martes, 5 de julio de 2011

Caminar mi ciudad II

Cada vez que volteo a ver una televisión (ahora decimos pantalla, monitor; mamadas), veo un juego de la selección mexicana, ya sea sub 22, sub 17, o del equipo en formato femenil.

Estoy confundido con tanto futbol y desbrujulado porque se me olvida en cuál pedazo del año ando. No me di cuenta que ya estábamos en verano hasta que vi a cuatro chavitos, -dos hombres y dos mujeres-, bajarse de un ibiza empapados y medio en traje de baño como si hubieran llegado al oxxo nada más a comprar cigarros para después regresar a las aguas miadas de una alberca.

Los integrantes de la sub 40 andamos entre ajuanados y buenas noches. Al menos acá su delantero un poco sí. Antes, mis años los dividían las vacaciones pero ahora tengo que ver a cuatro púberes alberquiados para darme cuenta que sí, que ya estamos en verano.

Caminé entre chicles y altos. Comprobé que, en mi caso, siempre hubo más ofrecimientos de raid que voluntades mías para aventarme Constitución a pata. Una vez más, fui rescatado por amigos y familiares. La gente que me quiere fue la tabla en este océano sangrón mientras mi carro naufraga en un taller en donde lo tienen con el cofre hocico abierto 24/7. Hagan de cuenta nosotros en el dentista.

Otra vez Mateo. La mejor caminata la tuve con él trepado en mis hombros. Nos veíamos cueros mil descendiendo a patín por entre un bosque de coníferas (un pinche camellón con pinos) desde donde su mano arrancó piñas y otros frutos que quién sabe dónde quedaron.

Algunas veces caminé con la mochila vacía por mero equilibrio. Hagan la prueba de caminar sin mochila cuando lo que quieren es caminar largo y notarán que algo les falta. Quien camina sin mochila parece un histérico que dejó el carro muy lejos y se la anda pelando entre cacas de perro y musgo; pero quienes caminamos con mochila en la espalda vamos pegados al suelo, programados en la tierra como albañiles saliendo de la obra; vamos desplazándonos en nuestro centro, ése que no hallaba Oliveira.

En mi cumpleaños llovió y hubo fortuna. Van tres veces que me muerdo en el mismo lado del labio. Tengo mucho trabajo adentro y afuera de la oficina. El peor día de la semana es el martes y todavía no sé porqué lo elegí para regresar a la chamba. ¿Te gusta sufrir, darling? Tres metas a cortomedianolargo plazo: casa, comida y sustento. Régulo me Regaló esta rolita de cumpleaños.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué bueno que estás de regreso y qué bueno que estás rodeado almas caritativas que te quieren y no te dejaron morir. A ver que resulta con tu carro y si no le hallan, avísame ;)
Yo también odio los martes y hace poco encontré un artículo de porqué la mayoría de los seres humanos lo detestamos. Así que lo subí al sitio en el que trabajo y todavía está en línea y aquí te lo comparto.
http://www.nosotros2.com/embarazo/149/sabias/390/10-pasos-para-el-amor
Abrazos a tí y a Mateo
Ele y Juan Pa

Candels dijo...

¡Feliz cumpleaños!

Kózmica dijo...

Un consejo: después de que te muerdas una vez en el labio mastica todo despacito porque es de ley que te vuelves a dar ahí mismo y con mayor intensidad.

Imagino pasaste un feliz cumpleaños con tu retoño, cierto?, muchas felicidades de nuevo y espero que tu coche se aliviane pronto.

Saludos!

pd.-Excelente artículo sobre el día martes de anónimo.