jueves, 21 de febrero de 2008

Beard, no reason

Mañana cumplo dos meses de no rasurarme, tiempo en el cual me he dado cuenta que la barba genera reacciones muy variadas entre la gente. Generalmente la barba es algo que se rechaza. Mis amigas me ponen cara de asquito cuando me ven la cara cubierta de pelos, pero mis amigos son más discretos, en parte porque les vale madre.

En estos dos meses las frases que más he oído son las siguientes:
- ¿Y esa barbita para qué?
- ¿Es una manda?
- Ya quítate esos pelos, te quieres parecer al Ché, ¿verdad?
- Te la mamaste con esa barba, ¿por qué te la dejaste?
- Ya rasúrate, no se te ve bien, pareces más grande.

Yo no sé qué contestar cuando me dicen ese tipo de cosas, principalmente porque no me estoy dejando la barba por alguna razón, sencillamente me gusta dejar de rasurarme por un rato, me gusta verme diferente en el espejo y me gusta jalarme el bigote mientras escribo. En pocas palabras: me gusta tener barba por un tiempo y punto, no hay ciencia oculta ni intención secreta.

Esta experiencia me ha resultado entretenida si la veo como experimento social. He descubierto que las personas nos acostumbramos a vernos y a ver a los demás siempre de la misma manera y que por eso cualquier cambio genera reacciones. Nos autorizamos el poder para perdonar o no perdonar que los otros cambien su apariencia y nos vestimos de jueces para calificar el éxito o el fracaso de esos cambios. Por alguna razón que aún estoy meditando a veces hasta nos incomoda que alguien se vea diferente a lo acostumbrado.

Hoy, por ejemplo, una secre de aquí llegó con el pelo planchado y más arreglada que de costumbre. Las compañeras de su alrededor le preguntaban ansiosamente que por qué se había venido tan guapa hasta que una de ellas gritó: ¡porque es su cumpleaños!. -Con razón-, dijeron las demás. O sea, ¿si no fuera su cumpleaños no tendría razón válida para echarle ganas y venir a trabajar más guapa hoy?

A mí a veces me da flojera cortarme el pelo entre semana porque sé que llegando a la oficina más de dos me señalarán el pelo con su mirada y de acuerdo a la cara que pongan sabré si les es grato o no mi nuevo corte.

El recurso de que te valga madre lo que digan de ti es muy válido. Yo lo aplico, pero no deja de parecerme digno de tesis que seamos tan metiches con los cambios de imagen de los demás y que a veces tengamos que justificar las modificaciones que le hacemos a nuestro look para tranquilizar cuestionamientos ajenos.

Por eso, ahora en vez de decirle a la gente que me estoy dejando la barba porque me gusta (cosa que no aceptarán), mejor les estoy diciendo que en Semana Santa interpretaré a Jesús en el Viacrusis de Ixtapalapa. Con esa respuesta se quedan bien contentos.

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