Las fotos de algunas revistas me presumen que en Ibiza las tetas que las europeas exponen al sol son firmes, redondas y puntiagudas; que se sujetan como hot cakes a sus dueñas cuando éstas se levantan, y que no se apaciguan con la ley de gravedad. Pero yo me muevo en la vida real (léase jodidés), por eso ese espectáculo semi-porno que viene en la Hola! y en publicaciones similares le es común sólo a los aristogatos que tienen yates y aviones, no a mí que fui criado en un Renault 12 sin aire acondicionado.
A la cuarta, quinta, sexta... decimoprimera... o vigesimosegunda vez que uno mira un par de senos al aire, la novedad comienza a esfumarse y los desnudos parciales caen en la casilla de "lo normal". Esa adrenalina que se siente al pisar una playa topless con el morbo preadolescente que nos arde todo el cuerpo se va diluyendo gracias a la exposición repetida de ejemplares mamarios imperfectos. Más rápido se acaba esa emoción si tienes alrededor sólo tetas de la tercera edad.
¿Por qué las jóvenes, guapas y tonificadas alemanas, francesas e italianas que nos acompañan en el hotel no se quitan la parte de arriba del bikini y en cambio sí lo hacen las señoras maduronas pálidas y flácidas que manejan la axila verdosa? No tengo nada en contra de la vejez, para allá voy, pero eso de ver ubres de abuelita no se me antoja por ahora.
Lo difícil es poner cara de que eso a ti no te altera. Es decir, hay viejitas encueradas caminando frente a ti, pero tú debes poner gesto de que andas bien cool y aparentar que tienes el criterio tan espacioso como para soportar que incluso los ancianos se quiten el traje de baño y despabilen sus testículos escurridos hasta las corvas. Afortunadamente esto segundo no sucedió.
Bajo estas circunstancias de verse atrapado en un asilo nudista no funciona esconderse detrás de unos lentes oscuros, porque eso supone que en realidad lo que quieres es husmear las intimidades ajenas y añejas contándole a cada una el número de estrías, teta por teta. No, lo mejor en estos casos es poner cara de que el sol te cala, frunciendo las patas de gallo y, un poco, la boca, volteando hacia la nada. Si tu mujer te pregunta que por qué traes cara de pendejo, no le contestes que andas abrumado por la oferta tan variada de pezones longevos que hay a tu alrededor, nomás di que te quema mucho el sol y ya.
Al mismo tiempo que yo era testigo de esa evidente ausencia de silicón en mis vecinas de camastro, la Maga disfrutaba la presencia de un italiano nalgón y desengrasado que usaba el bañador entallado como condón. Bajo el pretexto infame de tomarle fotos a Mateo, la muy lista enfocaba a su pequeño hijo, pero al mismo tiempo encuadraba el culo de este compatriota de Tiziano Ferro. Así son ellas, discretas a la hora de viborear, pero muy agudas para sorprendernos con la pupila puesta en la chica de a lado.
En fin. Al tercer día, harto de ver más torsos seniles que gaviotas, enfoqué mi atención en otras cosas. Entonces noté la gran cantidad de hombres tetones que hay en el mundo. Llega un momento, en serio, que confundes la chichi masculina con la femenina. Estás tiradote en la playa, allí en la orillita, dejando que las olas llenen tu traje de baño de arena para que cuando te incorpores parezca que surras lodo frente a todos; estás ahí tirado y de lejos ves que viene una pareja tomada de la mano, los dos traen calzón, los dos caminan con las piernas chuecas que parecen de comedor antiguo, los dos tienen pancita y los dos tienen busto. La única manera de diferenciarlos es que al hombre le brilla el cráneo calvo y a ella se le vuela el pelo largo. Sí, en mis vacaciones vi a hombres con mejores pechos que sus esposas, ora sí que chicharrón con pelos; cosa rara, pero no tanto como para seguir escribiendo al respecto.
COMO TELEGRAMA
Hola. Dije que llegaba el primero de septiembre y aquí estoy. Me encuentro inundado por la belleza. Un niño de un año y nueve meses se robó el viaje. Tengo la sospecha de que este pedazo de caos heredó los pies del soberano azteca Cuauhtémoc pues la arena aun hirviendo no lo distrajo de su actividad intensa cerca del mar. Mi mayita rubio se frustró al darse cuenta que ni una ola es igual a otra: a veces vienen abundantes de agua, a veces vienen llenas de algas y de espuma, a veces no vienen. Ni una ola le garantizaba que el hoyo que hacía con su palita fuera a llenarse de agua salada como él deseaba; mi hijo no sabía que siempre hay que esperar a que el mar decida tirarnos su próxima carta, la siguiente ola, como a él se le antoje. A Mateo le costó entender este capricho océanico, con la misma intensidad con la que yo batallé para acostumbrarme a esa sensación única pero repetible de verse a sí mismo lleno, basto, completo, bendecido. Qué bien se siente darse ese permiso para ser tan cursi. Tengo tantas cosas que platicarles, pero tanto trabajo que hacer. Antes de irme adjunto un video de Groove Armada que ilustra perfectamente lo que siente un empleadillo como yo cuando regresa a la oficina gris luego de haber visto tanto color, tanta vida. Último apunte: El mar sí sirve.
6 comentarios:
Pues yo si te extrañe....!!
pero me da un gusto enorme que tú viaje con tú familia, sirvió para reencontrase con la vida y con las cosas buenas que posees.
Bienvenido al mundo real....
pero con el agregado de tus buenas vibras.
felicidades!!!!
que bueno que te sirvio :) ... te dije que todo iba aestar despejado bien por ustedes!!
¡Ja,ja,ja! Nunca he ido a una playa nudista, pero cuando vaya me acordaré de este post.
No me molesta que haya mujeres con más pechonalidad que yo, a eso ya estoy acostumbrada, pero sí está del nabo cuando ves a hombres con más chichis que tú, jajaja, eso sí es humillante.
Muy divertido post, saludos, y que sueñes con ancianas desnudas.
Me he reído mucho con tu post.
Suerte con el regreso.
Un abrazo.
A.
:-)
un abrazo,
Guácala las tetas de la foto
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