Todavía no llega el gordo mamón de barba blanca y Mateo ya se (me) fue a Perú. Allá conocerá a la familia de su mamá, cuyo highlight es una bisabuela sana y salva. Antes de irse, la Maga lo llevó a un médico para que le sacaran de los oídos dos tapones de cerilla tamaño Shrek. Mateo no puede creer lo nítido que oye ahora.
Al día siguiente yo me lo llevé con una dentista para que le emparejaran un diente astillado, resultado final de un escalerazo en casa ajena ocurrido durante el verano pasado. Luego de una valoración sencilla, la especialista anticaries me informó que aquél otro diente que Mateo perdió en el pasamanos del parque Mississippi a principios de año era un diente supernumerario, es decir, un diente extra que le nació de más, fenómeno que le sucede a muy pocas personas. O sea que Mateo perdió un diente que de inicio le sobraba.
Con las orejas despejadas y la sonrisa nivelada, Mateo viaja estas vacaciones. Agradezco a los patrocinadores de su excursión porque le permiten conocer un país diferente. Yo no me quedo sollozando en la costa de una isla. Tengo amigos, papás y colegas que me quieren y acompañan, me siento muy diferente al año pasado cuando padecí la primera edición de Navidad Perro sin Dueño.
Esta temporada no he sentido tan tupida la presencia en las calles, medios y tiendas del gordo mamón de la barba blanca. Ho ho ho. También se ha reducido la intensidad de mi melodrama interno en relación a pasar estas fechas sin mi hijo. De alguna manera (¿cual es esa manera que siempre es alguna?) siento que todo está bien. Todo obedece su curso.
Mateo llega al rato y al rato se va Santa Mamón. Espero al primero y despido al segundo, y no pasa nada.
Hello world!
Hace 1 mes