martes, 12 de agosto de 2008

Yo no sé si sirva el mar

Inmediatamente después de que la señorita de la agencia de viajes me entregó el recibo me puse a pensar si unas vacaciones pueden salvar un matrimonio. Supongo que si me hago a la idea de que los camastros que rodean la alberca son como divanes y luego me tiro al sol para repasar mi vida como se la repasé algunas veces al doctor Homero, la terapia podría funcionar.

La Maga y yo andamos en ese proceso sano de preguntarnos en cuál pedazo de piso se nos quedó aplastado el amor. Así están las cosas. Que nadie se mueva y que nadie haga más pedo de lo que es. Los matrimonios, todos, sufren y el nuestro está listo para entrar al quirófano. Estar casado es un problema razonado continuo y según mi amigo Eddie (alias 'Pedy' por su afición al Jack Daniel's) estar soltero también es una chinga aritmética.

¿Nos sentamos a analizar lo complicado de las relaciones humanas o mejor no, porque luego se nos queman los frijoles?.

Que nadie me venga con sabidurías añejas porque yo tampoco ando de profeta metiche en otras relaciones. La mía, la nuestra, está un poco atropellada y si nos ponemos a buscar culpables nos va peor. Como escape o como penúltimo recurso nos largaremos al mar en dos semanas, y no porque la vida allá sea más sabrosa, sino porque tengo que cumplir al menos una de mis más hondas fantasías recientes: ver la cara de Mateo cuando conozca el mar.

Cualquiera diría que si queremos rescatar nuestro matrimonio lo que deberíamos hacer la Maga y yo es irnos solos, pero no se trata de eso, lo que intentaremos hacer es salvar nuestra familia, pues ya no somos dos y nunca lo volveremos a ser. Al que le tenga que dar hueva este tema que le dé hueva y al que se quiera quedar, que se quede. Pero nadie intente meterse en mis zapatos, por favor.

Yo no sé si los miles de pesos que le acabo de cargar a mi tarjeta para cubrir los gastos de estas vacaciones terapéuticas vayan a dar resultado. Yo no sé eso ni sé si sirva el mar. Tampoco sé si estos temas quepan en este blog, pero ustedes entenderán que no puedo evadir mi realidad y ponerme a escribir acerca de perritos bailarines mientras al circo de mi casa se le han escapado los payasos, la risa, el buen humor, la esperanza, la paciencia, ¿el amor?

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