martes, 16 de febrero de 2010

Chasing Max

Me bajé del avión a menos ocho grados centígrados e inmediatamente entendí la importancia de quienes fabrican guantes de estambre. Nueva York estaba congelada pero a cambio ofrecía un cielo despejado a sol presente. En el colmo de mi indecisa existencia me enfrenté a un clima indefinido que te calienta bajo la luz y te hace estatua de hielo a la sombra.

Llegue así, a huevo chiquito, a la ciudad de los rascacielos, que la verdad dejaron de ser impresionantes desde que ciudades asiáticas comenzaron a levantar edificios más altos y mejor diseñados. Sin embargo y mientras nos tira la nostalgia, Nueva York con sus torres de ladrillo rancio sigue siendo la ciudad a la que le declaramos nuestro amor aún sin conocerla a fondo. (No imagino el día que compremos calcomanías de I Love Singapur).

Mi viaje tenía la intención de rellenar las órdenes de los dos editores que gobiernan mi tiempo. El jefe de la oficina me encargó hacer la mejor entrevista que un reportero pueda rescatar de las políticamente correctas conferencias de prensa. Y es complicado porque en esos ejercicios periodísticos la fuente tira un bistec crudo y los comunicadores tenemos que armar la orden de tacos completa para que al lector se le antoje tragarse nuestros renglones.

La otra tarea me la encargó Mateo, -mi jefe a domicilio-, y ésta era mucho más extrema porque consistía en conseguir un Max de peluche. Para quienes están poco familiarizados con la onda Disney ilustro que Max es el hijo de Goofy (Tribilín). Como desdenantes yo estaba enterado que la firma de Mickey Mouse no ha fabricado aún Maxes de peluche supe que esa misión había nacido marchita, pero aún así estaba inspirado en poder comprarle a mi hijo aunque fuera una peliculita con dicho personaje.

Es muy de mí marearme en los taxis pero no en los aviones. Y también es muy mío llegar al cuarto de un hotel y probar primero la comodidad el baño antes que la comodidad de la cama. Así lo quiso también mi digestión en esta ocasión pues me senté en la taza nomás llegué para decir adiós al desayuno del Wings mientras le buscaba estrías a Nicole Kidman en la nueva GQ.

Ustedes recordarán aquél inodoro que conocí en el aeropuerto de Houston que se accionaba a la mínima provocación y que por lo mismo fabricaba alkaseltzers de popó cuando aún no tenías intenciones de levantarte. Pues bien, el bañito art decó de Nueva York también tenía su talento sui generis, pero éste consistía en que una vez que "le bajabas" la taza no dejaba de tragar agua. Así las cosas, terminé de hacer lo que ahí se hace, me lavé las manos, saqué mi ropa de la maleta, revisé la vista por la ventana, escanié el menú del room service, me acosté en la cama... y el baño seguía tragando agua y más agua, como si el que hubiera surrado allí fuera un cachalote.

Para el sábado a mediodía había yo hecho las entrevistas y mandado la nota al periódico pero me faltaba encontrar el peluche aún sin fabricar con la figura de Max. Por la ventana brillaba un sol fantoche mientras en las orillas de las calles se apilaban yukis de limón.

Me forré con las pocas ganas y con las mismas garras, mi escudo infalible tomó la forma de un par de calcetines de alpaca peruana y un chaleco de pluma avícola. Arriba, me coloqué mi gorrito neozelandés y más abajo confié en mi pelo empecho rebajado al nivel tres. Y ahí voy caminando rumbo a la 5ta Avenida cruz con la calle 55, tosiendo para calentarme los pulmones, admirando la compostura sin temblar que tienen las mujeres que usan minifalda a menos cero con botas de tacón y medias de rombos.

Ahí iba, extrañando al águila que devora la serpiente, al calor de mi ciudad, notando que mis genitales se convertían en los de una gimnasta rusa, moqueando estalactitas, llorando niágara falls, pero sobre todo, pensando en Mateo y en esa gran oportunidad de volver a ser su héroe después de las nalgadas de aquélla otra vez. La peor amenaza para un padre con culpa es la sumatoria de una tarjeta de crédito con la melancolía de la distancia.

Llegué al mero sitio en donde Google y el conserje me indicaron estaría la Disney Store pero no había más que ni madre. -¡Ah, chinga! ¿Y ora?- El botones estilo NBA de un hotel adyacente me indicó que la colorida tienda había cerrado pero que estaban construyendo otra más chingona en Times Square, justo a lado de donde hasta hace poco estuvo la gozable tienda Virgin. La inauguración de la nueva súper tienda de Mickey Mouse está programada para otoño, pero Mateo todavía no sabe de estaciones y en el último de los casos le valen maiz.

Gracias al consejo de una linda señora con corazón de 911 terminé en el tendajo peluchero por excelencia de todo Manhattan llamado F.A.O. Schwarz en donde sólo alcancé a comprar un Pluto cabezudo, que la verdad, capturó la atención de mi pedazo de caos por menos de 24 horas.

Mateo sigue queriendo un Max. Y mientras lo busco una voz en el cielo me dice: Frío, frío, frío...

10 comentarios:

Tania G. Balleza Tahuil dijo...

ya se te extrañaba... se lo demandante que puede llegar a ser la vocecita de un niño(a) y mas si es tu hijo, espero que encuentres a ese Max... (no pude ver la imagen) no se por qué. :(

Unknown dijo...

Algunos pedidos de los hijos, son misiones imposibles; te durará más tiempo a ti la satisfacción de conseguirlo, que a él, el gusto de tenerlo. Y cada vez, te pondrá una más díficil, ñaca, ñaca.

marszoid dijo...

Es duro ser orden y ser amigo. Pero venga, que tu siempre pareces encontrarle un balance. Ya verás que Mateo sabrá agradecer a Pluto y a todos los que vengan en lo que llega Max.

Kózmica dijo...

Me alegra verte en acción en el blog, ya se te extrañaba. Y mira que antier tuve un sueño medio extraño donde te vi saliendo de tu casa (que ni sé donde es) y llevabas algo oculto en tu saco y yo me imaginaba que llevas un arma. Sueños locos.

Yo sí conozco al tal Max por mis sobrinos, espero lo encuentres, no hay nada como el encargo de un niño, no se les olvida y no saben de respuestas negativas.

Saludos!

Brenda dijo...

Ahora entiendo por qué pasaba por aqui y no estabas.
Ándale, ya sentiste la culpa por la nalgada aquella. Todos lo sentimos, a veces inmediatamente. Pero los niños son tan nobles, que Mateo ya te lo perdonó porque a pesar de eso eres su héroe.
Ni idea de quién es Max, pero también estoy esperando mi quincena para un muñeco que me trae loca.
Un abrazo

Lau dijo...

que gusto leerte de nuevo!! N.Y. es una de mi lista, espero ir un dia, el max, ya lo buscaste en internet?? igul y lo tienen ahi
un abrazo!!!

NTQVCA dijo...

Yo podría estar horas sentada viendo pasar gente en Nueva York, Fao se me hace la mejor tienda, pero cuando sales de ahí y llegas a tu casa a miles de kilometros te daas cuenta que lo que tan bonita e veía en la Quinta avenida, acá parece un peluche del Sanborns.
Y si, como dice Ave Fenice, ya se te extrañaba.

Anónimo dijo...

En Argentina sacaron los monitos en peluche de la peli de Goofy, en las cajitas feliz de Mcdonalds incluido Max, igual y puedes conseguir uno en mercado libre.
Suerte con la busqueda!

Ministry of Silly Walks dijo...

Pluto es amarillo y puede formar parte de la pandilla, no le erraste.

Anónimo dijo...

esos pedidos inposibles de los hijos, como la muñeca de cabello fosforecente pastel que mi hija siempre me pidio....

saludos!