Éste es el post más
largo y
difícil que me ha tocado firmar hasta ahora.
Escribir acerca de la
paternidad es como tratar de
adivinar quién de entre los otros
cuatro que están contigo en el
elevador se tiró el
pedo. ¿Es el
cobrador?, ¿es el
ejecutivo junior bien bañado?, ¿es la
diseñadora con lentes de armazón negro?, ¿o es la
ñora que trae zapatos de enfermera?. Como la
peste es como de
cacahuate garapiñado podrido te vas con la
finta y le echas la culpa en silencio al
cobrador (
a los cobradores les gustan los cacahuates, piensas) aunque la realidad es que el
cochino es otro.
Lo mismo pasa cuando quieres hablar de la experiencia de ser
papá. La
verdad está ahí, crees que la puedes
tocar, pero rápidamente se esconde como el
pedo entre los cinco tripulantes del
elevador. Sueltas una
mensada y piensas que tienes toda la
razón, pero resulta que estás tan equivocado como aquél
chimpancé que sacó del río al
pez pensando que éste se
ahogaba adentro del
agua.
Tan
difícil para mí es
explicar la paternidad como
ejercerla.
Yo respeto
muchísimo a aquellos que me han dicho que
no quieren tener
hijos porque no desean cargar con esa
responsabilidad. En serio, me pongo de pie y les
aplaudo porque estas personas se enfrentan a una sociedad
hipócrita que castiga a aquellos que no quieren "
preservar la especie". Yo creo que ellos y ellas son gente mucho más
coherente e
íntegra que aquél que dice que va a tener los hijos que "
Dios le mande" mientras se empina la
décima cerveza y al día siguiente en la
cruda no quiere saber
nada de sus tres hijos chiquillos ni de su esposa otra vez
embarazada. Para mí, decir que no quieres tener hijos porque no quieres
entrarle al
paquetote es muy respetable y
honesto.
Les confieso que a veces quiero regresar a ser el Eugenio de
1985, sentado en una calle de Colinas esperando a que
Lichita cruce la pierna en la mecedora para ver si puedo verle los
calzones; o a veces quiero regresar al Eugenio de
1990, sentado en un
pupitre de madera oyendo cómo la maestra
Obdulia me receta un problema razonado en el que tengo que medir la
velocidad en la que un proyectil es arrojado desde el trampolín de una alberca. ¡
Eso era vida!. O a veces quiero ser el Eugenio de
1992 buscando
peyote con el
Peddie en San Luis Potosí para, según nosotros, entrar en contacto con el trance
huichol. O volver a ser el Eugenio de
1996 caminando por la
Rue de
Rivoli junto a
Federico calculando el número de
minifaldas (
con bota alta) que caben por metro cuadrado en
París. O no estaría mal regresar al Eugenio del
2002, recorriendo en j
eep la
Huasteca Potosina a lado de la
Maga. A veces quiero renunciar al Eugenio del
2008, ése que ahora se
fuma dos horas de programación en el
Discovery Kids para ver a puros personajes amanerados,
marionetas, y a un
dinosaurio púrpura que habla con voz de
castrado gangoso.
No creo ser el único papá
actual que a veces se pregunta cómo es que llegó hasta
aquí. A veces creo que llegué porque siempre dije "
sí". Otras veces creo que llegué hasta aquí porque no supe decir "
no". O porque no dije
nada. Haya llegado como haya llegado, la
realidad me toca al hombro y me apunta hacia la
derecha hasta donde volteo para ver a un
hermoso ejemplar de casi dos años que me dice
papá. ¡Ay,
cabrón!.
(SI YA LES DIO FLOJERA LEER VAYAN A CAMINAR UN RATO Y REGRESAN)Listo. Les decía que yo
respeto a los que dicen que no quieren tener hijos porque no desean cargar con ese
paquetón. Pero los que sí me sacan de onda son aquellos que alegan que
no van a tener hijos porque el mundo está muy
pinche. Hay tanta
guerra, tanto
odio, tanta
deforestación, tanto
diablo suelto, tanta
hambre, que mejor se abstienen de
eyacular sin condón. Creo que pensar así es ponerse del lado del "
mal", es darle la razón a la
desgracia. Es similar a tener en nuestro
buró un
revólver cargado con
una sola bala y jugar a la
ruleta rusa todas las mañanas. Es decir, accionar esa
pistola antes de levantarnos apuntando hacia nuestra
cabeza para ver si ahora sí nos
matamos. Si resulta que la bala no estaba en ese
tiro, ni modo, vivimos otro día en la
basura. Si el disparo nos
mata ¡habremos
justificado nuestro descontento con la
mierda de mundo que tenemos!.
Ellos y ellas pretenden evitarles a sus
no-hijos la pena de ver tanto
sufrimiento, al mismo tiempo que les
evitan conocer tanto
placer y
dicha. Salvan los
centavos pero gastan los
pesos.
Lo curioso es que la gente que piensa así en ocasiones es la más
sensible, creativa y
divertida que conozco. Es la misma que reconoce la
hermosura de un atardecer en el Pacífico, la
ternura de una foca bebé y la delicia de un
mango recién cortado. Son seres que se dejan
cautivar ante las
bellezas (
pocas o muchas) que tiene la tierra, pero que al mismo tiempo dicen que el "
mal" es más y mayor, y que por eso no van a traer
huercos al planeta.
Pienso en lo mucho que
Robert Smith me ha dado. Su música fácilmente está presente dentro de los
100 acontecimientos de mi vida. Cuando
Mateo crezca le pondré
The Cure (
a ver si le gusta). La música que me ha inspirado muchas veces fue
compuesta por un tipo que no quiere tener
hijos porque el mundo es una
porquería. Irónico: el ser humano inspirador vive sin
esperanza.
Ahora bien, tengo que decir que así como
no entiendo esa manera de pensar
fatalista (aunque soy un fatalista que se ahoga en un florero), tampoco entiendo algunos razonamientos de los
nuevos papás. Por ejemplo, es una
pendejada mayúscula decir que ser papá es bien
padre (
valga la redundancia) porque así vamos a tener
herederos (¿
de qué?), o que vale la pena ser papá para preservar el
apellido (¿?), o para que alguien nos cuide cuando seamos
ancianos.
Los
peores son los que pretende
realizar su vida a través de la vida de sus
hijos. Para ser papá tienes que tener ya una vida
instalada, fascinante o aburrida, hueca o espléndida, pero tienes que haber
VIVIDO. Querer "empezar" a vivir desde cero a lado de tus hijos es un
veneno que tiene la apariencia de un helado de fresa con vainilla, pero que
es veneno.
Otra especie de
neo papá que aborrezco es aquél que se castiga con la idea de que como
él ya fue muy
culero en la vida, ahora debe pagar su
penitencia siendo
buen papá. ¿Qué es ser
buen papá?, ¿ser buen
proveedor?, ¿
escuchar a tus hijos?, ¿cantarles las
mañanitas cada año?, ¿
amarlos aunque mal paguen?, ¿presentarle a tus hijas un prospecto
millonario?, ¿vacunarlos de las
paperas?.
Los que se
obsesionan con "
ser buenos papás" son los mismos que creen que si ellos fueron
desmadrosos van a tener que pagar los platos
rotos con el
desmadrote que van a hacer sus hijos en el
kínder. O que como ya se
cogieron a muchas viejas, su hija les va a salir
puta. Eso no aplica. Mi padrino
Homero, por ejemplo, decía siete
maldiciones en una frase de una sola línea y sus hijos hablan
requetebonito, como diplomáticos, uno de ellos hasta tuvo aspiraciones de ser
astrofísico de la NASA. Mi comadre
La Carmela Vela es despistada hasta la
médula y
tuvo una niña bien chispa, "
bien despierta" como dicen las señoras de
Hualahuises.
No hay que
azotarse antes de tiempo. Al
ladrón le salen hijos
sacerdotes y las señoras de buenas familias tienen puras
Lolitas.
Un día quise ser
buen papá y antes de que naciera
Mateo me lancé a la Feria del Libro para comprar algo que me diera
la respuesta. Adquirí un libro que explicaba las ventajas de educar a los hijos dentro de la
Inteligencia Emocional. Antes de la mitad del libro
aborté la lectura porque el
autor me aconsejaba que si una vez se me
complicaba el asunto tenía que llegar a mi casa con un montón de
cartulinas trazadas para hablar con mi hijo y establecer un
plan. ¿Un plan? ¿Yo que soy tan "bien"
administrado ideando un plan para salir del
bache? No mamen. Sé que los
psicólogos y los
educadores me deben de estar aventando
serpientes emplumadas en estos momentos, pero eso de pegar cartulinas en la sala de mi casa y convertirme en un "
papá motivador" no se me antoja nada,
nadita.
(YA VOY A TERMINAR, YA ME HICE BOLAS, GRACIAS POR LLEGAR HASTA AQUÍ)
Listo. Trataré de resumir. Veo a mi alrededor a pura gente cansada, sobre todo a los nuevos papás como yo. Todos estamos cansados, tanto los que pueden pagar una niñera como los que no podemos pagarla. La salida fácil es echarle la culpa a los hijos. Pero si me voy con los solteros les descubro el mismo cansancio manifestado en otras cosas: ellos están cansados porque las viejas son ya muy mamonas o muy requisitosas; ellas están cansadas porque los güeyes no quieren comprometerse, todos están cansados porque los trabajos ya no inspiran, el salario no alcanza, la ciudad aprieta, el mundo apesta, etc.
Yo digo, desde aquí, que ya estuvo bueno de andar hinchándonos la autocompasión diciendo que estamos muy cansados por culpa de nuestros hijos. Sí, ser papá es la joda más grande, menos pagada y más criticada actualmente; y encima los papás somos acusados de ser unos inconscientes por traer más gente a este mundo ya inhabitable. Yo opino que detengamos el fuego cruzado. Dejémonos de mamadas. Respetemos a los que no quieren tener hijos, y que ellos(as) nos respeten a los que gozamos con su tenencia.
Nunca dije en este post la enorme felicidad que me da la paternidad por dos razones. Una, porque los que son papás me entienden aunque no se los diga, y dos, porque los que no son papás nunca lo entenderán aunque se los trate de explicar en 10 cuartillas (y con cartulinas trazadas). Tratar de convencer al que está en la otra orilla para que cruce el río es inútil. La única salida para ser felices es ser congruentes con nuestra vida: si tienes hijos, hacerte responsable de ellos, disfrutarlos, sin criticar a los que no los tienen, y si no tienes hijos buscar con cuál otra responsabilidad cansarte.
Al final, unos y otros moriremos cansados (ya estamos agotados), con o sin hijos.