lunes, 25 de febrero de 2008

Sólo por hoy

Lo voy a decir de una vez, así que pongan mucha atención, ¿listos?, ahí les va: Soy feliz.
En este mundo en donde la queja es un artículo de primera necesidad, que alguien se atreva a declarar que es feliz suena como a arrogante pretensión. Pero yo hoy lo declaro sin pena y sin culpa: soy feliz. No es una la razón, no le atiné al Melate ni me promovieron en el trabajo, sencillamente soy feliz y para sumarle grado de dificultad a este sentimiento tengo que añadir que estoy contento a pesar de que es lunes.

Sé que el estado en que me encuentro es pasajero y que pronto llegara algún aguafiestas (como Mr. Gas o Mrs. Luz) para quitarme la sonrisa y regresarme la cara de "fuchi". Pero por el momento quiero disfrutar que, como diría Fobia, me siento vivo.

¿Cómo se manifiesta la felicidad?, pues para mí es como una inyección de inspiración, es como respirar con tres pulmones porque cuando aspiras el aire sientes el pecho muy grande, te sientes sobrado. Y como no puedo entender la felicidad sin la gratitud, por eso doy gracias a Dios porque hoy (no sé mañana o en un ratito) soy feliz y estoy rodeado de bendiciones.

Ayer hice consciencia de mi felicidad con un hecho bastante equis. Hace 30 años mis papás se cambiaron a la casa en donde actualmente viven. Recuerdo que algunos domingos previos a la mudanza nos llevaban a Irene y a mí a ver los avances de la construcción. -Éste va a ser tu cuarto-, me dijo mi mamá una vez señalando un pedazo de tierra con varillas. Yo llegaba impecable y terminaba empanizado de cemento y de cal porque me gustaba mucho jugar en las montañas de arena, o meterme a los cimientos que siempre estaban frescos. Hasta en los canelos se me metía la tierra.

Muchos domingos fueron eso, jugar en la construcción de la casa hasta empuercarme (mi mamá me tenía que lavar el pelo varias veces para sacar toda la suciedad) y luego rematar el fin de semana en un Danesa 33 echándome un cono doble de uva. Recuerdo que me daba un poco de lástima ver que mi papá no se podía comer bien su cono porque tenía que manejar nuestro Renault 12 y entonces mi mamá se lo "cuidaba" hasta que se nos atravesara un semáforo en rojo y entonces mi papá le podía dar un bajón a la nieve ya escurrida. No lo sé porque no lo decían, pero imagino que mis papás estaban felices de visitar la casa en donde vivirían el resto de su vida. Y les daba más felicidad que nosotros, sus hijos, disfrutáramos tanto el paseo. Luego llegábamos al departamento que rentaban y todo se me hacía chico. Tengo muy presente el día en que nos cambiamos, no podía creer que tuviera mi propio cuarto. Yo tenía cuatro años, una cama matrimonial, un chingo de carritos y una pelota sorianera.

Rescato esta anécdota porque ayer andábamos Maga, Mateo y yo en pleno ocio previo a la entrega de los Óscares. Como no teníamos nada que hacer nos fuimos a echar un rol a los terrenos a lado de la UdeM en donde están fraccionando lo que los mamones llaman "Valle Poniente". Los tres nos adentramos en esa falda de la Sierra Madre aún medio virgen y el atardecer estaba echándole muchas ganas para ser uno de los más bonitos del año. Mateo iba en las piernas de la Maga picándole a cuanto botón se encontraba en el tablero del carro. Aunque estábamos a un kilómetro de nuestra casa parecía que estábamos en otra ciudad, en otra tierra.

Vimos varios tonos de verde y de amarillo en el cerro y la Maga se puso un poco triste pensando en las especies de animales que se habrán visto invadidas cuando empezaron a desmontar la zona. Yo no sé porqué es una actividad muy común ir a ver casas y terrenos aún cuando ya tenemos una casa propia, pero quizá la respuesta está en que todavía soñamos con que algún día viviremos en un sitio así, con esa vista, con ese viento y con ese silencio.

Y entonces se posó en mí la felicidad vestida de esperanza. Una esperanza a progresar, una esperanza a crecer la familia, a crecer el ingreso, a vivir mejor. Pendejadas a lo mejor, pero pendejadas padres. Lo vuelvo a repetir: hoy estoy feliz, ando contento. Hoy me toca ser Flanders y no Homero. Alza la mano si estás gozando, alza la mano si estás gozando...

1 comentario:

Brenda dijo...

Alzo la mano porque soy feliz, porque leyendote, sé que lo soy a pesar de los problemas, o la mentada crisis, sé que estoy llena de bendiciones.
Gracias.