El recibo de mi tarjeta de crédito se había puesto muy grosero. Se convirtió en típica esa rutina mía de tomar el papelito en mis manos y abismarme en un montón de preguntas: ¿Cómo es que había llegado a acumular tanta deuda?, ¿en qué se me habían ido esos miles de pesos?, ¿por qué no me había puesto límites?, ¿qué chingados significa saldo insoluto?, etc.
Todos los meses parecía yo un adolescente asustado viendo la prueba de embarazo positiva de su novia arrepentido por no usar condón.
Sabedor de que en el océano financiero la deuda grande se come a la deuda chica pedí un préstamo en el banco (el mismo que siempre me ha tenido agarrado de las uvas) para poder liquidar el feroz saldo de la tarjeta. No había de otra, pues el pago mínimo del "plástico" (como le llaman a las tarjetas cuando aún no han sido activadas y todavía son inofensivas) estaba convertido en lo que sería pagar la mensualidad de un carro medianón.
El auxilio vino a mí personificado en una sonriente "asesora financiera" que me vendió la idea (cierta) de que jamás podría poner en ceros mi tarjeta de otra manera y me ofreció un nuevo crédito en efectivo con una tasa de interés "atractiva" porque, me dijo, soy un cliente muy cumplido (cuero yo). También me dejó un legajo con papeles que nunca revisaré.
Así las cosas, con el capital recibido por fin liquidé la tarjeta, pero no la cancelé (por masoquismo y cosas peores). Hoy haré el primer pago de mi nueva deuda. De aquí en adelante serán 36 las veces que me acercaré a una ventanilla para pagar los platos rotos que me dejó el mal uso de una tarjeta, misma que ahora luce serena, ligera, sin pasado, casi virgen, como si le hubieran reconstruido su himen electrónico.
Hello world!
Hace 1 mes
3 comentarios:
Qué tristeza, entiendo perfectamente a lo que te refieres. Lo peor es esa maldita manía masoquista, como tu dices, de seguir guardando la tarjeta "por si acaso" y cuando menos te das cuenta el "por si acaso" se convierte en algo completamente prescindible y banal, pero lindo seguramente, lalala...
bueno, las deudas van a terminar algún día.... eso nos queda de consuelo.
a nosotros pagos de la casa nos chupan, pero, la emoción de pertenecer a un espacio, bien vale la pena...
Porque ya no es el tiempo aquel de nuestros papas que parecía todo tan fácil
nunca faltaba nada en casa... ó sería que nuestros papas se pellizcaban las uvas, como dices tu?
Que gorro con las tarjetas!
yo solo tengo una tarjeta de credito por si acaso y con limite y una de debito que es la que mas uso porque si nooooooooooooo olvidate...
la verdad es que a veces uno compra mil mugrero que ni necesita solo porque en ese momento te gusta x cosa y con la tarjetita es bien facil pero si te decides a comprar solo al contado o tener un limite en la tarjeta le piensas mas, igual y eso te funciona mejor
saludos,
L
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