Como diría el 2008: Ya me voy.
He pedido vacaciones, mismas que pasaré en mi casa, alejado de la corbata, la computadora y los maleficios de la oficina.
En otras palabras, estos días de ausencia corporativa podré comer y recetarme una siesta hasta que Mateo me brinque en la ya muy magullada columna vertebral.
Me gusta mi trabajo pero no tanto como para extrañarlo en invierno. De cualquier forma sé que pronto me hartaré de la casa como ahora estoy harto de la oficina, es decir, un día de enero llegaré hasta este lugar aliviado y agradecido por tener un empleo. Pero por lo pronto, adiós cubículo cruel.
Estaba pensando en despedirme de ustedes de manera parcial con una reflexión matona, pero sucede que los posts son como el amor: cuando le piensas mucho no funciona. Además no vienen ustedes aquí a reflexionar.
Se me ocurre adelantarles que el año que entra voy a inaugurar el grupo de autoayuda Ñoños Anónimos en el que ñoñazos como yo comeremos canapés con jamón licuado y media aceituna, mientras nos exorcisamos esa tristeza perpetua que sentimos en la garganta desde que fuimos testigos de la muerte precoz de la madre de Bambi. No es justo, Disney, te pasaste.
Cierro el año contento por la cantidad mujeres que se asoman a este blog. A mí ellas me encantan, salvo las que tienen el codo reseco y negro, -no hay costra o tragedia que Nivea no pueda solucionar-. Amigas, como ustedes saben le pertenezco a la Maga por la iglesia y por la ley. Ni modo. Eso de tener varias o muchas lectoras de ecléctico rubor es como practicar una poligamia a escala microscópica y de ficción. Casi como tocar una chichi con guantes de box. Me gusta.
¿Qué tal si les digo mi propósito de Año Viejo?
Aquí lo tienen: antes de que el año mame tengo que llevar a Mateo al cine. Ya tengo escogida la película con la que el pedazo de caos perderá la primera de sus virginidades, la cinta se llama Bolt y es de un perro fuera de serie, dicen. Sé que esta experiencia cinematográfica cambiará la vida del más amado, como a mí me la cambió la orfandad de Bambi.
También sé que un cacho del paraíso se cristaliza comiendo un bote de palomitas en la butaca de un cine, sin alguien adelante y nadie atrás; una buena película es aquella que merece la lectura de todos los créditos finales y que te obliga a callar de regreso a casa. Un buen filme se comenta hasta después de 24 horas, si se hace antes se reduce, se trivializa.
Creo que este año fui muy (in)feliz. Y sé además que en el 2009 le echaré todas las ganas imaginables para incrementar esa (in)felicidad. Un blog, el propio y el ajeno, nos pone de buenas a los ñoños, a veces hasta nos justifica el día, nos paga el peaje diario.
Sobre todas las cosas está el amor, que a veces pone cara de columpio, otras de ataúd, pero casi siempre es un abrazo. Yo los abrazo con brazos de ñoño. Les digo adiós y no los vuelvo a ver por aquí hasta el viernes 2 de enero. El último que salga le da de comer a las fotos de mis groupies, por favor. Marica el que se duerma sin cenar abundante y grasoso.
p.d. Música de final:
Hello world!
Hace 1 mes