos con sus adioses tropezados con los míos.

Regreso a la pantalla, al café negro y al ojo vidrioso de tanto escribir, leer, revisar y corregir.

Afuera, otras cien olas se me van.

lunes, 15 de abril de 2013

Frutero

Mis papás usan todavía muchos de sus regalos de bodas. Aunque la licuadora escurra, ésta y otras herramientas domésticas siguen ahí, cumpliendo su función a través de los años. Para que un aparato sea sustituido debe fracasar en la última prueba de fuego: no prender para nunca jamás.

Mi mamá cumple años pronto y, como todos los años, no sé qué regalarle. Frente a mi ausencia de ideas, delegué esta decisión a Mateo.

- ¿Qué le regalamos a Nene?- pregunté a mi hijo.
- ¿Cómo se llama eso que ponen en la mesa con frutas?- repreguntó Mateo.
- Se llama frutero- dije.
- Eso, vamos a regalarle un frutero- dijo.

Fuimos entonces a la tienda que es parte de mi vida y nos dirigimos al área de cocinas. Una señorita señaló el sitio en donde estaban los fruteros. Había tres tipos, uno que parecía telaraña, otro en forma de escorpión y uno más que era como un columpio de dos pisos.

Mateo quería el escorpión y yo la telaraña, pero compramos el columpio. Ninguno de los dos tenía ganas de batallar en envolverlo y por eso aceptamos con mucho gusto que ahí mismo en la tienda lo forraran con un papel dorado institucional que le dio aspecto de regalo de bodas.

Llegamos a casa de los abuelos con dos cajas: el regalo y una pixa. Mateo cargaba la cajota dorada como si sostuviera un baúl con tesoros. Mi mamá abrió su obsequio con la torpeza que brindan las emociones fuertes del corazón y por la necia resistencia de varias capas de diurex.

Al primer contacto, pensó que era una nueva jaula para el canario hasta que la pieza se detalló a sí misma como un frutero que columpia mangos, plátanos y naranjas. De inmediato, mi papá tomó el regalo y lo puso en el centro de la mesa del comedor no sin antes jubilar el antiguo frutero que alguien les regaló el día que se casaron.

La casa de mis papás es un museo de su matrimonio. Casi nada se sustituye o se mueve. Los cambios de utilería son mejor recibidos cuando vienen de parte de sus nietos.

miércoles, 3 de abril de 2013

Los juegos del hombre

Entro al último pedazo de mi juventud sabiendo que quiero que Mateo me recuerde como el único papá de McDonald's que se tira desde el resbaladero más alto. Es un asco recorrer esos claustrofóbicos túneles de plástico que desembocan en un camino de redes, una ventana polarizada o un tobogán que rechina con el contacto de mi cartera. Cualquier prueba toxicológica encontraría allí cientos de mocos, pelos, babas secas, pedazos de rabia infantil, sangre, gotas de catsup y otras inombrables sustancias. Jugamos a que atrapo a mi hijo mientras me voy haciendo trapo por el calor. Reto a la lumbalgia subiendo por esos escalones entrecortados y encima tengo que imitar voces de lobo, ogro, pirata, fantasma y robachicos. Me da una muy amplia flojera subir y bajar a través de ese intestino de colores, sudo como en un sauna ante la mirada indecisa de otros niños que no se explican qué fregados está haciendo un adulto en aquél laberinto que apesta a calcetín. Me da mucha flojera, pero me motiva eso: que Mateo me recuerde como un papá que juega. Además, cuando voy y lo dejo a su casa y me largo entre los bordos y baches de Santa Catarina quiero tener la certeza de que el tiempo con mi hijo ha sido aprovechado. Mi corazón y mi conciencia se apaciguan si sé que, al menos esa tarea, está bien hecha.

ROLITA, POR FAVOR.- Increíble que esta canción va a cumplir 10 años.


jueves, 14 de marzo de 2013

Mariana H

¿Qué les pasa a nuestras horas que se entumen tan pronto?, ¿qué a nuestros años que se achican apenas rebasamos febrero y ya se asoma semana santa?

Me apuran los cuarenta. Mi vida es una piñata rota de la que recojo ya no dulces sino una nueva cana, otra pata de gallo; qué tal otro callo y la lonjilla del otro día.

¿Por qué antes, cuando niño, los días se tardaban en irse y había aburridísimos huecos de tiempo entre el desayuno y la cena, y ahora siento que amanece y anochece en el revelado de una misma polaroid?

Frente a este ritmo de barranca y trampolín, frente a esta subasta barata de minutos, frente a esta muerte súbita contra el calendario, frente a todo eso, hay que hacerse de paréntesis que le permitan a uno descansar el bofe diario.

Uno de mis reposos sin cronómetro sucede cuando escucho a Mariana H a medianoche. Qué cariño tan extraño le tengo a esta mujer que no conozco, pero que su voz me alivia del vértigo. Sabe mi Hot Teacher que esta locutora es la única que tiene permiso de entrar en nuestro ratito íntimo en el que nos curamos hastíos y masticamos sincronizadas antes de jetearnos.

Mariana H me cae a toda madre. Habla como una auténtica hembra-vato, disfruta reírse de sí misma, cuelga en un mismo tendedero placeres culposos, anécdotas, sugerencias literarias, manías y bretes existenciales.

Le gustan los timbres de gargantas añejas como Dylan, Johnny Cash, Leonard Cohen, Lou Reed; las letras de Jarvis Cocker; la fresada alternativa de Frente, lo que sea de The Smiths, y toda esa música que provoca en mí (y no sé en cuántos más adultos jóvenes adolescentes sordeados) el reacomodo del alma. Porque sí, hay sentimientos, sentires, sintonías que no conocen eso, el acomodo.

ROLITA, POR FAVOR.- Claro, una de las consentidas de Mariana H.


viernes, 8 de marzo de 2013

Enculation Society



Esto es básicamente lo que nos sucede a los hombres con las mujeres. Feliz día a todas ustedes, en especial a la mía.

miércoles, 27 de febrero de 2013

Houston, we have a problem...


Mateo ha hecho buen negocio con la muda de su dentadura. La última vez el ratón le dejó uno de 200 porque no traía feria. Pero ahora anda preocupado porque se tragó un diente que se le zafó y por eso anoche le escribió al ratón para explicarle la tragedia.

lunes, 25 de febrero de 2013

Publicidad de copiloto

La ventaja de tener un hijo que acaba de aprender a leer es que, mientras vas manejando, el niño puede ir leyendo todos esos anuncios de la calle que tú has dado por hecho porque durante tantos años han estado ahí contaminándote la vista.

No tiene precio que tu hijo practique su lectura recitando sssooor-íiii-áaa-ná, o, carrr-ní-ce-r-íiiiia, o, vveette-ríiii-ná-ríii-ooo...

Qué padre.

Sí, Mateo ya sabe leer y desde entonces esto es más o menos lo que pasa cuando vamos en el carro:


martes, 19 de febrero de 2013

Final feliz



"The world will break your heart ten ways to sunday, that's guaranteed. I can't begin to explain that or the craziness inside my self and everybody else. But guess what? Sunday is my favorite day again. I think of what everyone did for me, and I feel like a very lucky guy".- Patrizio Solitano Jr. (Bradley Cooper).

lunes, 11 de febrero de 2013

Cereal

Comer cereal es una de mis voluptuosidades favoritas. Rara vez me han quedado a deber kellogg's, nestlé, post, quaker, general mills, y cualquier otra marca que haya probado. Saludables o empalagosos, me gustan de todo tipo. Gran placer es el de tener algo que leer, -generalmente periódico-, junto a una caja de cereal (nueva) y un litro de leche helada. Lo que procede en estos casos es diseñar un croquis hacia la gula: echar las hojuelas, bañarlas de leche sin rebasarlas, tarasquearlas apenas húmedas, invertir cucharadas grandes con lujo de voracidad, masticar en círculos como una jirafa o como una llama, repetir el acto hasta dejar en el plato un charco pantanoso de leche con una que otra hojuela aguada sobreviviente, y entonces echar más cereal...

...pero si lo que falta es leche por culpa de un cálculo errado, entonces echar más leche, y así, rellenar de lo que haga falta; comer obedeciendo un espiral descendente de ausencias y abusos que desemboca en la hinchazón de mi panza (porque jamás se terminan la leche y el cereal al mismo tiempo, allí no hay final de fotografía, como tampoco es lo mismo saciar el hambre que hartar el antojo).

En una sentada puedo vaciar una caja, a veces mientras leo, a veces con la vista privada en un mosaico o en una ventana, a veces de sobremesa. Mi pasillo favorito en los súpers es el de los cereales (en segundo lugar está el de las revistas del corazón, tan hombre que soy; en tercero, las carnes frías). Mi placer culposo naco cuando viajo a otro país es catar un nuevo cereal. A cualquier hora del día lo hago bienvenido, puede ser después de la cena (de postre-cena como dice Mateo), o claro, en la mañana, o de merienda. Cuando era niño comía chococrispis en un plato que fácilmente podría confundirse con una bacinica u orinal. Beberme esa leche chocolatosa al final, con ambos codos empinados, es una de mis más disfrutables usanzas ever since.

viernes, 25 de enero de 2013

Entre Johnnie Walker y una mujer desnuda

Me gusta cuando Karla usa zapatos altos porque camina como si estuviera escalando el piso, como si subiera una pendiente en formato horizontal. Me gusta cuando Mateo me incluye en su cosmos de plastilina y cuando me sienta en su corazón para platicarme lo que produce el hongo azul en los brincos de Mario Bros. Me gusta ser el papá de cariño de dos niños muy ocurrentes que me dan un sitio especial en sus días y me confían a su mamá. Me gusta la presencia incondicional de mis amigos a través de las décadas.

Me gusta el chocolate, la lasaña, los pasteles, la carne asada, y, dependiendo del humor, también me gustan las pasas. Me gusta la queja ronca de mi moto. Me gusta que hoy quiero más y mejor a mis papás. Me gusta que Irene tiene una vida lejos de este país que es un basurero y un tesoro al mismo tiempo. Me gusta el acento de mis sobrinas. Me gusta el futbol cuando hay Mundial. Me gusta el dolor del ejercicio con pesas y el olor del ejercicio entre sábanas.

Tantas cosas me gustan ahora que vivo en tiempo real.

Durante veinte años dependí de las pausas y las prolongaciones que brinda el alcohol. Muchas veces intenté, sin éxito, orquestar los mundos paralelos que me abría la borrachera, fuera ésta social, de barra o de buró. Nunca pude noquear una cruda, una culpa o una laguna mental. Tantas veces fui un súper yo a medianoche y un simio a las tres de la mañana. Me extravié hasta lo absurdo en los requintos de mis canciones favoritas. Regresé y volví a poner play a todo tipo de necedades. Me compré la idea de que el escape etílico es la única manera de pasarla bien en esta monótona ciudad atrapada por cerros.

Incontables noches gané un montón de conocidos, regalé un montón de abrazos a gente que no me importa y desperdicié un montón de horas de sueño. También me divertí a tope. Me enredé en deliciosos debates tipo espiral sin fondo. Reí y fui reído. Toqué el alma milagrosa de algunos amaneceres y, en cierta forma, sentí a Dios en embriagadas meditaciones.

Hoy, hace dos años, paré el tren; dejé de tomar. Me cansé de vivir con el piloto automático, pero más me cansé de dar y de darme explicaciones acerca de mis actos. Me cansé de arruinar mis relaciones, me cansé de sacar el trabajo con la reserva de mis neuronas, me cansé de las fugas sin mapa, pero más del desconcertante y espeso retorno a la realidad desde la cruda. Me cansé de la dependencia en el alcohol para "funcionar" en todos y en ningún nivel.

Así como el amor es una decisión, buscar el bienestar, la salud, la integridad, también lo es. Hoy decido sentirme mejor, hoy decido vivir a todo color pero sin caer en la tentación del high definition que prometen todas las drogas, el alcohol, el redbull, lo que sea.
Hoy, mis pocos escapes son conscientes y duran lo que tengan que durar. Sí, he dejado al personaje atrás, podrán verme ahora como un aburrido, pero no cambio la más increíble de mis pedas por el día de hoy que me siento entero. Bendecido y entero.
Cuando te sientes así, no necesitas más aplausos que el tuyo.

Hoy me entrego a la mujer desnuda y dejo que Johnnie Walker siga caminando hasta que se dé en la madre.

PUNTO Y APARTE.- Si liberaron a Florence Cassez porque la AFI montó un espectáculo a la hora de arrestarla, (y no porque fuera inocente), al rato nuestras "autoridades" van a soltar a "La Barbie" por aquélla espantosa camisa Polo que traía cuando lo pescaron.

La justicia en mi país es otra buena razón para irse al pedo, pero yo ya no me subo a ese carrusel.

viernes, 18 de enero de 2013

Before Midnight

 
En el fondo de los grandes amores imposibles está escrita la palabra "continuará".
A ladito del amor imposible sobrevive entre los enamorados la esperanza de que algún día, quizá mañana o en 10 años, las cosas puedan darse, para ahora sí, vivir felices juntos hasta donde la salud les aguante. No en pocas ocasiones este anhelo es una puñeta mental de los involucrados; otras veces es un deseo genuino de que la relación pueda concretarse de una chingada vez.
 
El próximo domingo se estrena en Sundance Before Midnight, tercera parte de la historia de Jesse (Ethan Hawke) y Celine (Julie Delpy). Ya pasaron 18 años desde que se conocieron en un tren rumbo a Viena en Before Sunrise, y 9 desde que se reencontraron en París en Before Sunset. Los guionistas de la nueva película siguen siendo los propios actores y el director sigue siendo Richard Linklater. Creo que se estrena en México hasta septiembre y obviamente es, para mí, una de las asistencias obligadas al cine este año.
 
¿Jesse y Celine lograrán, por fin, quedarse juntos?
 
Claro que no, su amor continuará...

viernes, 11 de enero de 2013

Los hijos

De entrada aclaro que todos los niños me parecen insoportables. Los adultos y ancianos, también. Si de algo sirvieron los big brothers y realitys similares es para demostrar que las personas, todas, somos insoportables después de un tiempo de convivencia. Nada erosiona más el amor, el encanto, la amistad y el misterio que la cercanía obsesiva de la lupa.

Los afectos crecen apenas cuando hay una distancia prudente. Pedro Infante no sería Pedro Infante si fuera el vecino que nos pone la defensa de su carro muy apenas para poder salir de nuestra cochera. Por eso tenemos que irnos un día de casa de nuestros padres y nuestros hijos tienen que irse de las nuestras; sólo así llegamos a muchas navidades con ganas de vernos otra vez, en otro diciembre.

Mateo me ha parecido insoportable muchas veces, pero éstas son pocas contra las veces que me ha conmovido. Desde que le dije que todo lo mío es de él, se clava las monedas que encuentra en mi cuarto y se roba mis chocolates. Perdido de sueño me pasa su brazito por el cuello, me besa y me dice que le gusta mucho estar conmigo. Cuando pierdo en el nintendo me grita ¡toma chango tu banana!.    El otro día hizo algo increíble: con las piezas del jenga construyó un gimnasio de miniatura y con un monito de lego me explicó lo que hace en su clase de neuromotor. Se sabe de memoria a dónde fuimos y con quién. Me recita lo que le dije hace años; se acuerda de todo. Un día me recibe a patadas disfrazado de ninja y otro día me enseña dibujos estallados de color.

Los hijos; esa carga, esa joroba, esa angustia, ese placer, esa esperanza, ese borrón y cuenta nueva, ese compromiso, ese exclusivo obsequio de Dios, esa culpa, esa frustración, ese deleite, ese agradecimiento, ese celo, ese crecimiento, esa paranoia, esa sentencia perpetua, esa tolerancia imperecedera, ese descubrimiento, ese dolor, esa gracia, ese amor, ese temor, esa cadena de incógnitas.

Esos cabrones, los hijos.