miércoles, 30 de abril de 2008

Día del niño

Después de dos años de terapia el psiquiatra deliberó que mi problema era muy sencillo: Yo pensaba y actuaba como niño en un mundo en el que sólo salen adelante los adultos muy adultos. De alguna manera, me dijo el doc, yo me había programado para no crecer, para no madurar y tenía algo muy parecido al síndrome de Peter Pan.

"Tienes una marcada tendencia a extrañar el paraíso perdido y por eso te deprimes; en el fondo eres un niño pidiendo auxilio", palabras más palabras menos eso dijo el discípulo de Freud respecto a mi caso.

Fui a terapia a mediados de los años 90, no porque tuviera miedo de volverme loco sino por la necesidad de encontrar respuestas que ni en libros ni con amigos y menos en mi casa hallé. Según yo, la terapia me iba a servir para conocerme mejor, pero resulta que lo único que descubrí es que yo no quería crecer. En la madre.

Han pasado muchos años de eso y les debo confesar que más o menos sigo sintiéndome igual. Aunque estoy muy lejos de ser un inocente, quiero que la poca inocencia que me queda no se me esfume porque una vez yéndose te conviertes en la copia de Bush, en un ser acartonado, frío, imbécil, solitario, paranoico y deschistado.

Me encantaría tener la mente despejada y fresca para explicar lo que a estas alturas me inspira el Día del Niño, pero la verdad es que ando cansado, muy cansado. Sólo deseo que ustedes y yo conservemos en nosotros todavía un pedazo de inocencia, aunque para el mundo mercantil eso no sea lo más conveniente ni lo mejor visto.

NOTA TRISTE
La semana pasada me enteré de la muerte del hijo chiquito de un conocido muy estimado. El niño tenía sólo cuatro años. Cuando estas tragedias suceden nos inclinamos a pensar que los pequeños fallecidos fueron ángeles que Dios envió a la Tierra un ratito. Yo no estoy de acuerdo con esa teoría. A mi parecer los bebés y los niños que se mueren son y fueron seres humanos, no ángeles. Recuerden que Dios nos hizo a su semejanza y que por ese privilegio hasta los ángeles quisieran ser como nosotros. Creo en los ángeles y sé que tengo el mío cuidándome siempre, pero nos conviene pensar que si un niño muere es y fue un ser humano y que por esa condición Dios lo tiene aún más cerca de sí que a cualquiera de los ángeles.

Secsi XIII

Yo no sé porqué si saben que soy de culito me siguen invitando a sus juntas semanales los fanáticos de las chichis. Como no tenía nada que hacer fui a la cita, ahí en la cantina El Colibrí Morado que está por Zaragoza y Villagrán.

Llegué al antro y estaba todo oscuro. Un mesero me recibió con una linternita para ubicarme en mi lugar, como le hacían antes en los cines cuando llegabas tarde a ver una película.

A los 10 minutos se prendió una luz en el escenario y de la nada salió mi amigo, ése que se llama como yo y que cumple años el mismo día que yo. No me había dado cuenta que este cabrón es el líder del movimiento Pro-Chichi de Monterrey. Sin saludar a los presentes mi amigo se aventó estas finas y sabias palabras:

-Compañeros: Para que una teta esté buena debe ser imperfecta, aunque esto suene contradictorio. El buen busto es el que es grandote pero medio caído, el que hace evidente la ley de gravedad. Además debe tener pecas, granos o lunares, y si se puede, unas estrías son bienvenidas. Buen provecho, compañeros-.

Al final nos entregaron esta foto de Lindsay Lohan que apoya visualmente la teoría de mi amigo.

domingo, 27 de abril de 2008

Niños necios, oídos sordos

La otra noche fuimos a cenar con nuestros compadres, en total éramos cuatro adultos y tres niños. Aunque los "pequeñines" eran minoría consumieron toda nuestra energía. Hagan de cuenta que era el Moco Fest: uno lloraba, otro hacía berrinche debajo de la mesa y otro más pataleaba desde su sillita. Una chulada de velada. Comimos con prisa, en varios tiempos, turnándonos y casi sin interactuar unos con otros por andar pastoreando a la descendencia.

Algunas personas en el restaurante nos volteaban a ver con cierta compasión, pero la mayoría nos quería sacar a patadas con la pura mirada, pues obviamente les estábamos estropeando su cena.

Hace tiempo una amiga soltera me sugirió que escribiera acerca de los papás fodongos que dejan que sus hijos chiquitos echen desmadre en algún lugar público. Cuando me lo dijo, recordé que antes me molestaba mucho eso, que un niño gritara, pataleara, hiciera berrinche o cantara cerca de mí, y más coraje me daba si sus papás no hacían nada. Yo era de los que entraba a un avión y si veía niños cerca me cambiaba aunque quedara hasta el fondo, a ladito del baño. Yo podía soportar todo en un vuelo, turbulencia y la madre, todo menos caos infantil.

También me desesperaba mucho estar en un Chili's y que un mocoso se asomara por el respaldo de mi asiento y se me quedara viendo, ¿qué chingados quiere este niño?, ¿dónde está su mamá?, ¿quién responde por él?.

Pero ahora eso no me molesta por obvias y "mateas" razones. Te conviertes en papá e inmediatamente te acostumbras a vivir en el ruido y por eso, o haces concha cuando ves que tu hijo está a punto de volver locos a los demás, o la verdad ni te das cuenta.

El pediatra no te dice que saliendo del hospital te llevas no sólo a un bebé envuelto en sábanas y a una señora gorda que solía ser tu esposa y que ahora camina como si acabara de bajarse de un caballo percherón. ¡No!, además de eso y de una deuda soberbia y de un chingo de regalitos y de globos que no te caben en la cajuela, te llevas a casa un par de filtros auditivos invisibles y una buena dosis de tolerancia hacia el bullicio de kinder en hora de recreo.

Viviendo con uno o varios niños te vas acostumbrando a escuchar sonidos desagradables 24 horas por 7 días, todos los juguetes hacen escándalo, cantan, hablan, o producen ruido al caerse o al golpearse. A ver, les hago una pregunta a los que tienen hijos, ¿recuerdan a qué sabe el silencio?, ¿verdad que no?

Ésa es la GRAN diferencia que hay entre los solteros o parejas sin hijos y los que ya somos papás. Se oye egoísta pero yo no puedo pedirles perdón a los que se molestan si Mateo anda insoportable, porque tendrían que vivirlo para darse cuenta de que un poco de desmadre nunca es demasiado. Claro, también hay papás (detestables) que se hacen mensos y permiten que sus mini terroristas hagan lo que quieran, incluso que maltraten a otros niños. Pero lo que aquí quiero explicar es que yo era muy intolerante a los niños (quietos o inquietos) y ya he desarrollado inmunidad auditiva.

Por supuesto que estoy consciente cuando Mateo empieza a incomodar el ambiente y trato de evitarlo, pero por otro lado me vale un poquito madre porque vivo el caos desde adentro. Es una de esas situaciones (¡otra!) difíciles de explicar.

Lo raro es que ahora me molestan otras cosas, por ejemplo, que los baños públicos no tengan un lugar para cambiar pañales, o que la gente fume en un parque cerca de mi hijo, o que en los restaurantes no haya menú para niños o periqueras disponibles. Pero ahora si veo una estampida de mocosos corriendo hacia mí ya no me arrugo y en los vuelos me duermo con todo y bebés detrás de mí; las piñatas ya no me aturden.

Me he habituado a la chiquillada, y en cambio me dan flojera los antros llenos de gente. En conclusión: voy derecho a ese destino infalible de convertirme en un señor, si es que no lo soy ya.

P.D. Ya encontré mi celular...

jueves, 24 de abril de 2008

Servicio social

Interrumpo su programa favorito para pedirles que me ayuden a encontrar mi celular. La última vez que lo vi fue el martes por la tarde, traía pantalón de mezclilla, camiseta a cuadros y huaraches. Es un Sony pero se cree Motorola, pues adolece de sus facultades mentales. Lo pueden reconocer porque su pantalla está partida por la mitad con una mancha que parece relámpago debido a que se me ha caído varias veces. Es mudo, no suena. Ya me he marcado para ver si está en manos de algún narco o secuestrador, o peor, de alguna señora nostálgica que le ha de estar llamando a su hijo que vive en Tailandia, todo con cargo a mi cuenta, pero nadie me contesta, sólo se oye mi voz en el buzón que anuncia que me dejen recado, entonces, ¿qué mensaje me debo dejar?, ¿me pido a mí mismo que me regrese la llamada?. Me siento huérfano de telcel, aislado entre tanta información, incomunicado, dependiente. Reconozco sin pena que a veces cuando me llaman no contesto porque padezco phonofobia (miedo a contestar el teléfono), pero ahora me urge encontrar mi celular porque sin él, ¿quién soy?.

miércoles, 23 de abril de 2008

Uno de esos traumas

Y a ti qué, ¿te comieron la lengua los ratones?, me preguntó la maestra de manualidades porque tenía yo toda la clase callado. La verdad es que andaba serio, más bien culeado, porque Gerardo "El Buda" me había dicho que al final del día nos iban a dar clase de defensa personal con combate de Tae Kwon Do. A mí me aterraba la idea de pelearme porque todos los otros niños que estaba en ese Campamento de Verano estaban más grandes o más gordos que yo.

Aunque no supe qué responderle a la chava que nos estaba enseñando a pintar acuarela, sí recuerdo que me quedé pensando un largo rato cómo se sentiría que los ratones terminaran con tu lengua a mordidas: ¿Sería como cuando comes un sabalito de chile y tienes una herida en la boca y te arde?, ¿cuántos ratones se necesitan para comerse una lengua entera?, ¿mientras te la devoran puedes ver sus colas, sus patas?, ¿a qué huele un ratón tan cerca?... Éstas y otras cosas pensaba yo mientras metía el pincel en el agua y luego en el pequeño contendor de pintura.

Terminando la clase me di cuenta que mi cuadro estaba repinche, era un sol amarillo que ocupaba casi toda la hoja y tenía rayos anaranjados y rojos (se parecía un poco al logotipo del PRD, ¡madres!). Luego nos sirvieron el "refrigerio", que era y es una palabra que me da mucho problema decir porque se me hace muy maricona y al mismo tiempo me suena a refrigerador. El refrigerio consistía en un lonche medio seco, una manzana y agua de frutas.

De ahí nos dieron una clase de nudos, (¡sí de nudos!), en la cual nos enseñaron a hacer nudos como los boyscouts y a amarrar cuerdas, ¿para qué?, pues quién sabe, pero pregúntenme si ya de adulto puedo desatar las cintas de mis zapatos, ni madre.

Después de esa cátedra "nudista" tan interesante seguía la clase de "defensa personal". Para ello nos llevaron al jardín de la casa en donde habían puesto varios colchones de hule espuma y nos sentaron a todos los niños formando una media luna. Yo sentía que el cuello se me comenzaba a endurecer de los nervios y como si fuera uno de los perros de Pavlov comencé a generar mucha saliva. Imaginaba a cualquier otro niño rompiéndome el hocico muy fácilmente ante la risa de los demás.

Dentro de mi mente de ocho o nueve años una gran idea comenzó a gestarse: la huida. Así que levanté la mano, pedí permiso para ir al baño y me levanté tocándome el estómago como si me doliera. Entré al baño, cerré la puerta, me paré encima del escusado como de "aguilita" con las rodillas en la barbilla y con las pocas nalgas en el aire para que no me vieran los pies por abajo de la puerta y ahí me quedé esperando durante mucho tiempo. Afortunadamente nadie entró al baño. Hacía mucho calor y las piernas me dolían por la posición, pero ahí me estuve en silencio hasta que escuché el timbre sonar.

Salí de mi autoexilio y muy sordamente me reintegré a mi grupo que ya estaba en otra área de la casa para recibir otra clase interesantísima. Nadie traía moretones o sangre en la cara y no había signos de que alguien hubiera llorado por salir lastimado al pelear Tae Kwon Do, al contrario, todos se veían sudados, pero muy contentos.

-¿Dónde estabas?-, me preguntó El Buda.
-En el baño, me sentí mal, ¿cómo estuvo la clase de defensa personal?, quise saber.
Nombre, no nos enseñaron nada!, puros ejercicios y al final le hicimos bolita al profesor-, me contestó.

Chingado, pensé, por andar de culo escondido en el baño me perdí la actividad más divertida del día, ¡la bolita!

martes, 22 de abril de 2008

Regalo

Ayer soporté miedo y hoy desperté con esperanza. Traigo la volubilidad a tope. Gracias a los que comentaron en el post anterior, pues me siento acompañado cuando me ponen ahí que ustedes sienten lo mismo que yo. Les platico que ayer cumplió años mi cuñada y en vez de que yo le regalara algo, ella me mandó este video, que es el mejor regalo que yo haya recibido en lunes desde que me acuerdo.

lunes, 21 de abril de 2008

Miedo en lunes

A quienes hemos visto de cerca la belleza de Dios, el demonio nos juega chueco aventándonos su arma más contundente: el miedo. Es justamente ahí, cuando estamos más felices y en paz, cuando satanás se presenta con su discurso apocalíptico y nos dice: "No te emociones con lo que tienes porque te lo puedo quitar cuando yo quiera".

Y entonces yo (no sé ustedes) me convierto en un hijo pródigo moderno que regresa con el Padre a suplicarle que por favor la felicidad, la salud y la paz le duren mucho tiempo. Y entonces, ándale cabrón, no que muy alejado de la Iglesia, no que ya no rezabas, no que muy salsita, no que muy new age, no que todo es relativo, que a lo mejor pecas por acá pero eres "bueno" por allá y entonces equilibras la balanza, ¿no que tú pones tu propia escala moral?

Disculpen el debate psicoteológico que traigo este lunes, pero es que desde que soy papá le zacateo más al diablo, al miedo.

Ayer Mateo acarició a una leoncita y a un canguro, le dio de comer a una zebra y puso su bracito para que un cotorro se posara en él. Además cargó a un conejito, tocó a un venado y le dio de comer a los patos (foto). Todo lo hizo tierno, emocionado, incrédulo.

Acostumbrado a tocar el pelaje de Ramona, Mateo fue descubriendo que hay otro tipo de textura animal, de garras, de pezuñas, de cacas y de ojos saltones como los del camello. Bajo un sol de 37 grados a mi hijo, (el primero pero quizá no el último), se le fueron poniendo rojos los cachetitos, pero siempre sonrió asomando sus dientes cuadrados que parecen cuatro chicles adams. Esa sonrisa es la que quisiera tatuarme en la espalda para que el diablo se quede helado si alguna vez quiere apuñalarme.

Además de conocer la fauna poposienta del zoológico Xenpal, Mateo comió su primera paleta helada ayer, una Hielati que empezó siendo de fresa, luego pasó por el sabor limón y terminó como de uva. Mi niño-bebé no habla todavía, pero cada vez que se le antoja algo dispara un gemido para suplicar que le des de lo que comes. Junto con la paleta probó unos Tostitos salsa verde, o sea nutrición de punta.

Nuestro domingo había empezado tarde. A la hora de la comida visitamos a nuestros amigos Doña Kika y Don Chuy, chefs y administradores del Rincón de García. Ellos son como nuestros abuelitos postizos, ella va para los 81 y él tiene 74, y cocinan con madre. Los conocimos porque antes tenían una fondita en La Fama, cerca de nuestra casa, pero se mudaron a Villa de García porque la gente de Santa Catarina acostumbrada al taco de barbacoa y al pollo asado no apreciaba sus recetas.

A la Maga y a mí nos dio tristeza que nos dijeran que estos son los últimos días que tienen el restaurante en Villa porque en unas semanas se van a vivir a Tampico con su hija.
-"Ya estamos muy cansados, ya nos hicimos viejos, Eugenio"- me dijo Don Chuy con esa sonrisa por la que siempre sale un aliento cervecero, esa sonrisa chueca de la gente de a caballo, como se autodefine él. Luego de comer delicioso nos despedimos de nuestros amigos "los viejitos" y fuimos a Xenpal para que Mateo conociera que además de sus padres y de Ramona hay otro tipo de animales y pasó lo que ya les conté más arriba.

De regreso a la casa se apoderó de mi conciencia la idea inconfundible de que estaba feliz y otra vez estuve agradecido con Dios, pero en la noche sentí miedo, pavor. Me aterra perder lo que tengo, que algo le pase a mi familia, me preocupa la violencia, el mal humor que impera en la ciudad, la enfermedad y que se derrumbe mi orden hecho de papel. Por eso quiero estar más cerca de Dios, regresar a Él. Ya me di cuenta que solo no se puede, y que cuando crees que puedes la verdad es que tu bienestar está pegado con saliva y que el demonio siempre estará contento de que caigas al sistemático juego de poderes, en donde nunca le ganas, pero que como "premio" de consolación te regala tu autodestrucción.

jueves, 17 de abril de 2008

Sin título

Diez tristes pesos fueron la diferencia para ser infiel a la Tecate y para preferir Carta Blanca. Eso es lo que provocan las malditas, pero atractivas promociones; uno termina por abandonar a su cerveza favorita y por encaminarse a una borrachera desconocida con el pretexto de ahorrarse unas monedas para el taxi de regreso.

Más de ocho mil personas no pudimos estar equivocadas si le aplaudimos a un güey de 41 años que a veces le da por usar falda larga y brillante, y que llena el espacio cantando "1979" en versión acústica. Qué chulada, como diría mi primo Julio. Gracias, Billy, por el chiste de los sombreros de charro y los zarapes.

De cualquier manera la Maga estaba avisada de que íbamos a ir al concierto en calidad de novios, no de esposos. Lo logramos, hicimos posible olvidarnos unas tres horas de los Huggies que siempre se están terminando y nos reconciliamos con la espontaneidad que sólo tienen (y no se dan cuenta que la tienen) las parejas solteras.

Teníamos que darnos oportunidad de abrazar la estridencia sin poner cara de regañados y era justo darnos permiso de echar desmadre, si no, ¿para qué ir?

Aspirar a la perfección es una tarea que ya no me importa, por eso entiendo que a esa noche casi perfecta le faltaron estas tres canciones. Como quiera fue un concierto redondo.

Cerramos la tocada con unas Carls Junior todavía más groseras que las Carta Blanca. No sé si mi falta de memoria de hoy se debe a la indigestión o a ese forzado paréntesis mental que hago a la mañana siguiente después de una divertida noche para no pensar en nada.

miércoles, 16 de abril de 2008

Viejo Orden II

En esta segunda parte nos acompaña Alicia Silverstone (foto) para quienes no la conocieron o para quienes la habían olvidado. Seguimos:

Salías de bañarte y debías ir al cuarto de tu hermana a pedirle una liga para recogerte el pelo porque tu papá soportaba que lo trajeras largo, pero debías tenerlo recogido, pues suelto atentabas a sus buenas costumbres campuzanas.

Pocas veces ibas a la peluquería. Yo compré unas tijeras puntiagudas, no chatas, con las que me cortaba la punta, pues todos los peluqueros (los de antes y de hoy) entienden por cortar las puntas a rebanar al menos 10 centímetros de cabello.

En el Viejo Orden los programas de televisión tenían argumento y guión, aún no estallaban los realitys. Los políticos eran aburridos por serios, no había payasadas Lopezobradoristas. Extraño a Manuel Clouthier, a Donaldo Colosio, a Heberto Castillo, tres políticos de distinto partido que murieron todavía íntegros.

Sobrevivimos a pestes como el Error de Diciembre, a Marcos en Chiapas, a Juan Ramón Palacios. Todavía teníamos a Pipo en la tele y a Raúl Velasco. Nacía Friends.

El miedo era a la corbata, al sometimiento empresarial, a empezar a hablar como nuestros primos mayores que en cualquier sobremesa hablaban de sus logros institucionales, de sus enredos de oficina, de su talla de líderes, de sus ventas.

Yo trabajaba en el estudio de Pepe Quintero, a lado de la risa terapéutica de Gaby Gutiérrez (+), de las ocurrencias sonorenses de Pancho, de la prisa de Rosy Favela, de la pastosidad de Kike Camacho, de las siestas de Pedy. Mis amigas más guapas trabajaban en ABACO y mis amigos foráneos en la nevería Icelander.

Estrenamos el Auditorio Coca Cola con INXS y meses después le seguimos con Depeche Mode. Afortunadamente todavía no había llegado al radio Britney Spears, las Spice Girls, NSYNC, y los BSB que echaron a perder la programación de MTV y el escenario musical mundial. ¿Cómo estaría de pinche la música comercial después del Viejo Orden que el disco Supernatural (1999) de Carlos Santana ganó nueve Grammys? ¡Nueve!

A principios de los noventas nos daban pena los ochentas pero nos vestíamos igual de gacho. Yo llegué a usar chalecos "neo hipis", camisetas largas a rayas de colores como las que traen Beto y Enrique de Plaza Sésamo y hasta unas camisas brillosas que podrían estar en el clóset del Buki.

Nuestro discurso era de rebeldía hueca porque vivíamos bajo la comodidad clasemediera y el cobijo universitario. Además el Salinismo previo a los desfiguros nos había depositado una extraña atmósfera de esperanza. Se hizo popular el "Sí se puede" justificado imbécilmente por la coronación de Lupita Jones como Miss Universo en 1991.

Recordar esos años es un placer, casi una obligación de copas, pero creo que hay que hacer el ejercicio mental con cuidado porque la nostalgia nos pone la trampa de creer que todo tiempo pasado fue mejor. En todo caso es mejor recordar que añorar. Yo traigo en la memoria el Viejo Orden todo el tiempo, estoy seguro que no fui más feliz antes, pero reconozco que tampoco me he vuelto a sentir como en esos años. Es difícil de explicar.

Muchas canciones nos movieron en aquella época, pero hay una que cerró la puerta y que apagó la luz. Tiene una melodía que parece simple, se presenta con una voz que lo mismo es dulce que chillante, la canta un tipo que se rapó la cabeza en tierra de greñudos y que es el líder de un grupo que hoy se presenta en Monterrey y que por supuesto no me puedo perder.

Billy Corgan y The Smashing Pumpkins cerraron así el Viejo Orden. Con esta canción se terminó la etapa de la inercia irresponsable y de ahí en adelante los que teníamos 22 años de edad nos convertimos en tortuguitas recién nacidas, torpes y ciegas, caminando hacia el océano feroz, hacia la responsabilidad, a convertirnos en adultos. Se nos terminó el paseo e intentamos entrar sin anestesia a la madurez, a la vida de a de veras.

En el Nuevo Orden nos metimos de lleno al "que cada quien le haga como pueda"...

martes, 15 de abril de 2008

Viejo Orden

Los antropólogos todavía no se ponen de acuerdo con las fechas, pero lo más probable es que el Viejo Orden haya sucedido entre 1991 y 1995. Aquella era una época sin Internet ni correo electrónico; una época en donde el apareamiento entre el macho y la hembra se daba en el salón de clases a base de mandarle papelitos románticos al objeto de nuestro afecto.

Escribíamos con toda la mano, tomando una pluma y arrastrándola en la superficie de un papel, ahora escribimos sólo con las yemas de los dedos atormentando un teclado. La "q" era una letra respetada, antes del sometimiento de la "k".

El uso del celular era un ejercicio pedante e incómodo, las canciones se reproducían en casets, nadie imaginaba que algún día nacería un monstruo como el Ipod.

El Club de los Caritas Pobres sesionaba día y noche en el Cuarto de Enmedio. Ahí nos purgábamos el descontento, la frustración y la melancolía injustificada oyendo a Mark Knopfler tocar guitarra, o viendo una película de Wim Wenders. Prendíamos un cigarro cada vez que sonaba "Decomposing Trees", de Galaxie 500 o "Fake Plastic Trees" de Radiohead. Todos los ahí presentes teníamos roto el corazón, pero también habíamos roto corazones ajenos, éramos lobos y éramos ovejas al mismo tiempo. Afuera, en la calle, nos esperaban estacionados dos Vochos y un Malibú.

Los domingos amarillos íbamos al desaparecido ValleCinemas en donde ahora construyeron una tienda muy pedorra que se cree Palacio. Lo más importante no era escoger una buena película sino llegar a tiempo para ver mujeres usando pegadilios. Estas prendas eran también llamadas pantiblusas y se abrochaban enfrentito de la vagina. Eran muy sexys, pero era una lata desatarlas, es decir, si ya habías tenido suerte de llegar hasta ahí, ¿todavía tenías que hacer otro incómodo trámite?

Luego del cine alargábamos el domingo en el Café Magritte, en donde siempre estaba la misma gente, pero daba igual porque nadie quería llegar a su casa.

Nos gustaba el pelo de Winona Ryder (foto), pero nuestra fantasía se llamaba Alicia Silverstone, quien tenía el mérito de ser la única mujer que se veía bien pintando un dedo en el video "Crying" de Aerosmith. Soñábamos también en tocar el vientre plano de Edith Serrano o en besar a Raquel.

Las películas cómicas y románticas estaban llenas de tipos sin dinero que se quedaban al final con la hermosa protagonista: Ethan Hawke, en Reality Bites; Matt Dillon, en Singles y Brad Pitt, en Leyendas de Pasión. Quisimos ser como ellos y nunca lo fuimos. Nadie estuvo a la altura de nuestro héroe vitalicio: Fred Savage en The Wonder Years.

En nuestras pláticas se hacía presente un asco hacia Monterrey y su sociedad; es el mismo asco que sentimos hoy, pero con familia y trabajo más vale que te guste el olor a caño si vas a vivir en el caño.

Tomábamos bebidas espantosas con nombres inexplicables: Blue Moon, Bomba, Perro Salado, etc. Íbamos al Café Iguana, al Rumbos de Luna, al Vongolé, al Escena, al High Concepts; nunca al Baccarat y menos al Pistachios. Claro, siempre nos esperaba el Koko después de las dos de la mañana en donde no importaba llegar solo, porque siempre había algún conocido o algún compañero de peda que se pararía a lado tuyo a ver videos poniendo cara de zombie mientras sacabas provecho del dos por uno en XX Lager.

No había antialcohólicas ni balazos. Caminábamos seguros a cualquier hora casi en cualquier lugar. Dábamos el grito en Real de Catorce y recibíamos el Año Nuevo en San Miguel de Allende. Teníamos cinco camisetas que rotábamos toda la semana, unas botas industriales y algún abrigo de pana o de franela.

Nuestros mártires fueron Kurt Cobain, River Phoenix y Shannon Hoon. Nuestra dieta consistía en comer 10 tacos en Perrustiano por las noches y una torta de la Puri por las mañanas. Dormíamos mucho durante el día porque en aquél tiempo todo se solucionaba tapándote con una sábana hasta la cabeza.

CONTINUARÁ...

lunes, 14 de abril de 2008

Canas al aire

Se nos estaba terminando el domingo y la única conclusión que teníamos era que estábamos más cansados que a mitad se semana. Así son las cosas, uno se cansa más en los días de "descanso", te invades de compromisos, de meter y sacar la carriola de la cajuela unas 10 veces al día, de ir a pagar facturas pendientes, de orear a Ramona y a Mateo, de aplicar la desvelada tecatera, etc... Siempre se nos va el fin ocupándonos de todo menos de tirar la hueva a pierna suelta, como diría el Ángel (y no del rock).

Ahí estábamos, sentados en el jardín, con la espalda muy adolorida, esperando que el domingo se nos terminara de ir, (¿verdad que el domingo tiene 14 y no 24 horas?). En eso se me antojó que la Maga me hiciera piojito y me recosté en sus piernas como lo hacen los novios en la Macro (en Monterrey se nos hace muy caco que la gente se acueste en las pocas áreas verdes que ofrece la ciudad, pero nomás viajamos a Estados Unidos o a Europa y nos damos cuenta que los ciudadanos de allá se tiran en el jardín público todos los días, ¡ahhh!, entonces allá sí se nos hace cool, ¿será que los mexicanos nos vemos muy feos echados en los parques?). Total que ahí estábamos, yo queriendo piojito para espantar el miedo dominguero, y la Maga haciéndome cariños craneales con más flojera que iniciativa.

¿Y dónde estaba Mateo? Él andaba señalando algún pájaro en el alambre o a la luna que trae todavía el horario viejo y que por eso ya estaba asomada a esas horas o a un helicóptero que vino a quebrar nuestro silencio.

Para entretenerse, la Maga comenzó a contarme las canas, una, dos, tres, cuatro... Parecía chimpancé buscándome piojos y pulgas. Llegó a 53 canas y ahí detuvo el conteo echando una risilla madreativa, muy a su estilo. La bronca es que la mayoría de estos pelos blancos asociados a la edad y al estrés los tengo amontonados en mi copetillo. No me espanta llenarme la cabeza de canas, pero sí me preocupa convertirme en Tongolele, de perdido que se distribuyan en toda la cabezota que tengo y no nomás arriba de la frente.

Después de los 30 años hice varios juramentos personales, uno de ellos es que jamás (repito, jamás) usaré Just For Men ¡Ni madres!, que venga la edad y que venga el pelo de cebolla, pero por favor que venga parejo. Genética, no mamey.

viernes, 11 de abril de 2008

La palmera

En Santa Monica me topé con una palmera sin complejos, que no cree en los estereotipos. Desde chiquita a ella le dijeron que como era palmera iba a crecer recta, plana y aburrida, pero le valió madre y agarró curva.

Cada vez que se enteraba que iba a venir un frente frío con fuertes vientos ella se ponía de lado y jugaba a ser de barro para que el aire le fuera formando un tallo redondeado.

Las otras palmeras la miran con celos, porque como es diferente, es a la única que le toman fotos los viajeros ociosos como yo.

- Qué fea se te ve esa joroba-, le dicen los pájaros que también son envidiosos.

-No es joroba mensos, son mis pompis-, contesta la palmera sin tomarlos muy en serio.

Yo tengo un amigo de París que no es snob; otro que es chilango y no es mamón, otro que no terminó su carrera y le va con madre; y uno más que anda en moto pero no fuma mota.

Tengo un amigo que es rockstar y vive en casa de sus papás; también tengo una amiga que es de Sonora y no es alta, y otra que es de Saltillo y no le gusta Catón.

Todos mis amigos me confirman que de nada sirve estereotipar a la gente y que los seres humanos somos tan flojos que preferimos etiquetarnos antes de conocernos. Lo más interesante es dejarse sorprender por la gente.

Yo he comprobado que no todas las palmeras son rectas, planas y aburridas.

jueves, 10 de abril de 2008

Luto brillante

A veces cuando volteo a ver lo que ha sido mi vida me doy cuenta que me he preocupado por muchas tonterías. La buena noticia es que siempre me encuentro en el camino a una persona sabia que me sacude lo pendejo. Como ejemplo aquí les va esta historieta:

Corría el año del 2002 y el autor de este blog se vio en la necesidad de comprar un anillo de compromiso para la Maga. Ya todos mis amigos habían dado ese paso, y también a muchas amigas de la Maga les habían ya entregado la mentada joyita.

En medio de la emoción me entró una preocupación muy tonta: el tamaño de la piedra.

Yo veía los anillos de mis conocidas (sin albur) y tenían unos brillantes enormes, con chingos de kilates. Madres, pensé, ¿cómo le voy a hacer para comprar un diamante tan grande? Un conocido me explicó que la costumbre regiomontana era invertir un mes de sueldo en la compra. Uta, ya valí, pensé, con mi sueldillo de intendente me iba a alcanzar un anillo de plástico.

Pero bueno, con más esperanza que dinero me dirigí a una "reconocida" joyería de Monterrey. Nada más llegué y una señorita de nariz respingada y de mirada racista me preguntó que cuánto quería gastar en el anillo, ahí enfrente de todos los otros clientes. ¡¿Qué manera de vender era ésa?!, nomás soltó su pregunta y yo me arrugué.

Ahí me hice güey un rato con esta señorita fingiendo que yo traía mucha lana, viendo piedras totalmente inalcanzables para mi cartera y luego con la promesa de regresar me salí de la tienda echándole madres a Zedillo y a Salinas y a todos los Presidentes que ha tenido este país (no sé porqué la agarré contra ellos).

Luego un amigo me recomendó que fuera con Javier García Yturria, dueño de las joyerías que llevan su nombre. Y así lo hice. Sin hablar para sacar cita le caí en donde tenía su oficina y fui recibido por su animada esposa.

-Claro que sí, Eugenio, ahorita te atiende Javier- me dijo y yo me sentí muy a gusto que dijera mi nombre.

Me pasó a la oficina y Javier me trató con un respeto y una amabilidad que no voy a olvidar jamás. Sin prisa, con paciencia y detalle me fue explicando las características de los diamantes, los cortes, la pureza, el brillo, etc. Luego dijo las palabras más importantes: "No te fijes en el tamaño, porque eso no es lo importante".

Este señor nunca me preguntó cuál era mi presupuesto, sólo me indicó que él me iba a ir diciendo los precios de los brillantes de menor a mayor y que en el momento en que llegara el precio que yo estaba buscando nos deteníamos. Cuando finalmente dimos con la piedra indicada me felicitó por mi buena elección y hasta me hizo un descuento. Salí contentísimo, muy satisfecho, sabía que la piedra no era la más grande, pero sí la más importante porque me habían explicado todo de ella.

Algunas personas de cabeza fría dirán que toda su amabilidad se debía a que Javier era un buen vendedor, y claro, sí lo era, pero, ¿no es de agradecerse que todavía en esta ciudad tan consumista y fijada hubiera alguien tan respetuoso de sus clientes?

Meses después de la compra nos encontramos a Javier en una plaza comercial en donde está otra de sus joyerías. Me le acerqué y le presenté a la Maga para que viera lo bien que se le veía el anillo (otra vez, sin albur). Javier tomó la mano de la Maga, vio la joya y dijo: "Muchas felicidades, señorita".

Ayer supe que Javier falleció, tenía sólo 56 años. A mí me dio mucha tristeza. Él fue un desconocido muy importante para mí, fue una persona sabia que un día llegó a mi vida para quitarme una preocupación muy tonta.

miércoles, 9 de abril de 2008

Secsi XII

Hoy en la mañana andaba haciendo el super en la Bodega Aurrera que está ahí en Félix U. Gómez cuando de repente en el pasillo del papel higiénico me encontré a mi amigo, ése necio que se llama como yo y que nació el mismo día que yo.

Este güey me comentó sin saludarme que ayer salió con una chava a la que se le pasaron las cucharadas de vodka.

-Ando muy sacado de onda, al regreso me pidió que me orillara, abrió la puerta del carro, se agachó y ahí mismo se echó una meada, ¡ahí en la calle!... está bien guapa la vieja, pero eso no me gustó-, me dijo mi amigo con cara de sufrimiento.

Yo le respondí que no se azotara, que por ejemplo una vez Fergie se hizo pipí en el escenario y que eso no le quita ningún mérito profesional ni estético.

Mi amigo vio esta foto y se le fue el desconcierto. Luego me pidió dinero para comprar unas legumbres y me dijo que iba a volver a llamarle a su amiga miona. Luego se fue sin despedirse.

Queer songs for the straight guy

Ayer venía manejando del karate rumbo a la casa en el Astra a gran velocidad, sudado, golpeado, emanando testosterona, bien machote. De pronto en el radio pusieron una canción medio gay, ¡y madres!, que me puse a cantarla y quesque a bailarla.

¿Y qué tiene eso de malo?, dirá alguno de ustedes, pues nada, no tiene nada de malo, sólo que se me hizo chistoso el cambio de actitud. Algunas canciones nos ponen bien rosa a los machines, ésa es la realidad. Es más, hasta recordé otras rolas mariconas que me gustan e hice este Top Five que aquí les comparto. Sólo denle un click a la palabra subrayada ¡y a bailar, chicas!
  1. Ésta es bien gay, pero en los 80's no nos dábamos cuenta.
  2. Aquí les va una de los expertos en rolas rosas.
  3. Ésta sí es jotísima.
  4. ¿Hay algo más mariconamente padre que esto?
  5. Y por último, mi rola gay favorita.

martes, 8 de abril de 2008

Fantasmas no, vecinos sí

La Maga y yo dejamos de creer en fantasmas desde que nos casamos y nos fuimos a vivir a una casa cuyos blocks parecen estar hechos de papel y en donde el muro del de a lado está codo a codo con el nuestro.

Durante el día y la noche no escuchamos ruidos del más allá, sino del más acá, originados por nuestros vecinos. Ya nos acostumbramos a oír sin asustarnos sillones que se mueven, regaderas que se abren, lamentos de niños, gritos de mujeres, ganchos golpeando las paredes y televisiones prendidas.

Una noche que estábamos recién llegados de la luna de miel nos sacó un pedernal el grito de una bruja como a las tres de la mañana, pero luego nos dimos cuenta que no era ninguna bruja sino alguna vecina con pesadillas que había gritado a esa hora.

Lo entretenidamente morboso de vivir así es que uno se entera de cosas que no debería. Por ejemplo, durante mucho tiempo fuimos testigos auditivos de los regaños exagerados de Adriana, esposa muy desesperada y madre de tres varones. Esta chava que fingía ser un bombón en público les hablaba bien gacho a sus hijos. "¡Ya te dije que no le pegues en la pipí a tu hermano!", era uno de sus gritos clásicos.

Un día al esposo de Adriana le ofrecieron trabajo en Estados Unidos y entonces se tuvieron que mudar, pero antes de irse nuestra histérica vecina amenazó a sus hijos a la hora de la comida con una frase célebre: "Cómanse todas las frutas porque allá están muy caras y no va a haber". Órale, qué manera tan regio-coda de "persuadir" a los hijos.

Gracias a eso la Maga y yo hemos aprendido a regañarnos en voz baja, con todo y que las mentadas no saben igual cuando las dices a medio volumen. Ni modo, así es esto de vivir apretados, la ventaja es que en nuestra comuna moderna, no se oyen fantasmas porque todos los ruidos macabros tienen nombre y apellido.

lunes, 7 de abril de 2008

La encontré

Nuestro primer encuentro había sido casual, pero el segundo fue completamente planeado por mí. La estuve cazando desde el jueves en la noche, pero no la vi hasta el sábado por la mañana. Creo que hay encuentros con desconocidos que nos alegran el alma por eso hice todo para volver a verla.

Y ahí estaba, paradilla, interrumpiendo como siempre el tránsito de las personas que caminan por la calle Promenade de Santa Monica.

Cuando la vi me emocioné mucho, como si me estuviera topando con algún maestro estimado de la secundaria. Antes de acercarme la estuve observando y noté que a la mayoría de la gente le da mucha flojera detenerse a platicar con ella.

Finalmente la abordé y le dije hola. Su actitud fue la misma de aquélla vez; sonriente y amable me pidió tiempo para hacerme unas preguntas. Yo le dije que sí, pero le aclaré que ya sabía cuáles eran sus preguntas porque ella y yo nos conocíamos.

-¡¿Reallyyy?!-, me preguntó sorprendida.
-Sí, ya nos conocemos y vine a buscarte para tomarte una foto-, le contesté.
-Una foto, ¿a mí?, no, no, ¿por qué?-, exclamó con pena.
-Porque la última vez que vine me dejaste pensando con tus preguntas existenciales y como tengo un blog quiero que aparezcas ahí-, insistí.
-¡Pero si me acabo de levantar!-, dijo sonriente y entonces me di cuenta que la vanidad femenina extrema es un padecimiento global.

Entonces se peinó con las manos y le tomé esta foto. Luego platicamos unos minutos. Supe que se llama Kuniko y que es japonesa (no china como yo había supuesto). Me contó que pertenece al Principle Study Center, fundado en el 93, en Santa Monica. Este centro ofrece al público en general lecturas, conferencias y videos con reflexiones de inspiración cristiana. Uno de sus objetivos, me dijo, es promover en nosotros el respeto a credos, culturas y razas diferentes a la nuestra, además de fomentar una vida más espiritual que comercial.

Kuniko me invitó, otra vez, a conocer el centro para escuchar una lectura, me repitió que era gratis y que no había ningún compromiso. Le dije, otra vez, que andaba yo con prisa, pues tenía que regresar al hotel para esperar el taxi que me dejaría en el aeropuerto. Le aseguré que regresaría, pero que la próxima vez ella debía reconocerme. Me dijo que sí.

Luego, en un bache de nuestra despedida no sé porqué chingados quise llenar el hueco de la conversación platicándole que me gustaba mucho el sushi y que practicaba karate, como si siendo japonesa esto a ella le fuera a interesar. Me contestó con su típico "¿Really?", pero noté que le valió madre. Finalmente le di la dirección del blog para que hoy se metiera a ver su foto.

Señoras y señores, ella es Kuniko. Esta historia aún no termina, apenas vamos en la segunda parte, la próxima vez llego directo al Principle Study Center a ver qué onda.

jueves, 3 de abril de 2008

El ojo desobediente

Nada tiene de extraordinario encontrar mexicanos trabajando en hoteles de California, pero entre todos nuestros paisanos que aquí se la parten, Luis tiene una exótica cualidad física que lo hace diferente: se le va un ojo.
Este barman chaparrito de cuna poblana me estaba contando muy nostálgico el resumen de sus casi ocho años chambeando en Estados Unidos cuando de repente su ojo derecho agarró pal monte, ¡aijuesú!.
No sé si les ha pasado que en medio de una conversación con alguien uno de los ojos del que está hablando con ustedes rompe filas, qué feo se siente, porque no hayas si voltear a ver el ojo prófugo o el ojo firme. Y lo peor es que sientes que el otro ya se dio cuenta que le andas viboreando su pupila bifurcada.
Total que ya no le puse atención a la tragicomedia chicana de Luis por andarle pastoreando su ojo de camaleón, tipo Big Brother. En una de esas y ni siquiera es defecto sino una maña que utiliza para poder tener bien checados a dos clientes al mismo tiempo; o a lo mejor es una habilidad que fue desarrollando con el tiempo para poder lavar las copas mientras te abre una cerveza bien helada. Yo no sé, pero esa mirada chueca como la del Comegalletas se ve bien gacha.

Blogbsesiones

El departamento que se encarga de regular los chorrillos y las diarreas en mi aparato digestivo les aconseja que cuando vuelen por Mexicana se abstengan de pedir chilaquiles para el desayuno. ¡A su madre, qué bomba!

Llegué a migración de Los Ángeles apretando el aguallón para no desfondarme ahí frente al representante de la border patrol. Lo bueno es que enseguida de donde haces el papeleo de llegada hay un baño muy limpio (bueno, ex limpio después de mi visita) que me recibió con las tazas abiertas. Recuerden que soy de estómago fuerte pero esos chilaquiles traían jiribilla.

Ahorita ando dual, como siempre, pues traigo mucha hambre, ando seco, pero al mismo tiempo me da miedo probar comida. Disculpen que les platique esto, pero pues ya les tengo mucha confianza y entre amigos cualquier buena conversación termina con el tema de la caca y sus similares.

Cambiando de tema, pues sí, llegué a LA y de ahí a Santa Monica. Si recuerdan capítulos pasados de este blog sabrán que aquí me encontré hace meses a una chinita con la que tuve un acercamiento espiritual que se quedó a medias. Aunque vengo a trabajar, aprovecharé el tiempo libre para buscarla y pedirle revancha. Los mantendré informados.

Otro cambio de tema. Luego de echarme el último chilaquil con sabor a purga me quedé dormido en el avión y entre sueños me vi escribiendo el blog como lo hago casi todos los días, pero mi cara en el sueño era de angustia porque me obsesionaba la idea de agradarles a todos mis lectores todo el tiempo. Es decir, me obsesionaba que cada uno de ustedes se llevara algo bueno de esta página, una sonrisa, una reflexión pedorra, una canción padre, etc, y eso es lo que quiero, que disfruten su visita, pero sin obsesionarme a que todo de mí les guste.

Desperté y me di cuenta de la fobia que le tengo a la "blogbsesión afectiva", que es como una necesidad de que ustedes me quieran aunque en algunos casos ni nos conozcamos.

Luego recordé que precisamente estas cosas (blogs) funcionan porque entre el que escribe y entre los que leen no debe haber otra conveniencia y otra utilidad que la de compartir experiencias e ideas. La trampa de hacer un blog es querer caer bien siempre, porque eso no se puede.

Les digo esto porque hay días en que no me aguanto solo, que me entran los Eugenismos, que son como hoyos existenciales que me arrebatan la tranquilidad. Seguramente habrá días que les caeré mal por negativo, pero seguiré agradeciendo que me visiten. Mi terapia, y espero que sea la de ustedes también, es sacar todo lo de adentro (no me refiero a la diarrea) para conocernos mejor y crecer (¿madurar?).

Les garantizo ser yo y nada más, sin agregarle a esto serpentinas ni globitos de colores para gustarles. Recibirán, como hasta ahora, renglones sin maquillaje, porque esto pretende ser nada más un canal para compartir mensadas importantes y no una prueba de simpatía.

Ya ven lo que le pasó a Adal Ramones: Por querer ser monedita de oro empezó bien chispa el primer año en su programa, pero luego se fue convirtiendo en un higadito "orgullosamente" regiomontano.

Bueno, habiendo dicho lo anterior, les deseo buen provecho, mientras yo bajo al restaurante a buscar algún alimento que no destruya mi aparente y recién llegada paz intestinal. ¡Salud!

miércoles, 2 de abril de 2008

Por la perra más fea

Mi amiga Yolanda Costilla, alias "Tolanda Castillo" anda medio sentida conmigo porque siempre le digo que su perra Conchita Chopo está refea. Por eso puso en su blog una comparación fotográfica entre su extraña mascota y la bella de Ramona. A mis lectores les pido que se metan aquí y que juzguen con sus propios ojos cuál es la perra más fea. No se vale decir que las dos están bien pinches, ¿ok?

Mensadas importantes

Imagino que tu vida está llena de mensadas importantes como la mía. Me refiero a esas cosas que parecen mínimas a los ojos de una sociedad acostumbrada a celebrar sólo lo grande, lo vistoso, los hole in one, pero que para nosotros son trascendentes.

Por ejemplo, yo me siento muy orgulloso de mi encino, el árbol que plantamos frente a la casa. Si ustedes lo hubieran visto cuando recién llegó a nosotros entenderían porqué me siento tan feliz con él.

El jardinero nos lo entregó tilico, hecho un cadáver, con las hojas a punto de secarse. Nosotros lo recibimos como quien acepta tomarse un vaso de leche que está a punto de pudrirse. Su primera Navidad fue la burla de los otros árboles de la colonia porque le pusimos unas esferotas con las que parecía niña anoréxica metida en un lánguido collar de perlas. Le echamos fertilizante y enraizador, pero al arbolito no se le veían ganas de florecer.

Un día de marzo noté que algunos brotes verde limón salían entre sus ramas de campamocha. Me sentí feliz, contento y muy orgulloso de él. A los pocos días nos enteramos que Mateo venía en camino y yo relacioné que ambos hechos, el renacimiento del árbol y el embarazo de Maga, tenían relación entre sí.

El encino cumple con ésta, tres primaveras viviendo con nosotros. Ahí está, siempre en posición de firmes, creciendo; le falta menos de un metro para llegar hasta la ventana de nuestro cuarto y sé que algún día su follaje nos tapará los incómodos rayos solares del amanecer.

Y ya no es la burla de nadie. En aquellos vientos huracanados de Semana Santa, nuestro encino permaneció de pie, como soldado perenne, mientras que algunos ficus fantoches más fuertes en apariencia fueron partidos o derribados.

Me doy cuenta que Mateo entiende la importancia de las mensadas cuando lo veo jugar con las bellotitas que el encino desprende y que se han convertido en sus juguetes favoritos, por encima de cualquier otra cosa que le hayamos comprado.

De eso está llena mi (nuestra) vida, de mensadas importantes, esas cosas que no le importan a una sociedad de consumo acostumbrada a aplaudirle solamente al empleadillo del mes por sus exuberantes ventas.

martes, 1 de abril de 2008

Hartazón

Como hoy es martes de quejas, lamentos y reclamos, puedo aprovechar para decir que... ¡Ya estoy hasta la madre de este anuncio!

En muchos de los portales que consulto se me aparece la maldita foto publicitaria de la Universidad de Phoenix.

¿Cuántas veces habré visto a este tipo que parece ser hijo no reconocido de José Luis Rodríguez el Puma o del "Temerario mayor"? Lo traigo en el subconsciente, cierro los ojos y ahí lo veo, me sé de memoria su sonrisilla de lado, su greña noventera, su camisa a rayas y su aparente felicidad porque en 18 meses acaba su curso.

A este güey lo veo más que a mis amigos y muchísimo más que a mis primos. Lo veo tanto que siento que ya lo conozco. Estoy harto de él. ¡Sáquenlo de mi compu!