En la entraña del ocio de una madrugada de los noventas, Peduardo y yo decidimos visitar los terrenos adyacentes a nuestra universidad para terminarnos ahí las CartaBlancas quitapón que nos habían sobrado de una fiesta. Íbamos más aburridos que borrachos. A los dos nos motivaba observar nuestra "Máxima Casa de Estudios" acurrucada por el telón estelar de otro Monterrey, uno más tranquilo, más peatonal.
Sepan ustedes que la UdeM en esos años estaba clavada en la última frontera de la civilización y por ello se nos hizo fácil irnos a tomar en sus alrededores, a escondidas, sin el temor de ser sorprendidos por una granadera.
Llegamos pues hasta la malla perimetral del estacionamiento de la universidad a bordo del Vocho de Peduardo, vehículo ampliamente conocido por albergar en su interior el aliento de un tiburón con periodoncia. Nos estacionamos y en el centro del silencio apagamos el compacto azul para abrir nuestra siguiente cerveza y encender otro cigarro (estuve tentado a escribir "cigarrillo" para darle a este post charchino un estatus de tango).
Y ahí estábamos, dos pendejotes tomando alcohol en las afueras del lugar en donde las colegiaturas pretendían convertirnos en personas decentes; dos individuos sinquehacer embriagándose a las horas del murciélago de un sábado ya domingo. No me acuerdo de qué hablábamos, pero sé muy bien que nuestra estancia fue interrumpida por el halo de luz de una linterna que apuntó primero a la cara de Peduardo (por tener éste la pinta más sospechosa) y luego a la mía.
La linterna venía amarrada al brazo de un celador de la universidad que nos preguntó qué fregados estábamos haciendo allí. Era un guardia como muchos, ancho de vientre, con el pantalón del uniforme atrincherado en las ingles, moreno, ni alto ni bajo, calvo pero con gorra, con la macana por delante, pero fajada sin prepotencia. Inmediatamente nos identificamos como estudiantes de la UdeM y le explicamos que nuestra visita era lo mismo ilegal que pacífica. El vigilante nos advirtió que no debíamos estar tomando en esa zona y que podríamos ser castigados si él levantaba un reporte.
Antes de aceptar la renuncia de nuestra aventura nada extrema y retirarnos del lugar, Peduardo ofreció una cerveza a nuestro velador estrella. El hombre se tardó más en apagar la linterna que en aceptar la oferta y destapó su primera quitapón ahorcándola con el índice y el pulgar. Se la echó de inmediato y por lo mismo le pasamos luego luego otra botella por entre los rombos de la malla. Las CartaBlancas estaban entre tibias y azorrilladas, pero a él ese detalle le vino guango.
Durante el chupe conocimos parte de su vida. Nuestro nuevo amigo se apellidaba Paredes (no recuerdo su nombre) y como casi todos los mexicanos había trabajado para muchos jefes, de mecánico, mesero, jornalero, correveydile, mojado, cocinero y, ahora, de vigilante en el estacionamiento de una universidad privada. El tipo se tomaba las cervezas de tres tragos como máximo mientras eructaba el gas por los ojos convertidos en dos ollas de vapor.
De los oficios pasamos al tema de las familias y entonces a Paredes se le vino la nostalgia encima cuando nos confesó que tenía varios hijos, uno de ellos muy famoso, que era actor y que se llamaba Eduardo Yáñez. Como Peduardo no tiene la erudición telenovelera tan amplia como yo, tuve que explicarle de quién estábamos hablando. Se nos hizo chistoso que Paredes fuera el papá de Yáñez, pero la verdad recibimos el vínculo sanguíneo como una tomadura de pelo por parte de alguien que se estaba terminando nuestras cervezas. Además, nos hubiera podido decir que él era el papá de Sebastián Ligarde, de Sergio Goiri, de Zurita o de Peniche, eso no importaba mientras nos permitiera seguir tomando allí.
Paredes explicó la razones (que no recuerdo) por las cuales había dejado a sus hijos bajo el amparo de un padrastro. Creo, pero no aseguro, que su esposa fue quien lo abandonó por otro hombre. En todo caso, su historia era el boceto de un guión para Mujer Casos de la Vida Real.
El radio de Paredes sonó desde el costado de su barriga rompiendo nuestra conversación. Al parecer, un compañero le preguntaba en clave cuál era la situación y quiénes éramos nosotros. Entonces Paredes nos advirtió que ahora sí teníamos que retirarnos pues temía que su "superior" se enterara de aquella pedita improvisada.
Peduardo y yo nos despedimos pero antes, lo juro, le dejamos unas cuantas cervezas más para que se las echara el resto de la noche. Las semanas que siguieron a esta anécdota vimos a Paredes de lejos mientras hacía su trabajo en el estacionamiento pero ya nunca nos acercamos a él ni lo fuimos a visitar.
........
Hace unos meses me encontraba cenando en una taquería cerca de mi casa. Eran como las dos de la mañana y estábamos solos el taquero y yo. Había también una tele empotrada en la pared que trasmitía a todo volumen un programa gritón de espectáculos. En uno de los bloques apareció en pantalla la carota de Eduardo Yáñez mientras una voz en off citaba pasajes de su biografía. Según esa voz, uno de los detalles que todavía perturban al actor es el hecho de que jamás conoció a su padre.
En ese momento dejé de masticar.
17 comentarios:
No ma', tuviste en tus manos el reencuentro de una familia, buen relato...
La vida te da sorpresas.
Paredes salió "pedales" jajaja
Buena historia sin importar si es cierta o falsa.
Según sé Eduardo Yañez nació en el DF. En la Portales o por ahí. Un tipo sencillo, al que conocí hace muchos años en la boda de un primo.
ash que estres! ahora hasta yo sabre quien es su verdadero padre!!!!
y luego entonces tú eres el alma caritativa que lo vendra a buscar al dfectusoso para informarle donde puede encontrar la fuente de su existencia???
de lo se viene a enterar uno.
saludos
Te imaginas que en una de esas alguien con una inmensa osciosidad se le ocurra "googlear" y caiga aqui y lea la historia y seas el parteaguas de un reencuentro con final de novela???. Chido!
Y APARTE CON UNOS BILLULLOS DE PORMEDIO, YO TE AYUDO FLACO A ENCONTRAR A PAREDES Y VENDEMOS LA NOTA AL SOL!!!!
En este post habían opinado también NTQVCA, Kózmica y A. Fenice pero gracias a una de mis torpezas con el mouse en vez de publicar sus comentarios los rechazé. Perdón.
¡Saludos!
Ñ
Había escrito:
Y que vaya leyendo esto Paredes.
Ahora escribo:
Y también E.Y.
Que buen reencuentro sería.
Mr. Ñets, casos de la vida real.......
saludos E!!
revelaciones de la vera vida
Menos mal, pensé que mi comentario estaba demasiado subido de tono XD
Pero te entiendo, me pasó una vez.
Creo que puse que tienes en tus manos la noticia de 8 columnas y que si supieran las revistas de espectáculos andarían tras de ti. O esa es la idea.
Saludos!!
ho ho jajajaj... buenisisma la historia!!
NO MAMEEEEEEEEEEEEES, EUGENIOOOOOOOOOOOO TIENES QUE REENCONTRARLOS GUEEEEEEEY!!! NETA QUE SI!
al final de la lectura, solo alcancé a decir en voz alta y clara: ¡bolas!
Mmmmm "Eduardo Paredes?" no suena tan nice como el Yañez jeje...vaya cosas que se cocían en el viejo Ranchus antes de ser el honorable Campus...Salu2 (igual ni te acuerdas de mi pero llevamos alguna clase juntos, soy mas bien de la generacion de tu primo)
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