En esta ciudad estamos íntimamente unidos por un sueño compartido. No es la religión ni el color de una camiseta de futbol ni el sobrevalorado amor al trabajo que se dice tenemos; no, lo que a todos nos une es la fantasía de ganarnos la Casa del Tec.
-Algún día, mijito, algún día-.
En eso sueña el rico, el pobre, el medianón, el que nació aquí y el foráneo que ya es como de aquí, la señora con peinado de bodegón y también la señora que le hace el aseo; el empleado, el empleador, el joven, el viejo. Todos soñamos con ganarnos esa casa, que muchas veces es la representación más fiel de la exageración y del gusto charro.
El deseo es escondido o es expuesto como fractura de clavícula, pero es el mismo. El que vive aquí quiere llevarse el premio de premios aún sin comprar boleto. De hecho, visitar la Casa del Tec es una de las nacadas más arraigadas de esta tierra. El regio común debe tomarse buena parte del fin de semana para ir a conocerla antes de que se celebre el Sorteo e increíblemente disfruta/sufre
al empalagarse de elegancias inalcanzables. (El sueño dura hasta que un cabrón de Guerrero o de Colima se la gana).
Yo, tan regio y tan naco, también sueño con sacármela (sin albur), por eso escribí al respecto hoy en Recolectivo. Los invito a pasarse para ACÁ. Que el lunes les sea leve.
Hello world!
Hace 1 mes