¿Qué les pasa a nuestras horas que se entumen tan pronto?, ¿qué a nuestros años que se achican apenas rebasamos febrero y ya se asoma semana santa?
Me apuran los cuarenta. Mi vida es una piñata rota de la que recojo ya no dulces sino una nueva cana, otra pata de gallo; qué tal otro callo y la lonjilla del otro día.
¿Por qué antes, cuando niño, los días se tardaban en irse y había aburridísimos huecos de tiempo entre el desayuno y la cena, y ahora siento que amanece y anochece en el revelado de una misma polaroid?
Frente a este ritmo de barranca y trampolín, frente a esta subasta barata de minutos, frente a esta muerte súbita contra el calendario, frente a todo eso, hay que hacerse de paréntesis que le permitan a uno descansar el bofe diario.
Uno de mis reposos sin cronómetro sucede cuando escucho a Mariana H a medianoche. Qué cariño tan extraño le tengo a esta mujer que no conozco, pero que su voz me alivia del vértigo. Sabe mi Hot Teacher que esta locutora es la única que tiene permiso de entrar en nuestro ratito íntimo en el que nos curamos hastíos y masticamos sincronizadas antes de jetearnos.
Mariana H me cae a toda madre. Habla como una auténtica hembra-vato, disfruta reírse de sí misma, cuelga en un mismo tendedero placeres culposos, anécdotas, sugerencias literarias, manías y bretes existenciales.
Le gustan los timbres de gargantas añejas como Dylan, Johnny Cash, Leonard Cohen, Lou Reed; las letras de Jarvis Cocker; la fresada alternativa de Frente, lo que sea de The Smiths, y toda esa música que provoca en mí (y no sé en cuántos más adultos jóvenes adolescentes sordeados) el reacomodo del alma. Porque sí, hay sentimientos, sentires, sintonías que no conocen eso, el acomodo.
ROLITA, POR FAVOR.- Claro, una de las consentidas de Mariana H.
Hello world!
Hace 3 meses