Me gustan las
mujeres bato. Ojo, no hablo de las
marimachas sino de aquellas que conservan su perfumada
feminidad mientras comen chuletas de puerco con todo y
pellejo gordo. Que
limpian el pollo sin
náuseas.
Las
mujeres bato cargan cosas pesadas porque se saben
fuertes. Decoran, pero también
taladran. Sostienen la
mirada al plomero y al albañil. Le entran a cualquier
tema pero sin tono revanchista. No son anti hombres, pero sí les gusta matarnos el
gallo. Realmente lo
disfrutan.
Se conmueven con el
sufrimiento de un gato abandonado que maulla entre los helechos, pero no se
paralizan a la hora de lavar el cráneo
descalabrado de sus hijos. La sangre les
asusta en las películas pero no al interior de su
casa.
Las
mujeres bato despiden a sus hijos como las mamás de antes, diciendo
adiós con la mano hasta que el coche se
desaparece por la esquina chata. No anulan el llanto que deviene con la
separación, pero ese llanto no las anula tampoco a
ellas. Le siguen a lo que
sigue.
Todas mis
amigas son mujeres bato. Lo fueron también mis
novias. Mi
esposa lo es. Y mi
mamá también.
La
mujer bato no está peleada con su
belleza. Al contrario, saca partido del asombro -
casi sumisión masculina- que logran unas
pestañas hacia arriba y los hombros con
brillitos. Este tipo de mujer conoce bien el poder conciliador que tiene un tirante de
brasier asomado. Su belleza es, está, existe, no le estorba. A nadie le estorba una
mujer bato que se sabe
hermosa o que se procura la hermosura. Mucho menos son
hembras peleadas con su
inteligencia. La mujer bato alega y alega y alega.
Terca, sí, a veces, pero siempre
libre.
Mi cuñada
María Pía es una prominente representante de las
mujeres bato. Nunca tuve la sospecha, pero la certeza llegó el día que la vi comer una asquerosa
lengua de res en salsa verde, y como yo soy un
bato muy
vieja, le hice caras al platillo mientras ella lo
desaparecía con el ritmo pausado pero constante de una
aspiradora a bajo voltaje.
El
duraznito que aparece a la derecha del blog es
Mila, primogénita de
Pía y de su esposo
Orkan "El Turco", un hombre que nunca se está
quieto, excelente
fotógrafo, buen
catador,
gran
parrillero, entusiasta
opinador de las cosas,
vikingo de garganta profunda que no le hace el feo a cualquier
licor; fan de la
arrachera, de la
vida y de lo que se mueve.
Si la
pequeñita sale a su mamá, el mundo habrá ganado otra
mujer bato. Y ésa es una
gran noticia.
Si sale a su papá, ya valió
madre.
¡Felicidades!