miércoles, 25 de febrero de 2009

Tápate bien

El amor tiene maneras muy incómodas de manifestarse. Besar es cómodo, pero levantarte a las cuatro y media de la mañana a tapar a tu hijo es una calamidad. Te das cuenta que amas a tus hijos cuando no soportas la idea de que puedan tener frío en medio de la noche. Claro, ir a taparlos también representa un poco de amor propio pues con ello evitas que la linda criatura se enferme y colapse el balance hogareño que tienes sostenido con plastilina.

Les cuento:

Ya era hoy, pero era de madrugada cuando decidí taparme porque sentí frío. Estaba muy bien acomodado, abrazado a la almohada, medio despierto pero con toda la intención de arrojarme otra vez hacia el tobogán de los sueños, iba de pechito. Pero, antes de volver a dormirme, me amenazó una culpa enorme -tan grande como la piedra en forma de esfera que persigue a Indiana Jones- de pensar que Mateo podría sentir el mismo frío que yo sentía. Aquí no funciona eso del ¿voy o no voy?, siempre hay que ir.

Ser papá es como ser jardinero izquierdo de beisbol, tienes que ir por todas las bolas, las elevadas, las rolas, los faules y también los jonrones; tienes que ir por todos los batazos pues hay que cachar la mayor cantidad de pelotas, tu tarea es evitar todos los hits que puedas (menos el Hit de Uva, gran refresco).

Así que fui. Me puse de pie como pude, no fue nada fácil pues Morfeo me tenía agarrado de cucharita. Caminé como ampollado, mis pupilas se iban ajustando a la oscuridad del pasillo hasta que entré al cuarto de Mateo. Me lo encontré hecho bolita como cochinilla en pánico. Boca abajo, empinado, con las extremidades buscando su centro, con el cachete adherido a la sábana y los labios Jolie abiertos en posición escopeta. Era una hermosa postal de un niño con frío. Coloqué la cobija encima de él y se convirtió así en el niño-montículo. Misión cumplida, pensé, estrellita en la frente, qué buen papá soy y todo eso.

Cuando regresé a la cama advertí que en mi lugar se estaba inaugurando uno de los insomnios más largos del invierno. Ya no pude dormir, parece que Morfeo prefirió ir a hacerle cosquillas a la Maga. Me dediqué el resto de la noche capoteando los ronquidos de Ramona y me puse a pensar en el frío, en su amenaza. Recordé que mi abuela, todavía antes de morir, nos llamaba la atención si nos veía caminando descalzos. Pensé en Yuyo que se sorprende hasta la molestia si me ve en manga corta cuando entran los frescos de otoño. Recordé a Irene que cuando me recibe en su casa me pregunta toda mortificada si no tengo frío antes de darme un beso.

El frío, el frío, el frío; siempre el frío.

Los papás dedicamos toda nuestra vida a espantarles el frío a nuestros hijos. Taparlos en la madrugada es una manifestación muy incómoda del amor que sentimos por ellos. De cualquier manera, el amor no es cómodo.

martes, 24 de febrero de 2009

Si yo fuera mujer...



...Me movería como Vitola, desgarbada, jorobada, flaca con lonja. Si yo fuera mujer posiblemente tendría la cara de Hilary Swank combinada con la simpática torpeza motriz de Vitola. Bailaría como títere, tendría su ademán, bebería con Tin Tan.

viernes, 20 de febrero de 2009

Pedacería

GUSTOS.- A veces me encuentro mejor definido por mis disgustos que por mis gustos. No puedo decir cual música me gusta pero sí la que no me gusta. Aunque esto -también- es condicional. La certitud es una: no sé qué me da más flojera entre Luis Miguel, su música o sus fans; en este caso particular el disgusto está empatado, es como una gráfica de pastel en donde las tres partes tienen el 33.33 por ciento de los votos.

La única manera de abrazar un disgusto (¡hacerlo nuestro, chinga'o!) es por obligación, cuando entra en juego el miedo a desaparecer de la nómina.

KATE.- El domingo son los Óscares y sé que a la mitad del mundo le dan güeva, a mí no. Ojalá que Kate Winslet (foto) se lleve el suyo, si no, sería la sexta vez que la actriz inglesa se queda en el 'ya merito' (debería jugar en la Selección Mexicana).

HELPS.- Nos encanta despedazar al ídolo que acabamos de poner en el pedestal. Es la ley del tabloide. Ahí tienen a Michael Phelps, quien para estas fechas ha mudado su nombre por el de Michael ¡Help! Primero lo cacharon fumando mota y ahora lo "acusan" de asistir a un teibol. ¿Qué querían?, ¿que se quedara de por vida adentro de una alberca olímpica nadando de ida y vuelta hasta la muerte como la embarcación de Florentino Ariza? El muchachito quiere vivir, ¡dejadlo!. Si yo fuera Michael devolvía las medallas de oro y me quedaba con el incienso y la mirra.

YO, ABUELO.- A través de este blog de cristal puedo ver el futuro. Hoy veo que durante la Navidad del 2047 los hijos de Mateo están hartos de mí porque soy un anciano necio que siempre les pone las mismas canciones. Pues ni modo angelitos, les digo yo-abuelo, ahí les van otra vez los Counting Crows.

miércoles, 18 de febrero de 2009

Achaques

Siento calores por todo el cuerpo, calores no del orden erótico. También noto piquetes como de tachuelas que salen y entran por las paletas de mi espalda. Me levanto de golpe, la vista se me trastoca. En donde debería estar el pasillo de la oficina sólo veo un rombo borroso que se abre con la misma elasticidad que se infla un chicle, igualito a como empezaban las caricaturas de la Pantera Rosa, pero en mi experiencia no se oye el sax de Henry Mancini. Podría entrar en pánico, pero últimamente me ha dado por "disfrutar" con calma de las reseteadas que se autoreceta mi CPU desde que cumplí 35. Camino y adivino que otra vez la lumbalgia se enreda en el espinazo bajo. Ayer tomé de las manos a Mateo para hacerle rehilete. La acrobacia ustedes la conocen de sobra: el adulto sujeta al niño de alguna extremidad y comienza a girar sobre su propio eje mientras el crío convertido en un ventilador de una sola aspa se deshuesa en el aire. Ora' si que no manches, di tres o cuatro vueltas y se me subieron todos los Don Pedros que jamás me he tomado. -¡Má, papá, má! (Más, papá, más)-, me pedía el pedazo de caos, pero yo estaba muy mareado, fuera de circulación, convertido en el más ilustrado prólogo del vómito. A fuego lento me hago viejo.

martes, 17 de febrero de 2009

Jajajaja!

El messenger nos libra del peor enemigo de una conversación: el bache.

Frente al monitor, el silencio incómodo que atora la marcha del diálogo es sustituido por un emoticon o por el siempre eficiente Jajajaja! ¿Cuantas veces al día un Jajajaja! rescata una comunicación al filo del espacio en blanco? -Dime lo que quieras pero no me dejes en blanco-. ¿Hace cuanto no avientas un auténtico Jajajaja!? Escribimos más risa de lo que reímos.

Como esos matrimonios que se llevan mejor a través de un Nokia. ¿Ya vas a llegar, Papito? Sí hermosa. ¿Quieres que te prepare moyetitos con tocino? Sí, hermosa. Vente con cuidado, te amo. Yo más. -Cuelgan- Veinte minutos después, en casa, el Papito y la hermosa cocinera de moyetes regresan al pugilismo doméstico. Por celular la cosa pinta mejor.

Creer que un blog refleja en pleno la realidad de su autor, su médula, sus aspiraciones o su personalidad es como confiar ciegamente que un reality show nos detalla la pulpa de alguien despulpado como Denisse Richards. La derrama de especulación es provocada por entrelíneas que el escribidor no imagina. Hay renglones con trampa o con premio.

De lo único que se trata, dice Lora, es de cotorrear.

viernes, 13 de febrero de 2009

Los monólogos de la neurona

Este texto tiene como invitados especiales a dos Julios y a dos Magas. Espero no revolverlos.

Comienzo a escribir sobre Elisa, a quien dediqué tantas canciones. Creo que ya les he contado que ella fue la primera mujer que saqué a bailar y fue también ella la primera que me cercenó el corazoncito. Me enamoré de Elisa un domingo amarillo durante una Kermés del Colegio Mexicano. De inmediato me gustaron sus pecas y su extraña forma de coquetear: en vez de cerrar un ojo cuando se despedía ella encogía la nariz como conejo.

El papá de mi amigo Paco recomienda que para expulsar un amor doloroso lo mejor es imaginar a la responsable del desaire cagando en el baño. Yo estuve tan enamorado de Elisa que aún así, echando lodo, me hubiera parecido atractiva.

Precisamente junto a Paco estaba yo sentado en un bar llamado Rumbos de Luna en 1996 cuando vi a la Maga por primera vez. Aquella noche en la mesa también estaba echando tecate mi primo Julio.

De Maga me llamaron la atención tres cosas: su escasa minifalda, la línea que cruza sus pómulos y el hecho de que ella y su entonces novio, Rafael, hacían una pareja aparentemente perfecta. Esa imagen de la dupla ideal me sedujo y me chocó al mismo tiempo, porque en ese entonces andaba yo que no creía en el amor luego de haber fracasado con Meche en una relación que duró en el intento mil 460 días o cuatro años.

Pocas semanas después de esa noche volé a Francia en busca del mexican dream. En la maleta iba empacada la novela Rayuela de Julio Cortázar que me había recomendado el más querido de mis profesores universitarios y que yo había comprado en una librería callejera de Coyoacán (what a cliché!).

Volé el Atlántico de noche con un espantoso papimami enterrado en las sienes como si fuera una invisible portería de fútbol de mesa. Una vez instalado en un departamento del onceavo distrito de París comencé a leer la novela que sería para mí como una Guía Roji literaria, o un mapa romántico para entender la distribución de la capital. Gracias a la ubicación geográfica urbana en la que se daban los des-encuentros de Oliveira y su Maga, yo aprendí a identificar de qué lado estaba el Pont des Arts, la Rue de Rivoli y Montparnasse.

Durante la noche leía la novela y en el día buscaba los sitios en los cuales se juntaban sus personajes.

Federico y yo pasábamos horas transitando París sobre la superficie porque a él no le gustaba usar el metro y porque había que ahorrar los francos (ahora euros) que no crecen en los árboles del Palais des Tuileries. Masticando un sandwich griego, el andaluz parisino y yo nos preguntábamos si algún día -como Oliveria- podríamos encontrar a la Maga. Caminábamos y jugábamos a adivinar cuál de las ahí presentes era la Maga que describía Cortázar. ¿Era una francesa de cuna snob?, ¿era una turista/inmigrante de bajo perfil?, o, ¿era la vagabunda que cuidaba de un pastor alemán al que le colgaban rastas de mugre en el Barrio Latino?.

Muchas veces quise vivir adentro de una película, pero en aquella época quise hacerlo en una novela.

Siete meses después regresé a Monterrey. Entonces supe que Meche estaba saliendo con Rafael el ex novio de la Maga de los pómulos partidos con la que yo me casaría un lustro después. Nuestras ex parejas habían estado saliendo cuando Maga y yo nos hicimos pareja. Bonito pueblo éste que se cree ciudad pero que evidencia su ADN rural porque todo mundo se conoce y se sabe. En Monterrey si no te fijas bien en el árbol genealógico de tu futuro cónyuge corres el riesgo de casarte con una prima lejana o con la viuda de un compañerito tuyo de la primaria.

Finalmente había encontrado a mi Maga. Yo no le puse ese sobrenombre como capricho para emparentar con la novela que tanto admiro. Así le decían a mi mujer desde niña sus amigas, mucho antes de que yo descubriera en Rayuela a la Maga del Club de la Serpiente.

El jueves Julio Cortázar cumplió 25 años de muerto. El otro Julio, mi primo, publicó ayer en su blog una exacta descripción de lo que significa leer al argentino. Mi primo escribe acerca de su tocayo: "Cortázar fue (es) un autor al que regreso para darme cuenta de que nunca lo he leído. No puedo afirmar que lo he leído. Lo releo insistentemente y siempre me encuentro con algo distinto. La lectura de Cortázar es una lectura errante: sublime".

Cierto. Rayuela es una ola que te tumba siempre desde distintos lados. Es una novela que te quita la memoria pero te devuelve la capacidad de asombro cada vez que la lees.

Regreso a Elisa. Hace rato les platicaba que yo le dediqué muchas canciones antes de hacerme hombre sudando sábanas. En especial le cantaba una de Los Hombres G (La G es de guilty pleasure) que se llama "Hace un Año". Esta pieza es especial para recordar y denunciar rompimientos de miocardio prematuros. Yo aquí se las dejo porque hoy es viernes musical y porque uno es también las canciones que dedica.


miércoles, 11 de febrero de 2009

El Curioso Caso de Forrest Gump

El continuo desabasto de niñeras que azota el área en donde compré un techo me orilla a ver las películas dos o tres semanas después de su estreno, cuando ya a nadie le interesa comentarlas porque están a punto de llegar a Blockbuster. Por culpa de ese desfase salgo ahora con la "novedad" de que ayer fui a ver la nueva de Brad Pitt.

¿Que si me gustó? , pero quién sabe. Es decir, , pero en algunas escenas me cayó gorda por mamona, y luego al final me quebró al punto de sacarme dos o tres lágrimas. Salí del cine con los ojos rojos como de alergia al polen. La película me produjo emociones muy diversas como si fuera yo una menopáusica bipolar con personalidad múltiple.

¿Que si me gustó? Pues eso depende, porque tendría que explicarles que a un sector de mí le pareció fantástica mientras que a otra parte, no menor, se le hizo un asquito, así en diminutivo, porque no está como para vomitarla pero sí como para padecerla en el estómago hasta que salga.

Además, la vida hacia atrás de Benjamin Button se me hizo muy parecida a la vida hacia adelante de Forrest Gump. Los dos son sureños criados sólo de madre. Sus "defectos" son precisamente la pólvora que hace estallar sus virtudes. Los dos participan en y ven a través de sus ojos hechos importantes de la historia de Estados Unidos y, sin sudar mucho la frente, los dos ganan o heredan suficiente dinero, (uno gracias a los camarones y el otro a los botones) como para dedicarse a contemplar amaneceres-atardeceres desde los más hermosos meridianos gringos.

Sus novias no los quieren, luego los quieren y luego no los quieren (tan acertivas como yo). Las dos muchachitas se pasan buena parte de su vida granoleando. La de Forrest se va de hippie a San Francisco y la de Benjamin se larga de boho a Nueva York. Las dos sufren una tragedia que las orilla regresar a los brazos de sus raros-amores-de-toda-la-vida con la novedad de que están esperando un(a) hijo(a) de ellos. Hay una escena idéntica en ambas cintas: aquella en la que Forrest se despide de Jenny en Washington mientras ella aborda un autobús universitario con su novio mamilas, se repite cuando vemos a Daisy decirle adiós a Benjamin antes de treparse en un taxi con su novio bailarín - y medio gay- en NY.

Forrest Gump estuvo nominado a 13 premios Óscar, mismos a los que está nominado Benjamin y su curioso caso.

Los dos personajes sobreviven a combates militares, pero eso sí con mucha moraleja de por medio y ambos son los encargados de dar una buena lana a una viuda de guerra. El uno y el otro se hacen amigos de hombres en decadencia que, por casualidad, son alcohólicos y capitanes de barcos. Forrest y "Benjas" son freaks, pero todo mundo los quiere. Nacen con deficiencias en sus piernas y al principio se mueven gracias a aparatos ortopédicos. Los dos se apegan a las frases que les enseñaron sus mamases para justificar los ires y venires del destino. Estas frases son muy parecidas:

Forrest dice: "Life is like a box of chocolates. You never know what you're gonna get."
Benjamin repite: "You never know what's comin' for ya".

Cuando vi Forrest Gump no me gustó tanto, pero ahora no le cambio de canal si me la topo en televisión, es decir, me ha gustado más con el tiempo. Además reprobé a la Academia porque el Óscar de Tom Hanks, según yo, estaba más merecido para el Travolta de Pulp Fiction. No creo que El Curioso Caso de Benjamin Button me vaya a gustar más después que ahora. Pero no sé. De lo que sí estoy casi seguro es que tanto Brad como la película se van a llevar el Óscar.

Regresando a la pregunta inicial: ¿Me gustó la nueva de Brad Pitt? Sí y no, pero en todo caso creo que ya la había visto.

martes, 10 de febrero de 2009

lunes, 9 de febrero de 2009

Chabelo

Si se tratara, de repente, de escoger un hilo de estambre peludo desde donde puedan mecerse todos los capítulos de nuestra vida, uno seguido al otro, entonces creo que tengo bien identificado ese hilo, el mío, que no es la poesía ni un paisaje ni la lectura ni un brindis. Sin tristeza porque no me da vergüenza y sin soberbia porque no hay tampoco por qué presumirlo, debo aceptar que ese hilo que va uniendo mis polaroids, de la una a la mil, se llama Chabelo.

Muchos domingos en la mañana se fueron conmigo adentro de un mameluco medio miado con Irene mi hermana a un lado y mis papás preparando jotkeiks con la negrita de los ídem. No había entonces adrenalina parecida a la que produce una catafixia; la uno, la dos o la tres... ¿En cuál de ellas se esconde una chivita?, ¿o el tesoro con monedas de oro hechas de chocolate? ¿En cuál se haya el balón Garcís, o la sala de Muebles Troncoso, o la Avalancha, o el Apache? En ese parpadeo de veintichingos de años parecen extintos los Twinky Wonder cuya hazaña mayor era que venían tres en cada bolsita, no como los Pingüinos que se venden en pareja ni como el egoísta Gansito y su petulante "recuérdame".

Mi maestra me dio un beso a la salida, porque hice los palitos derechitos. El hilo se estira sin romperse, ahí cuelgan estampas de mis altas con sus bajas, pero de pronto llego al mismo lugar, pero muchos años después. Ahora los domingos en la mañana son también de En Familia porque el Discovery Kids está muy repetido y en el Animal Planet hay un inquitante documental de insectos que no combina con los frutilupis, menos con los chocokrispis. Ahora, Mateo y yo vemos a Chabelo, es él nuestro hilo conductor, es él ese estambre que une lo que a mi me aburre con lo que a él le sorprende. Nuestras vidas se juntan y se desafanan al mismo tiempo formando en el aire (¿en el aire?) un pretzel de estambre (¿de estambre?).

Chabelo está igual, una que otra pata de gallo nueva, pero es el mismo. Sin embargo, de este lado de la pantalla las cosas han cambiado. Ahora soy yo quien prepara el desayuno aprovechando las enormes pausas comerciales que ofrece Inglés sin Barreras y las paletas Sonric's. Ahora soy yo el que cambia pijamas orinadas y batea los últimos cornpops cuando el primogénito tira la baba para otro lado. Un programa de televisión nos junta física, pero también biográficamente. Entre el fango de lagañas explico y defiendo una realidad pasada y presente: Todavía me emociona en extremo la catafixia.

viernes, 6 de febrero de 2009

Viernes de música y capirotada

He andado así-así versión mexicana del so-so.

Esta semana no le estiré la pata ni maté a la vaca ni me la comí ni le enseñé a leer ni nada. Creo que las semanas se descuadernan cuando no se trabaja en lunes. Y mientras yo me resbalo adentro de una semana desnivelada me entero que no fueron buenos días para los niños de mi ciudad: uno se ahogó el día de su bautizo, otro se envenenó por beber lubricante automotriz, una murió atropellada debajo de un camión abrazando a su perrito y otro fue estrangulado por la mamá de su padrastro. Todas éstas son desgracias infantiles con génesis senil. El descuido de los papás ha demostrado tener arrastre mortal, otra vez. Tenemos-tengo que abrazar más a los hijos, tenemos-tengo que cuidarlos más, tenemos-tengo que atender más al gato que al garabato.

Me paso el viernes colgando palabras a este post como esferas al pinito. Qué atrás parece haber quedado Navidad cuando ahí viene el castrante San Valentín con sus flechas cargadas de Visa Electron.

Hoy comeré con Yola alias Yoliux alias Tolanda alias Yolita alias La Burburja de Yol alias La Autista más Simpática de Coahuila alias mi mejor amiga. Cómo andará la cosa que esta carnívora se ha convertido al vegetarismo parcial y va a llevarme a comer hamburguesas de soya con mortadela de gluten. Yo siempre le he dicho a la Maga que la proteína de la soya es muy pedorra, pero ella me responde que el pedorro soy yo... Y ahí nos vamos, como dice la canción.

Noté que de los 29 seguidores que tenía este blog ya nomás quedaban 27 hasta que El Belo entró al quite para redondear la cifra en 28. Gracias, Belo. Y los que se fueron, ¿por qué se fueron? Regrésenme mi estadística. Quiero llegar a los 30 antes de los 36.

También les aviso que recluté a otro miembro para el Club 94, que como ustedes recordarán es una asociación civil que pretende oficializar el año de 1994 como aquél en donde el rock gringo superó al inglés por mucho. Muy pocas veces sucede esto, pues en la tierra de la Reina Isabel desde siempre han sabido muy bien cómo afinar guitarras eléctricas, mientras que en el país ex Bush les ocupa más el R&B y el hip hop mucho antes de que Obama se arrimara.

Lamentablemente en 1994 murió Kurt Cobain pero renació La Venganza de los Nerds con el vocalista Rivers Cuomo. Metido en una playera de los Tiburones Rojos del Veracruz y usando lentes de armazón grueso y greña de cazuela, el cantante de Weezer puso en alto el geek power. El 24 de junio de 1994 esta banda lanzó el sencillo Undone (The Sweater Song) cuyo videoclip hace honor al plano secuencia en cámara lenta. Edith Serrano, el vientre más plano que ha tenido MTV, anunciaba este video en el Top 20 de los viernes por la noche, mientras yo me recogía con una liga la orzuela antes de salir a cazar cervezas vírgenes al alba.

La canción me gusta mucho. Se las quiero compartir para que juntos nos apeguemos al escape hacia el final de esta semana coja, manca y desniñada. Antes de irse, empinen su mouse aquí por favor. Adiós.

miércoles, 4 de febrero de 2009

Desviaciones épicas

Cualquier caballero que rebase los veintiquince años y haya abierto un pañal con diarrea aprende a extrañar los cacahuatitos y la lager de una barra. Las demandas de los hijos hartan y nos obligan a echar de menos la risa con la urgencia de un velador esperando el amanecer. Esa risa con amigos, que va de cero a cien, entendida como el primer trámite firmado antes de montarse en el desapego de los pagarés; esa risa que es la huida de otras tantas cacerías hipotecarias.

Luego de un rato(te) los amigos también empalagan, sobre todo si empiezan a hablar de golf, y entonces se añora de lejos a los hijos y al caos con apellido. Inexplicablemente o con explicación sobrada, uno extraña estar entre los muros de su reality sin cámaras. Sí, cuando la raíz estira no importa que los pañales sean kinders sorpresa nauseabundos. No vuelves a estar contigo mismo hasta que te encuentras frente a la peste y el atarante de separar las toallitas húmedas a mano alzada.

Más tarde, a horas que no son horas, te acuestas con ella que está más agotada que tú y que supone que tú te la pasas súper chispa. En ese momento de silencio quisieras tener la imaginación suficiente para contarle las aventuras del Príncipe Eugene Van Huggies Etapa Cinco, quien con su escudo bien humectado y un temple sin alcohol y sin aroma, conquista a diario la tierra del mojón con elotitos. Pero a esas horas no hay iniciativa en la narrativa ni ganas bajo la piyama.

Te acuestas como feto dando la espalda a tu mujer. Otro día se te acaba y tú sin decirle que allí estás, y que aunque extrañas tener el tiempo y el espacio del llanero solitario, tu reino comparte terreno y ríos y siembras con el suyo. Ella, desde su lado de la cama, también extraña sus años de soltera y ahora siente deshojarse como una princesa desterrada.

martes, 3 de febrero de 2009

Robin Jud

Ustedes saben que en este blog no se trabaja los martes básicamente porque es un día muy pinche, sin embargo, hoy tengo ganas de decir una babosada -una más-.

Sucede que, con la ayuda intelectual de Yuyo, he encontrado una fórmula para que todos los mexicanos dejemos esa condición perenne de empinamiento financiero. Compatriotas: no más crisis, no más deudas, no más acapulcos en la azotea, no más.
Todos los mexicanos podemos ser ricos; nuevos ricos.

¿Cómo le hacemos?, muy fácil y sin ensuciarnos las manos.

El sábado leí en el periódico que durante este año electoral los partidos políticos recibirán 3 mil 633 millones de pesos para su manutención. Parte de estos fondos millonarios serán consumidos en las campañas con las que cada partido querrá mostrarnos a sus candidatos como los únicos seres humanos capaces de sacarnos de la jodidencia. Irónico.

Ahora bien, según INEGI el año pasado éramos poco más de 106 millones de mexicanos respirando y cagando en este país. Apliquemos el redondeo y digamos que somos 107 millones, entre los que nacen y mueren mientras yo escribo y tú lees.

Para evitarnos otras costosas y soporíferas elecciones propongo que los 3 mil 633 millones de pesos con los que los partidos políticos pretenden perpetuar la Gran Mentira sean repartidos entre los 107 millones de mexicanos que somos.
¿De a cuánto nos toca?