jueves, 21 de enero de 2010

Maldiciones

-¿Está bueno el puré de papa?- me preguntó Yuyo la noche de Año Nuevo.
-Está a toda madre- respondí.

Mi papá soltó una carcajada de a segundo y azotó sin dolo su mano contra la parte posterior de mi hombro para festejar mi contestación. "A toda madre" no es ya ni siquiera una maldición o una "mala palabra". A nadie le escandaliza que alguien suelte un "a toda madre", lo mismo que hace muchos años perdió vuelo y prohibición el "Güey".

De vez en cuando maldecir frente a tu papá tiene un efecto liberador. Uno sabe que ha crecido cuando puede destapar una cerveza frente al progenitor y soltar un abultado "¡Chingadamadre!" luego de presenciar un penalty errado. Pero a mí no me gusta abrir hasta el abuso ese paréntesis lingüístico, pues desde siempre he visto como sospechosa la costumbre que tienen algunos papás de hablar de a puro "Pendejo" y "Cabrón" frente a sus hijos y viceversa. No es que me asuste, pero hablar así todo el tiempo me parece rechafo (o rechafas, según quieran).

Éste es el párrafo del post en donde me convierto en la Chimoltrufia, pues así como digo una cosa digo otra, por que,, tengo que aceptar que no pocas veces se me han salido malas palabras frente a Mateo, quien con mucho gusto repite mis majaderías frente a la vecina o frente al que cobra en Cablevisión. Por ejemplo, hace varios meses se me salió un "Chingada" y es fecha que el pedazo de big bang saca la palabrita en cualquier ocasión. Lo peor es que lo hace con asombrosa entonación dividiendo la palabra en sílabas acentuadas: "¡Chín-gá-da!".

El tema de decir maldiciones y groserías frente a los papás me hizo recordar una anécdota sucedida en la década de los 80. Tendría yo unos ocho o nueve años y me encontraba sin nada que hacer sentado en la banqueta frente a mi casa junto a Javier el de Menudo y Pedro el Pipo. No recuerdo de quién fue la idea, pero decidimos que ya era tiempo de grabar en un caset todas las maldiciones que conocíamos. Yo fui el encargado de conseguir la materia prima para tan emocionante tarea, o sea, una grabadora y una cinta.

Una vez que oprimimos el PlayRec, comenzamos a gargajear palabras prohibidas:

"Puto"
"Pendejo"
"Cabrón"
"Huevos"
"Culo"

Llegó un momento en que los tres amigos nos paramos frente a la grabadora y no tuvimos más nada que decir. Descubrimos que no había pasión detrás de esas "malas palabras", y por lo mismo grabarlas era muy aburrido. Entonces, Pedro el Pipo tuvo otra genial idea: Fingir que nos agarrábamos a madrazos para imprimirle ira a la grosería. Y así lo hicimos:

"¡Chinga tu Cola, Puñetas!"
"¡Pendejo, Mamón, Puta-Verga-Madre!"
"¡Me cojo a tu hermana y a tu mamá le chupo las Tetas a las seis de la tarde en el circo Atayde!"
...etc...

La verdad, la grabación nos quedó muy mona. Tantas veces la escuchamos y tanto nos reímos que no se hizo tarde para que mi mamá saliera a averiguar a qué venía tanta risa. Déjenme les resumo lo que pasó cuando se apareció Irene: Javier el de Menudo y Pedro el Pipo corrieron a sus casas mientras que a mí me atacaba en la cara un enjambre de vergüenza al tiempo que sostenía en las manos una grabadora Sanyo malhablada.

Esa noche, Yuyo reprodujo frente a mí toda la verdulera grabación. Fue el castigo perfecto, porque la pérdida de la inocencia lo mismo duele al hijo que al padre. Las palabras que me parecían tan divertidas junto a mis amigos era tan denigrantes frente a mi papá. Lo peor de todo es que mi mamá entró a la habitación para preguntarnos qué queríamos de cenar justo en el momento en donde yo exclamaba en el caset: "¡Panocha, panochón!".

Antes de irnos a cenar, Yuyo me recetó un contundente discurso acerca del respeto, puso en claro que con mis amigos yo podía hablar como quisiera, pero que en la casa tuviera cuidado porque ni él ni mi mamá hablaban así (de pinche).

Pasamos ese trago amargo y -como siempre sucedía en casa- jamás volvimos a hablar al respecto.

17 comentarios:

Chilangelina dijo...

He reído a mares.
(Ah, ¿verdad? A que esa no la habías oído: risa a mares).

Unknown dijo...

Parece cosa de gracia pero luego ya no las puedes sacar de tu bocavulario. Ya ni pedo.

Tania G. Balleza Tahuil dijo...

que curioso. En ocasiones por los hijos nos reprimimos, pero tambien rompemos limites si por ellos es necesario.

Tania G. Balleza Tahuil dijo...

que curioso. En ocasiones por los hijos nos reprimimos, pero tambien rompemos limites si por ellos es necesario.

Ministry of Silly Walks dijo...

Mi mamá, a diferencia de mi papá, sí se le salían más que seguido las malas palabras. Cuando de niña intentaba repetirlas, veía que no me salían como a ella entonces decidí que las malas palabras eran un privilegio de grandes y decidí esperar.
Soy bien pinche malhablada ahora y me siguen saliendo retechafas... simplemente carezco del talento.

Me acordé de un chiste. Luego te lo cuento.

También recordé un claro ejemplo de por qué no se deben decir groserías enfrente de los hijos.
Le pasó a mi hermano un día que veía el fut americano junto a su hijo. Ante una mala jugada exclamó: Chingada madre!! y su hijo de cuatro años, apoyando a su padre, respondió: Sí, verdad papá? que se chingue mi mamá.

ontobelli dijo...

Que sociedad tan hipócrita que se escandaliza por las leperadas de los demás, pero se las sabe todas y las usa cuando le conviene.

Lo curioso es que las leperadas ni siquiera son las palabras más hirientes. La mayoría son palabras muy pendejas.

Por ejemplo, el chinga tu madre. La gente se ofende por que lo mandan a copular con su madre. Es de risa. Pendejo sería si obedece. Hay que ser muy tonto para ofenderse por algo tan bobo e infantil.

Con las leperadas sucede que la gente desconecta el cerebro y ni las razona. Por eso las repite sin darse cuenta de que la mayoría son boberías.

Por eso pienso que es de tontos ofenderse por los insultos verbales. Al que dejan mal parado es al que pierde el control y muestra su frustración de esa forma.

Kózmica dijo...

Qué risa me dijo este post.

En mi casa nunca se dijeron groserías, por eso yo no sé decir ninguna, alguna vez se me sale un güey o un pendejo y la neta todo mundo dice que me salen refalsos, así que en mi vocabulario no existen. Solamente hay una momento en que digo hasta de lo que me voy a morir y es cuando juego nintendo, ahí sí se me sale pero estando yo sola. Todavía platicando con mi mamá a ella de repente se le sale pero un "chinguagua" o maldiciones disfrazadas, ya que, aunque no esté mi papá, se nos quedó muy marcado eso. No es que nos lo prohibiera, más bien jamás lo escuché decir alguna mala palabra. Bueno en la casa, porque en su chamba sí, pero como bien decía: la casa es la casa y la chamba es la chamba.

Saludos!

Eudiza Quevedo dijo...

Para alguien que creció en un pueblito a 10 minutos de la ciudad más lepera de Jarochilandia haberme grabado en kinder diciendo pipi, pedo, puto, culo fue la epítome de la rebeldía.

Cuando llegué a vivir de a siempre al DF, me costó muchísimo trabajo entender por qué la gente se ofende cuando les dices "pendejo" en lugar de tonto o "puta madre" en lugar de "maldita sea".

Y lo mejor de este post fue hacerme recordar la frase célebre de mi madre para decirme que no fuera una grosera "Deja de decir groserías que se oyen de la chingada". Invaluable.

Besos!

Unknown dijo...

Oh tiempos aquellos. Extraño hablar así, con ese lenguaje florido. Todavía algunas veces las uso, claro con los hijos y la esposa lejos, quien piensa que son de "muy poca educación" y que los "niños podrían escandalizarse".

Bien que ni con una ni con la otra opinión estoy de acuerdo, peeero si da mucha pena cuando los hijos las aplican "fuera de lugar".

Lau dijo...

que bueno está este post!°! he reido muchisimo!!! :D, hiciste que recordara que alguna vez (y me da pena decirlo) grabe con mi mejor amiga eructos y pedos :s eran buenos tiempos.....

Brenda dijo...

Hoy en día hasta se disfrazan, se afresan, como el : Qué pex?
Jojojo
Reí mucho. Gracias Mr.!

la burbuja de yol dijo...

en mi casa si se hablaban muchas maldiciones, y la verdad, depende del enfasis que le pongas porque algunas se escuchan con madre y otras super groseras, pero a mi no me afecto y tu sabes que no soy tan mal hablada, aunque enojada si las disfruto.

¿todavía tienes ese casette?

SHI dijo...

Recuerdo que cuando yo era niña, me encantaba decir groserías! y traía a mi hermano (mayor que yo por cierto) al puro pedo!! a Puros: apurate cabrón!, no seas pendejo, babosoooo! animal! ¡Ah que puto eres jajaja!!! Hasta que el hijo de su madre.... le dijo a mi mamá.... y me chingó! jaja

Me gustó tu post!

Saludos!

MLD dijo...

ESE CASSETTE SERIA BARBARO ESCUCHARLO......COMO EL CASSETTE DE LAS ROLAS DE LA JODOMES!!!...PINCHE PACHANGA DONDE LO DEJARIA????

Anónimo dijo...

como me he reído!

ijole, es que si saco las groserias de mi lexico si me ando quedando muda. se me salen mucho cuando crítico a la gente, como a los pendejos choferes o a los putos policias, mi hija es la que tira la cara de vergüenza por la boquita de su madre.

ZUKA dijo...

JAJAJAJA ME REÍ MUCHO QUE HASTA TUVE QUE ESPERAR PARA CONTESTAR UNA LLAMADA DEL TRABAJO!!! HACE MUCHO QUE NO ESCRIBÍA EN TUS POST, PERO SÍ TE LEO MUY SEGUIDO EH?

Cassiopeia dijo...

Jajaja!
Me reí contigo, y luego con Ministry of Silly Walks.

Primero: no existen las "malas palabras".
Segundo: para que mis hijos aprendieran las expresiones correctas, le enseñé las "incorrectas".
Tercero: mi editor le enseñó a mi hijo favorito (de los mayores)el peor insulto de acá: "hijo de la gran puta". Además, le explicó cómo usarlo.
El muchachito, de 5 años, lo usó adecuadamente, pero cambió la sintaxis...

Sucedió que una nena le tiró arena en los ojos a mi otro hijo favorito (el de los menores, a la sazón, de 1 año)... Entonces, el diestro en fraseología popular le gritó a la niñita de unos 3 años: "MADRE DE LA GRAN PUTA" (obviamente anticipándose al futuro, como los anuncios de Panasonic)...
Saludos!