martes, 30 de septiembre de 2008
De saber que vendrías...
Ese año mis "queridos" Beatles llegaron a Estados Unidos como dioses pop gracias a que "I Want to Hold Your Hand" estaba en el número uno en el radio. Fue el año en que Nelson Mandela fue condenado a prisión y que Martin Luther King, Jr. recibió el Nobel de la Paz. Vietnam ardía.
Disney estrenó la cursilota Mary Poppins y Gustavo Díaz Ordaz llegó a la Presidencia de México. Además, los Rolling Stones sacaron a la venta su primer disco. Y...
¿Y?, ¿y?, ¿y?... ¡Ah!, también fue el año en que nació Monica Bellucci. Gran año, enorme. Un día como hoy. Sí.
Mamita entre mamitas, imposible entre los imposibles. Inspiración de musas. Hembra entre las leonas. Dulce entre los confites. Punto y aparte de la ortografía. Último final del infinito.
Niños: piensen muy bien qué quieren ser de grandes, no salgan con jaladas de que bombero o astronauta, o biólogo marino. Yo hubiera querido ser de grande Vincent Cassel para estar casado con la Moniquilla, pero sé que aún con ella no hubiera sido ni la mitad de feliz de lo que ahora soy con la Maga. (El último renglón es una inserción pagada por mi mujer). ¡Felices 44, Bellucci!
lunes, 29 de septiembre de 2008
La cosa se puso fea
Desde hace varios días la entrañita no quiere dormir en su cuna. Él es de sueño teporocho, es decir, se queda jetón en cualquier área, rugosa o lisa, pero al momento que quieres depositarlo en su cuna, es como si quisieras meterlo en un tinaco con agua ardiente: nomás toca las sabanitas y expide un alarido bien bonito que te pone a vibrar los huevos como cascabeles de Shakira.
A las mujeres expertas del área de bebés (tercer pasillo al fondo) les encanta sacar sus teorías. Una de ellas, -la menos jalada-, apunta que Mateo está harto de los barrotes de su cuna y que por eso nos pide a gritos (literalmente) que le compremos su primera cama. (Aquí abro un paréntesis para dejar claro que odio las camas temáticas de niños. Que la del Hombre Araña, que la de Cars, que la de Willy Wonka. Me cagan, nunca tuve una. Odio sobre todo ésas que tiene forma de carro grand prix).
Bueno, pues les decía que debido a que el más pequeño y único de mis hijos no tolera su cuna tenemos ya varias noches durmiendo los cuatro de la casa en calidad de muégano. El organigrama del regimiento distribuido en la cama es muy sencillo, pero varía como la forma de la luna. Casi siempre la Maga se encuentra vigilando el flanco izquierdo, tapada hasta la nariz, hecha una bola de bolas; el subcomandante Mateo se dibuja al centro, en posición de asterisco, o de pulpo desparramado, o de ventilador de techo; en el flanco derecho estoy yo, lineal como pantorrilla de Vitola, en posición de firmes, sin taparme y con una mano metida en el calzón (por adelante) por si acaso hay que sacar la escopeta en medio de la penumbra. A mi costado se acomoda Ramona, la que más ronca.
Sobra decir que los únicos que duermen/descansan bajo este esquema son los "niños". Los dos adultos del cuadro soporífero estamos a una materia de graduarnos como muertos vivientes, sobre todo desde que Mateo se cayó de la cama una noche y se puso a llorar como el cochinito de Cri-Cri. Por eso, si el ex bebé se mueve tantito su madre y yo nos levantamos como si trajéramos una tabla clavada en la espalda, en ángulo recto, para tentar como zombies las sábanas y constatar que la mini monserga humana permanece arriba y no abajo de la cama. Si todo está bien, nos acostamos con la misma rectitud esperanzados en, ahora sí, poder dormir. (Ja. Ja. Ja.).
-¿Y por qué no lo pasas a su cuna ya bien noche?- me preguntó una amiga soltera ventilando con esta iniciativa una cautivadora ignorancia del tema. -¡Es inútil!-, le dije, -al tercer intento te rindes, qué hueva andarte levantando a cada rato, etc-.
Bueno, pues eso era todo, nomás decirles que en mi casa no se duerme, se come bien, pero no se duerme. El notario que me ayudó a redactar mi testamento torció la ceja como si me lo estuviera madreando cuando le dije que quería heredar mis almohadas al más bonito de ustedes. Les aseguro que no están babeadas, sólo babea aquél que puede dormir a pierna suelta. No es mi caso. Mis almohadas huelen a cera para el pelo, pero no a saliva. ¿Quién las quiere?.
viernes, 26 de septiembre de 2008
Cierra los ojos
jueves, 25 de septiembre de 2008
Papás (in)felices vs. solteros (in)felices
Escribir acerca de la paternidad es como tratar de adivinar quién de entre los otros cuatro que están contigo en el elevador se tiró el pedo. ¿Es el cobrador?, ¿es el ejecutivo junior bien bañado?, ¿es la diseñadora con lentes de armazón negro?, ¿o es la ñora que trae zapatos de enfermera?. Como la peste es como de cacahuate garapiñado podrido te vas con la finta y le echas la culpa en silencio al cobrador (a los cobradores les gustan los cacahuates, piensas) aunque la realidad es que el cochino es otro.
Lo mismo pasa cuando quieres hablar de la experiencia de ser papá. La verdad está ahí, crees que la puedes tocar, pero rápidamente se esconde como el pedo entre los cinco tripulantes del elevador. Sueltas una mensada y piensas que tienes toda la razón, pero resulta que estás tan equivocado como aquél chimpancé que sacó del río al pez pensando que éste se ahogaba adentro del agua.
Tan difícil para mí es explicar la paternidad como ejercerla.
Yo respeto muchísimo a aquellos que me han dicho que no quieren tener hijos porque no desean cargar con esa responsabilidad. En serio, me pongo de pie y les aplaudo porque estas personas se enfrentan a una sociedad hipócrita que castiga a aquellos que no quieren "preservar la especie". Yo creo que ellos y ellas son gente mucho más coherente e íntegra que aquél que dice que va a tener los hijos que "Dios le mande" mientras se empina la décima cerveza y al día siguiente en la cruda no quiere saber nada de sus tres hijos chiquillos ni de su esposa otra vez embarazada. Para mí, decir que no quieres tener hijos porque no quieres entrarle al paquetote es muy respetable y honesto.
Les confieso que a veces quiero regresar a ser el Eugenio de 1985, sentado en una calle de Colinas esperando a que Lichita cruce la pierna en la mecedora para ver si puedo verle los calzones; o a veces quiero regresar al Eugenio de 1990, sentado en un pupitre de madera oyendo cómo la maestra Obdulia me receta un problema razonado en el que tengo que medir la velocidad en la que un proyectil es arrojado desde el trampolín de una alberca. ¡Eso era vida!. O a veces quiero ser el Eugenio de 1992 buscando peyote con el Peddie en San Luis Potosí para, según nosotros, entrar en contacto con el trance huichol. O volver a ser el Eugenio de 1996 caminando por la Rue de Rivoli junto a Federico calculando el número de minifaldas (con bota alta) que caben por metro cuadrado en París. O no estaría mal regresar al Eugenio del 2002, recorriendo en jeep la Huasteca Potosina a lado de la Maga. A veces quiero renunciar al Eugenio del 2008, ése que ahora se fuma dos horas de programación en el Discovery Kids para ver a puros personajes amanerados, marionetas, y a un dinosaurio púrpura que habla con voz de castrado gangoso.
No creo ser el único papá actual que a veces se pregunta cómo es que llegó hasta aquí. A veces creo que llegué porque siempre dije "sí". Otras veces creo que llegué hasta aquí porque no supe decir "no". O porque no dije nada. Haya llegado como haya llegado, la realidad me toca al hombro y me apunta hacia la derecha hasta donde volteo para ver a un hermoso ejemplar de casi dos años que me dice papá. ¡Ay, cabrón!.
(SI YA LES DIO FLOJERA LEER VAYAN A CAMINAR UN RATO Y REGRESAN)
Listo. Les decía que yo respeto a los que dicen que no quieren tener hijos porque no desean cargar con ese paquetón. Pero los que sí me sacan de onda son aquellos que alegan que no van a tener hijos porque el mundo está muy pinche. Hay tanta guerra, tanto odio, tanta deforestación, tanto diablo suelto, tanta hambre, que mejor se abstienen de eyacular sin condón. Creo que pensar así es ponerse del lado del "mal", es darle la razón a la desgracia. Es similar a tener en nuestro buró un revólver cargado con una sola bala y jugar a la ruleta rusa todas las mañanas. Es decir, accionar esa pistola antes de levantarnos apuntando hacia nuestra cabeza para ver si ahora sí nos matamos. Si resulta que la bala no estaba en ese tiro, ni modo, vivimos otro día en la basura. Si el disparo nos mata ¡habremos justificado nuestro descontento con la mierda de mundo que tenemos!.
Ellos y ellas pretenden evitarles a sus no-hijos la pena de ver tanto sufrimiento, al mismo tiempo que les evitan conocer tanto placer y dicha. Salvan los centavos pero gastan los pesos.
Lo curioso es que la gente que piensa así en ocasiones es la más sensible, creativa y divertida que conozco. Es la misma que reconoce la hermosura de un atardecer en el Pacífico, la ternura de una foca bebé y la delicia de un mango recién cortado. Son seres que se dejan cautivar ante las bellezas (pocas o muchas) que tiene la tierra, pero que al mismo tiempo dicen que el "mal" es más y mayor, y que por eso no van a traer huercos al planeta.
Pienso en lo mucho que Robert Smith me ha dado. Su música fácilmente está presente dentro de los 100 acontecimientos de mi vida. Cuando Mateo crezca le pondré The Cure (a ver si le gusta). La música que me ha inspirado muchas veces fue compuesta por un tipo que no quiere tener hijos porque el mundo es una porquería. Irónico: el ser humano inspirador vive sin esperanza.
Ahora bien, tengo que decir que así como no entiendo esa manera de pensar fatalista (aunque soy un fatalista que se ahoga en un florero), tampoco entiendo algunos razonamientos de los nuevos papás. Por ejemplo, es una pendejada mayúscula decir que ser papá es bien padre (valga la redundancia) porque así vamos a tener herederos (¿de qué?), o que vale la pena ser papá para preservar el apellido (¿?), o para que alguien nos cuide cuando seamos ancianos.
Los peores son los que pretende realizar su vida a través de la vida de sus hijos. Para ser papá tienes que tener ya una vida instalada, fascinante o aburrida, hueca o espléndida, pero tienes que haber VIVIDO. Querer "empezar" a vivir desde cero a lado de tus hijos es un veneno que tiene la apariencia de un helado de fresa con vainilla, pero que es veneno.
Otra especie de neo papá que aborrezco es aquél que se castiga con la idea de que como él ya fue muy culero en la vida, ahora debe pagar su penitencia siendo buen papá. ¿Qué es ser buen papá?, ¿ser buen proveedor?, ¿escuchar a tus hijos?, ¿cantarles las mañanitas cada año?, ¿amarlos aunque mal paguen?, ¿presentarle a tus hijas un prospecto millonario?, ¿vacunarlos de las paperas?.
Los que se obsesionan con "ser buenos papás" son los mismos que creen que si ellos fueron desmadrosos van a tener que pagar los platos rotos con el desmadrote que van a hacer sus hijos en el kínder. O que como ya se cogieron a muchas viejas, su hija les va a salir puta. Eso no aplica. Mi padrino Homero, por ejemplo, decía siete maldiciones en una frase de una sola línea y sus hijos hablan requetebonito, como diplomáticos, uno de ellos hasta tuvo aspiraciones de ser astrofísico de la NASA. Mi comadre La Carmela Vela es despistada hasta la médula y tuvo una niña bien chispa, "bien despierta" como dicen las señoras de Hualahuises.
No hay que azotarse antes de tiempo. Al ladrón le salen hijos sacerdotes y las señoras de buenas familias tienen puras Lolitas.
Un día quise ser buen papá y antes de que naciera Mateo me lancé a la Feria del Libro para comprar algo que me diera la respuesta. Adquirí un libro que explicaba las ventajas de educar a los hijos dentro de la Inteligencia Emocional. Antes de la mitad del libro aborté la lectura porque el autor me aconsejaba que si una vez se me complicaba el asunto tenía que llegar a mi casa con un montón de cartulinas trazadas para hablar con mi hijo y establecer un plan. ¿Un plan? ¿Yo que soy tan "bien" administrado ideando un plan para salir del bache? No mamen. Sé que los psicólogos y los educadores me deben de estar aventando serpientes emplumadas en estos momentos, pero eso de pegar cartulinas en la sala de mi casa y convertirme en un "papá motivador" no se me antoja nada, nadita.
(YA VOY A TERMINAR, YA ME HICE BOLAS, GRACIAS POR LLEGAR HASTA AQUÍ)
Listo. Trataré de resumir. Veo a mi alrededor a pura gente cansada, sobre todo a los nuevos papás como yo. Todos estamos cansados, tanto los que pueden pagar una niñera como los que no podemos pagarla. La salida fácil es echarle la culpa a los hijos. Pero si me voy con los solteros les descubro el mismo cansancio manifestado en otras cosas: ellos están cansados porque las viejas son ya muy mamonas o muy requisitosas; ellas están cansadas porque los güeyes no quieren comprometerse, todos están cansados porque los trabajos ya no inspiran, el salario no alcanza, la ciudad aprieta, el mundo apesta, etc.
Yo digo, desde aquí, que ya estuvo bueno de andar hinchándonos la autocompasión diciendo que estamos muy cansados por culpa de nuestros hijos. Sí, ser papá es la joda más grande, menos pagada y más criticada actualmente; y encima los papás somos acusados de ser unos inconscientes por traer más gente a este mundo ya inhabitable. Yo opino que detengamos el fuego cruzado. Dejémonos de mamadas. Respetemos a los que no quieren tener hijos, y que ellos(as) nos respeten a los que gozamos con su tenencia.
Nunca dije en este post la enorme felicidad que me da la paternidad por dos razones. Una, porque los que son papás me entienden aunque no se los diga, y dos, porque los que no son papás nunca lo entenderán aunque se los trate de explicar en 10 cuartillas (y con cartulinas trazadas). Tratar de convencer al que está en la otra orilla para que cruce el río es inútil. La única salida para ser felices es ser congruentes con nuestra vida: si tienes hijos, hacerte responsable de ellos, disfrutarlos, sin criticar a los que no los tienen, y si no tienes hijos buscar con cuál otra responsabilidad cansarte.
Al final, unos y otros moriremos cansados (ya estamos agotados), con o sin hijos.
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Secsi XVII
Pero ayer mi amigo el necio, ése que se llama igualito que yo, que también es cáncer y que también tiene pie plano, me llamó para "saludarme".
- Qué onda huevón-, me dijo, -no te había llamado porque me inscribí en un diplomado de arquitectura.
-Qué interesante- contesté.
-Por cierto, ¿sabías que menos es más?-, me dijo el muy minimalista.
-No siempre. A veces más ropa interior es más deleite- rematé.
-Compruébamelo-, se encabronó.
Entonces le mandé esta foto con la modelo brasileña Cintia Dicker, cuya pijamita completa no le pide nada a cualquier tanga. A veces, más es más. Mi amigo colgó. El pájaro voló.
lunes, 22 de septiembre de 2008
Being Van Helsing
Estoy seguro que hubo un día, mentado día, que nos atacó un drácula, no el real, no el cool, era más bien un vampiro de kermés, de tómbola y de chilidogs, pero con todo y que era de provincia, sus colmillos eran auténticos, no de juguete. El chupasangre vino y se nos encajó en el cuello, nos robó la vida simple y nos instaló en un estado si no de eterno, sí de constante desasosiego. Nos chupó. Nos puso en la cansada tarea de completarnos todos los días con lo que sea, una droga, un bistec, unas tetas, un trabajo, una puñeta, un último modelo, un capítulo de Lost. Por culpa de esa sanguijuela pirata sentimos un hueco en no sé dónde, que no nos deja estar. Nomás estar. Una vez el drácula fue una mujer/hombre que nos rompió el corazón, otras veces fue el empleo que no logramos o el examen que reprobamos. O fue alguien que se murió. Una herida, un descalabro, un gancho al hígado. Fue lo que tú quieras, a alguien tenemos que culpar, ¿fue draculín o draculón el que te desangró?.
A veces la tecate me descomplica, me ubica más fuerte que el Santo y Van Helsing juntos y entonces en mi peda de 130 pesos (tacos no incluidos) le doy en la madre a mi nosferatu particular, le recorto los colmillos con un serrucho y le estiro la lengua. Le hago la "Chombling" que es una tortura muy horrible. El sábado pasado tuvo lugar mi más reciente round contra el vampiro de mi vida, porque hay que apuntar que nunca lo matamos porque ya está muerto, por eso vuelve a nosotros cuando se le hincha. Decía que el sábado regresó, celebrábamos los 30 y cachito de la Maga, bailábamos alrededor de una mesa con la tecate en la mano; ahí al centro estaba amarrado el culpable espectro de mis tinieblas. Le pusimos esta rola que él la odia. Yo la bailaba hace años, en el Viejo Orden (1991-95), cuando salía de bañarme y me sacudía aire con la toalla a la mitad del cuerpo para secar lo que se nos seca al último a los hombres. No fui más feliz aquellos años, pero creo que todavía no me alcanzaba la mordida del drácula chafo. O no lo sé. Sólo sé que esta canción me gusta por mensa, por simple, por bigotona. El sábado la bailé con otros leprosos como yo y el pinche drácula mío nomás se me quedaba viendo, envidioso porque la vida sigue a pesar de su mordida. Skiri-biri-birí, bom borom bom, bom borom bom...
viernes, 19 de septiembre de 2008
Del dos
Sucede que a veces me da por surrar en la madrugada. La Maga dice que soy la única persona en el mundo (¡en el mundo!) que se levanta de la cama en horas que no son horas para ir a tirar la popó. Tirar la basura diría Yuyo, mi papá. Mandar un fax, diría Alminda, mi suegra.
Batallo para dormir, pero muchas veces cuando estoy en lo más profundo de mi sueño el estómago empieza a aventarme ese-o-eses en forma de gases, que a veces salen y a veces se quedan echando desmadre en mis tripas. Es decir, cuando estoy más jetón me dan ganas de cagar.
Yo no sé si esto sea una broma pesada de Dios, de la Santísima Digestión o de Murphy, pero cuando creo que por fin voy a descansar mi Cristóbal "Colón" anuncia la salida de las tres carabelas (a veces son más de tres). Chingadamadre, pero así sucede.
Entonces me levanto como Frankenstein hecho pedazos, camino hacia el escusado, me siento, pongo mis codos en los muslos y descanso la cabeza sobre mis manos. Procuro seguir durmiendo mientras evacúo. No lo logro, nomás me amenso más.
Termino. Tras el tallado me levanto con el ojo como de guerrero mongol, descubro en mis muslos los dos círculos rojos que como huellas dejó el peso de mis codos, me levanto, miro en el espejo a un güey muy parecido a mí pero mucho más ojeroso y me dirijo a la cama para reencontrarme con el insomnio y la pensadera. Me muevo y me muevo; una hora después me quedo dormido, con la cabeza hecha un nudo pero con el estómago en paz. Otra noche ha pasado y yo he dormido mal por culpa de la caca.
Entiendo que ustedes no tienen porqué saber estas cosas, pero en serio les pregunto: ¿Estoy solo?, ¿soy el único sonámbulo cagón?.
Por favor vota, comenta o si te quieres ver muy fino regálame un rollo de papel y un pepto (o una bacinica).
miércoles, 17 de septiembre de 2008
3.90
En 1982 mi amigo Javier "El de Menudo" me dijo casi en secreto que López Portillo había nacionalizado la banca y que pronto la policía se metería a nuestras casas para quitarnos los dólares que tuviéramos guardados en el colchón de la cama o en la caja del corn fleis.
Cuando llegó Miguel de la Madrid a la sillota mi papá resumió el acto en una frase que con el tiempo he hecho propia. Dijo: "Desde que tengo uso de razón los políticos dicen lo mismo". Lo único relevante que nos pasó a los mexicanos en ese sexenio (82-88) fue ver en territorio nacional el golazo desde media cancha que hizo Maradona durante el Mundial 86. (Como el evento deportivo se realizó en México, el argentino además metió un gol con la mano que le dieron como bueno).
Entró de relevo Carlos Salinas de Gortari encerrando a la Quina de un chingazo. Recuerdo las filonas de carros en las gasolinerías de Insurgentes porque el chisme generalizado era que el combustible iba a escasear tras la captura del ex líder del sindicato petrolero.
Salinas montó en el país una especie de Shangri-La Charro, y según él nos abrió las fronteras con Estados Unidos y Canadá gracias al TLC. Tuvo razón, gracias a sus "aciertos", pero principalmente a su error de diciembre muchos mexicanos de mi vuelo se largaron a hacer vida en aquellos dos países, con y sin papeles. Al final el chupacabras robó protagonismo a nuestro chaparro de Agualeguas, pero como sea cerró su sexenio con las orejas entre las patas.
Enseguida le dimos la bienvenida al Duende Bubulín atomizado en Ernesto Zedillo. Él nos advirtió que si queríamos Bienestar para Nuestra Familia debíamos someternos a la "cultura del esfuerzo" y claro, vivir con el cinturón apretado en el primer hoyito para que no nos diera más hambre.
Ciertamente con la llegada de Vicente Fox me emocioné, pues a como iba la cosa pensé que me moriría antes de ver a otro partido en el poder. Qué años, qué vergüenza. Nos hubiéramos quedado con el candidato que fue, con su famoso y chocante hoy, hoy, hoy, pero la historia quiso que nos gobernara el Rey Tar Hugo. Fox sirvió para darnos cuenta que entre el partido tricolor y el partido albiazul encontrar las 10 diferencias está muy canijo.
El mismo día que supe que la Maga estaba embarazada una persona en Parras, Coahuila me entregó una propaganda con la cara de Felipe Calderón. Babas, como suelo ser, aquella entrega fue interpretada por mi corazoncito como un gesto de esperanza. Vi en su foto a la figura que quería yo como primer Presidente para mi hijo(a). Dos años después el empinamiento económico nos impide ver hacia adelante, no digamos hacia arriba.
Y ya.
NOTAS DE TRADUCCIÓN.- El título de esta entrada corresponde al saldo que tengo en mi cuenta de "ahorros": 3.90 pesos. Cuando ando muy jodido de dinero me da por pensar en los hombres que han sido nuestros Presidentes; sobre todo pienso en la lana tan merecida que aún reciben por haber ocupado el honorable puesto. Eso explica todo.
martes, 16 de septiembre de 2008
Barbaridades
Ahora que tengo ganas siento que no hay mucho que escribir al respecto. ¡Okelachingada!, ¿sí o no?
De cualquier forma, aquí están las 10 conclusiones que me dejó ese ocioso experimento de separarme del rastrillo durante ocho meses.
UNO.- Mientras anduve barbón una personita metiche me decía: Qué raro te ves CON barba.
Una semana después de rasurarme me topé a la personita metiche y me dijo: Qué raro te ves SIN barba.
-Qué raro es todo-, agrego yo.
DOS.- El mantenimiento de la barba es una tarea cosmética muy demandante, con todo y que tiene fama de ser un accesorio relacionado con hombres dejados. Desde aquí os digo que los barbones son más vanidosos que los lampiños, o al menos tienen más cosas que hacer frente a un espejo. En pocas palabras: Cuidar que los pelos en la cara crezcan con cierto equilibrio es mucho más latoso que rasurarse cada tercer día.
TRES.- La barba entretiene y recrea. Compré una rasuradora eléctrica de nueve niveles con la que mantuve la piocha al gusto: Bien cocida como talibán (nivel 9); tres cuartos como la llevaba George Michael en los ochentas (nivel 5); o cruda como Indiana Jones (nivel 1). La desventaja es que encerrarme en el baño con esta maquinita levantó sospechas entre la escasa servidumbre de mi casa porque despide el mismo ruido que hace un vibrador. Useless fact.
CUATRO.- Con la barba desarrollé una necesidad irrefrenable de tallarme la boca con servilletas a la hora de comer para evitar que entre los bigotes se enredara un pedazo de picadillo. Por la tarde temía que un rastro de pasta de dientes estuviera atrapado en el cachete, y entonces repetía el tallado. Por cierto, lamerse el bigote es una maña muy recomendable pero es un poco menos decente que sacarse el moco. Como muchas cosas buenas en este mundo, esta práctica se disfruta más en privado.
CINCO.- Nunca pude ser Eugenio CON barba, siempre fui la imitación mal hecha del Che, de Castro, de Bin Laden, de Santa o de Rafael Inclán. Nunca fui yo CON barba, es decir, la barba fue siempre "algo" que estaba "adelante de mí", o yo era alguien que estaba "detrás de ella". Los demás daban por hecho que mi barba no me pertenecía, como si fuera de utilería, algo desechable, portátil; a lo mejor por eso me preguntaban a cada rato cuándo me la iba a quitar, como si hablaran de sacarme un tumor maligno o de quemarme un lunar peligroso.
SEIS.- Pocos entienden que la barba se deja por gusto. No sé por qué su crecimiento deliberado está relacionado con promesas religiosas; la gente quiere saber por qué te la estás dejando, -¿es un sacrificio?-, preguntan unos, -¿una manda?- añaden otros. Como si aquél familiar enfermo que tenemos pudiera curarse si nosotros nos dejamos crecer un montón de pelos en el mentón (pastilla de menta enorme). Mucha gente se frustra cuando dices que te dejas la barba porque se te antoja pues esperan una justificación mayor, una razón mística.
SIETE.- En muchos casos un hombre barbón es igual a un hígado encebollado: A los niños les asusta y a las mujeres les da "asquito".
OCHO.- La barba retrata mejor sin flash. Las fotos con luz artificial uniforman los pelos en una mancha negra como si nos hubieran pasado una crayola por el hocico.
NUEVE.- Nomás que haga frío o que se me antoje -lo que suceda primero- volveré a dejarme la barba. La extraño.
DIEZ.- Me caen gordo los gordos que corren y sudan. Esto no tiene nada que ver con barbas pero tenía que llegar al diez.
miércoles, 10 de septiembre de 2008
Huevitos revueltos con lomo
Durante muchos años creímos que el tamaño de los testículos era el máximo síntoma de masculinidad. Pero no es así. Caemos en un error cuando nos referimos a que un hombre tiene muchos huevos cuando pretendemos definir al bruto que con sobrado arrojo y alto porcentaje de pendejés resuelve entrarle a los problemas sin medir consecuencias.
Las bolas son nuestra más sensible parte. Un leve golpe ahí es suficiente para que nos pongamos a chillar como político sin hueso en posición fetal. No es posible otorgar el sinónimo de varonil a estas gónadas tan mariconas, ¿verdad?.
Así que no importa que las ciruelas sean las productoras de testosterona porque por experiencia les aclaro que nuestra potencia viril se genera y crece desde la zona lumbar, o sea, cinco dedos arriba de la raya de las nalgas, ahí en donde las chiquillas sin escrúpulos se imprimen un tatuaje.
Lo digo con todos los pelos de la burra en la mano, pues ayer reapareció la contractura en mi espalda, (El Imperio de C3PO Contraataca), y me di cuenta de la importancia que tiene esta parte del cuerpo para desarrollar con soltura nuestras tareas de macho.
Caballero lector, intente usted patear un balón con la columna vertebral cucha, o cargar a su hijo, o recoger las llaves, o conducir, o subir escaleras, o levantar la bolsa de basura, o pujar para cagar. Más triste aún: Intente pompear a su esposa, novia, amiga o almohada teniendo la espalda descuadrada para que vea que resulta imposible.
Frente a un tiro directo los futbolistas se cubren el escroto con las manos para evitar un golpe espantosamente doloroso, pero yo sugiero que mejor se cuiden el lomo porque podrían seguir jugando castrados, pero jamás contracturados.
Desde ayer voy de regreso a la usanza de inyecciones y pastillas por culpa de mi adolorido dorso, que es mi parte más sensible, aun por encima de los huilburs. Valiendo madre.
martes, 9 de septiembre de 2008
Mensadas importantes II
Y luego nos preguntamos por qué el año se va tan rápido. Pues porque los fabricantes de cochinada tienen mucha prisa para vender su basura, no vaya a ser que se nos olvide que en diciembre es Navidad. Según ellos nos conviene comprar todas esas payasadas de una vez antes de que nos agarren cagando las compras de pánico. El pánico empieza en septiembre.
Enseguida viene el tema del petróleo y de las elecciones Presidenciales en Estados Unidos. Un minuto después vemos en la tele a la vecina que pescaron borracha haciendo maromas alrededor de varios chambelanes con trajes de policía. Más tarde se nos muere un actor, balacean a un capo o Angelina queda embarazada otra vez. Después de los comerciales nos cuentan que una selección africana formada por maleteros de aeropuerto le da pelea a una potencia futbolera, al mismo tiempo que un misil estalla en Asia para dejar sin piernas a varios niños.
¿Y todo este popurrí de datos, estadísticas y eventos qué tiene que ver conmigo?, ¿de qué me sirve andar en la punta del grito según yo muy bien informado nomás para que en un segundo las noticias den un giro y me entere que el culpable es en realidad la víctima y que el ciego sí veía, pero no hablaba, o sea que era mudo?, ¿no les ha pasado que se espantan a sí mismos porque ya nada les sorprende?, ¿no se sienten atolondrados con el vertiginoso chorro de noticias, tragedias, hazañas ajenas y puñeterías?.
Cada vez que le echo un ojo al afuera, me meto como tortuga asustada hacia el adentro. Casi a diario me voy a la cama sintiendo que apenas hace un minuto fue ayer; y hace dos, antier; y hace quince; mi cumpleaños pasado y... así. De niño me aburrían los días, eran tan largos sin computadora, sin parabólica, sin noticias, pero eso sí con mucha calle y mucho parque. El domingo era y es la excepción porque siempre ha sido un día corto de tonos sepia.
Ahora la semana me dura lo que una flatulencia permanecería inmóvil frente a una turbina de avión. Una nada.
Ante ese ritmo de montaña rusa opto por enquistarme en las mensadas importantes que me rodean. Me refiero a esas anécdotas, pertenencias o valores que no podemos contar o compartir en una reunión en donde haya admiradores de Luis Miguel o clientes frecuentes de Las Vegas porque como feedback sólo obtendremos un bostezo comunal y descomunal. A nadie le interesan nuestras mensadas importantes porque son minúsculas a lado de las fuentes del Bellagio. Lo bueno es que sólo nos importan a nosotros y aunque de dientes pa' fuera nos creamos muy chingones, son las mensadas importantes las delgadas pero resistentes anclas que nos sostienen de pie ante la ola tamaño Hawaii que nos suelta "el mundo" todos los días.
Todo este bla, bla, bla, es para contarles que mi más reciente mensada importante fue captar la cara del más amado conociendo el mar. No fue fácil. Yo tenía la esperanza de que al ver esa inmensidad a mi hijo se le cayera la quijada de la emoción o que le brillaran los ojos y los dientes de alegría, pero no fue así. Hasta pensé mandar esa foto imaginaria a la revista BB Mundo para que me la publicaran, pero rápido me di cuenta que los momentos Kodak no son tan de enchílame otra.
El primer día iba yo con mi cámara al hombro como un fotógrafo de bodas que ansía cazar la reacción del inocente novio al ver a su vieja vestida de blanco. Pero resulta que cuando la Maga depositó al pedazo de caos en la playa éste ni siquiera peló el mar porque fue seducido por miles de millones de granos de arena. No hubo grito, invitación, ánimo ni petición de mi parte que lograra que el pedorrito volteara al horizonte, le valió madre el mar, pues lo suyo fue jugar con arena, más con la húmeda que con la seca. Su descubrimiento del océano debía esperar.
Fue hasta el tercer día que Mateo se dio cuenta que un chingo de agua salada era el límite entre él y su hobby arenoso. Volteó hacia arriba, miró el mar y entonces tomé esta foto. La imagen no refleja la emoción que yo esperaba; su gesto es discreto y deja ver, quizá, la angustia primitiva del hombre ante la magnificencia de la naturaleza. Se parece a la mueca que hacemos nosotros, los adultos, cuando nos topamos con algo que no entendemos pero que al mismo tiempo respetamos. Se parece a nuestra reacción ante la muerte.
El encuentro con el gran charco dejó a Mateo calladito, pocos segundos se quedó allí observando la línea entre los dos azules, pero muy rápido se esfumó su interés hacia las olas y siguió manoseando la arena.
Los papás que vivimos en ciudades feas estamos obstinados con la misión de que nuestros hijos vean que no todo es calles, centros comerciales, anuncios panorámicos y mentadas de madre en el tráfico. Por eso, estos momentos de escape, de reencuentro con la belleza, son una mensada muy importante para nosotros aunque a veces nuestros hijos ni se enteren y a pesar de que nunca nos van a dar cinco minutos en el prime time del noticiero para contárselo a todo "el mundo".
lunes, 8 de septiembre de 2008
Ruega por nosotros
También me gustaría escribir que ésta es la foto de mis "sobrinos", los niños pobres, piojosos y huérfanos, que me quieren mucho porque yo soy su esperanza y su risa los sábados y los domingos.
Me gustaría decirles eso, pero no me sale la mentira piadosa y mejor les confieso que este puñado de escuincles vestidos con el último grito de la moda de La Comercial Mexicana somos una muestra aleatoria de los primos Guzmán, en unas vacaciones a principios de los años 80. También salen en la foto Pandi y Mandi, (cada generación de nietos nombra a sus abuelos de la manera más cursi posible).
Veo la imagen y pienso que si nuestros padres hubieran sido más visionarios o más culeros nos hubieran colocado un mandil a cada uno y nos hubieran dejado en cualquier Soriana para trabajar como paqueteritos en las cajas. Todos en bola damos el gatazo de que si nos avientan una Oreo la devoraremos como pirañas o como tábanos. Parecemos la Tribu Diente Grande porque ni uno de nosotros estaba familiarizado con las reglas de la ortodoncia.
Las greñas son punto y aparte. Mi hermana "La Yuyi" (arriba, derecha) parece que le quitó la peluca a uno de los Chamos; a lado de ella está "Luisín" con el apartado por en medio que era un peinado muy recurrente en la sangre de mi sangre. Ese look de libro abierto también lo manejaba su hermana "La Píldora" y los afros estaban a cargo de mis primas "Las Cabral", Susy y Marujita. También vemos a Sonia que trae flequillo (adelantada a su época, sin duda) y a "La Bombón", que parece hombrecito ojiazul con ese copete de lado. Complementan la postal rural Adriana, Luzcecy, Gelos, Manuelito, Karla, Ale, Sergio, "El Javi" y "El Chato", todos ellos ahora integrantes del Cártel de Sinaloa. Yo salgo justo en el centro, con mi cara de Felipito calavérico vistiendo un suéter de esa gran boutique regiomontana llamada Ropa de Aguascalientes.
No sé dónde tomaron la foto, pero seguramente el autor de la misma quería que salieran de fondo esa cortinas bordadas, duras, que comenzaban siendo blancas pero que ya en las orillas se ponían amarillas, como manchas de nicotina, y que siempre olían a rancio. También roban cámara unas espantosas puertas de fierro y cristal. En casi todas las casas de la familia Guzmán había este tipo de puertas corredizas que abrían y cerraban dócilmente el primer mes de instaladas, pero luego de dos navidades se atascaban y corrías el riesgo de quedar herniado si intentabas abrirlas. El dueño de la casa alegaba que las puertas tenían maña y que no era cuestión de fuerza sino de levantarlas un poquito y luego empujarlas con todos tus huevos, pero al mismo tiempo la mamá de la casa (más realista) hacía popular entre la perrada infantil la siguiente frase: "Si quieren ir al jardín salgan por la lavandería porque esa puerta ya no abre". En mi familia siempre nos distinguimos por poseer tecnología de (la) punta.
Me imagino a mis tías desesperadas del otro lado de la foto gritándonos que volteáramos a la cámara y que sonriéramos (como si estuviéramos muy guapos y decentes). Imagino también a mis tíos no lejos de allí cagándose de la risa, porque en esas reuniones siempre alguien soltaba la carcajada por razones infinitas. Muchas veces la risa colectiva era producto de una anécdota tan repetida que a nosotros, los primos, no nos causaba gran emoción. Lo raro es que conforme crecimos nos fueron pareciendo más cómicas las historias de nuestros tíos, y ahora y siempre, ellos tienen mejor ambiente que nosotros "los jóvenes" en bodas, reuniones o fiestas.
No me acuerdo de alguna plática "seria" que hayamos tenido en familia, pero sí que el desmadre se armaba en la cocina, siempre en la cocina, es decir, no me acuerdo de las salas ni de los comedores de las casas de mis tías, pero sí de sus cocinas porque ahí siempre estaba la plática más divertida mezclada con tamales, cochinita pibil, frijoles a la charra, corundas, tacos de chamorro, tortas de pierna, recalentado de pavo, o unas pinches quesadillas.
Moraleja: Cada vez que te sientas del jet set échale un ojo a las fotos de familia y aterriza como puedas.
viernes, 5 de septiembre de 2008
Por una letra
FUSIÓN: Unión.
La diferencia entre un matrimonio feliz y uno infeliz es una letra.
Escribo esta pendejada y enseguida me aviento una rueda de coche que me saca del cuarto.
jueves, 4 de septiembre de 2008
Se parecen y no son novios
Escucho estas dos rolitas y me imagino a Alizée intentando demandar a Chris Martin porque se copió más o menos la entrada, y a éste medio nervioso contestándole a la francesita que no la friegue y que mejor se avienten un ménage à trois con Gwyneth Paltrow.
Y luego me imagino que se arma el "todos todos nadie nadie", arte milenario que consiste en frotar el pubis contra algo o alguien.
miércoles, 3 de septiembre de 2008
Wannabe
Casi nunca concreto lo que inicio, es decir, empiezo muy emocionado un proyecto, pero a los dos o tres días me desdoblo, floto encima de mí y me observo tan entusiasta que me provoco pena ajena (o sea propia), me siento cursi, y entonces viene el proceso del autoboicoteo: "¿para qué?, no le muevas, ¿a poco te gusta tanto eso que estás emprendiendo?, mejor enciende la tele o vete al cine o cena mucho o tápate hasta la cabeza hasta mañana..."
Así he sido, pero no me doy tanto asco.
Ahora mismo estoy procesándome, reconociendo cómo he ido por ahí penduleando entre las dos o tres oportunidades que se me presentan en cualquier escenario para al final no elegir ni una opción, o dejarle la decisión a otras personas u circunstancias, no a mí. Muchas veces dejo que el tiempo haga su trabajo, que borre el ánimo, la iniciativa, que se aproxime la distracción a otra tarea. Reconozco que constantemente he adoptado la identidad del camarón que se duerme para que se lo lleve la corriente, por eso admiro la constancia de alguna gente.
Por fuera, mi empaque, mis instrucciones, mi información nutrimental, les dirán otra cosa. Tengo un trabajo que me gusta mucho, una familia de foto, amigos divertidos y abundantes, alto grado en karate, buen aguante caguamero, buena pinta, un ipod con 603 excelentes canciones, buena vida sin opulencia, buena vida, buena.
Pero me persigue la culpa de haber hecho sólo lo suficiente, de haberme conformado con tener el huevo de oro pero no la gallina. No hablo de acumular riqueza, hablo de tener aspiraciones, de crecer, de seguir estudiando, aprendiendo. No soy una mula o un costal de papas, pero soy lo que le sigue: un cómodo mediocre.
Escribo esto y me duele, y en seguida me rebelo. -No mames, Eugenio, te estás pintando muy mal, no te castigues tanto-, me digo. Pero es que sé que tengo capacidades a punto de la atrofia porque no las ejercito, no las fortalezco. No quiero ser un súper hombre, ojo, pero repruebo esa flojera que me da estirar al máximo mis talentos.
Este mundo nos expone a la tentación de ser buenos para todo o a perdernos en la angustia de ser rebasados por el progreso o por los chinos que son muchos y están más preparados que nosotros. Repito, no quiero ser un súper yo, pero quiero sacudirme de una vez por todas ese yugo de la desidia, ese abandono, ese dejar que los dados de mi suerte los tire el reloj.
He descubierto que la paternidad es la práctica por excelencia de la constancia. Ahí no cabe dejar las cosas para otro día porque por ejemplo los pañales aún no han sido fabricados con patitas para irse caminando al bote de basura solos. La paternidad es una obligación constante muy canija. Pero ahí si me pongo estrellita porque he sido, si no un excelente papá, sí un papá constante (porque no queda de otra). No sé si es una estupidez aplicar este modelo de acción para otras áreas, es decir, hacerse a la idea de que hay que empezar algo y terminarlo porque no queda de otra.
Un ejemplo.
Allí en el cuarto de la casa que es para guardar nada y para guardar todo tengo una batería. Se la compré a mi amigo "El Pedy" que primero me la ofreció como regalo de bodas, pero luego el muy avaro terminó por exigir billetes por ella. Ahí la tengo desde hace cuatro años, esquinada, y jamás me he sentado a tocarla. Mateo entra a ese cuarto y le da unas patadonas al bombo, pero nada más.
Yo quise tener una batería de casado porque de soltero no pude. Según yo iba a seguir con mis clases para luego formar una banda de rockstars wannabe. Pues nada. La batería está ahí y a veces sirve para tender las toallas húmedas o para colgar momentáneamente los vestidos que la Maga trae de la tintorería antes de pasarlos al clóset.
Ayer en la noche abrí ese cuarto y la batería me miró como cuarentona virgen exigiendo ser tocada por alguien. ¿En dónde se me perdió la iniciativa de aprender a tocar?, ¿por qué ni siquiera para un hobbie soy constante, congruente, animado, tenaz? Si algo supuestamente divertido no me motiva, ¿qué sí lo hará?
En esas preguntas ando y aunque no he podido responderlas por lo menos ya he formulado un plan: Tengo 35 años y una batería azul en mi casa. He decidido que a los 36 y medio formaré una banda, y de hecho ya tengo el nombre, The Firewells. En este año debo aprenderme al menos tres ritmos y también dos o tres vecinos dejarán de hablarme por el ruido. Por lo pronto busco maestro de batería, un bajista paciente, un guitarrista que no fume y un cantante que tenga buena postura aunque esté panzón.
Ésta es una de otras iniciativas que quiero tomar. No es suficiente creer que soy un buen padre, un buen empleado, un buen esposo; tengo que probar más cosas, expandirme, crecer, y con ello divertirse más. Como siempre, no sé si este plan sirva, pero al menos ya me comprometí con ustedes y si no cumplo grítenme hocicón en un año. Estoy decidido a reactivar esa ilusión para no quedarme sentado sin hacer nada. En serio, no queda de otra.