Entro al último pedazo de mi juventud sabiendo que quiero que Mateo me recuerde como el único papá de McDonald's que se tira desde el resbaladero más alto. Es un asco recorrer esos claustrofóbicos túneles de plástico que desembocan en un camino de redes, una ventana polarizada o un tobogán que rechina con el contacto de mi cartera. Cualquier prueba toxicológica encontraría allí cientos de mocos, pelos, babas secas, pedazos de rabia infantil, sangre, gotas de catsup y otras inombrables sustancias. Jugamos a que atrapo a mi hijo mientras me voy haciendo trapo por el calor. Reto a la lumbalgia subiendo por esos escalones entrecortados y encima tengo que imitar voces de lobo, ogro, pirata, fantasma y robachicos. Me da una muy amplia flojera subir y bajar a través de ese intestino de colores, sudo como en un sauna ante la mirada indecisa de otros niños que no se explican qué fregados está haciendo un adulto en aquél laberinto que apesta a calcetín. Me da mucha flojera, pero me motiva eso: que Mateo me recuerde como un papá que juega. Además, cuando voy y lo dejo a su casa y me largo entre los bordos y baches de Santa Catarina quiero tener la certeza de que el tiempo con mi hijo ha sido aprovechado. Mi corazón y mi conciencia se apaciguan si sé que, al menos esa tarea, está bien hecha.
ROLITA, POR FAVOR.- Increíble que esta canción va a cumplir 10 años.
Hello world!
Hace 1 mes
2 comentarios:
Que chido que quieras que tu hijo te recuerde como el papa que juega y no como el papa que siempre trabaja.
FELCIDADES!!
Vaya que es un sacrificio meterse en esos tuneles, huelen a "humanidad", pero vale la pena cuando la causa es tan honesta como la tuya.
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