A estas horas, pero no con estos ánimos yo debería estar frente al escenario del Auditorio Banamex esperando escuchar a James, una de las mejores bandas de Inglaterra, con una voz desde siempre fresca, contundente, eficaz, emocionante, nostálgica, y sobre todo enquistada en el gusto de las generaciones pre-Koko y Koko de Monterrey (y que nos gustó mucho antes de que los mamones de Oasis se sonaran la nariz frente a un micro).
Yo tendría que estar allá, con el esqueleto adrenalinoso y la edad atomizada en mis 23, o menos, o más, no importa. Y no importa porque uno escucha a James e inmediatamente se siente como saliendo de la prepa con ganas sobradas de creer que el mundo vale la pena, o que de perdido algunas versiones del mundo valen la pena, sobre todo aquellas que se acercan a la costa, al mar, o a las costillas bajas de una mujer.
Pero pudiendo estar allá, estoy acá, en mi casa, porque James canceló su concierto por motivos de (in)seguridad. La versión oficial apunta que cancelaron por razones de salud, pero yo, que no tengo contactos casi en ninguna parte, sí los tengo en la empresa que los trae (traía) y me fue informado de buena mano que la razón es ésa: nuestra ciudad no ofrece garantías para sus visitantes (menos para sus habitantes) y pues es más saludable no venir a tocar que venir culiado.
Nos chingamos los que compramos boleto. En esta ciudad nos jodemos los que NO queremos ir a ver al Potrillo, a Camila, a Amanda Miguel, al Chayan y su fiesta en América, al Buki, a Panda y a todo ese gremio tipo Festival Exa FM. Valemos madre los que no queremos perpetuar otros Siempres en Domingos porque los grupos extranjeros tan ajenos a presentarse en zonas de guerra civilizadas con semáforos (que importan un chile pero parpadean rebonito) van a seguir cancelando mientras sepan que aquí hay balaceras diarias.
Pienso ahora en esta guerra de narcos contra ejercito contra gobierno contra ciudadanos contra ______. Esta guerra que nos va quitando todo, día a día, desde una cartera, un hermano, un concierto; nos secuestra el habla y los temas (de que más hablamos si no de esto). Pienso ahora en el mariguanillo de recreación puntual que se fuma la mota tan a gusto para hablar con los imanes de su refrigerador, pienso en su viaje de churro, sus carcajadas, (ah, tan padres (y prueba qué chulada)); pienso en esos cigarritos de a 20 pesos que multiplicados por miles dejan tan buena lana pero tan mala vida a los propios narcos, a sus prójimos, a nosotros y al mismísimo mariguanillo que habla con los imanes de su refri. Entonces quién chingados gana (?).
Nadie gana. Porque también el mariguanillo ahora está, como yo, encabronado porque James canceló el concierto sin advertir que sus dosis de mota o coca (tan indefensas-porque-no-le-hacen-daño-a-nadie) son en gran parte el motivo de la engorda de narcos tan pinchemente ya poderosos que disparan terror, siembran miedo y cosechan droga. Las legalizamos o qué. Y luego sale Hillary Clinton diciendo que el narcoviolencia de México enferma a Estados Unidos... y la profunda, incurable y creciente adicción de los estadounidenses a quién chingados enferma si no a nosotros que estamos sentados entre campos de amapola (?).
Chingue su madre, oiga.
A esta hora tendría que estar ya embriagado (tecate, droga legal, no menos peligrosa ni menos adictiva, pero LEGAL y por lo tanto permitida, sin culpa de generar guerras y cancelaciones de conciertos, que lo mismo mata y apendeja pero además si no vivimos en los tiempos de Al Capone no hacemos ((tanto)) daño los borrachitos aunque también hablamos con los imanes del refri y hacemos otros ridículos), decía, que a esta hora tendría que estar ya embriagado escuchando a James. Pero cancelaron, no vinieron, se nos fue el paciente, doctor; y no los culpo. Ya, bye, a la burger.