lunes, 5 de julio de 2010

Alex II

Le pregunto a Mateo que si se le antoja un traguito del chocomil que viene bajando del río Santa Catarina y de la emoción se hace bolita como cochinilla. Poco después lo bajo del carro y lo acerco a un transitorio lago artificial de agua café que se ha formado en un parque y vuelvo a ofrecerle un trago del chocomil lodoso. No papi, me dice, y en eso toco su corazón convertido en rotomartillo de playmobil. Llegamos a casa, el pedazo de caos abraza dos botellas de bonafont vacías y las usa como cohetes propulsores mientras anuncia a gritos que va a volar al infiMito (con M) y más allá. Luego de brincar muebles y de echar babas le dan ganas de orinar y en automático sale al patio trasero para sacarse la pirinola. La Maga insiste en que los dos hombres de la casa debemos ahorrar agua miando afuera. En las calles el tránsito vehicular es un paciente anormal, no se sabe si tiene diarrea o si está estreñido. En algunas vías se baila suavecito y en otras te atoras las horas (hoy escuché entero un cd en una sola cuadra). Cerré la noche viendo a Mateo embarrarse mientras cenaba ceral. Es magnífica la experiencia de ver comer a los hijos pequeños. La bronca es que el mío está creciendo muy rápido y ya no me voy a poder sujetar a su inocencia para inventarme piezas de cielo en medio de esta, -hoy mierdosa-, realidad.

2 comentarios:

Brenda dijo...

Me da gusto saber que están bien.
Abrazos.

Kózmica dijo...

Al menos lo ves sonreír en medio de todo esto. Qué lindo ser niño y, aunque sientes miedo, se puede alejar de la realidad con algún juego o encendiendo la televisión. Nosotros nos quedamos con los noticieros que no hacen más que mostrarnos la triste realidad.

Ánimo!