miércoles, 31 de marzo de 2010

Felices vacaciones

-El Monterrey de Semana Santa se parece al Monterrey de mi infancia: tranquilo, despejado, casi callado. Todavía recuerdo lo ancha que se me hacía la Avenida Constitución en aquél año de 1982 cuando fuimos por el Renault 12 de mi papá a la agencia. El carro era un hexágono color café con leche y fue el más grande que tuvimos en casa luego del vocho. Sólo nos faltó tener una brasilia y un datsun para completar el póker de compactos ochenteros.

-Nunca me gustó pero tampoco nunca le hice el asco a Selena. Paso a pasito (¡carcacha!) la cantante cumple hoy 15 años de haber sido asesinada. Los muertos crecen junto a nosotros; se les fuga el tiempo igual que a nosotros.

-Los mexicanos seremos mejores mexicanos, -hablo por mí-, cuando dejemos de desear el pelo de los argentinos. Hoy salió Mateo de la casa con el peinado de Batistuta. Su tía Alicia se lo cortó con madre: fleco britpop al frente y largo de los lados estilo Supergrass. Nomás le falta la patillota. Sería bueno que esa greña le dure hasta que tenga edad para cazar a sus contemporáneas, (año 2020 en adelante).

-Hasta hace unos días Mateo quería llamarse Max como el hijo de Goofy, pero ahora quiere llamarse Mickey Mouse.
Cuando lo estoy regañando entro en un trance de cólera, la vena se me dibuja en la frente, los ojos pelones agarran vuelo para salir disparados, mis fosas nasales amplían dos veces su tamaño, mi quijada se descuadra, la boca se me descompone, mi mano derecha muda su forma a la de una charola nalgueadora, etc. El caso es que en ese proceso volcánico estoy cuando el cabroncito me interrumpe y me dice: -No soy Mateo, ¡soy Mickey Mouse!- Y yo todavía de menso le sigo la corriente y lo regaño de nuevo pero en vez de decirle por su nombre le hablo como si él fuera el ratón negro de Disney. -No quiero que vuelvas a hacer eso, ¡¿entendiste Mickey Mouse?!- le digo con firmeza absoluta. -Sí, papá-, responde Mickey.

-Ayer compartí la res con mis amigos. Tengo muy buenos amigos. Los hay que asan la carne, los que me abren una cerveza, los que me acercan la silla. De veras que tengo muy buenos amigos.

-Felices vacaciones a todos. En esta temporada de descanso seamos cortesesés con el prójimo, sobre todo si éste viene a bordo de una Ford Lobo negra 4x4 doble cabina vidrios oscuros y un cuerno de chivo posado en el espejo retrovisor. A los usuarios frecuentes de los balnearios públicos y/o de las albercas prestadas, -como yo-, les deseo unas muy felices "nacaciones" chapoteando entre el cloro y la pipí.

-La modelo de la foto es Marisa Miller. Y el mar es el mar.

ROLITA PARA LA CARRETERA.- Una favorita de Air.

jueves, 25 de marzo de 2010

Escupir pa'rriba

Cuando lo hicieron jefe en la oficina y le doblaron el sueldo aquél hombre comenzó a hacer pendejada tras pendejada. Trabajaba menos y cuando trabajaba lo hacía mal. Se hizo de amigos gandules, de socios trácalas y de negocios chuecos. Se gastaba la quincena chupando con sus amigos, apostando a los galgos, comprando adornos estúpidos para su camioneta.

Enfocado en hacer sus pendejadas, aquél hombre descuidó su casa, dejó de pagar los servicios, las colegiaturas, los recibos. Abandonó las necesidades de sus hijos, de jugar con ellos, de hablarles a la cara. También descuidó el trato con su esposa, renunció al romance y a los buenos días. Se inventaba diplomados, inauguraciones y convivios de oficina para no llegar a su casa.

Así pasaron meses, años.

Un mediodía aquél hombre llegó a su casa para descubrir el caos: el techo estaba lleno de goteras, la sala estaba tapizada con caca de gato, el refrigerador invadido de frijoles podridos y leche pestilente. Sus hijos se habían vuelto delincuentes, dealers, unos hijosdelachingada. Su mujer estaba gorda, amargada, esquiva, pintaba dedos a la mínima provocación.

Aquél hombre se preocupó. ¿Qué fregados había pasado? ¿En qué momento su casa se había convertido en una alcantarilla de cuatro paredes? ¿Qué les había pasado a su mujer y a sus hijos? ¿Porqué tanta agresividad por parte de ellos?

Haciendo uso de su inteligencia de nuget, nuestro personaje tuvo una idea estilo salida de emergencia. Reunió a su familia en el único rincón de la casa donde no olía a mierda y les dijo con un entusiasmo humillante:

-Queridos hijos, querida esposa, ¡miren nada más en qué mugrero estamos viviendo!. Ni ustedes ni yo merecemos estas condiciones de vida. Ésta no es la casa en la que soñamos vivir, ¡qué miserables somos! Pero, ¿saben una cosa?, nosotros tenemos que estar fuertes y unidos, siempre hemos salido adelante. Tenemos que demostrarle a la caca de gato, a las goteras y a los frijoles podridos que no nos vamos a dejar. Por eso, les propongo que hagamos una marcha, que nos manifestemos en contra de todo este desmadre ¿Cómo ven? ¿Quién le entra? ¿Quién está conmigo? ¡Hagámoslo por nuestro futuro, familia!

La mujer y los hijos se quedaron como estatuas. No podían creer lo que estaban oyendo.
.................
El gobernador de mi Estado ha convocado este domingo a una marcha pacífica para que la sociedad se manifieste en contra de la violencia. La autoridad que no puede garantizarnos un clima pacífico en las calles nos pide ahora que nos unamos a ella para demostrarle a los narcos que no queremos más sangre derramada. Si yo fuera narco me cagaba de la risa con esta iniciativa.
La culpa no es toda del gobierno, pero, gober, no mame.

BOMBA DE HUMO.- Y para pasar a cosas más amables, un clásico publicitario:

martes, 23 de marzo de 2010

Mateo & Violet

El cielo está oscuro.
El mar apenas se ve.
Un flacucho, -que pudiera ser cualquiera de tus primos-, viene caminando por la playa.
Está vestido con un impermeable empapado.
Canta y da pasos en cámara lenta; te ve y luego se voltea hacia "lo que viene siendo" el horizonte.
Es Chris Martin.
A veces juega a que se tropieza y a veces se limpia gotas de agua que cuelgan de su barbilla.
La canción avanza mientras la escena se aclara.
Cuatro minutos y medio después, amanece.

La primera vez que escuché y vi el video de Yellow quedé atrapado por el "riff" inicial de la guitarra de Jonny Buckland. La canción fue pretexto suficiente para que yo comprara -¡hace 10 años!- Parachutes, un disco, que, como todos los de Coldplay, se oye sin necesidad de colocarse un discriminador en el tímpano. Los discos de Coldplay se disfrutan sin baches, sin canciones que sobran, sin pedacería, sin adelantarle a nada.

Lo que más me gustó de Parachutes es que no tiene otra canción como Yellow más que Yellow. Es decir, no es un material que copia en 10 canciones la formulita del single.

Me gusta tanto Coldplay que corro el riesgo de apasionarme y decir que es el grupo de la década. Al menos el más consistente. Desde que compré los boletos de su concierto los coloqué en una esquina de mi cajonera para visitarlos todas las mañanas, checar su pulso, que estuvieran cómodos, como si yo fuera una solterona y ellos fueran mi par de san antonios volteados de cabeza.

Mientras se acercaba el día del concierto fui polarizando mi fanatismo, dividí a la gente entre los que iban a ir y los que no, compré un ajuar entero para sudar la ocasión, pedí el día en la oficina para evitar que un viaje de trabajo se empalmara con la fecha marcada, youtubié todos los videos de la banda, imprimí unas letras para repasarlas y evitar el "duyuhavapet in the making freeway, mirror" que canto cuando no me sé la letra. La neta, me obsesioné (más). No miraba más allá del 11 de marzo. Era "la" fecha.

Tenía todo: boletos, ganas sobradas, expectativas, emoción, día libre, salud, engente, plan de transportación, niñera para Mateo, billullos para cervezas. Tenía todo menos un link personal que me conectara con la banda, con mis ídolos. Es decir, nada mío les interesaba a ellos. Nada mío les servía. Si acaso sería yo otra garganta más en el estadio. Un aplauso más entre otros 40 mil. Un brinco del montón. Un celular extra para hacer la ola. Otra medalla en el baño.

Pero entonces sucedió. De pronto, mi vida y la del grupo coincidieron en una puntita (nada más la puntita, ora sí aplica). Dos días antes del concierto recibí un mail de mi amiga Gaby-que-es-esposa-de-mi-amigo-Jam-quien-trabaja-en-la-empresa-que-trajo-a-Coldplay-a-México. Ése fue un mail especial, porque Gaby me preguntaba si acaso Mateo podía prestarle uno de sus carseats a Jonny Buckland (¡el guitarrista de la banda!) para que éste pudiera transportar a su hijita Violet mientras estaban en Monterrey.

(Apunte sólo para los solteros: los carseats son esos asientitos que son un pedo amarrar al carro con el cinturón de seguridad pero que sirven para sentar ahí al niño y así no se mueva o quiebre como Humpty Dumpty en las curvas, cerrones, frenadas y arranques).

Enseguida me oriné del gusto. No me hubieran podido pedir un favor más fácil de cumplir. Esa misma noche dejé el carseat en casa de Gaby y Jam como si estuviera acatando una ley divina, como si estuviera obedeciendo a un orden dadivoso que me había dado la oportunidad de serle útil a un grupo que admiro tanto. ¿Cuantas veces podría hacerle otro favor a Coldplay?

Dejé el carseat y me fui a mi casa manejando con cara de menso feliz. Mi condición de papá-cuervo rebasó lo verosímil y le abrí la puerta entera a las alucinaciones. Imaginé que en unos 20 años Mateo y Violet van a conocerse en el campus de una universidad, o en una playa, o en un pub irlandés. Imaginé también que nomás se vean se tirarán los perros hasta morderse, se enamorarán y tendrán Mateítos color Violeta. Cuando decidan invitar a sus papás y suegros a su loft en una ciudad aún por definir, yo, el héroe de esta historia le diré a Jonny Buckland: -¡Ése mi pinche Jonny!, ¿qué pedo o qué?, tú no me conoces pero yo fui el que te prestó el carseat para Violet cuando fueron a tocar a Monterrey en el 2010-. Me imagino diciendo esto y a todos los presentes levantando sus copas, brindando y luego me cargarán en hombros y me dejarán cantar Strawberry Swing a capela.

Los griegos le llamaban a esto último que acabo de escribir una puñetilla mental. Pero bueno, ahí quedó la anécdota. Mateo, sin querer, me facilitó ese vínculo personal con Colplay que hizo que yo disfrutara aún más su concierto.

jueves, 18 de marzo de 2010

Marcianos mocos

La única forma de demostrarle al mundo que se equivoca es enamorándose de los hijos. Bueno, no es la única forma, pero es la que a mí me funciona. El amor a los hijos es el absoluto por excelencia que le dice al mundo: te equivocas. Me acusarán de evadirme en el amor que le tengo a Mateo para no ver que mi Monterrey se cae a pedazos y a balazos. Si el amor es una evasión, que así sea. El mundo se emociona cuando ve una película y llega a la conclusión de que el amor "vale la pena". Pero la verdad es que lo único que vale la pena es el amor. Y luego todo lo demás.

Muchas mañanas Mateo llega hasta mi cama para invitarme a jugar a los "Marcianos Mocos". Se refiere a un juego llamado Marcianos Locos que consiste en hacer extraterrestres con una sustancia gelatinosa. A veces le digo que , pero otras veces me da mucha hueva. Desde hoy voy a proponerme hacer todos los marcianos mocos que le queden al juguetito hasta que Mateo le pierda el chiste. (Y antes de que me pierda el chiste a mí). Tengo que aprovechar que el amor más grande me despierta en las mañanas para irme a jugar con él. ¿Quién me puede mejorar esta oferta? ¿El mundo? Ni de pedo.

viernes, 12 de marzo de 2010

Licuadora Fest III

Toda la vida he insistido en sentirme como una isla ignorando las ventajas de creerme un continente.

Sin querer, este blog se ha convertido en el faro de mi isla. Es decir, posteo algo y es como si lanzara una luz que les avisa a mis lectores que estoy bien, que sobrevivo entre la neblina baja del océano y que más o menos soy tierra firme.

Últimamente no he escrito mucho y como reacción he recibido llamadas y correos de amigos que me preguntan si estoy bien. Eso me gusta porque significa que ustedes intuyen que cuando escribo me siento bien y que cuando me alejo del blog algo no está en su lugar. Es cierto: yo soy más feliz cuando escribo más.

Sin intención de dar explicaciones acerca de mi débil desempeño actual en el blog, les platico que ando como pluma sin tinta (papa sin catsup). Estoy en etapa de ajustes. Hace poco Morpheus me ofreció las dos pastillitas. La roja era para conocer la neta y la azul para quedarme con mi "yo" tal y como lo conozco. Claro, elegí la roja, y ahora citando a mi amiga La Estresada estoy con la mente echada para arriba saludando cucarachas aladas y campamochas mutantes. Como dijo Neil Armstrong cuando vio la luna de cerquita(s): Pinche mugrero.

En esas ando, como yucateco gritándole al diván que me gusto, me gusto y no me gusto. ¡Bomba!

También les quiero platicar que poraquíteveo me ha reencontrado con mujeres clave. Me encanta que me lean las mujeres y más las mujeres importantes de mi vida. Por favor, público bonito, den un fuerte aplauso a Xóchitl que ahorita mismo está leyendo estos renglones. A esta chava la conocí cuando yo aún tenía dientes de leche y ella usaba corpiños de Bodega Aurrerá. Mi amiga dio con este blog hace poco y ahora se divierte cuando escribo de aquellos años en los que nunca pudimos ser los guapos del barrio.

Pido otro aplauso para mi hermana Irene, que también dio con este blog por amables accidentes del destino. Hoy recibí un correo en el que me dice que le gusta lo que aquí lee. A mí eso me hizo muy feliz.

Y pues, ya me voy. La próxima semana les platico lo que pasó entre Mateo y Coldplay. Los que ya sepan el chisme, no lo digan.

VIERNES MUSICAL.- Apenas nos bajamos del autobús que nos llevó a San Miguel de Allende y el carisma tímido de Peduardo nos consiguió habitación gratis en casa de una neohipi pelirroja cuyo novio chileno se pasaba la mayoría del día fumando caquita de chango. Creo que ése fue el único viaje que hicimos los tres amigos juntos: Peduardo, Pachanga y yo. La casa de la neohipi pelirroja tenía una terraza desde donde se veía el costado izquierdo la catedral. Un atardecer completo lo pasamos ahí, tomando cerveza y escuchando dos discos: "August and Everything After" de Counting Crows y uno de Geoffrey Oryema. Aquí les dejo una rolita de este último. Buen finde.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Corey Haim (1971-2010)

Patrimonio universal: Un pase incompleto en zona de anotación, un aplauso de Lucas, una licencia de conducir negada y varios vampiros motorizados muertos.

lunes, 1 de marzo de 2010

Deseo cumplido

La fuente del restorán sirvió para que mi hijo aprendiera a pedir deseos. Y para completar esa misión, la Maga le juntó cuatro monedas rancias y muy manoseadas de 10, 20 y 50 centavos.

Mateo tiró las cuatro monedas al agua y por lo tanto pidió cuatro deseos: una bellota, un cactus, un árbol de manzanas y una lámpara de Buzz Lightyear.

Concluido el ritual, los centavos quedaron temblando en el fondo de la fuente gracias a las olas enanas y Mateo pudo terminar de comer un pedazo de pizza con las manos húmedas y frías.

Para arrullar la digestión nos tiramos en el jardín de la plaza como albañiles en asueto. El pedazo de caos pidió una nieve de chocolate con vainilla que devoró con la concentración de un cardiólogo en cirugía abierta. Luego se levantó y jugó solito, como lo hacen los gatos cuando se persiguen la cola.

También ayudó a su madre a hacer un camino de hojas secas mientras se preguntaba cosas en idiomas raros como los que deben hablarse en el limbo; se respondía, corría de una banca a otra y de vez en cuando aterrizaba de costalazo en mis piernas. Cuando una perra fea llamó su atención me obligó a levantarme para ir con el dueño a preguntar el nombre del animal: se llamaba Cindy.

La luna llena nos hizo recordar lo vacío que estaba nuestro refrigerador. Corrijo, no es que estuviera vacío-vacío, sino que faltaban los Ades, los Danoninos, las salchichas de pavo, las gelatinas y todo eso que Mateo come en el kínder.

Llegamos a HEB por cinco cosas pero muy pronto el carrito estuvo casi lleno. Las necesidades y las necedades quedaron empatadas y entre ambos bandos sumaron la no poco lamentable suma de 820ytantos pesos. Por cada "bip" que sonaba en la caja a mí se me caía un pétalo de la margarita: ahorro, no ahorro, ahorro, no ahorro, me quiere, no me quiere, ahorro, no ahorro...

En ese triste trance estaba, viendo el dinero extinguirse en forma de tampones, de barra de pan y de enjuague bucal, cuando mi hijo (que venía desvistiendo a una Paleta Payaso) me dijo muy, pero muy emocionado: "¡Mira papá, mira papá, mi deseo!".

La Maga y yo volteamos hacia donde apuntaba la manita de Mateo. Y ahí estaba, recargado en uno de los ventanales altos de la tienda, un enorme, colorido y alegre árbol de manzanas hecho con decenas de globos cafés, verdes y rojos.

Un árbol de manzanas. Una señal. Un deseo cumplido.