Resulta que la playa a donde iremos de vagaciones la próxima semana se encuentra secuestrada por una familia de nubes que amenazan con desatar tormentas dispersas y chubascos aislados (o todo lo que eso signifique).
La improvisada metereóloga de la televisión advierte a su querido público que es posible que llueva en gran parte del país durante los próximos días. Con una sonrisa que parece sincera la apretada conductora se desplaza por el mapa de México que vemos en pantalla presumiendo el abundante culo que Dios le dio, y cuando por fin decide quitar sus nalgotas del estado de Quintana Roo, descubro que encima de esa parte del Caribe hay un ícono muy bien hecho que representa una nube gris partida por un rayo. ¡Rayos, demonios, diantres, carambolas, recórcholis!, ¡¿Me va a llover en la playa?!.
De pronto me imagino a mí, a la Maga y al más amado en el lobby de un hotel viendo llover con la piel brillosa por culpa de la humedad costeña. Los tres mirando hacia donde supuestamente debería desplegarse el mar turquesa sólo para descubrir la presencia de un telón gris. A lo lejos de ese paisaje oscuro vemos diez palmeras disfrutando una ducha fría y a lo cerca un empleado parecido a Armando Manzanero diciéndome que al rato cede la tormenta y que por mientras nos ofrece pasar al salón polivalente en donde nos podemos divertir muchísimo jugando billar, tirando dardos a la pared o golpeando una maquinita tragamonedas en la que nos podemos ganar como premio una canasta de frutas firmada por Mr. Whatever, presidente vitalicio del hotel. No gracias, ¿para eso nos vamos al mar, para encerrarnos en un cuarto con complejos de casino?.
Eso de confiarle el pronóstico del clima a las chicas de la televisión es una lata. Levantas un censo (piña) entre tus conocidos y todos te dicen que no les hagas caso porque siempre se equivocan y que nomás están ahí como atractivo visual. Sí, está bien, no les creo a ellas, pero, ¿también debo desconfiar de la imagen satelital que detalla bruma en ambos océanos?, ¿me enjuago el cerebro pensando que tal imagen es del año pasado o peor tantito, que el satélite ése ni siquiera existe y que la NASA es un complot extraterrestre negociado por George Lucas, articulado por Oliver Stone y planeado por Pedro Weber Chatanuga?. ¿Niego la realidad o en vez de traje de baño empaco un paraguas y tres impermeables?. El satélite no miente, nos va a llover.
No culpes a la noche/No culpes a la playa/No culpes a la lluvia/Será que no me amas.
Por lo pronto me consuelo bajo el frágil argumento de que no usar corbata una semana es ya una vacación. También me despido de ustedes; nos volvemos a ver por aquí hasta el lunes primero de septiembre. Les encargo este espacio, y lo que aquí he escrito. Si quieren pueden acercar su nariz al monitor y descubrir que este blog huele a flor de lis, representante floral de la esperanza.
Tengo esperanza de que todo mejore, que haya perdón, que se esfume el rencor, que sirva el mar, que nos cure el tedio, y sobre todo, tengo esperanza de que no nos llueva sobre mojado.