martes, 18 de diciembre de 2012

Cada mañana, todas las mañanas

...En serio que lo he intentado casi todo, pero todavía no logro deshacerme por completo del miedo prematuro que me amenaza recién abro los párpados cada mañana. Es como si amaneciera orinado de un temor irracional hacia una bestia que se llama Cualquier Día. Todo está normal, tengo la conciencia tranquila, me he portado bien, pero no dejo de sentir alarma antes de poner ambos pies en el piso; de la cama al suelo hay un barranco.

Después del baño me empiezo a hacer a la idea de que en realidad me la hago mucho de pedo, que no es para tanto, que no hay un león esperándome en el carro y que ya no sea usted joto. Comienzo a sentir tranquilidad al tiempo en que me estoy rasurando y para cuando llego al trabajo me convenzo de que estoy mejor que en cualquier otro tiempo de mi vida.

A mediodía soy la versión más fuerte de mí, ni la muerte ni la vida me intimidan, abrazo al presente como nunca y me muevo en ese único renglón existencial que se llama Ahorita Mismo.

En la comida me consiento como un césar y para la tarde soy mi presidente electo. Reconozco el amor que sale de mí y el que viene de mi mujer. Sólo me quiebra mi hijo, ya sea por su ternura o su capricho. El atardecer es una batalla ganada, (únete a los optimistas), me seduce la belleza compartida entre las montañas y el cielo. Estoy listo para el juicio final, o para ver una película de Carlos Sorín, o para platicar por horas en el sillón, o para abrocharme a ella.

Si Dios me llama a cuentas a eso de las 11 de la noche estaría Él ante un hombre entero. Nada temo a esas horas.

Pero luego me duermo sin darme cuenta, completamente agotado. Y cuando estoy en ese trance delicioso de parodiar a un feto, entregado sin resistencia al sueño, suena la alarma del celular y noto que ya es de madrugada y que en el cuarto, del piso al techo y de pared a pared, está otra vez ese miedo prematuro haciéndome una mueca que se traduce en: "si te levantas te carga la chingada"...

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