Octubre-1994
YO ESCRIBO.-
Estoy en una carrera de relevos. Y ahí vengo, yo estudiante, corriendo jadeante con mi barrita de madera en la mano. Toda mi primaria, mi secundaria, mi preparatoria y mi universidad las llevo enrolladas en el puño.
Mientras corro no volteo a los lados, digamos que estoy concentrado en la carrera, en hacer un buen papel. Tal vez alguien grita mi nombre o alguien me avienta agua para que aguante.
Durante esta competencia voy feliz, extasiado porque no me interesa el ganador ni el perdedor, me interesa el camino, la carrera.
Lo más extraño es que yo mismo me estoy esperando al final de la ruta. Sí, allí en la línea me espero a que yo me entregue el relevo a mí, pero lo que llevaré en la mano no será ya mi vida estudiantil sino mi Título. Y entonces volveré a correr, - ya como graduado-, y aunque siga por la senda anterior correré una carrera diferente. El camino conocido se volverá desconocido. En el mundo de los desempleados iré trotando, iré a pie, iré corriendo, o gateando. Ese próximo relevo en mi vida me llena de temor. El día nunca esperado, pero sí pensado está por llegar.
Porque la fase final y en suma la condena de seguir corriendo significa "tomar una línea", abrirte camino en la nómina, hacerte de nombre como si no tuvieras ya uno y, ahora sí, preocuparte por vencedores y vencidos, ganadores y perdedores. Siempre al último hombre que releva la carrera le tocan las porras o la rechifla.
Hoy en día corro sin compromisos, puedo caer si quiero, nadie me dice nada. Pero en el ciclo que empieza pronto, donde todo el estadio está pendiente y atento, la caída es la lástima.
Es contradictorio porque hablo de fase final y es posiblemente el nacimiento definitivo, el encuentro con la identidad buscada, el resumen de toda mi vida que se presta para crear, para empezar apenas. De hecho, puede que sea desde ese momento, -y sólo hasta entonces-, que comiencen a moverse los números del cronómetro que habrán de registrar mis habilidades y medir mi capacidad de supervivencia.
Pero me asusta salir a la cruda realidad, dejar los brazos universitarios que la hacen de chimenea. Me asusta dejar de ser un confundido mantenido para convertirme en un confundido que debe mantenerse. Tengo el miedo que provoca dejar de cobrar sueldo de hijo.
EL PROFESOR CONTESTA.-
Lo más extraño es que yo mismo me estoy esperando al final de la ruta. Sí, allí en la línea me espero a que yo me entregue el relevo a mí, pero lo que llevaré en la mano no será ya mi vida estudiantil sino mi Título. Y entonces volveré a correr, - ya como graduado-, y aunque siga por la senda anterior correré una carrera diferente. El camino conocido se volverá desconocido. En el mundo de los desempleados iré trotando, iré a pie, iré corriendo, o gateando. Ese próximo relevo en mi vida me llena de temor. El día nunca esperado, pero sí pensado está por llegar.
Porque la fase final y en suma la condena de seguir corriendo significa "tomar una línea", abrirte camino en la nómina, hacerte de nombre como si no tuvieras ya uno y, ahora sí, preocuparte por vencedores y vencidos, ganadores y perdedores. Siempre al último hombre que releva la carrera le tocan las porras o la rechifla.
Hoy en día corro sin compromisos, puedo caer si quiero, nadie me dice nada. Pero en el ciclo que empieza pronto, donde todo el estadio está pendiente y atento, la caída es la lástima.
Es contradictorio porque hablo de fase final y es posiblemente el nacimiento definitivo, el encuentro con la identidad buscada, el resumen de toda mi vida que se presta para crear, para empezar apenas. De hecho, puede que sea desde ese momento, -y sólo hasta entonces-, que comiencen a moverse los números del cronómetro que habrán de registrar mis habilidades y medir mi capacidad de supervivencia.
Pero me asusta salir a la cruda realidad, dejar los brazos universitarios que la hacen de chimenea. Me asusta dejar de ser un confundido mantenido para convertirme en un confundido que debe mantenerse. Tengo el miedo que provoca dejar de cobrar sueldo de hijo.
EL PROFESOR CONTESTA.-
¿Para quién corren los galgos en un galgódromo? ¿Esa nueva competencia que iniciarás en cuánto se parece a un galgódromo? Te matas, quieres llegar primero y llegas primero pero quien gana es quien hizo las apuestas, quien en su palco, con una copa de vino y binoculares, no corre sino que disfruta mientras otros corren.
De ti depende entrar en esta carrera para matarte, patear, morder a los de lado, o sólo disfrutar la brisa sobre tu rostro al correr.
7 comentarios:
ahorita vas corriendo? o disfrutando de la brisa?
que buena pregunta la de Ave....y que sabio tu profe!! :)
Me gustaría disfrutar de la brisa cuando haya corrido suficiente para saber disfrutarla.
Saludos y buen fin de semana!
Ave: Hoy, justamente hoy, ando corriendo, pateando, mordiendo y lastimando a los de a lado. Hoy se me olvidó disfrutar de la brisa.
Saludos!
La mala noticia es que allá afuera es una selva: Hay que cuidarse porque abundan las fieras, la maleza es tan tupida que no siempre el sol ilumina el camino y es fácil terminar dando vueltas por años en el mismo lugar.
La buena noticia es que, si te tocan tramos de camino medianamente tranquilos, hay muchas cosas -no solo la brisa- para disfrutar.
Saludos!
gracias por recordarme que a veces necesito sentir esa brisa, y que no soy el único que la ignora
Es que cuando somos adultos se nos olvidan lo que nos prometíamos de niños, el disfrutar de todo, de los pasos que se dan. Pero aunque uno se lo proponga las mil preguntas se te van sin respuestas, te dedicas al día, a sacar la chamba, las cosas de la casa y se te olvida todo lo demás.
Dan ganas de ahora sentarse y escribirle a alguien las dudas y que nos las resuelva como tu profe.
Saludos!
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