Querer a México está medio
cabrón. Sobre todo porque el mexicano cae en la tortura mental de querer a su patria a base de memorizar y
creer eventos históricos que sucedieron hace
200 años con datos, nombres y
heroicidades que a nadie le constan más que a los autores de la historia
oficial. Para un mexicano querer a México es igual a
emborracharse vitoreando independencias y revoluciones
entredichas. (
Y aún dudando de todo, pero, pues bueno, hay tequila).
¿
Cuándo podremos querer a México por algo que hizo (
hicimos) su gente hace cinco años, 10 años, 20 años? ¿
Podemos querer a nuestro país así como está ahora? ¿No sería más
sano comenzar a
despreciarlo para poder cambiarlo? ¿Gritar
Viva México,
Viva la Independencia no es lo mismo a gritar
Viva nuestra Jodidencia?
Querer a México es como querer a una mujer cleptómana, puta,
bipolar, sucia, chantajista y
mentirosa que nos hace muy
infelices pero que no podemos dejar porque todos nos aseguran que hace
200 años esa mujer era una
santa. ¿Nos quedamos a vivir con la puta sucia esperando que un día se levante a hacer
milagros, o nos buscamos otra pareja?
Decimos que como México
no hay dos porque su comida es maravillosa, sus playas, sus montañas, sus costumbres... ¿Sus
costumbres? ¿Cómo decimos apreciar sus costumbres y sus tradiciones cuando nos da una hueva descomunal presenciar un minuto la
Guelaguetza? ¿Amar esta cultura es ponerle al maratonista todo bofeado un sombrero de
charro después de cruzar la meta?
Me he
apartado del país lo suficiente para
extrañarlo, porque, maldita sea, ¡cómo somos
emo patriotas los mexicanos cuando nos alejamos del
Río Bravo! Recuerdo haber estado en una ciudad europea
perfecta, y ahí mismo añorar el bullicio de mi capital, su colorido
desmadre, su alambrerío, su ambulantaje, su chacherío, sus aceites en la calle, su
pinchés. El mexicano echa de menos el
desorden porque eso nadie se lo quita. El caos es su terruño. La sensación de
zozobra es lo único que ningún partido político nos puede quitar. Nos asustan las reglas y el orden porque es algo que
no conocemos. En
civilizar a un mexicano se nos va toda su
vida.
El premio
Melate no debería ser un sorteo en donde gana el
suertudo que atine un orden de números. El gobierno debería de
regalar la bolsa del Melate a aquél mexicano que pueda explicarle a un
extranjero la realidad azteca sin caer en contradicciones y
vergüenzas. Una tarde de hace muchos años un amigo
español me preguntó la razón por la cual el
PRI había estado tanto tiempo en el poder. Antes de que se me acabaran los
argumentos, mi amigo pidió cambiar de tema, pues él no entendía ni madres y yo no encontraba la pista de
aterrizaje. Seguramente no me pude explicar porque nací en el país de lo
injustificable.
Abrazamos el consuelo de decir que el país es bien bonito, que lo podrido es su
gobierno. ¿En serio? Esa
excusa de que el gobierno es el
infierno era aceptable hasta hace unos 10 años, porque ahora basta dar un vistazo a las noticias para encontrar lo bien que le hemos
aprendido la sociedad al gobierno el negocio de la
tranza, del abuso, de la
violencia callada o febril.
Otra
puñeta mental es cuando decimos que el país vale la pena por su gente
amable, cálida y abrazadora. Eso
no es cierto, somos desconfiados, racistas,
criticones, malinchistas, chingaquedito,
cangrejos, envidiosos del bien ajeno,
avorazados, revanchistas; ya ni siquiera devolvemos los
buenos días, manejamos con brutalidad, curamos la ansiedad con
lujuria y somos campeones en
indiferencia.
Antes de ver morir a su madre
La Maga se sorprendió porque una persona que tenía bien aprendido el rollo de "
Lo que se te ofrezca, me dices" fue la misma persona que no pudo hacerle el más
diminuto de los favores. ¿"
Lo que se te ofrezca" es lo mismo a decir "
te hago el favor mientras no alteres mi comodidad"?
Y así se vive México en la piel como diría
LuisMi, orgullo nacional que ni siquiera nació en México.
Ayer debimos festejar la realidad real realista. Debimos gritar ¡
Viva México! por el bache de la avenida
Hidalgo que durante
seis años he visto aparecer y desaparecer cada temporada de lluvias. Por las
quincenas que duran cuatro días. Por el
1% de los crímenes
resueltos. Por los que cruzan la frontera sin
pasaporte y sin champú. Por los que
damos mordida a un tránsito. Por los nuevos impuestos, su justificación, su cobro, su
evasión. Por los responsables en fuga del incendio en la guardería de Hermosillo que mató
49 niños. Por las elecciones más
costosas de la historia. Por los carros
chuecos. Por los líderes sindicales
millonarios. Por nuestro comodísimo
olvido. Por los albañiles que se
emborrachan en domingo y pierden su trabajo en lunes. Por la televisión nacional. Por
Juanito. Por los héroes que nos dieron patria y por los gobernantes que nos meten la
riata.
Vivan también esos que dicen que podríamos estar
peor. O que mejor viva el
pozole de mi mamá y nada más.
Me gustaría decir que México
no existe, que esa "s" invertida que moja la cresta en el
Pacífico y la cola en el
Atlántico no es México. Me gustaría negar a mi patria, porque para empezar no
sé qué es la patria. Me gustaría
pintarle todos los dedos a este país y
escupirle, pero no puedo porque uno pierde el espíritu
anarquista con la paternidad. Empecé a querer cambiar
mi manera de pensar, mi país y mi mundo apenas cuando nació mi
hijo. ¿Muy tarde? No tanto.
Yo sí quiero un
mejor país para
Mateo, sólo para él y para todos sus amiguitos del
kínder, y para los amiguitos de sus amiguitos. Para toda su
generación, pues. Lo que yo
no quiero es celebrar a un México como el que me ha tocado
padecer desde que me acuerdo. Nuestros gobernantes pretenden que
amemos a un país moribundo manipulando nuestra naturaleza bonachona y
borracha para que ellos puedan seguir
robando, pero la verdad es que hoy México es un lugar
despreciable. Yo
no lo voy a querer así, y menos voy a
festejarlo. Ojalá me alcance la vida para que un día pueda gritar ¡
Vivamos Nosotros! Sí, nosotros, no Hidalgo ni Morelos ni Iturbide ni Mina ni Guerrero, porque ellos ahora son
calles y estatuas
, no personas.
Tengo-tenemos
mucho que hacer. Ojalá no me-nos dé hueva. Es eso, o
huir.